El emperador y la mujer caballero – Capítulo 354

Traducido por Maru

Editado por Freyna


El duro invierno iba a seguir a Pollyanna para siempre. Habría mucha nieve y granizo en el futuro para ella. Habrá momentos en que tendrá que soportar temperaturas heladas y caminar por el camino helado. La ventisca puede cegarle los ojos, pero ella lo aceptó como parte de su vida.

—Su alteza tenía toda la razón —le dijo a Lucius—. Me mostró lo que son la felicidad y el amor. Me enseñó, a una mujer ignorante, la mayor felicidad que nunca pude imaginar.

—Y aún no he terminado. No te he mostrado todo.

—Sé sin lugar a dudas que estoy renunciando a una maravillosa sensación de felicidad. También sé que lo que estoy haciendo, como mujer y como su caballero, le entristecerá. Pero su alteza… no podré olvidar jamás ese día de invierno. Fue el momento más feliz de mi vida. Así como no puede renunciar a Acreia, yo no puedo renunciar a mi invierno. —Pollyanna se inclinó profundamente. Su frente casi tocaba el suelo mientras continuaba—. Estaría dispuesta a hacer cualquier cosa que ordene, su alteza. Felizmente bebería veneno, saltaría al fuego y pelearía con un oso con mis propias manos. Pero su alteza… Esto es algo que no puedo abandonar ni siquiera por usted. No puedo dar mi nombre.

Los hombres de la habitación negaron con la cabeza. Esperaban que ella rechazara al emperador tal vez por su título o su título de caballero, pero ¿por su nombre? Esto fue muy inesperado.

—Puede quitarme el título. Puede confiscar todas mis tierras. ¡Pero su alteza! Hay una cosa que no me puede quitar. El nombre que me dio… No puede retirarlo.

Lucius I ni una sola vez apartó la mirada de ella. Su expresión tampoco cambió nunca, lo que asustó al duque Luzo, quien le dijo a Pollyanna:

—¡Marquesa Winter! ¡¿Cómo puedes hacer esto ahora?! ¿Y qué hay de Gerald?

—Si su alteza me lo permite, yo mismo lo criaré.

—¡Pero es el primogénito del emperador!

—Si insiste, lo enviaré a Jaffa.

—¿Abandonarás a tu propio hijo?

—No lo estoy abandonando. Lo envío para que lo críe su padre.

¿Por qué el duque Luzo pensaría que estaría abandonando a su hijo? Ella enviaría a Gerald a Lucius I. ¿Qué querían estas personas? ¿No querían que ella lo criara ella misma, pero tampoco querían que Gerald fuera criado por su padre?

Pollyanna fulminó con la mirada al duque Luzo. Hoy, parecía una fuerza de la naturaleza. El frágil duque Luzo ni siquiera podía mirarla a los ojos. La única razón por la que no salió corriendo de la habitación con miedo fue porque esto involucraba a su sobrino. El duque Luzo trató de decir más, pero Lucius I lo detuvo.

—Marquesa Winter, puedes hacer lo que quieras. Puedes tener lo que quieras. Y nunca te quitaría tu título. ¿Cómo podría?

—Su alteza…

—Pollyanna Winter, eres el caballero más leal de este reino. Eres mi propia caballero que caminó hasta el final del continente a mi lado. Te otorgué un gran título y muchas tierras porque te las mereces. Entonces, Pollyanna Winter, ¿deseas seguir siendo mi caballero?

Pollyanna se inclinó y respondió:

—Incluso si no me lo permiten, siempre seré su caballero, su alteza.

—Bien. Serás mi caballero por la eternidad. Nadie puede cambiar este hecho.

—Incluso si me da permiso, he abusado de mi poder hoy al venir aquí de esta manera. Me gustaría dimitir como jefe de la Segunda División.

—No aceptaré tu renuncia.

Lucius I la negó por primera vez. Pollyanna levantó la cabeza y protestó:

—¡Alteza!

—Sir Pol, acabas de prometer que seguirás siendo mi caballero para siempre, pero actúas como si nunca me volvieras a ver. ¡Anímate! Pollyanna Winter, te daré un año para que estés sola. Después de un año, regresarás a este castillo y protegerás el reino. No me des una excusa de que no puedes hacer esto debido a tus sentimientos personales. Yo creo en ti, Pollyanna.

Dijo las palabras con tanta frialdad, lo que hizo que Pollyanna creyera que esto realmente podría funcionar. Se puso de pie usando su espada como bastón. Lucius I se paró frente a ella y le dijo a Pollyanna:

—Creo en ti, Sir Pol. Yo siempre creeré en ti. Por lo tanto, créeme también. Ya que me mostraste tu determinación, te daré mi respuesta. Yo te seguiré amando. Siempre te amaré y espero que tú hagas lo mismo por mí.

—Te amaré hasta el día de mi muerte, alteza. Te amaré por siempre.

La leal caballera se inclinó profundamente antes de irse. Después de que se cerró la puerta, Lucius I se volvió hacia los hombres y anunció:

—A partir de hoy, planeo convertirme en un tirano. Si alguien tiene un problema con eso… Si alguien planea huir… Y si alguien planea un motín… Avisadme ahora mismo.

Nadie dijo una palabra. Pollyanna trajo una tormenta al castillo, y ahora, parecía que era el turno del emperador. Todos cerraron la boca. Lucius I miró a su alrededor y continuó:

—¿Estáis seguros? ¿Ninguno? No estoy bromeando. Me convertiré en un verdadero tirano. Puedo deciros que no estaréis satisfechos con mis decisiones. Existe la posibilidad de que la línea real termine conmigo si hago lo que planeo hacer. Quizás más tarde me recuerden como un tirano que perdió la cabeza por amor. Quizás la gente dirá que la marquesa Winter es la malvada seductora que destruyó el reino.

Una vez más, nadie dijo una palabra.

El marqués Seeze trató de averiguar cuál era el plan del emperador mientras el duque Luzo comenzaba a tener hipo nerviosamente. El duque Luzo casi podía sentir el resto de su cabello cayendo de su cabeza.

Lucius I miró a todos los hombres hasta que se dio la vuelta y miró a Sir Ainno, que estaba de pie detrás de él. El emperador le preguntó:

—Entonces, ¿qué dices, Sir Ainno? Eres el único que puede acabar conmigo. El que me puede sacar. No bromeo cuando digo que planeo convertirme en un tirano. Voy a hacer locuras. Voy a crear tanto desorden en este reino que intentamos con tanto esfuerzo estabilizar. Las generaciones futuras me llamarán el emperador loco. Entonces, Sir Ainno, ¿qué harás? Siempre me has dicho que si alguna vez me convierto en un tirano, me matarías.

Lucius I trató de parecer tranquilo pero sudaba secretamente. Sir Ainno miró al emperador como si fuera un lobo mirando a su presa. La mano derecha del caballero ya estaba en la empuñadura de su espada.

Sir Ainno, como de costumbre, parecía indiferente. Siguió tocando su espada, sin saber qué debía hacer. Acreia finalmente se estaba estabilizando, pero aquí estaba el emperador tratando de hacer algo innecesario y drástico. No era una broma cuando Sir Ainno dijo que mataría a Lucius I si alguna vez se volvía demasiado peligroso. El emperador sabía esto y era en parte por qué confiaba tanto en Sir Ainno.

Sir Ainno miró atentamente el rostro del emperador.

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