El gran deseo – Capítulo 5: Mayoría de edad (1)

Traducido por Lugiia

Editado por Ayanami


Hoy iba a ser un día muy ocupado. Era el cumpleaños de Sienna, así como su mayoría de edad.

Ella se encontraba de pie frente a un espejo gigante. Las damas de honor a su lado estaban muy ocupadas sirviéndole.

Su cabello plateado había sido arreglado en un moño francés, y su hermoso escote estaba a la vista. Habían colocado una diadema, incrustada con finos diamantes, en la parte superior de su cabeza y su brillante vestido plateado estaba bordado con hilos de oro, era un trabajo espléndido.

La condesa Pope estaba aturdida mientras miraba fijamente a Sienna.

—Está muy hermosa, princesa. Pero siempre se ve hermosa, así que no es nada nuevo.

La condesa siempre le decía que estaba cegada por su belleza, incluso sin la ayuda de joyas o vestidos elegantes. Después de acostumbrarse tanto a sus palabras de adulación, Sienna ya no se ponía nerviosa debido a ellas.

Los halagos existían para cubrir los defectos de los demás, exagerando lo bueno. Para Sienna, estas palabras eran simplemente una declaración de los hechos, así que, a sus ojos, su belleza no había cambiado. Debido a que era un miembro de la familia imperial, eso era un hecho.

La mujer en el espejo era perfecta. Su piel de marfil no tenía maquillaje, pero, aun así, se veía increíblemente suave. Sienna resplandecía como si una luz estuviera brillando sobre ella constantemente.

—¿No hay ningún otro vestido que haya sido preparado para mí?

El bordado dorado en la falda de su vestido ocupaba la mayor parte, lo cual, hacía que la tela plateada estuviera casi completamente oculta. Parecía ser solo un vestido dorado en lugar de uno plateado, y a Sienna no le gustaba eso. Le recordaba la ropa formal del emperador en sus sueños.

Las damas de honor comenzaron a inquietarse y titubear. En vez de repetirles la pregunta a ellas, Sienna se dirigió a la condesa y le preguntó:

—Condesa, ¿este el único vestido que se ha preparado?

—No. Se han encargado un total de tres vestidos.

—¿Por qué no he visto los otros dos?

—El Rey Rojo escogió el mejor vestido para usted, princesa.

Sienna siempre había usado lo que le habían dado y nunca expresó ningún descontento. Por ello, los vestidos hechos para Sienna eran enviados primero al palacio del Rey Rojo. No era porque Sienna estuviera siendo obediente o porque no tuviera una opinión. Simplemente, era más cómodo de esta manera.

Todos los vestidos hechos para la princesa eran de la más alta calidad. Y cualquier prenda que usará le quedaba bien. Su cuerpo parecía acentuar la ropa y no al revés.

El día después de la fiesta de máscaras, las boutiques de la capital se ahogaron en pedidos de vestidos con un diseño similar al que Sienna llevó esa noche.

Por alguna razón, todos los detalles, que nunca habían pasado por su mente, la estaban molestando hoy. Podía sentir el alcance del Rey Rojo en todos los aspectos triviales de su vida. Al pensar en su madre, el corazón de Sienna se volvió frío.

—Trae otro. Elegiré yo misma mi vestido.

—Sí, princesa.

Entre los vestidos que trajo una dama de honor, Sienna eligió uno de color azul con encajes plateados. Además, escogió una diadema diferente para que hiciera juego con su nuevo vestido. La diadema estaba incrustada con zafiros y era más pequeña que la anterior de diamantes, dándole un aspecto menos imponente. Sienna se miró en el espejo y quedó satisfecha con lo que vio.

¿Con esto también logré cambiar el futuro?

Si no hubiera sido por los sueños, probablemente, hubiera llevado el vestido dorado. A pesar de que era algo trivial, solo saber que cambió el futuro un poco la hizo muy feliz.

♦ ♦ ♦

Por la tarde, la gente comenzó a llegar, llenando el gran salón de banquetes del palacio imperial.

—Puedo notar el buen ojo del Rey Rojo en esta fiesta.

—Es extravagante pero elegante. Nadie más puede imitar su estilo.

Los eventos imperiales organizados por el Rey Rojo siempre fueron recibidos con elogios. Incluso antes de casarse, Patricia era conocida por ser una creadora de tendencias en la alta sociedad. Una vez que se convirtió en el Rey Rojo, fue capaz de mostrar su estilo sin ninguna duda. Sus fiestas de la realeza eran increíblemente lujosas y satisfacían la vanidad de los nobles.

Hoy, era el día en que la princesa se convierte en adulta. Todos los invitados estaban vestidos con sus mejores galas. Incluso aquellos, que normalmente no asistían a las fiestas aristocráticas, estaban presentes. Los nobles estaban ocupados, presentándose y creando conexiones personales.

Un grupo de personas estaba rodeando a un hombre regordete de mediana edad, riéndose de algo que había dicho éste.

Las personas cerca de ese grupo se preguntaban sobre lo que el hombre había dicho y preguntaban por ahí:

—¿Quién es ese hombre y por qué todo el mundo se aglomera a su alrededor?

—Es el barón Burock.

—Ah, ese hombre es…

Incluso aquellos, que nunca habían conocido personalmente a este hombre, sabían su nombre y asentían con la cabeza en señal de comprensión.

Las celebridades de la alta sociedad eran, normalmente, aquellos con un alto estatus. Sin embargo, el barón Burock era una excepción. No tenía una posición alta, no era muy rico, y no era conocido por su apariencia. Pero tenía una increíble influencia en la alta sociedad.

Su apodo era “Vagabundo”. Como su apodo sugería, no había un lugar que no hubiera visitado. Había estado en todos los rincones del continente. También tenía la excelente habilidad de atraer a todo el mundo con su narración, mientras les contaba historias de lo que había visto y oído durante sus viajes.

Para la nobleza, que vivía en un mundo tan pequeño, las historias del barón eran el mejor entretenimiento. Solo estaba en casa unas pocas veces al año, y siempre que asistía a un evento, la gente se reunía a su alrededor.

—Estoy sediento. Descansemos un poco. Por favor, denme tiempo para humedecer mi garganta.

—Aquí tiene un poco de agua fría, sir —dijo alguien, trayendo rápidamente un vaso y entregándolo al barón Burock.

—Oh, cielos. Parece que perderé la voz esta noche y no podré decir una palabra mañana.

Rápidamente, el barón encontró un hueco entre la multitud y salió. Las personas comenzaron a reírse mientras gritaban:

—¡El barón Burock está huyendo!

—¡Que alguien lo agarre!

Sin embargo, aunque decían eso, no lo siguieron.

Habiendo encontrado un momento de paz, el barón bebió su agua y miró a su alrededor en el salón de banquetes.

¿Hmm? Ese viejo todavía está vivo. Y ese joven me resulta familiar. Debe ser porque conozco a su padre.

Mientras miraba a las personas, los ojos del barón se abrieron de par en par. Después de eso, se apresuró a su objetivo.

♦ ♦ ♦

Dos hombres apuestos estaban en medio de una discusión, atrayendo la atención de todos. Uno de los hombres tenía cabello rojo mezclado con gris. Solo por su cabello, todos podían adivinar su identidad.

—Qué sorpresa verlo aquí, príncipe Dian —dijo uno de los hombres.

—¿Lo cree? Bueno, creo que es la primera vez que lo veo a usted en un evento en el palacio.

Dian era un marginado. Se encerraba, sin poder hacer nada, en su propia residencia. Cuando recibía una invitación, siempre asistía, sin importar la clase o el estatus de la persona que lo invitaba.

Aquellos que temían ofender a la familia del duque Rimone lo evitaban. Los que enviaban invitaciones a Dian ocupaban puestos sin importancia y, por lo tanto, no tenían que ser cautelosos con los sentimientos del duque Rimone. Así, las fiestas a las que Dian asistía estaban, normalmente, llenas de gente de bajo estatus.

Aunque era un príncipe imperial por nombre, las personas lo criticaban por no conocer su lugar. A aquellos que recién comenzaban en los círculos sociales de la nobleza, se les decía que evitaran cualquier evento al que asistiera el príncipe Dian, como regla general. De esta manera, él era ridiculizado. Sin embargo, hoy, estas personas no podían reírse condescendientemente de él. Había algo diferente en el príncipe, no era el mismo de siempre.

Normalmente, tenía una dulce sonrisa en su rostro, mientras se reía de todos los chistes patéticos y, tan pronto como la fiesta comenzaba, se ahogaba en alcohol… Pero hoy, no ha hecho ninguna de las cosas que harían que las personas chasqueen sus lenguas en señal de desaprobación.

—El día de hoy, luce como todo un caballero, príncipe.

—Uno nunca sabe. Podría hacer algo completamente extraño en cualquier momento.

Ver al príncipe actuar de forma tan normal, era extraño. Las personas que, normalmente, susurraban sobre él a sus espaldas, poco a poco cerraron sus bocas. De repente, se dieron cuenta de que era realmente un miembro de la familia imperial. Los miembros de la familia imperial eran los más cercanos a los dioses con sus hermosas figuras, y Dian no era una excepción.

Verlo tan centrado en su conversación sacudió los corazones de muchos nobles y mujeres a su alrededor. Cuando Dian sonrió, todas las mujeres empezaron a agitar sus abanicos y a suspirar.

También querían saber quién era el hombre que hablaba con Dian. Se encontraba de pie junto a él, pero la belleza del príncipe no eclipsaba a este hombre. Era incluso más alto que el príncipe.

En este momento, un frac[1] ajustado estaba de moda. Al ver su robusto cuerpo masculino, mostrarse a través de la ajustada prenda, todas las nobles tragaron mientras sus gargantas se secaban.

El cabello negro del hombre sobresalía entre los cabellos de color apagado de las personas en el banquete. Su alta nariz hacía que sus ojos parecieran más profundos. Su mandíbula era el equilibrio perfecto entre lo suave y lo duro.

Estos dos hombres eran completamente opuestos. El príncipe podía ser descrito como un león respetable, mientras que el hombre de cabello negro era más bien un leopardo negro encantador.

—¿Es hora de que el duque Grosi haga su aparición? —Preguntó Dian.

—Es demasiado pronto. Es mejor que haya más personas que vean al duque entregarte a su nieta personalmente.

—Supongo que sí. El banquete acaba de empezar.

—Estás a punto de conocer a la mujer con la que te vas a casar. ¿Cómo te sientes?

—No puedo decir que no sienta nada en absoluto… Solo quiero llevarme bien con ella, ya que será la madre de mi hijo —respondió Dian.

 —Solo tienes que hacerlo bien.

Dian se burló de sus palabras y dijo:

—¿Sabes que eres diferente de lo que pareces? Pensé que eras el tipo de hombre que tenía un amante en cada rincón del continente.

—¿Qué?

—Si tuviera una hermana, habría querido que te casaras con ella. Así podríamos ser cuñados.

Kuhn no fue capaz de responder con: Lo que sea, como lo haría normalmente. Esto fue porque, de repente, recordó a la media hermana de Dian, Sienna.

¿No es la princesa tu hermana?

Se tragó esa pregunta en su mente.

—Me sorprende que decidieras asistir a esta fiesta. ¿Por qué el repentino cambio de opinión? —Preguntó Dian.

—Porque hoy será un día histórico. Pensé que no sería una mala idea presenciarlo con mis propios ojos.

—¿De verdad…? —Dian miró a Kuhn de arriba a abajo mientras hablaba—. Pareces alguien que ha venido a este lugar para seducir a una mujer. De pie ante mí, sólo veo un gigoló.

Kuhn chasqueó su lengua.

—Necesitas arreglar esa frívola lengua tuya.

—¿Y sabes que tu forma de hablar sin rodeos está empezando a cruzar la línea?

Si alguien hubiera escuchado su conversación infantil, se habría quedado atónito.

Sir Roxan.

Aunque Kuhn había notado que el barón Burock se le acercaba, se sorprendió cuando le llamó.

—Barón, sabía que estaría aquí, pero la sala de banquetes es muy grande. No pensé que nos veríamos.

—No sabía que asistiría, sir. ¿Por qué no me lo dijo cuando nos encontramos hace unos días?

—En ese entonces, no lo tenía planeado. No era como si pudiera venir aunque quisiera.

—Si me lo hubiera dicho, podría haberle conseguido una invitación.

—Le agradezco su amabilidad, barón.

—No es nada comparado con el favor que me hizo hace unos días.

—Está siendo demasiado generoso. No le dé demasiada importancia.

Kuhn sonrió amistosamente y se transformó en un joven brillante y educado. Su comportamiento no parecía fuera de lugar. Era una transformación milagrosa. Dian miró a Kuhn por el rabillo del ojo, como si estuviera observando a la criatura más despreciable de la tierra.

Solo después de haber intercambiado más de unas pocas palabras con Kuhn, el barón Burock notó que Dian estaba cerca.

—Oh, querido príncipe. He sido muy descortés. Mis modales parecen haber desaparecido después de encontrarme con un amigo inesperado en este lugar.

—Está bien. Es un honor presentarme ante una celebridad tan famosa como usted, barón Burock.

—Me halaga, Su Alteza. Solo soy un viejo al que le gusta hablar. Permítame saludarlo formalmente, príncipe.

Los ojos de Dian iban y venían entre Kuhn y el barón.

—Parece que ustedes dos tienen una relación bastante interesante —comenzó a decir Dian.

Sir Roxan es un joven al que le tengo mucho cariño. Es muy educado y capaz. Pero tengo más curiosidad por la relación entre ustedes dos.

—No puedo recordar dónde estaba. De todas formas, nos encontramos por casualidad en una fiesta. Nos llevamos bastante bien y compartimos unos tragos. Como usted dijo, barón… —Dian miró a Kuhn y se rió antes de continuar—. Es muy educado y capaz.

—Me siento honrado, príncipe…

Dian se rió, satisfecho de escuchar la palabra “honrado” saliendo de los labios de un imbécil tan poco amistoso. Solo Kuhn se sintió irritado por la reacción de Dian.

Mientras los tres hablaban, la gente a su alrededor comenzó a darse cuenta y se acercó a ellos.

Aunque querían presentarse a los dos encantadores jóvenes, uno de ellos era el príncipe y el otro un desconocido. Se sintieron intimidados de acercarse a ellos. Sin embargo, el barón Burock sirvió como puente para esa brecha. El barón era querido por todos, sin importar sus inclinaciones políticas.

En poco tiempo, los tres hombres estaban rodeados de personas. Aun así, los únicos que hablaban eran ellos, y los demás solo escuchaban su conversación. Después de un tiempo, parecía que la multitud estaba lista para dispersarse.

—¿Me está diciendo que se ha cruzado con la Mantis del Desierto, príncipe?

—Así es. Sucedió cuando me enviaron al desierto como emisario debido a una reunión entre varios países.

Unos pocos espectadores recordaron este suceso y tenían expresiones peculiares en sus rostros.

La clase social de uno también se tenía en cuenta en las misiones diplomáticas. Si alguien era enviado al desierto, era considerado un caso perdido. Significa que eran odiados por sus superiores.

Dian fue el primer miembro de la familia imperial en ir al desierto. Incluso si se le asignaba un rimbombante título de “emisario” a su nombre, no era una misión honorable. Solo significaba que otros le habían dado la espalda y lo habían dejado morir.

—Creo que fue hace cinco años…

—Sucedió hace seis años, Su Alteza —interrumpió alguien. Mientras todas las miradas se volvían hacia esa persona, el hombre se avergonzó. Dian lo miró y sonrió.

—¿Usted es?

—Soy el hijo del conde Mersé, Tayl Mersé. Me disculpo por interrumpirle, Su Alteza.

—Gracias por activar mi memoria, sir Tayl. No puedo creer que ya hayan pasado seis años desde entonces. El tiempo pasa tan rápido. Pero todavía recuerdo ese día muy claramente. Ni siquiera habíamos entrado tan profundo en el desierto cuando apareció la Mantis del Desierto. Es más aterradora de lo que puedan imaginar. Los humanos son simplemente un juego para este monstruo. Apenas podía mantener los ojos abiertos. Así de aterradora era la mantis —continuó el príncipe, cerrando los ojos y frunciendo un poco el ceño. Parecía que estaba recordando ese horrible acontecimiento. La respiración de todos quedó atrapada en sus gargantas.

—¿Cómo derrotó a ese monstruo, Su Alteza? —Preguntó el barón.

—¿Me pregunta por qué no morí?

—Príncipe, no quise decir eso… —comenzó a decir el barón Burock, avergonzado.

Dian, al ver su reacción, se rió de buen humor.

—Solo estoy bromeando. ¿Cómo podría haber derrotado a la Mantis del Desierto con mis habilidades? Viví gracias a algo que era más aterrador que una Mantis del Desierto.

La gente a su alrededor estaba completamente inmersa en la fascinante conversación entre el príncipe y el barón Burock.

—¿Qué monstruo puede ser más aterrador que la Mantis del Desierto? —Preguntó alguien del público, incapaz de reprimir su curiosidad.

—Kaligo —respondió Dian, después de mirar a la multitud que lo rodeaba.

La mirada del príncipe se dirigió por un momento al rostro de Kuhn, pero nadie lo notó.

—¿Kaligo?

—Ah…

Varias personas inclinaron sus cabezas, confundidos, y otras personas entendieron sus palabras.

—Está hablando del grupo de mercenarios Kaligo, ¿verdad? He oído ese nombre antes. Los que viven en el imperio pueden no saber de ellos, pero una vez que dejas el imperio, todo el mundo conoce ese nombre —le explicó el barón Burock a la multitud.

—Correcto. Por suerte, pasaban por allí cuando todo esto estaba sucediendo. Gracias a ellos, mi vida fue salvada, y pude ver claramente a los hombres cazando a la Mantis del Desierto con mis propios ojos. —Los ojos de Dian miraron a la multitud y se concentraron en algo lejano—. Y ese es el final de mi aburrida historia. Creo que la persona de honor está a punto de hacer su entrada.

Todos los que habían estado mirando a Dian voltearon sus cabezas a la vez. Una multitud de personas comenzaba a reunirse en la entrada del salón de banquetes.

Una parte de la multitud se separó de Dian para ver a la princesa mientras que el resto se quedó atrás. El barón Burock era uno de los que se quedó.

 —¿No irá a verla? —Preguntó Dian.

—Creo que el banquete no será tan aburrido si me quedo cerca de usted, príncipe —respondió el barón mientras reía. Su respuesta representaba los corazones de aquellos que se quedaron.

—¿Una cacería de Mantis del Desierto? Eso no es algo que pueda ver, aunque esté dispuesto a pagar por ello.

Dian negó con la cabeza.

—No me gustaría verlo incluso si alguien me pagara. Solo un lunático pagaría por ver algo así.

—Entonces, debo ser un lunático. Por favor, deme algunos detalles. Solo he visto el cadáver seco de una Mantis del Desierto —dijo el barón.

—¿Me está pidiendo que reviva la vez que casi muero?

—Todavía está vivo, ¿verdad?

—¡Ja! ¿Sabes lo difícil que fue? Literalmente, cambió mi vida —respondió Dian de buen humor.

Después de eso, el príncipe y el barón continuaron intercambiando bromas, y todos los oyentes se sintieron a gusto. Y así, la historia de viaje del príncipe Dian desapareció de sus mentes.

Fue una experiencia de vida o muerte, así que era comprensible. Era una maravilla que no se hubiera vuelto loco después de ese tipo de experiencia. Todos pensaron esto mientras asentían con la cabeza.

Solo una persona no estaba prestando atención. La mirada de Kuhn estaba fija en el área donde se reunía toda la gente.

♦ ♦ ♦

Justo cuando Sienna entró al salón de banquetes, el Rey Rojo, Patricia, llegó al mismo tiempo. Al ver la apariencia de Sienna, Patricia frunció el ceño, pero rápidamente comenzó a sonreír brillantemente mientras se acercaba a ella.

La gente alrededor de Sienna se hizo a un lado e hizo un camino para el Rey Rojo. En medio de la sala de banquetes, se hizo un espacio que llevó a Patricia a Sienna.

—Feliz cumpleaños, princesa.

—Gracias, madre.

—No debes haber tenido la oportunidad de comer nada hoy. Ven aquí. Debes estar hambrienta.

Sienna siguió la iniciativa de Patricia y se acercó a un lado de la sala de banquetes donde se encontraba una mesa con deliciosos platos. Pequeños bocadillos estaban exhibidos sobre la mesa.

La multitud se movió junto con la pareja madre e hija mientras caminaban por el salón. Era un espectáculo ridículo. Nadie cruzaba la línea ni se atrevía a acercarse a ellas, casi como si el espacio que las rodeaba fuera sagrado.

—Debe haber habido un error en nuestra correspondencia, princesa. Su vestido ha cambiado.

—Elegí el vestido yo misma —respondió Sienna, recibiendo el plato de comida que Patricia le entregó.

—¿Lo hiciste, princesa…?

—Sí. El otro era demasiado extravagante.

—Hoy, la persona de honor es usted, princesa. Es natural que se destaque.

—Ninguna persona que haya aceptado la invitación a esta fiesta ignora que soy la persona de honor. No hay necesidad alguna de presumir.

Patricia presionó sus labios rojos antes de sonreír suavemente.

—Si eso es lo que desea, princesa.

—Feliz cumpleaños, princesa —le saludó el conde Rimone, mientras se acercaba a ellas. Sienna lo miró fijamente. La mirada maliciosa de su tío en sus sueños, que se había convertido en ese entonces en duque, se superponía con la mirada en su rostro en estos momentos.

—Princesa, ¿no tienes nada que decir?

—Ha pasado un tiempo —respondió Sienna.

—Sí, ha pasado un tiempo. El duque no se siente muy bien estos días. Ha decidido abstenerse de los eventos sociales hasta recuperarse —comenzó a decir el conde Rimone.

—Me he enterado. ¿El abuelo se siente muy mal?

—Se está haciendo mayor con los años, así que le está llevando más tiempo recuperarse.

Doug se encontró brevemente con los ojos de Patricia y negó ligeramente con la cabeza. El rostro de Patricia mostró su decepción por un momento, antes de desaparecer.

—Princesa, el duque me ha pedido que le envíe sus felicitaciones.

—Como no se siente muy bien, así que no debería preocuparse por algo trivial como mi cumpleaños. Me tomaré un tiempo e iré a visitarlo cuando tenga la oportunidad.

—El duque estará encantado.

—Princesa.

Sienna giró la cabeza ante el llamado de Patricia.

Durante el breve tiempo que Sienna estuvo hablando con el conde Rimone, un joven había aparecido al lado de Patricia.

—Por favor, preséntense.

El joven sonrió brillantemente y se inclinó educadamente.

—Saludos a su Alteza Imperial. Soy el hijo del duque Morton, Levi Morton.

—Este es el segundo hijo del duque Morton. Recientemente, recibió un título y ahora es un conde. Incluso ocupa un puesto en el parlamento central.

Este era el segundo candidato para la posición de Rey Azul.

—Princesa, ¿puedo ser su acompañante esta noche?

Patricia observó cuidadosamente la expresión de Sienna. Dejó escapar un suspiro cuando Sienna puso su mano en el brazo de Levi.

¿Quién podría ser?

Había buscado más información sobre este hombre misterioso que había captado el interés de la princesa, pero todo fue en vano. Afortunadamente, no había registros de que la princesa se escribiera con nadie después de volver de la fiesta de máscaras.

Patricia había llegado a la conclusión de que Sienna no estaba muy entusiasmada con Joseph y estaba decepcionada por ello. Era descendiente directo de un duque y no era el sucesor del ducado. También era dócil. No había muchos candidatos que tuvieran estas cualidades.

Joseph había cumplido todos los requisitos que Patricia había establecido para la candidatura del Rey Azul. Era el segundo hijo del duque Luke y, por lo tanto, no tenía mucho poder. Esto significaba que sería más fácil manipularlo. Además de eso, tampoco tenía mal físico.

Sin embargo, Patricia dejó de lado sus expectativas. Parecía que la princesa ya se había olvidado de él. Solo sería contraproducente si continuaba tratando de empujar a Joseph hacia ella. El segundo candidato, Levi, tenía una buena cabeza sobre sus hombros. Ese hecho era tanto un pro como un contra.

Por ahora, solo pretende rebajarse ante mí, pero una vez que se case con la princesa, tratará de negociar conmigo en igualdad de condiciones.

Pero Patricia decidió dejar las preocupaciones del futuro para después. Levi era una mejor opción para el Rey Azul que un hombre que ella no conocía.

—Encantada de conocerte.

Patricia miró a los dos mientras reían, estando de pie uno al lado del otro. Su sonrisa estaba llena de orgullo maternal mientras miraba a su hija mayor.

—Ustedes dos encajan bien juntos —comentó el conde Rimone.

—Princesa, esta fiesta es para usted, así que asegúrese de disfrutarla a su gusto. Hay muchas personas que van a querer escuchar su hermosa voz —dijo Patricia.

—¿Y tú, madre…?

—Planeo estar en el fondo por hoy.

Sienna asintió ligeramente y se dio la vuelta con Levi. Patricia se mordió el labio mientras veía como su hija se alejaba.

Algo no se siente bien. ¿Será que tengo dolor de cabeza?

Decidió llamar a la débil sensación de un mal presentimiento un dolor de cabeza. Posiblemente, debido a sus sentimientos, su cabeza realmente palpitaba de dolor.

—Tengo algo urgente que necesito discutir con usted —susurró Doug, escondiendo el movimiento de sus labios con un cóctel.

La expresión de Patricia no cambió mientras llamaba a una dama de compañía.

—Creo que me siento un poco cansada. Encuéntrame un lugar tranquilo para descansar —le indicó Patricia.

—Sí, Rey Rojo.

Ella siguió a la dama de honor y desapareció. Unos momentos después, Doug también dejó la sala de banquetes.

Los hermanos se reunieron en una sala de estar para mujeres nobles. Era una habitación remota, y ahora que Patricia había entrado, nadie más podía entrar.

—¿Qué sucede?

—Creo que nuestro padre va a morir.

—¡¿Qué?! —Gritó Patricia, sorprendida.

—No se ha despertado en absoluto desde la madrugada, y no responde a ningún tipo de estímulo. Según el doctor, lo máximo que durará es un cuarto de día.

—¡Eso no puede suceder!

Los ojos de Patricia se llenaron de frustración y rabia. No mostró ni simpatía ni tristeza ante la noticia de la inminente muerte de su padre.

—No puede suceder ahora.

—¿Qué podemos hacer? No podemos mantenerlo con vida.

Patricia caminaba de un lado a otro nerviosamente. De repente, se detuvo. Sus ojos brillaban mientras miraba a Doug.

—Tendremos que hacerlo para poder mantenerlo con vida.

—¿Cómo?

—Manteniéndolo en secreto. Durante todo el tiempo que puedas.

—¿No dejar que nadie sepa, aunque padre muera?

—Dile a todos que padre está gravemente enfermo y no puede recibir visitas. Haz que un par de hombres vigilen su dormitorio. Asegúrate de que sus labios estén sellados. Mientras entres en la habitación de vez en cuando durante el día, nadie sospechará.

—Es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Qué hay de su cadáver? Si nos descubren sacándolo, las cosas se convertirán en un desastre y será el fin para nosotros.

—¿Por qué necesitas sacar su cadáver? —Preguntó Patricia. Ante su pregunta, Doug frunció el ceño, confundido—. Prepárate para embalsamarlo.

—¿E-Embalsamarlo? —Tartamudeó Doug después de escuchar la atrevida y cruel propuesta de su hermana.

En el imperio, era costumbre enterrar a los muertos. Creían que, al enterrarlos bajo tierra, volverían a la misma y podían descansar. Embalsamar a los muertos para prevenir su descomposición se consideraba un insulto y un castigo.

—Patricia, eso es un poco…

—Hermano, solo hasta el matrimonio de la princesa. Si eso suena demasiado difícil, entonces, hasta su compromiso. Tomará medio año como máximo. No estoy haciendo esto solo para mejorar mi posición. Si realizamos el entierro después de que todo esté listo, podemos impulsar a la familia Rimone. Estoy segura de que mi padre lo entendería.

El duque Rimone le dijo una vez a un amigo que el hecho de que Patricia naciera como hija era tanto una desgracia como una buena suerte. Siempre encontraba la manera de conseguir lo que quería, y eso, a menudo, aterrorizaba al duque.

Si su hija se convertía en el próximo duque, él creía que el ducado podría convertirse en el más poderoso del Imperio. Sin embargo, también creía que ella podría causar su muerte a través de sus esfuerzos por llegar allí. Al duque Rimone le preocupaba que, tras su muerte, su hijo Doug fuera influenciado por su hermana. Aquellas palabras eran, en parte, ciertas.

—Entiendo. Encontraré la manera.

Aunque Doug no era tan malicioso como Patricia, era igual de ambicioso y codicioso. No era influenciado por Patricia. Era un cómplice activo.


[1] Frac: Es un traje masculino de tipo formal que constituye el tipo de vestuario más formal para el hombre en celebraciones nocturnas

2 respuestas a “El gran deseo – Capítulo 5: Mayoría de edad (1)”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido