Traducido por Kiara
Editado por Ayanami
Templo de Solia.
Utilizando los poderes imbuidos por la Diosa Irenetsa, proporcionan tratamiento a los enfermos y heridos, así como realizan profecías sobre los desastres que sucederán en el futuro.
—Es un lugar muy elegante.
El templo había sido el primer lugar que habían decidido visitar. Iris había recibido tratamiento del sacerdote del templo de Solia, por lo que era una visita de paseo y agradecimiento al mismo tiempo.
Riley frunció el ceño mientras estiraba el cuello y contemplaba los altos techos del templo.
—El templo, eh…
Un lugar para aquellos que toman prestados los poderes de los dioses.
A Riley no le gustaba este lugar.
—El ambiente es el mismo.
Riley estaba recordando los templos que visitó en su vida anterior.
Para aquellos que nunca habían visitado un templo, podrían sentirse impresionados por el lugar… pero, para Riley, que tenía todos los recuerdos de su vida anterior, esta clase de lugar atraía sus peores recuerdos.
—¿Esta clase de templo reúne a aquellos que sirven y siguen a dios, hasta el punto de ser lo suficientemente celosos como para no dudar en quemarlos de ser necesario?
Aunque los nombres de los dioses a los que servían eran diferentes, lo que Riley pensaba era más o menos correcto. En esta iglesia se encontraban los sacerdotes y paladines que se esforzaban por cumplir los deseos de su dios.
También era el lugar donde la sacerdotisa recibía las palabras de dios.
—Huuh, ¿parece que la enfermedad está mucho mejor que antes? Es extraño, no es una enfermedad que pueda sanar tan fácilmente.
—¿De verdad? —Respondió Iris con duda.
—No importa, es algo bueno de todos modos. Felicidades, Lady Iris. Parece que nuestra diosa Irenetsa te ha bendecido.
—Gracias, arzobispo Libesura. Por cierto, ¿hay algo que le preocupe?
—Bueno, la única preocupación es que nuestra sacerdotisa acaba de llegar a la pubertad.
—Oh cielos…
—Es algo que no se puede evitar —expresó el arzobispo, mientras dejaba escapar una risa nerviosa, —bueno, su hijo era sólo un bebé cuando lo vi por última vez, pero tal parece que se ha convertido en un buen hombre.
El arzobispo había viajado una vez a la mansión de Iphelleta para tratar a Iris.
Cuando los ojos de Libesura se encontraron con los de Riley, éste giró lentamente y se alejó.
—Joven Maestro, ¿a dónde va? —Preguntó Ian.
—Parece que su charla va a durar. Sólo quiero echar un vistazo a los alrededores.
Cuando Riley comenzó a caminar, Ian hizo gestos para indicarle a Sera que se iba con él, y siguió a Riley de cerca.
—Parece que está bien construido.
—Hay innumerables sacerdotes que viajan por todas partes para visitar el templo de Solia. No es de extrañar que esté en excelentes condiciones.
Ian estuvo de acuerdo con Riley mientras se acariciaba la barba.
Dentro del templo de Solia, desde el suelo hasta los pilares y el techo, había hermosas decoraciones hechas por maestros artesanos, de modo que el lugar era digno de recibir admiración y grandes elogios.
¿Cuánto tiempo habían caminado dentro del templo?
Cuando Riley encontró la gran estatua dentro de los jardines interiores del templo, se detuvo y miró alrededor de la zona.
La estatua parecía estar modelada en torno a la diosa Irenetsa, la estatua de una mujer con los ojos cerrados.
Riley miró profundamente la estatua y luego desvió la mirada hacia abajo.
—¿Quién es esa…?
Ian ladeó la cabeza cuando encontró a alguien que llevaba una bata que parecía un vestido blanco.
Parecía bastante especial en comparación con los demás, arrodillada y rezando, a diferencia de los otros sacerdotes que simplemente se arremolinaban a su alrededor.
—¿Ah?
Parecía que se había fijado en ellos.
La persona dejó de rezar y se volvió para mirar a Riley.
—Hola —Se puso de pie y los saludo con una leve reverencia, por el tono de voz podía intuir que era una chica, su rostro estaba cubierto por un velo.
—Ah, ¿hola?
Ian, que estaba tan absorto por el aura que desprendía, se quedó con la mirada perdida hasta que pudo responder rápidamente, pero Riley se limitaba a mirar a la chica como si no le gustara.
—¿Joven Maestro? Debe responder.
—¿Por qué? —Preguntó Riley.
—B-bueno…
Ian miró entre la chica con velo y Riley con nerviosismo. El ambiente parecía tenso.
Los sacerdotes y los paladines que estaban alrededor miraban a Ian y a Riley, negando con la cabeza por su falta de modales.
—Bueno, si quiere una respuesta dígale que antes debe mostrar su rostro.
A pesar de las miradas que recibió, Riley tomó su decisión. Las miradas impacientes se volvieron ahora tan agudas que casi podían cortar el aire.
—Joven Maestro… Parece ser una persona de alto nivel en el templo.
—¿No soy el preciado hijo de una importante familia?
La joven se rió de la conversación entre Ian y Riley.
—Eres muy gracioso.
La joven, que miraba a Riley con interés, lo saludó y se llevó las manos al velo. La tela blanca que ocultaba su rostro se levantó con un leve movimiento, mostrando su barbilla, luego su nariz y finalmente su frente.
Era una mirada propia de un ángel.
Ian contuvo la respiración.
—¡Sacerdotisa Pricia! —Ian se sonrojó, mientras bajaba la cara para alejar su mirada de la hermosa joven.
Lo hacía por cortesía.
—Perdóneme, no me había dado cuenta que se trataba de usted.
Era una sacerdotisa. Aunque parecía aún más joven que Riley, era uno de los miembros más importantes del templo junto con el arzobispo, Libesura.
—Joven Maestro, dónde están sus modales. ¡Es la sacerdotisa! La sacerdotisa. ¡La sacerdotisa más joven de Solia en la historia!
Ian se apresuró a aconsejar a Riley, que seguía con el ceño fruncido sin hacer una reverencia.
La sacerdotisa de Solia, Pricia. Una sola mirada a ella era suficiente para que cualquier devoto seguidor de Irenetsa derramara lágrimas de felicidad.
—¿Este lugar también tiene la horrible costumbre de alabar a una sacerdotisa?
—¿Perdón? —Preguntó Ian sin saber a qué se refería.
—No, sólo hablaba solo.
Riley cerró los ojos.
La sacerdotisa.
A Riley realmente no le gustaban los seres llamados “sacerdotisas”. Más bien, las despreciaba y odiaba hasta la médula.
Has sido elegido por la espada sagrada.
Guiada por las palabras de los dioses… Fue la sacerdotisa quien hizo que Riley tomará la espada sagrada.
Toma la espada. Derrota al señor de los demonios. Ese es tu camino, en el que creeremos. Te lo rogamos. Héroe.
—¿Por qué demonios acepté entonces?
Recordar el pasado hizo que el estado de ánimo de Riley decayera aún más.
Le provocó escalofríos.
—Hola. Señorita sacerdotisa.
Le devolvió el saludo con un rápido movimiento de la mano derecha y se dio la vuelta sin dudar un ápice.
—¿Joven Maestro? ¿A dónde vas? Tienes que dejar una buena impresión en la sacerdotisa.
—¿Qué impresión? Sólo mirarla me hace enojar.
Riley discrepó, mientras respondía lo que estaba pensando en respuesta a los susurros de Ian.
Ian dejó caer la mandíbula con asombro.
—¿Perdón?
Era la sacerdotisa. La mujer elegida por los dioses. Su belleza era suficiente para deslumbrar a cualquiera que la viera, pero ¿mirarla le molestaba?
Ian no podía comprender en absoluto.
—Volvamos, Madre ya debería haber terminado su conversación.
—¡Disculpe!
Mientras Riley intentaba volver al camino por el que había venido, Pricia, que miraba sin comprender a Riley e Ian, los llamó.
Ian jadeó al ver a la sacerdotisa que caminaba a paso ligero hacia ellos con las manos sujetando su falda.
Era un acto que le hacía sentir que era un pecado simplemente respirar el mismo aire que ella.
—Disculpe.
Cuando Pricia llamó a Riley, se detuvo y frunció el ceño con total frustración, para luego darse la vuelta lentamente.
Cuando Riley la miró, su rostro se había calmado un poco. Reprimir su ira era lo mejor que podía hacer en este momento.
—Eres…
¿Qué está tratando de decir?
¿Es igual que la última vez?
Riley mantuvo su silencio, mientras su mente era un completo caos, estaba a punto de volverse loco si ella le pedía algo como tomar la espada e ir a matar al señor de los demonios.
—¿Eres impotente?
La inesperada pregunta dejó un ceño fruncido en el rostro de Riley.