El Perezoso maestro espadachín – Capítulo 28: Un extraño invitado (1)

Traducido por Kiara

Editado por Ayanami


—¿Qué? —Preguntó Riley

—He preguntado si eres impotente.

Pricia, la sacerdotisa, le preguntó a Riley en la cara si tenía problemas en su parte inferior.

Al ser una pregunta tan inesperada, no sólo Riley, sino también Ian se quedó con la boca abierta por la sorpresa, mientras su mirada se alternaba entre Riley y Pricia.

—Si no es eso, acaso… ¿Prefiere a los hombres?

Con los brazos cruzados a la espalda, Pricia inclinó su rostro hacia Riley.

Ante esto, los sacerdotes del templo sagrado entraron en pánico. Sin poder quedarse quietos, finalmente comenzaron a dar pasos apresurados para llamar al sumo sacerdote.

—Si no es eso, ¿cómo puedes tener esa mirada después de posar tus ojos en mi hermoso rostro que permanece oculto bajo el velo? ¿No es eso inusual?

Pricia miraba a Riley con cierta expresión, la mitad de la cual reflejaba su interés por él, y la otra mitad mostraba su ilimitada confianza en sí misma.

En cambio, la expresión de Riley no podía demostrar más disgusto. Miraba a Pricia como si fuera el ser más inmundo del universo.

—¿Por qué debo responder semejante pregunta?

—Eso es porque, ¿no ves que soy una sacerdotisa? ¡La gran sacerdotisa de Solia! La más joven de la historia.

¿Y qué? La mirada de Riley se podía resumir en esas dos palabras ¿De verdad sigue siendo una niña?

Entre las palabras dichas por el sumo sacerdote Libesura, Riley recordó la palabra “pubertad” que había expresado casualmente, mientras conversaba con su madre. Riley suspiró y preguntó,

—¿Y qué? —En lugar de utilizar un lenguaje formal, la forma irrespetuosa de hablar salió sin esfuerzo de Riley.

—¿Eh? Ahora que lo pienso, estás hablando de manera informal. Disculpe, señor, pero ¿usted tiene problemas de oído? ¿No me ha oído decir que soy una sacerdotisa?

—¿Y qué hay con eso? —Volvió a preguntar Riley.

Esta vez, Pricia se sintió perdida, como si acabara de recibir un golpe.

—Es decir, lo que estoy diciendo es…

—¿Y qué? ¿Eso qué? ¿Es ahora cuando se supone que debo quedar hipnotizado después de mirar a una sacerdotisa? Ian, ¿es así?

Era una situación tensa sin igual, así que Ian mantenía la cabeza baja, intentando no poner de los nervios a nadie. Los hombros de Ian temblaron debido a la pregunta contundente que le lanzaron.

—¿Sí? No, eso es…

Antes de que Ian pudiera siquiera responder, Riley continuó.

—No importa cuánto te mire, eres demasiado fea.

—¿Eh?

Debido a la diferencia de altura, Riley pudo mirar fijamente a Pricia. Ahora estaba enviando una mirada despectiva hacia ella.

No sólo Ian, sino también otros sacerdotes cercanos que escuchaban la conversación jadearon al mismo tiempo.

—¿Estás sorda? Te estoy diciendo que eres horrible. Como sigues insistiendo, ahora te pregunto… ¿Cómo esperas que me sonroje por una niña que ni siquiera es mi tipo? No es difícil de comprender, ¿verdad?

Fue de lo más inesperado. Al escuchar unas palabras tan duras que no había oído en su vida, Pricia empezaba a encogerse poco a poco. Su rostro seguía siendo el mismo, bonito y propio de una sacerdotisa, pero las lágrimas humedecían las comisuras de sus ojos.

—¿Y ahora qué? ¿Estás llorando? Con que es así. ¿Por qué? Tú eres la enana que me atacó primero, ¿por qué estás llorando ahora?

El tono de su voz sugería que intentaba protestar y decir que era él quien estaba siendo tratado injustamente. Riley miró a su alrededor y preguntó a los sacerdotes que estaban cerca.

—Respondí porque ella me preguntó si era impotente, ¿así que sigue siendo culpa mía?

—¡Pri… sacerdotisa!

Riley no llegó a escuchar una respuesta. Los sacerdotes sólo se apresuraron al lado de Pricia y le entregaron pañuelos. Sus mejillas se hincharon como un globo.

—¡Está bien! No los necesito.

Algunos de los pañuelos ofrecidos fueron barridos por el dorso de su mano y cayeron al suelo.

—Vaya, sí que eres fea, al menos deberías tener una personalidad agradable, pero parece que tampoco es el caso…

El ambiente del principio abandonó la escena de alguna manera.

En su lugar, la frase “mocosa sin refinamiento” era una descripción más adecuada para el comportamiento actual de Pricia. Apretó los puños y empezó a mirar a Riley.

Las lágrimas que apenas colgaban de las puntas de sus ojos estaban a punto de caer a lo largo de su mejilla.

Era definitivamente una mirada propia de una adolescente en la pubertad.

—¿Qué? ¿Por qué me miras así?

Riley la miró una vez más con ojos llenos de desprecio. Era un acto que mostraba toda la verdad sin un ápice de falsedad.

Para ser sincero, Riley quería estrangular a la sacerdotisa, pero se contuvo. El odio y la angustia que sentía llegaban hasta el punto de sentirse mejor después de ver llorar a esa niña. Él no lo había tenido fácil en su vida anterior.

—Ian, vámonos.

—¿Maestro?

—¿Qué estás haciendo? Nada bueno saldrá de que nos quedemos aquí por más tiempo. Así que vámonos.

Riley se encogió como si quisiera decir que no podía soportar ver a Pricia al borde de las lágrimas. Se dio la vuelta y empezó a caminar.

Después de que Riley se marchara, Pricia, que estaba de pie sin rumbo, dejó caer una lágrima que rodó por su mejilla. Se cruzó de brazos y dijo:

—De verdad… ¡Qué ridiculez, en serio!

Quizás le daba demasiada vergüenza llorar delante de los sacerdotes. Pricia levantó los ojos y tembló ligeramente.

—¿Por qué tenemos un invitado así?

Los sacerdotes que observaban desde un lado estaban sudando frío. Querían limpiar las lágrimas de la cara de la sacerdotisa, pero nadie podía dar un paso al frente en esa tarea.

Esto se debía a que una sacerdotisa era alguien a quien no podían tocar. Por lo tanto, ninguno de los sacerdotes se atrevió.

—¡Disculpe! ¡Señor!

—¡Sí, sí! ¡Sacerdotisa! —Respondió uno de los sacerdotes.

—¿Soy… fea?

—¿A qué se refiere, mi señora?

—¡Estoy preguntando si soy realmente fea! —Gritó Pricia.

—¡Ah, no puede ser! Eso no es…

Los sacerdotes sacudieron la cabeza y negaron las duras palabras que vomitó Riley, un momento antes de marcharse.

—Señora sacerdotisa, usted es la más bella bajo la luz de Irenetsa. Eres tan hermosa que hace que uno se pregunte si podrías ser la manifestación física de una diosa de la belleza.

—No es necesario que hagas caso a lo que dijo ese Joven Maestro.

—¡Eso es! ¡Así es! —Proclamaron otros.

Desde que se dedicó al templo a una edad temprana, Pricia vivió su vida sin que ni una sola vez se le dirigiera la palabra “fea”. Era comprensible que Pricia se escandalizara por las duras palabras que le lanzó Riley.

—Eso es todo, ¿no? Hay algo malo en los ojos de ese invitado, ¿verdad?

—Así es, sacerdotisa. Sólo termina la oración que estabas recitando…

Después de olvidarse de todo lo relacionado con Riley con gran esfuerzo, Pricia estaba a punto de continuar la oración que había interrumpido hace un rato, pero, de repente, abrió mucho los ojos.

¿Uh?

Para rezar, Pricia estaba de cara al altar, pero se estremeció al sentir una fuerza invisible que le recorría la espalda.

—¿Sacerdotisa?

Pricia no respondió a la llamada. En cambio, giró rápidamente la cabeza, como si estuviera hipnotizada por algo.

Era una posesión de una entidad divina.

Con los ojos teñidos de luz dorada, Pricia dirigió una mirada penetrante hacia donde, hace un momento, había estado Riley.

♦ ♦ ♦

—Riley, ¿ha pasado algo dentro?

Iris ladeó la cabeza al preguntar si había ocurrido algo mientras conversaba con el sumo sacerdote.

—Nada en particular.

—¿De verdad?

Volvió a preguntar Iris, porque la cara de Ian parecía bastante perturbada para alguien que supuestamente acababa de salir de una habitación en la que no había pasado nada en particular.

—Ian.

—¡¿Ay?! —Gritó Ian.

Como si tratara de decirle a Ian que se controlara, Riley pisó firmemente el pie de Ian con el tacón de sus botas y le transmitió lo siguiente con la mirada, —Actúa con algo de tacto, por favor.

Como si Ian hubiera leído lo que los ojos de Riley intentaban decirle, le entró un sudor frío y sonrió.

—Sí, me refiero al interior del templo.

Sera hizo un ruido de risa reprimida mientras observaba la torpe sonrisa de Ian. Basándose en el ambiente, Sera juzgó que la situación no debía ser tan grave, y tomó la delantera con Iris.

—Nuestro próximo destino es la Torre Mágica —Expreso Sera.

—Oh, ¿la Torre Mágica?

—Ya que escuchaste una explicación aproximada sobre la Torre Mágica mientras entrábamos en Solia Derecha, no volveré a hablar de eso. ¡Ah! Ahora que lo pienso, Maestro Riley, usted dijo que estaba interesado en la magia, ¿verdad?

Riley asintió en respuesta a la pregunta de Sera.

—¡Sí! Pensar que es posible mover objetos sin usar las manos… Vaya… ¿Qué tan conveniente sería eso?

—Aunque la gente no aprende magia con ese fin —Expresó Ian mientras arrastraba los pies.

Sus hombros estaban bajos, como si no tuviera energía, y la mirada tortuosa en sus ojos decía que tenía mucho que descargar de su mente.

—¿Un mago de la Casa Iphelleta? Esto es tan ridículo y sin precedentes…

—¡Oh, de todos modos!

Mientras Ian murmuraba por lo bajo, Sera dio una fuerte palmada y alegró el ambiente.

—Al menos podemos visitar el lugar.

Había una alta torre no muy lejos de donde se dirigían los cuatro.

Alrededor del edificio de color marfil, un anillo de luz azul flotaba y rodeaba el edificio. Parece que ese lugar era la Torre Mágica de la que hablaba Sera.

—Ese lugar, se siente diferente a cuando lo vimos desde Solia Izquierda, ¿no es así?

—Así es, ¿no? Cuando te acercas, dicen que se siente diferente, empezando por el aire que la rodea. He oído que es porque aquí se acumula maná de gran pureza, pero no sé mucho sobre los detalles concretos.

—¿Eso es maná?

—Sí, ese anillo de luz es el dispositivo para el maná.

Riley parecía intrigado. Miró hacia arriba y llenó su vista con los anillos de luz que rodeaban la Torre Mágica.

—La llamada magia…

Al no tener mucha experiencia en la magia, los ojos de Riley estaban completamente llenos de curiosidad.

Esto se debía a que los humanos, incluido Riley, tenían una maldición o una bendición cuando luchaban contra los monstruos para derrotar al Señor de los Demonios.

—Si es como se describe en los libros, poder disparar fuego, rayos y lanzas de carámbano desde las manos. ¿Eso es cierto? Mover objetos con la mente e incluso se puede volar por el cielo libremente.

En toda la vida de Riley, sólo tuvo una bendición relacionada con las espadas. Nunca tuvo ninguna otra bendición como la habilidad que permitía respirar fuego, crear hielo, telequinesis o volar.

Eso hizo que Riley sintiera aún más curiosidad por la magia. Se preguntaba si realmente era posible utilizar esas habilidades sin una bendición.

—¡Ah, entonces podrías usar eso! ¿Te gustaría probarlo cuando vayamos a la Torre Mágica? —Preguntó Sera, que iba en la delantera y parecía que acababa de recordar algo.

—¿Eso?

—Se llama medición del maná. Hay un aparato que puede medir la capacidad de maná de una persona. Es una prueba que se aplica a los jóvenes magos que aspiran a entrar en la Torre Mágica —Respondió Sera.

—¿Qué es eso?

—Joven Maestro, deberías probarlo ahora que tienes esta oportunidad.

Los primogénitos de la familia Iphelleta, Ryan y Lloyd, también procedieron a medir sus capacidades de maná para utilizar la Hoja del Aura, una técnica que permite al usuario blandir una espada envuelta en maná.

—Tienes muchas cosas que hacer, así que será difícil que vuelvas a tener una oportunidad como ésta, joven maestro —indico Sera.

A la edad de doce años, Ryan había dominado el uso de mana y Lloyd lo logró a los catorce.

—Así es. Riley, tú también deberías intentarlo.

Riley aún no había realizado la medición de maná por diversas excusas. Era como si estuvieran jugando al escondite con él cada vez que intentaban hacerlo.

Parecía que Iris también se preguntaba por el resultado de la medición del maná. Ella estaba mirando a Riley con ojos llenos de asombro…

Riley se rascaba la cabeza con una mirada insolente, y había unos ojos que lo miraban fijamente en la nuca. Pertenecían a Ian, que estaba agotado por la conmoción en el templo.

Los ojos del anciano volvieron a cobrar vida cuando escuchó acerca de la medición del maná.

Como se esperaba de él… —Susurró Riley.

Ian, el héroe mercenario… Entre todos los mercenarios que blandían espadas en tiempos de la guerra mundial, era uno de los mejores en la utilización del maná.

Ian, quien fue el primero en la mansión en darse cuenta del potencial de Riley, tenía una mirada llena de expectativas.

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