Emperatriz Abandonada – Capítulo 12: El problema con la sociedad… (1)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


—Señorita, ¿qué sucedió ayer? Se fue con el príncipe heredero, pero volvió con el joven Allendis.

—Ah, es una larga historia.

Mientras me sentaba sonriendo torpemente frente al espejo, Lina trajo mi uniforme del vestidor.

—El marqués estuvo esperando después de saber que se había ido con el príncipe heredero. No tuvo mucha reacción, pero estaba a la espera de su regreso.

—¿De verdad? ¿Esperó mucho tiempo?

—Por supuesto. Luego de eso, vislumbró el carruaje cuando entraba a los jardines y le llevó mientras estaba dormida.

—Ya veo.

—Sí, pero… —Lina me cepilló el cabello hasta que brilló y siguió preguntando—: ¿por qué a su padre le disgusta tanto el joven Allendis, señorita? Incluso ayer, cuando le sacaba del carruaje, parecía bastante disgustado.

Lina ladeó la cabeza mientras me ataba el cabello en una coleta como hacía siempre que tenía que ir a palacio por trabajo y siguió su interrogatorio.

—Hmm, no conozco los asuntos complicados que conllevan los altos cargos, pero sé de cosas relacionadas con usted. Recientemente, viendo que ha estado recibiendo lecciones del marqués y que está entrando en el escuadrón de caballeros, tiene la intención de ser la heredera, ¿verdad?

—Sí, así es.

—Eso lo hace más extraño aún, ya que habría menos razones para no quererlo. ¿No sería el joven Allendis el esposo perfecto? Sinceramente, le trata con cariño y afecto… Ah, pero hablando de eso, está comprometida con el príncipe heredero. Si se convierte en la heredera, ¿qué será del compromiso? Es uno con la familia imperial; ¿podría romperlo con tanta facilidad?

—No lo sé.

Como no era un tema que se pudiera sacar a relucir fácilmente, solo sonreí a duras penas. Al ver mi expresión, Lina tiró a un lado el pijama que me había quitado y trajo mi uniforme mientras hacía un puchero. Parecía estar molesta porque no le había dado una respuesta clara.

Romper el compromiso, convertirme en heredera, y Allendis…

Al recordar su expresión de ayer, una parte de mi corazón se sintió frustrada por no poder corresponder a sus sentimientos.

No podía amar. El amor no era una opción para mi.

El pasado en el que había amado con todo mi corazón, solo para ser patéticamente abandonada, todavía me paralizaba. Tal vez, por eso, seguía sin creer en el amor.

No quería volver a experimentar lo mismo. Sentirme herida cada vez que lo veía y no poder decir nada, derramar lágrimas de sangre en mi corazón… No quería volver a experimentar una pena tan dolorosa.

Aunque sabía que Allendis no era así, nunca se sabía. Aunque él y yo tuviéramos los mismos sentimientos ahora, podrían cambiar en el futuro y me arriesgaría a ser abandonada de nuevo. Si experimentara tal traición por parte de quien amaba dos veces, ¿sería capaz de vivir con la mente sana?

—Por cierto, señorita.

—¿Hm? —respondí, despertando de mis pensamientos.

—¿Por qué es tan hostil con el príncipe heredero? —preguntó Lina con una expresión muy curiosa mientras arreglaba mi uniforme—. Bueno…, parecía que le tenía miedo, así que pensé que por eso se había mostrado hostil al principio. No obstante, viendo que está comprometida, la forma en que actuó él cuando usted se desmayó en la propiedad, y lo que hizo en la fiesta de ayer, creo que son indicios de que se preocupa por usted. Entonces, ¿por qué le desagrada tanto?

—No lo sé.

—Oh, usted realmente no quiere hablar de sus problemas. Tiene que decir lo que piensa de vez en cuando. Si lo embotella todo en su interior, solo le hará daño. Tal vez por eso sigue desmayándose.

—¿Eso crees?

Como no podía responderle con la verdad, me limité a sonreír. Lina se golpeó el pecho como si estuviera frustrada y suspiró mientras decía:

—Ah, supongo que ese podría ser también su encanto. Ya está, todo hecho. El marqués debe estar esperando, así que baje rápido a desayunar.

—De acuerdo. Gracias, Lina.

Mientras ella me apresuraba, bajé al comedor y vi a mi padre ya sentado. Como me sentía un poco culpable, sonreí avergonzada y le saludé.

—¿Has dormido bien, papá?

—Sí, ¿y tú? Ayer parecías bastante cansada.

—Eso parece.

—Oí que el príncipe heredero te llevó a la fiesta. ¿La pasaste bien?

Aunque pensé que me regañaría por el incidente de ayer, no dijo mucho. Probablemente, era porque el príncipe heredero había sido quien me llevó allí.

Con el corazón mucho más ligero, terminé mi comida y me dirigí a palacio. Después de pasar la tarde haciendo mis deberes como escudera, me dirigí hacia el campo de entrenamiento donde Carsein me estaba esperando como de costumbre.

—Hola.

—Hola, Carsein.

—¿Llegaste bien a casa ayer?

—Sí.

—Muy bien. Entonces, lo primero para hoy es hacer los movimientos básicos cien veces cada uno.

Me sentí aliviada al ver que Carsein no parecía diferente de lo usual y levanté la espada. Después de practicar lo que había aprendido antes, aprendí los siguientes movimientos, pero mi cuerpo no podía seguir el ritmo.

Carsein observó cómo empezaba a sentirme atascada e inclinó la cabeza.

—¿No está dando buenos resultados?

—Es bastante difícil.

—Hmm, mira con mucho cuidado. Por aquí, tienes que doblarte así…

Lo entendí después de escuchar su explicación. Practiqué repetidamente el nuevo movimiento tal y como me había indicado. Cuando sentí que lo hacía bien, bajé la espada. Carsein, quien me había estado observando sin expresión, sonrió mientras decía:

—Parece que ya te acostumbraste, así que repítelo trescientas veces más.

—Ah, de acuerdo.

—No me queda mucho que enseñarte, así que aguanta un poco más.

—De acuerdo.

—Has estado trabajando muy duro.

Aunque me estremecí de forma involuntaria, para mi sorpresa, no sentí una mano en mi cabeza. Por lo general, me acariciaba la cabeza en estos momentos. ¿Estaba siendo cuidadoso debido a los rumores?

Lo miré confundida cuando Carsein apartó sus ojos de mí y suspiró.

—Terminemos el entrenamiento aquí hoy. Saldré primero.

—¿Hm? Oh, de acuerdo.

—Entonces, te veré la próxima vez.

Carsein se dio la vuelta y abandonó el campo de entrenamiento sin más.

¿Qué le ha pasado?

Me quedé mirando hacia donde había desaparecido durante un rato antes de levantar mi espada. Tenía la intención de completar las trescientas veces a pesar de todo.

♦ ♦ ♦

La tarde transcurrió rápidamente mientras completaba mi entrenamiento diario. Me puse la chaqueta del uniforme con el corazón aliviado.

Parece que hoy puedo volver a casa un poco antes.

Si fuera como de costumbre, no me quedaría tiempo para mí por culpa de Carsein, quien siempre persistía en mi entrenamiento. Por suerte, él se había ido temprano y a mí me sobraba algo de tiempo.

Cuando estaba a punto de volver a casa, pensé de repente en las flores plateadas en el jardín del palacio Ver. Se acercaba el final del invierno, así que ¿habrían florecido? Por curiosidad, me dirigí al interior del palacio en lugar del almacén de carruajes. Estaría bien pasar por allí, ya que había terminado un poco antes de lo habitual.

—¿Hm? ¿Qué está haciendo aquí?

Cuando estaba a punto de llegar a mi destino, vi al príncipe heredero caminar hacia mí desde el extremo opuesto. Aunque dudé por un momento, me apresuré a saludar como corresponde a la etiqueta.

—Su Alteza, el Futuro Sol del Imperio. Solo pasaba por aquí.

—¿De paso, dice? El Primer Escuadrón de Caballeros debería estar en el palacio exterior.

Tragué un suspiro y me corregí cuando señaló la contradicción de mis palabras con un tono tranquilo.

—Lo siento, Su Alteza. Me dirigía a los jardines del palacio Ver.

—Debe estar de camino a ver las flores de antes.

—Sí, Su Alteza.

—Yo también tenía curiosidad. Vayamos juntos.

Mientras dudaba ante sus inesperadas palabras, él ya se había adelantado. Apenas pude alcanzarlo con pasos apresurados.

Manteniendo cuidadosamente la distancia, caminé un paso detrás de él. A menos que uno fuera escoltado, no podía caminar al lado del próximo dueño del Imperio.

—Entonces, ¿fue divertido el resto del banquete?

—Sí, Su Alteza. Estoy agradecida por lo de ayer.

Agaché la cabeza para expresar mi gratitud. Me dijo con calma que él también había planeado ir, así que no hacía falta que se lo agradeciera. Entonces, se quedó en silencio.

Al pasar el arco delimitado por las glicinas y avanzar por el camino de grava durante algún tiempo, finalmente vimos los jardines del palacio Ver a la distancia.

Su aspecto era muy diferente al de la última vez que lo había visto. Tal vez la primavera estaba llegando poco a poco, pues las obras de paisajismo habían terminado y los pequeños jardines tenían un buen aspecto, como si nunca se hubiera producido un incendio.

Sin embargo, en medio del impecable jardín estaba el árbol que destacaba. Era el árbol de las flores plateadas que aún estaba carbonizado, lo que me hizo preguntarme si ya habían crecido las flores.

Entrecerré los ojos y examiné el árbol con mucho cuidado. Sin embargo, solo estaba adornado con brotes plateados sin florecer. Aun así, estaban demasiado altos para poder mirarlos bien.

Me puse de puntillas con frustración, pero fue inútil. Él, quien me miraba sin comprender, sonrió de repente ante mi pequeño suspiro. Llamó a la guardia real, que estaba de pie a diez pasos, y le dijo:

—Pide a un sirviente que traiga una escalera.

—Sí, Su Alteza.

¿Una escalera? Abrí los ojos de forma involuntaria y lo miré. Me miró con unos ojos azul marino que contenían algo que no pude identificar. Pasó bastante tiempo mientras me miraba en silencio antes de volver repentinamente su mirada a los brotes de plata.

—¿Ahora no me tiene miedo?

—¿Perdón?

—Antes evitaba mi mirada cuando me veía, pero ahora no.

Me asaltaron pensamientos complicados.

En cuanto había vuelto en el tiempo a cuando tenía diez años, había gastado toda mi energía en evitarle. Para no repetir la vida que tuve en el pasado, había hecho todo lo posible por no atraer su interés, reprimiendo mis sentimientos.

No, para ser sincera, estaba ocupada tratando de ocultar lo aterrada que estaba. Poco después de mi regreso, me había desmayado solo de pensar en él.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y me daba cuenta de que el pasado y el presente eran diferentes, mi actitud hacia él también había cambiado poco a poco. Todavía quería escapar de nuestro compromiso, pero ya no le tenía tanto miedo.

—Su Alteza, he traído una escalera.

—Gracias.

El sirviente se acercó corriendo y colocó la escalera debajo del árbol.

Dudé un momento, mirando la escalera. En ese instante, él sonrió y me ofreció su mano. Me quedé con la mirada perdida ante su mano extendida.

¿Qué significaba?

—¿No quería ver los brotes? Le sujetaré para que pueda subir la escalera y verlos.

—No, cómo podría ser tan grosera…

—Hice traer la escalera hasta aquí para esto.

—Y-Yo… estoy muy agradecida, Su Alteza —tartamudeé y agarré su mano.

Paso a paso, subí con mucho cuidado la escalera. Él se aferró a mí con más fuerza mientras le miraba por un momento antes de girarme hacia los brotes de plata. Emití un sonido de sorpresa.

De las ramas colgaban capullos de flores plateadas de la longitud de un dedo. Aunque miré con cuidado los capullos, con la esperanza de que se hubieran abierto un poquito, ellos estaban cruelmente cerrados.

¿Cuándo me enseñará sus flores? Apenas le salvé de convertirte en cenizas, pero ¿todavía está atrapado en la conmoción del fuego? ¿Es por eso que aún no ha florecido adecuadamente? ¿De verdad es por eso?

Suspirando suavemente, bajé de la escalera. A medida que bajaba cada peldaño, sentía que su agarre en mí también se hacía más fuerte. Me resultaba un poco agobiante, así que en cuanto mis dos pies estuvieron a salvo en el suelo, retiré con cuidado mi mano de su agarre. Cuando agaché la cabeza en señal de agradecimiento, asintió en silencio.

—Entonces, ¿cómo fue?

—Parece que no han cambiado desde la última vez.

—Qué extraño. Debe ser debido a la conmoción del fuego.

—Yo también lo creo.

—Aun así, como hay brotes de flores, algún día florecerán. Si tiene tanta curiosidad por ellos, podemos volver juntos. —Le miré sorprendida mientras se daba la vuelta con indiferencia—. Entonces, volvamos.

—Sí, Su Alteza.

Bajo el sol poniente, su cabello azul parecía más oscuro al despeinarse con la brisa. Cuando se giró, los guardias reales le saludaron a toda prisa, con sus uniformes coloreados del cálido naranja de las hojas de otoño. El atardecer, particularmente rojo, proyectaba su luz sobre su espalda.

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