Traducido por Lugiia
Editado por YukiroSaori
Una chica de cabello negro apareció de repente en el palacio.
¿Es ella? ¿Ha llegado Jieun, la verdadera Dama de la Profecía?
¿No se suponía que sería dentro de un año? Mis pensamientos se volvieron confusos y mi visión palideció.
En aquel mundo tan blanco y puro como la nieve, donde no podía ver ni oír nada, gemí en voz baja.
♦ ♦ ♦
En el aire vaporoso, sentí que no podía respirar mientras el sudor caía por mi espalda. Cada vez que mi cola de caballo me rozaba la nuca, sentía un calor abrasador.
Levanté los brazos y miré la chaqueta que me cubría hasta el dorso de las manos. Al ver la tela negra absorbiendo el calor, no pude evitar suspirar.
Ah, qué calor. Además, cuando miro la tela, siento que hace aún más calor.
Ha pasado medio año desde que Allendis y el señor Rass partieron con la delegación. En ese tiempo, las estaciones habían cambiado dos veces y ahora era primavera.
Antes de retroceder en el tiempo, estaba segura de que nunca había ocurrido nada parecido. El clima de este año era realmente extraño. El invierno pasado había sido muy cálido, y ahora solo era el quinto mes después de haber comenzado el nuevo año, pero hacía mucho calor.
Si la primavera ya se comportaba de esta manera, ¿cómo será en pleno verano?
Secándome el sudor y levantando la cabeza, vi que el sol abrasador golpeaba el techo del palacio central, haciéndolo brillar con un tono dorado. Los robustos muros del castillo del palacio interior y la bandera azul marino que ondeaba sobre ellos, bordada con escudos de plata, también estaban bañados en oro.
Los caballeros del Primer Escuadrón de Caballeros, entre los que me encontraba, se alinearon contra los grandes muros del castillo. Las banderas que sostenían en alto los portadores en el centro estaban bordadas con cuatro lanzas cruzadas. Mientras todos se sonrojaban bajo el sol abrasador, toda su atención estaba fijada en el teniente, el conde Flack, quien estaba explicando algo con entusiasmo.
—Y esto es todo nuestro deber. ¿Lo entienden?
—¡Sí, señor!
—Bien. La unidad que más contribuya recibirá una recompensa, así que esfuércense en su entrenamiento. —El conde Flack terminó su anuncio y desenfundó su espada, gritando—: ¡Vamos, lanzas de Castina! ¡No hay nada que no puedan atravesar!
—¡Vamos! —gritaron todos los caballeros alineados. Al ver eso, ahogué un suspiro.
Era el primer día del quinto mes del año 963, el día en que comenzábamos los simulacros de combate. Se realizaban una vez cada dos años. Se necesitaron casi dos semanas para prepararlos, y un día entero para idear estrategias. Sin embargo, todas las sugerencias que hice en la reunión estratégica fueron ignoradas.
¿De verdad no eran factibles?
Aunque reflexioné sobre estas sugerencias antes de plantearlas, ¿eran realmente ineficaces? ¿Tanto así que negaron con la cabeza ante cada una de ellas?
—¡Todos, prepárense para el combate!
Al mirar a un lado, vi a un joven pelirrojo y a unos ocho caballeros. Carsein sonrió al encontrarse con mi mirada. Le devolví la sonrisa y me sacudí la frustración. Era un alivio que estuviera en la misma unidad que yo.
En el simulacro de batalla, los dos escuadrones de caballeros se dividían en un equipo de ataque y otro de defensa, y cada equipo tenía como objetivo capturar o defender el palacio imperial. Este era un entrenamiento regular para los escuadrones de caballeros.
Esta vez, el Primer Escuadrón de Caballeros, al que yo pertenecía, participaría en los simulacros como equipo de ataque. Para ganar, teníamos que capturar el palacio interior en medio día y rescatar al duque Rass, quien estaba cautivo en el palacio Della.
—¡Ataquen!
—¡Vamos!
Los caballeros que estaban a cargo de las líneas del frente, incluyendo mi unidad, corrieron hacia adelante. Como el entrenamiento de este año se había simplificado debido al calor, estaba muy lejos de ser una guerra adecuada. Por lo tanto, las puertas del castillo interior ya estaban abiertas, y los dos escuadrones de caballeros solo disponían de espadas, escudos, flechas y armas móviles.
—¡Corran! ¡Más rápido!
—Pronto estaremos al alcance de las flechas. Tengan cuidado.
Me tragué mi decepción por no poder estar a caballo y levanté mi escudo. Más de cien flechas volaron sobre las cabezas de los caballeros que corrían delante, quienes se protegían con escudos como yo. Las puntas de las flechas, que caían como la lluvia, eran de tela bañada en tinte amarillo, en lugar de las puntas de flecha normales.
—¡Ugh, maldita sea!
—¡Aquellos que fueron alcanzados, retrocedan!
Los que fueron golpeados por el tinte amarillo retrocedieron uno a uno. La primera línea de caballeros que logró entrar a salvo por las puertas del castillo comenzó a luchar contra los caballeros del Segundo Escuadrón de Caballeros, quienes estaban bloqueando el camino.
Las flechas que volaban por encima de los muros del castillo redujeron el número de nuestro equipo. Nos costó bastante pasar, ya que los enemigos bloqueaban las puertas del castillo.
Escondí mi cuerpo detrás de mi escudo y miré a los miembros de mi equipo que se protegían de las flechas voladoras. Fruncí el ceño.
No deberíamos perder el tiempo con este retraso.
Un número considerable de mis compañeros de unidad seguían expuestos al alcance de las flechas. Aunque se escondieran detrás de los escudos, no podían evitar por completo la repetida lluvia de flechas. Era solo el comienzo de la batalla. No podíamos permitirnos perder a tanta gente.
¿Cómo puedo detener la lluvia de flechas?
Me mordí el labio, balanceando mi espada contra el enemigo que se acercaba a mí. Como era la única que llevaba una insignia plateada en medio de la oleada de rojas, había muchos más caballeros apuntándome de lo que había previsto.
Bloqueé una espada que volaba hacia mi pecho y moví mi cuerpo hacia atrás, fuera del camino. A duras penas logré detener otra espada que venía a por mi torso.
Calmando mi corazón sobresaltado, fijé mi agarre en la espada. Aunque se trataba de un simple simulacro de batalla, el ataque de antes era peligroso. El soldado enemigo que me había atacado parecía estar asustado también, porque se palmeó el pecho en señal de alivio.
En ese momento, vi una pequeña puerta de madera a unos cien pasos de distancia. Era la entrada y salida de las doncellas y sirvientes inferiores o de los carritos de equipaje.
Muy bien, eso es todo.
Desviando una espada que volaba hacia mí, di un gran paso atrás. Un compañero se adelantó y ocupó mi lugar.
Aproveché el momento para comprobar apresuradamente la ubicación de Carsein. Había retrocedido paso a paso tras derrotar a un enemigo.
—Carsein —dije por encima del ruido de la batalla—. ¡Carsein!
—¿Eh? ¿Por qué me distraes?
Carsein, quien jadeaba mientras fijaba el agarre de su espada, se giró hacia mí con un tiempo de retraso. Señalé la puerta con la barbilla y los ojos de Carsein brillaron al ver la puerta.
—Qué bien. Vamos —contestó, y luego escaneó rápidamente las posiciones de nuestros compañeros de unidad. Ayudó a los que estaban luchando contra los caballeros enemigos y todos retrocedieron uno a uno. Aunque no era fácil retirarse a una distancia segura en medio de la intensa lucha, todos fingieron estar heridos y se retiraron lentamente. Entonces, Carsein dijo—: La escudera Aristia ha encontrado algo. Ataquemos por allí.
—¿Qué? ¿Quiere que vayamos por detrás?
—No. Mira hacia un lado. Las escaleras que llevan a la muralla del castillo están ahí.
Un caballero de gran complexión entrecerró los ojos al responder a las palabras de Carsein.
—¿Quiere decir que tomaremos los muros del castillo? No creo que nuestra unidad pueda hacerlo sola.
—¿Hmm, escudera Aristia?
Carsein, quien había estado a punto de decir algo, se dirigió a mí en su lugar.
Me expliqué rápidamente, mirando a los miembros de la unidad disgustados.
—Es posible. El equipo de defensa está posicionado en cada camino del palacio interior para protegerlo, así que no son tantos en comparación con nosotros. Entrar en el palacio también es cuestión de tiempo, pero estamos teniendo dificultades porque su resistencia es más fuerte de lo esperado. En esta situación, si ocupamos la muralla, podemos acelerar nuestro avance hacia el palacio.
—Aun así, ocupar la muralla del castillo con solo diez personas no es realista…
—¿No está dispuesto a arriesgar tanto? Es más cobarde de lo que pensaba —dije, tratando de provocarlo fríamente.
El caballero me miró indignado mientras apretaba los dientes. Me dijo que tomara la delantera y fijó la empuñadura de su espada. Los demás le siguieron.
Tal y como suponía, provocarlo fue lo mejor.
Una sonrisa adornó mis labios. A diferencia del señor Dillon, quien había sido amistoso conmigo desde el principio, o de los caballeros de mi familia que me adoraban, había esperado provocar a estos caballeros que me habían ignorado. Me habían despreciado sutilmente por ser mujer y afirmaban que no tenía talento. Según ellos, solo había utilizado mi apellido para entrar en el escuadrón de caballeros. Sabía que no lo llevarían bien si les llamaba cobardes.
Carsein, los ocho caballeros y yo nos aplastamos contra el muro del castillo y avanzamos con cuidado. Fuimos silenciosos y sigilosos para no ser descubiertos. Avanzamos poco a poco, diez, veinte, cincuenta y finalmente cien pasos. Eventualmente, llegamos a nuestro destino después de avanzar de forma sigilosa, empujando la pequeña puerta con todas nuestras fuerzas.
La puerta de madera se rompió con un fuerte ruido. Miramos con urgencia a nuestro alrededor para ver si el enemigo se había percatado de nuestra presencia.
Quizás el ruido de todos en la batalla había tapado el sonido de la puerta porque nadie reaccionó.
Corrí rápidamente y subí una empinada escalera por la pared. Como no esperaban que les atacáramos por la espalda, los miembros del Segundo Escuadrón de Caballeros estaban tensando sus arcos con la mirada fija en la puerta principal del palacio.
Me acerqué en silencio y los eliminé. Al cabo de unos minutos, unos cuantos empezaron a darse la vuelta al ver que algo iba mal, pero ya era demasiado tarde. Nuestra unidad se dirigía rápidamente hacia las puertas.
Me situé en la segunda fila y me mojé los labios secos, calculando la distancia hasta nuestro destino.
Unos veinte pasos.
Después de pasar un buen rato luchando con la espada contra el Segundo Escuadrón de Caballeros, quien se acercaba ferozmente, el número de personas que quedaba en lo alto de las murallas del castillo se había reducido de forma considerable.
—¡A la siguiente posición! —gritamos con todas nuestras fuerzas.
Los enemigos se estremecieron y apretaron más sus espadas. Retrocedimos con todas nuestras fuerzas y nos dirigimos directamente a nuestro objetivo.
—¡Bloquéenlos! ¡Se dirigen hacia la torre de vigilancia! —gritó el Segundo Escuadrón de Caballeros cuando se dieron cuenta de nuestro objetivo, pero nuestra unidad ya había llegado a la entrada de la torre de vigilancia. A excepción de dos de nuestros miembros que fueron “asesinados”, los demás entraron en la torre de vigilancia. Carsein y dos caballeros que sostenían sus escudos montaron guardia frente a la torre, mientras otros cuatro caballeros y yo nos deshacíamos de los enemigos del interior por la escalera de caracol. Finalmente, llegamos a la cima de la torre del castillo.
—¿Pueden ver todos?
—Sí.
—Bien. Vamos a divertirnos. —Sonriendo ligeramente, tomé un montón de flechas. Los otros caballeros tenían una mirada amarga mientras preparaban en silencio sus arcos.
Disparé cinco flechas pintadas con tinte amarillo hacia los caballeros del Segundo Escuadrón que defendían la puerta del castillo. Mientras estaban distraídos por las repentinas flechas que volaban hacia ellos, el Primer Escuadrón de Caballeros avanzó con nuestro repentino apoyo.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero al mirar el campo de batalla, vi que nuestro escuadrón ya se encontraba avanzando lentamente y retiré mi mano del arco. Tal vez nuestro ataque de apoyo fue efectivo, ya que los caballeros del Primer Escuadrón de Caballeros, que ya habían atravesado la puerta, avanzaban hacia los seis caminos que llevaban al palacio Della.
De repente, los caballeros del Segundo Escuadrón de Caballeros comenzaron a descender por las murallas del castillo. Por mucho que el campo de batalla se hubiera movido, parecía que habían renunciado a la muralla del castillo y que iban a volver a centrar sus objetivos en bloquear los caminos.
Sonreí involuntariamente. Como había conseguido entrar en el palacio interior más rápido de lo esperado, nuestras posibilidades de victoria también habían aumentado.
—Bueno. Disparemos unas cinco más cada uno y bajemos.
—De acuerdo, escudera Aristia.
Los caballeros, quienes me habían estado mirando con desprecio antes de mi plan, habían cambiado su tono. Sintiéndome un poco orgullosa, disparé rápidamente cinco flechas y me di la vuelta. Era el momento de volver a bajar.
Al bajar de la escalera de caracol, vi revolotear un cabello rojo. Uno de los tres caballeros que habían estado bloqueando la entrada a la torre parecía haber sido dado como muerto, mientras que el caballero de gran tamaño, el señor Giss, y Carsein, el comandante de nuestra unidad, estaban terminando su batalla.
—Comandante de la Unidad, señor Giss. Ambos lo han hecho bien. Recuperen el aliento.
—Oh, estás aquí.
Cuando cinco de nosotros, incluyéndome, dimos un paso adelante, los restantes caballeros del Segundo Escuadrón dudaron antes de moverse para bloquear los caminos. Ya que era demasiado tarde para retroceder, parecía que querían acabar con nuestra unidad al menos.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado.
A duras penas conseguimos derrotarlos en una feroz lucha. En cuanto nos deshicimos del último caballero, nos tumbamos, agotados. Cuando, naturalmente, aprovechamos para tomar un descanso, Carsein, quien había estado pensando en algo, preguntó de repente:
—¿Por dónde debemos ir?
—¿No es mejor el camino principal? Ya que estaremos con la mayoría —respondí.
—No. Tenemos que tomar un camino pequeño. ¿Por qué dejar el atajo para dar la vuelta? —explicó el señor Giss.
—Pero señor Giss, solo somos siete…
—¿Qué? ¿No logramos tomar la torre por su consejo con un número pequeño? ¿Por qué se queja ahora del pequeño número?
Suspiré, mirando al señor Giss, quien parecía muy disgustado mientras se quejaba. Aunque los demás compañeros de unidad parecían verme con mejores ojos debido a lo sucedido anteriormente, el señor Giss seguía siendo tan hostil conmigo como siempre. Quizás me guardaba rencor por haberle llamado cobarde.
—Entendido. Entonces, esta vez, seguiremos la opinión del señor Giss.
Carsein asintió y tomó la decisión. La unidad le siguió y se dirigió al camino más estrecho.