Traducido por Lugiia
Editado por YukiroSaori
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Olas de calor florecieron bajo la abrasadora luz del sol, y el calor humeante me hizo sudar incluso mientras estaba de pie.
El techo blanco puro brillaba de forma cegadora bajo la luz del sol, casi hasta el punto de dar miedo. Mi chaqueta negra había absorbido tanto calor que me quemaba un dedo si la tocaba.
Respirando el aire caliente que me envolvía, me dirigí hacia el Segundo Escuadrón de Caballeros. Había recibido un mensaje de mi padre diciendo que tenía asuntos en el palacio, así que podíamos ir juntos a casa después del trabajo.
Hoy no está de servicio. ¿Por qué habrá venido al palacio?
Al entrar en el campo de entrenamiento, vi a los caballeros reunidos de dos en dos, secándose el sudor con una toalla o bebiendo agua a la sombra.
—Ah, pero si es la escudera Aristia, la artífice de nuestra derrota.
—Oh, sí que es ella. ¿Por qué no nos visita más a menudo?
—¿Cuánto tiempo piensa quedarse en el Primer Escuadrón de Caballeros?
—Por favor, vuelva al Segundo Escuadrón de Caballeros antes del próximo simulacro, por lo menos. El comandante nos disciplinó tan severamente ese día, que aún me duele el cuerpo.
Sonreí suavemente a los caballeros que charlaban. Al contrario que en el Primer Escuadrón de Caballeros, siempre le había caído bien a la mayoría de la gente de aquí. Por supuesto, después de los simulacros, su afecto por mí parecía aumentar.
—Yo también me alegro de verlos a todos —dije—. ¿Han estado bien? Hoy hace mucho calor.
—Eso es lo que estoy diciendo. Viendo que ya hace tanto calor, este año será extremadamente duro.
—Se ha hablado mucho de eso, no sé cómo acabarán las cosas.
—Pero ¿por qué está aquí? ¿Viene a ver al comandante?
Ante la última pregunta de los caballeros, asentí.
—Ah, sí. Pensé que estaría en el campo de entrenamiento a esta hora, pero parece que no está aquí.
—Por lo que sé, fue a tener una audiencia con el emperador. Sin embargo, ha pasado un tiempo. Tal vez vuelva pronto. Ah, justo a tiempo. Ya viene.
Me giré y vi a mi padre caminando a lo lejos.
—Estás aquí, Tia.
—Sí, padre.
—Ya veo. Has estado trabajando duro desde el amanecer. ¿Por qué no entraste? Hace calor.
—Pensé que estarías en los campos de entrenamiento así que vine aquí en su lugar. ¿Ha ido bien el trabajo hoy?
—Sí.
Cuando sonreí y miré a mi padre, él sonrió un poco y me acarició el cabello ligeramente. Después de despedirme de los reacios caballeros, seguí a mi padre fuera de los campos de entrenamiento cuando él sugirió que volviéramos.
Tal vez fuera porque hacía tiempo que no teníamos la oportunidad de volver a casa juntos, pero me sentí mareada mientras le contaba mi día y nos dirigíamos al carruaje. Tras recibir el saludo del conductor del carruaje que nos esperaba, subimos.
Mientras hablábamos, meciéndonos al suave vaivén del carruaje, este se detuvo de repente. Me pareció que aún no habíamos llegado a casa. Miré con desconfianza por la ventana y vi el distrito comercial situado en el centro de la capital.
¿No nos dirigíamos a casa?
Al inclinar la cabeza, mi padre sonrió débilmente y habló.
—Estaba un poco decepcionado por no haber podido estar mucho con mi hija últimamente. Así que hoy quería que pasáramos algo de tiempo juntos. ¿Qué te parece?
—¿De verdad? —Sonreí con alegría.
A pesar de que había sido muy cortante y no tan bueno para expresar sus emociones desde que había vuelto al pasado, me ha solicitado una cita padre e hija. Incluso ahora seguía sin poder expresar bien sus emociones, pero yo me sentía muy feliz cuando me mostraba afecto en momentos como este.
Mi padre bajó del carruaje delante de mí y me tendió la mano. Agarré su gran mano y bajé con cuidado. Mi estado de ánimo, bastante emocionado desde que habíamos salido de palacio, se disparó hasta el cielo. Entusiasmada, hice algo que normalmente nunca haría. Uní mis brazos a los de mi padre.
—Ejem.
No pude evitar sonreír al ver que no me soltaba a pesar de que se había aclarado la garganta. Al ver la borla plateada de la espada que llevaba atada a la cintura, mis labios se curvaron en una sonrisa. Era el regalo que le había hecho cuando salió de la capital para ayudar durante la hambruna.
—¿Adónde iremos primero, papá?
—No lo sé. ¿Hay algún lugar al que quieras ir?
Comprobé varios lugares con mi padre, quien había desviado la mirada a otra parte como si se sintiera incómodo. Justo entonces, me detuve frente a la tienda de la señora Rosa. Recientemente había sido favorecida por muchas mujeres de la nobleza y había aumentado su popularidad.
Si no recuerdo mal, creo que también vende ropa de hombre.
¡Esto es perfecto!
—Entremos aquí un momento —dije.
—¿Aquí? —Mi padre dudó un momento antes de asentir inesperadamente con la cabeza de forma dócil.
—Bienvenida, señorita Aristia. Y este hombre de cabello plateado, ¿es acaso…? —La señora Rosa se apresuró hacia nosotros y se interrumpió al detenerse y dudar.
Solo había dos personas entre los nobles del Imperio que tenían el cabello plateado, mi padre y yo. Así que como alguien que recibía a muchos nobles, era imposible que no supiera quién era mi padre. Pero todo el mundo sabía que él no entraba a menudo en la sociedad, así que probablemente le resultó impactante verlo aquí.
Sin embargo, su confusión solo duró un segundo, ya que se inclinó rápidamente hacia él y habló.
—Es un honor servirle, marqués Monique, Su Excelencia.
La señora Rosa era una belleza sensual de poco más de treinta años, famosa por ser la mejor modista del Imperio a pesar de ser una plebeya. Era famosa por sus diseños artísticos, y muchas mujeres de la nobleza preferían sus vestidos. Tal vez por eso incluso los caballeros de la nobleza, a quienes les gustaba vestirse con elegancia, hacían su ropa a medida aquí.
—Quiero confeccionar algo para que lo use mi padre. Dos trajes formales, y varios atuendos de diario. ¿Es posible?
—Por supuesto. Adelante, Su Excelencia, señorita Aristia.
Nos dirigimos al interior, escoltados por la señora Rosa. Mi padre se giró hacia mí con una mirada de desconcierto.
—¿Por qué trajes? Creí que habíamos venido a hacerte ropa a medida.
—Siempre llevas tu uniforme. Quería verte vestido con otros trajes. —Se limitó a mirarme fijamente—. ¿Por favor, papá?
—De acuerdo.
No pude evitar sonreír al ver lo nervioso que estaba y traté de reprimir mi risa.
Es una pena que solo lleve el uniforme cuando es tan guapo.
Mi padre tenía ya más de cuarenta años, pero seguía aparentando los treinta. Su suave cabello plateado le caía hasta la mandíbula y su cuerpo era firme, con hombros anchos, lo que hacía que muchas mujeres de la nobleza suspiraran de admiración.
Había oído que cada vez que se presentaba en las fiestas, muchas jóvenes viudas o damas que habían perdido el tiempo para casarse tenían sus miradas pegadas a él todo el tiempo. Así que era una verdadera lástima que estuviera siempre con su uniforme, aunque fuera un caballero. Había pensado en aprovechar al máximo esta rara oportunidad.
—Entonces, por favor, discúlpeme un momento, Su Excelencia —dijo la señora Rosa mientras salía con una cinta métrica. La miré fijamente por si tenía otras intenciones, pero se limitó a tomarle las medidas. Luego, sacó un libro lleno de muestras de telas y me lo entregó mientras preguntaba—: ¿Qué diseños y tejidos le gustaría?
—Hmm, ¿qué te gustaría, padre?
—No tengo la menor idea. Elígelos por mí.
—De acuerdo. Si es así, no puedes protestar después.
Mi padre se estremeció y evitó mi mirada al verme sonreír ampliamente.
¿Qué sería bueno?
Aunque me había reñido con él por llevar solo su uniforme, la verdad es que la combinación de plata y azul marino era bastante llamativa. Tanto es así que podría decir que el uniforme del Segundo Escuadrón de Caballeros era algo hecho solo para mi padre. Por eso, me pareció que era algo muy importante.
Al final de una larga discusión, llegamos a un esbozo. Estaba a punto de levantarme, cuando mi padre me detuvo de repente y se volvió hacia la señora Rosa antes de hablar.
—¿Su nombre es Rosa, señora?
—Sí, Su Excelencia.
—Ya que estamos aquí, me gustaría que confeccionara un vestido para mi hija, uno formal.
¿Hmm? ¿Por qué un vestido formal de repente?
Le miré desconcertada, pero mi padre no prestó atención a mi reacción y siguió hablando.
—Puede discutir los detalles con mi hija, pero solo quiero hacer una petición. Por favor, borde el emblema de nuestra casa en el cuello y el dobladillo.
—¿Padre? —Mis ojos se abrieron involuntariamente.
¿Qué estaba diciendo? En el Imperio, los únicos nobles que podían bordar el emblema de la casa en sus cuellos y dobladillos eran los jefes de las casas o un designado que tuviera derecho de representación cuando el jefe no estuviera presente. ¿Hablaba en serio al concederme el derecho de representar a nuestra casa, aun cuando no me había convertido en la heredera oficial?
—¿De verdad? —pregunté.
—Sí.
—¿Por qué de repente…?
—Al verte en los simulacros, creo que eres perfectamente capaz. —Mi padre sonrió débilmente y me dio unas ligeras palmaditas en el hombro. Después de decirle a la señora Rosa que se pasara por la mansión más tarde, se levantó.
Los derechos de representación de nuestra casa…
Sintiéndome abrumada, salí de la tienda con mi padre. En cuanto salimos, una ola de aire caliente se abalanzó sobre nosotros. Me sombreé los ojos con la mano y fruncí el ceño cuando mi padre también lo hizo al mirar la fuente en medio de la plaza.
¿Por qué fruncía el ceño? Viendo la limpieza de la calle, no podía ser un problema de mantenimiento, y yo no veía ningún problema en particular… Ah, claro.
—¿Tú también lo ves? —preguntó.
—Sí. Es bastante grave. Si ya está así…
Casi no había agua en la fuente. Debido al clima inusualmente caluroso, la fuente ya se había secado. Solo era el quinto mes del año. Si esto le ocurría a la ciudad mejor cuidada del Imperio, era obvio que este verano sería duro.
La gran hambruna había pasado no hacía mucho, y algo así estaba ocurriendo de nuevo.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
Antes de volver en el tiempo, definitivamente no había visto tales señales. ¿Por qué estaba ocurriendo esto? Antes solo había ligeras diferencias, ¿ahora es completamente diferente?
—No puedo creer que haya señales de una sequía cuando el emperador podría tener que abandonar el palacio… Esto es un problema —dijo mi padre.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué el emperador tendría que abandonar el palacio?
—Tengo que tener cuidado al contarte esto fuera, pero como sabes, desde el pasado invierno, la salud del emperador ha ido decayendo. Por eso, el príncipe heredero ha empezado a centrarse en sus deberes recientemente.
—Sí, lo sabía. Pero ¿por qué tan repentinamente…?
Desde el último invierno, el emperador había empezado a ceder una gran cantidad de trabajo al príncipe heredero. No solo delegó en él las negociaciones diplomáticas con el reino de Lisa, sino que también le había pedido que se hiciera cargo de la inspección de los escuadrones de caballeros. Desde la primavera, el príncipe heredero había dirigido más de la mitad de las reuniones del consejo. Había decidido aplazar mi juicio sobre él hasta después de la llegada de Jieun, así que era una suerte que hubiera intentado evitar encontrarme con él, pero era claramente inusual que se hubiera centrado de repente en la política.
—Este año ya hace mucho calor. Parece que ha habido peticiones para que el emperador se traslade al palacio de verano por preocupación por su salud.
—Ah…
Hace unos mil años, se decía que la magia existía cuando el primer emperador había fundado el Imperio. Como ahora no había nadie que pudiera usar magia, había muchos estudiosos que lo dudaban, pero la mayoría de la gente creía que la magia existía. Había tres tipos de pruebas que lo demostraban.
La primera de ellas era el juramento de sangre entre la casa Monique y la familia imperial. La segunda era el ya mencionado palacio de verano.
El undécimo emperador había favorecido especialmente a una de sus concubinas e incluso la había colocado en la posición de su segunda esposa, la reina inferior, que había ejercido un fuerte poder hasta entonces.
Originalmente, cuando un príncipe heredero nacía de una concubina y no de la emperatriz, la concubina recibía el honorable cargo de reina inferior. Sin embargo, tras el reinado del undécimo emperador, el cargo pasó a la concubina más favorecida.
De todos modos, durante un verano especialmente caluroso, la reina inferior que tanto amaba se desmayó debido al calor. Buscó al mago de palacio y le rugió, pidiéndole que creara una solución.
El mago del palacio, que era un gran mago de raro calibre, cultivó un árbol con una magia especial y tejió las ramas del árbol para crear un toldo para el palacio. Estaba encantado con la magia, así que si uno se encontraba bajo el toldo, era muy refrescante. El emperador y la reina inferior pasaron allí un verano muy refrescante.
Sin embargo, en algún momento, la relación del undécimo emperador con el gran mago se torció. Abandonó el Imperio sin ocuparse del toldo, dejándolo atrás. Así, aunque el palacio era fresco en verano, era demasiado frío para que los humanos vivieran en él durante el invierno.
Finalmente, el undécimo emperador decidió una nueva capital y trasladó el palacio. El nuevo palacio era el actual, mientras que el palacio encantado se convirtió en una villa real de verano. Tal era la leyenda que todos en el Imperio habrían escuchado al menos una vez en su vida.
—Así que por eso tuviste una audiencia con el emperador.
—Sí. Puede que se anuncie oficialmente pronto.
La villa de verano. Solo había oído hablar de ella y no la había visitado. Mientras caminaba, perdida en mis pensamientos, me detuve cuando mi padre también lo hizo de repente.
¿Dónde estamos?
Al mirar a mi alrededor, vi un paisaje extraño. Casas de poca altura y calles descuidadas. Como estaba preocupada mientras hablaba con mi padre, no sabía que habíamos salido del barrio de los nobles.
—Hemos llegado demasiado lejos, papá. Volvamos. —Tiré suavemente de su brazo.
Sin embargo, mi padre no se movió ni un centímetro. Estaba a punto de volver a tirar de su manga cuando él, quien había estado con la mirada perdida, movió de repente los pies.
¿Hmm? ¿Qué le pasa de repente?
Sentí que debía seguirlo y me apresuré a ello.
Mi padre había estado caminando sin vacilar y solo se detuvo al llegar a un estrecho callejón.
¿Hay algo aquí?
Aunque miré a mi alrededor, el estrecho callejón estaba tranquilo y no había nadie en él. Incliné la cabeza y miré a mi padre.
Sus ojos azul marino parecían tristes, mientras que tenía una expresión melancólica. Parecía como si se hubiera perdido en los recuerdos.
¿Pasó algo en este lugar?
Me mantuve en silencio para no molestarle. El callejón estaba oscuro, sin luz solar, y bajo su sombra gris, pensé de repente en Allendis. Cuando le había preguntado cómo se podían evitar las sombras, me había dicho que me escondiera en la misma.
La última vez que lo vi fue el día que se había ido con la delegación. Me había dado varias órdenes como si no fuera a volver a verle. Había sentido un mal presentimiento ante sus palabras y le había preguntado repetidamente si volvería, pero no me dio ninguna respuesta. Se limitó a sonreír con amargura y a darse la vuelta.
Al pensar en sus ojos verde esmeralda, que siempre brillaban con calidez al mirarme, me sentí repentinamente llena de una profunda tristeza. Parpadeé rápidamente para aclarar mi visión borrosa.
Dejemos de pensar en cosas tristes. Definitivamente, Allendis volverá.
Me centré una vez más y giré la cabeza para ver a mi padre, quien seguía allí de pie.
—¿Padre?
Empecé a inquietarme al ver que no mostraba ningún signo de movimiento. Aunque estiré la mano para tirar con cautela de su manga azul oscuro, no respondió.
Volví a tirar de su manga, esta vez con más fuerza. Solo entonces se giró hacia mí, y la luz volvió a entrar en sus ojos. Con una voz apagada, me llamó.
—Tía.
—Papá.
—Lo siento. ¿Te has asustado?
—No. Pero más importante, ¿pasa algo? ¿Sucedió algo aquí?
—Bueno…
Fingí no darme cuenta de su expresión preocupada y le miré sin comprender. Por lo general, si me parecía que estaba preocupado, dejaba pasar las cosas, pero tenía curiosidad por saber la razón por la que actuaba de forma tan extraña.
—El tiempo ha volado. Volvamos.
¿Qué sucede? ¿Por qué evita mi pregunta?
Mientras le miraba sin convicción, mi padre giró la cabeza para evitar mi mirada y habló.
—¿Deberíamos comer fuera hoy?
—Bueno, me encantaría, pero…
—Entonces, vamos. Hay un lugar que tengo en mente.
Al ver cómo intentaba cambiar de tema a cada momento, probablemente mi padre no iba a decirme el motivo de su comportamiento. Sentí curiosidad, pero no tuve más remedio que dejar de lado mis preguntas y caminar con él.
Acabamos en un lujoso restaurante cuya clientela principal eran nobles. Era la primera vez que acudía a un lugar así.
El maître [1] nos hizo una profunda reverencia y nos acompañó a mi padre y a mí a una mesa tranquila cerca de la ventana. Aunque había algunas caras conocidas entre los nobles que conversaban durante la cena, como quería pasar tiempo a solas con mi padre el día de hoy, simplemente pasamos de largo. Ellos también se limitaron a saludarnos con una ligera inclinación de cabeza y no se acercaron.
Mientras esperábamos la comida, abrí la boca tras una breve vacilación. Sentí que tenía que sacar el tema al menos una vez.
—Padre.
—¿Qué pasa?
—Hmm, sé que no es bueno sacar el tema de repente, pero ¿tienes pensado volver a casarte?
—¿Por qué preguntas eso?
—Han pasado ocho años desde que mamá falleció. No puedes seguir viviendo solo.
—Nunca he soñado con algo así. ¿Por qué lo sugieres de repente?
—Solo pensé que debía preguntártelo al menos una vez.
Mi padre, tras escuchar mi respuesta, dejó el cuchillo y el tenedor y habló en tono serio.
—No te lo he mencionado antes porque pensé que aún eras demasiado joven, pero probablemente conozcas el juramento de nuestra casa.
—Sí, por supuesto.
—Muy bien. Como sabes, para que se nos conceda un deseo, tenemos que dedicarnos a la familia imperial para siempre. Odié ese juramento más de lo que puedo expresar. Puede que nos hayamos ganado la reputación de ser la casa más leal al Imperio gracias a él, pero si lo miras desde otra perspectiva, significa que si el juramento no existiera, no seríamos vistos como dignos de confianza. He pensado durante mucho tiempo que podríamos haber mostrado nuestra lealtad a la familia imperial incluso sin el juramento.
Asentí con la cabeza. Todavía recordaba el día anterior al aniversario de la muerte de mi madre, cuando no había podido dormir y había escuchado casualmente las palabras de mi padre.
Lo llamó una maldición. Dijo que no deseaba que yo hiciera esas cosas.
—Así que al final, aunque estaba decidido a no hacer un juramento, la persona que rompió mi determinación fue tu madre. Para poder casarme con ella, tuve que usar ese deseo y jurar mi lealtad a la familia imperial. ¿Entiendes lo que quiero decir?
—Para casarte con mi madre… ¿tuviste que jurarte lealtad para siempre?
—Sí. Aunque tu madre se haya ido antes, nadie puede ocupar su lugar. Ya he prometido toda mi vida a ella y al Imperio.
Ya veo.
Por fin entendí las palabras que el emperador había dicho de pasada. También entendí la razón por la que había llamado a mi padre el romántico de la generación. ¿Quién más sería capaz de renunciar a toda su vida solo por una mujer?
Sentí una mezcla de emociones mientras mi padre hablaba. Aunque me había dedicado sinceramente al príncipe heredero en mi vida pasada, no había recibido nada a cambio. Por eso no podía creer en el amor. A diferencia de mí, mi madre seguía siendo el objeto del amor y la devoción de mi padre, incluso en la muerte.
Sentí envidia. Codiciaba lo que yo nunca había tenido. ¿Qué clase de persona era ella para poder recibir un amor tan apasionado?
De repente, sentí curiosidad por mi madre. Ni siquiera recordaba su rostro. Dudé un largo rato antes de hablar.
—Padre.
—¿Hmm?
—¿Qué clase de persona era mi madre?
—¿Tu madre? —Se quedó pensativo un momento antes de continuar—: Jeremia era una mujer de carácter fuerte. Aunque solía estar callada, como si fuera tímida o tranquila, cuando las cosas lo requerían, era más fuerte que el hierro y mostraba un ingenio sorprendente. Sí, era exactamente como tú.
—¿De verdad?
—Sí. Un día, cuando estaba en el palacio imperial, hubo un incendio en la mansión. Cuando me apresuré a volver a casa, la vi dando órdenes de forma tajante e instruyendo a la gente. Antes de eso, había pensado que era una persona mansa. Cuando te vi durante el incendio en el palacio Ver, me pregunté cómo podías ser tan parecida a ella. Fue una emoción bastante complicada —dijo mi padre como si estuviera recordando—. A decir verdad, antes me quedé parado en esa calle porque fue allí donde conocí a tu madre.
—¿Perdón? ¿En el callejón?
Mis ojos se abrieron de par en par.
El callejón oscuro y destartalado con las paredes cubiertas de garabatos. Parecía que nadie se preocupaba de limpiarlo, ya que había basura por todas partes y tenía un hedor pútrido. Aquella zona estaba casi totalmente desierta; ¿cómo se conocieron en un lugar así?
—Eso fue hace más de veinte años. Fue solo unos años después de que el emperador ascendiera al trono. Aunque las luchas entre las facciones siguen siendo bastante feroces ahora, en aquel entonces eran mucho peores. Hubo muchos casos en los que la gente perdió la vida por un pequeño paso en falso. El emperador estaba bastante frustrado con la situación y quiso iniciar una investigación encubierta.
—¿Qué pasó?
—Nos opusimos. Era demasiado peligroso, pero él se mostró inflexible. Al final, Arkint y Ruth, los duques Rass y Verita, así como yo, acompañamos al emperador en su investigación. En aquel momento, el lugar donde vivían los plebeyos era tan miserable que resultaba doloroso de ver, aunque ahora es mejor. Después de terminar nuestra investigación, todos nos habíamos dado la vuelta sintiéndonos bastante dolidos por lo que veíamos, cuando oímos el grito de una mujer.
Si era la época en la que el emperador acababa de ser coronado, habría sido la época en la que el Imperio se estaba desmoronando.
Asentí sin decir nada y escuché aún más sus palabras.
—Antes de que pudiera detenerlo, el emperador ya se había puesto en marcha. Nos apresuramos a seguirle y llegamos a aquel callejón. Tres personas no identificadas amenazaban la vida de una mujer. Los gritos que oí eran sus gritos desesperados pidiendo ayuda.
—Supongo que esa mujer era mi madre.
—Sí. Las cosas eran urgentes, así que me lancé sin pensarlo. Si hubiera actuado incluso un momento después, tu madre habría perdido la vida.
Ya veo. Ese fue su primer encuentro.
Desde que vi cómo había estado conmemorando el aniversario de su muerte él solo, vislumbrando su anhelo desesperado, había llegado a preguntarme a veces cómo se habían conocido los dos. Pero nunca imaginé que hubiera sido así.
Un caballero de cabello plateado que la salvó cuando estaba al borde de la muerte. Una historia tan romántica. Algo sacado de una novela romántica…
Espera un momento. Algo es extraño.
—Discúlpame, papá.
—¿Qué pasa?
De repente, dudé ante su historia mientras sus ojos azul marino me miraban cariñosamente. Quería hacerle una pregunta.
¿De verdad puedo preguntar esto? Me parece que estoy exponiendo una verdad oculta.
Sin embargo, era mi madre y tenía derecho a saber la verdad. Así que separé cuidadosamente mis labios después de un momento.
—Hmm, sé que mi madre vino de una de las casas vasallas de nuestra casa, la casa Sonya. ¿Cómo se conocieron los dos en la capital y no en la finca? ¿Y en un lugar así?
Vi cómo sus cejas plateadas se movían momentáneamente. Al mirar su rostro congelado, más pensamientos pasaron por mi mente.
Por supuesto, tal como pensaba, había algo más. En ese caso, lo que dijo el duque Zena podría no ser solo una tontería.
Mi padre guardó silencio durante un rato antes de preguntar con voz rígida:
—¿Quién te ha dicho eso?
—Estaba un día en el estudio y me di cuenta de que estaba mirando los árboles genealógicos de nuestras casas vasallas. —No quería mentir a mi padre, pero si decía la verdad, podría ponerle las cosas difíciles al señor Lieg y a los demás caballeros. En lugar de decir la verdad, evité su mirada y bajé la vista mientras hablaba con cuidado—. Para ser sincera, me enteré del aniversario de la muerte de mi madre no hace mucho tiempo. No podía dormir, así que estaba paseando y… te vi.
—¿Oh?
—Sí. Me dio curiosidad saber qué tipo de persona era ella, pero no me atreví a preguntarte. Sé que puedo parecer grosera, pero cuando te vi entonces, parecías muy solo.
—¿Fue por eso que me preguntaste si me volvería a casar? —preguntó mi padre mientras me miraba con una expresión complicada. Luego, me habló mientras yo permanecía en silencio—. Sobre mí. Aunque no fuera por mi juramento de sangre, había otra persona a la que juré lealtad.
—¿Qué? ¿Qué estás diciendo…?
—Estoy hablando de ti, Tia. Cuando me enteré de la muerte de tu madre, la razón por la que no pude acabar con mi propia vida fue por ti. Cuando estaba cayendo en la desesperación, vi cómo llorabas hasta perder el conocimiento, con tu pequeño cuerpo agitado por los sollozos, y recobré el sentido. Al ver tu dolor, juré que mientras siguieras viviendo, yo viviría por ti. Así que Tia, no cargues con mis penas. No hay nada más satisfactorio para mí que vivir una vida contigo.
—Papá…
Al ver su expresión amable y su mirada afectuosa, se me secó la garganta. Tal vez fuera porque mi padre había compartido sus pensamientos más íntimos, cosas que normalmente mantenía ocultas. Se me llenaron los ojos de lágrimas.
Mientras parpadeaba, mi padre me miró, se aclaró la garganta y habló con una expresión de incomodidad.
—Ejem, respecto a nuestra discusión de antes.
—¿Perdón?
—Cuando empiecen a discutir oficialmente el traslado del emperador a la villa de verano, el escuadrón de caballeros también estará muy ocupado. ¿Puedes manejar el trabajo de escudera?
—Sí. A primera vista, parecía que iba a estar enterrada bajo documentos, pero tengo más tiempo libre de lo que pensaba. Está bien.
—Es un alivio, pero sigo preocupado. Que la salud del emperador falle es una cosa, pero el príncipe heredero también debe estar luchando tras serle lanzado todo este trabajo tan repentinamente. Y si el emperador se va a la villa de verano, la mitad del escuadrón de caballeros tendrá que mudarse también. Para planificar todo esto, tendrá bastante trabajo durante un tiempo.
Al oír las palabras de mi padre, la persona en la que tanto había tratado de evitar pensar apareció en mi mente. Me esforzaba por mantenerme alejada de él, pero siempre que no podía evitar cruzarme con él, me quedaba helada y él se limitaba a mirarme en silencio.
Después de que me preguntara si podía reconsiderar ser la sucesora de mi casa, lo que casi parecía una especie de confesión de sus sentimientos, me sentía muy incómoda cada vez que me encontraba con él. No podía ocultar esa sensación.
No podía decidir si mi esperanza de que pudiera amar a otra persona se dirigía a él del presente o del pasado. Además, se había dado cuenta de que lo miraba y lo comparaba con otra persona, lo que me hacía sentir realmente incómoda. Más aún cuando sabía que Jieun aparecería pronto. No quería dejar que pisoteara la vida que apenas había conseguido hacer florecer. Así que para eso, pensé que la única manera era rechazar mi esperanza de amor en primer lugar.
¿Qué pensaría él si me viera después de haberle evitado durante casi medio año? En su fiesta de cumpleaños, a la que no tuve más remedio que asistir como su prometida, no pude ni siquiera mirarle a los ojos mientras me miraba sin palabras, suspirando profundamente mientras hablaba.
Había dicho que no me pedía que respondiera de inmediato. Todavía había mucho tiempo, así que podía tomarme mi tiempo para pensarlo. Y me había preguntado si podía dejar de evitarlo.
En ese momento, había encontrado un destello de dolor en sus ojos azul marino. No, tal vez me engañé. Tal vez proyecté mis propias heridas en él. De todos modos, en ese momento, no pude encontrar sus ojos y dirigí mi mirada hacia otro lado.
Habría sido más fácil si fuera una emoción que pudiera diferenciar claramente del amor, como con Allendis. ¿Cómo de maldito estaba mi corazón que ni siquiera podía hacer eso?
Aunque había jurado escapar de mi destino de convertirme en la reina inferior, escapar de mi yo pasado y forjar un nuevo yo, me sentía frustrada conmigo misma por no poder hacer nada.
Quedaba un año para la aparición de Jieun.
Los últimos seis meses han sido tan difíciles e incómodos para mí. ¿Cómo puedo soportar otro año así?
Ante la oscura realidad, suspiré. Seguí recordando esos ojos azul marino que me miraban, las muchas emociones escondidas detrás de su rostro inexpresivo, y cómo dijo que me daría tiempo para que no lo evitara.
—Tia.
—Ah, sí. ¿Me has llamado?
—¿En qué estabas pensando? ¿Pasó algo malo?
Parecía que me había sumido demasiado en mis propios pensamientos. Mi padre me miraba preocupado, así que sonreí alegremente a propósito y solté una broma como si no pasara nada.
—Parece que seguimos hablando de trabajo durante nuestro tiempo privado juntos. Si los demás lo vieran, pensarían que es como la casa Monique, la familia más leal al Imperio.
—Ah, lo siento, Tia. Fui desconsiderado.
Me sorprendió su sincera disculpa. No, solo lo decía para aligerar el ambiente.
—Ah, no. Era una broma. No hace falta que te disculpes…
Mi padre me vio agitar a toda prisa las manos y poner una débil sonrisa. Yo sonreí torpemente a cambio.
Nuestra cita entre padre e hija acabó llena de conversaciones sobre el trabajo y mi madre, pero aun así fue un día muy feliz en el que sentí el amor de mi padre. Para terminar ese día, ambos nos levantamos y enlacé mi brazo con el suyo, sonriendo intensamente a esos ojos azul marino que brillaban cálidamente.
[1] Maître: Jefe de comedor en un restaurante.