Traducido por Lugiia
Editado por Meli
La cocina y la medicina son muy diferentes. En una, los sabores son agradables y en la otra, amargos.
Mientras me curaban las falsas heridas, el Escuadrón de Tareas Especiales reunió a todos los sirvientes. De los seis integrantes del escuadrón que habían venido hoy, solo conocía al capitán Jullius, a Clauen y a Ira. Era la primera vez que conocía al resto. Ortzen no estaba presente. Bueno, para ser precisa, no pudo ir.
—La condesa ya está muerta, ¿ahora qué? —le preguntó un joven con una espada en la espalda, a Ira.
Al parecer, Ira era la persona a cargo, en lugar de Ortzen. Ella miró el cadáver de la condesa.
—Nunca esperé que fuera eliminada así. No puedo entender la razón, pero aún debe tener alguna utilidad.
Yo creía que los encapuchados actuaron así, porque asumieron que el Escuadrón de Tareas Especiales sabía que yo fui un sacrificio en el contrato con el Rey Demonio. Querían evitar que fuera llevada con el sumo sacerdote para la comprobación que arruinaría la casa del conde. Quienquiera que fuera el cerebro detrás, al deshacerse de la condesa, eliminó las pistas.
Quería hablar de ello con el capitán, pero aún sospechaba de Ortzen. Debía aguantar hasta el compromiso y mi reunión con el sumo sacerdote.
—Diremos que la mansión del conde fue asaltada por hombres misteriosos y el capitán Jullius se ocupó de ellos cuando vino a recoger a la señorita Epheria. Por desgracia, la condesa resultó herida y no pudo ser salvada —indicó Ira.
—Entonces, ¿tenemos que silenciar a todos los sirvientes? —preguntó Clauen.
—No tenemos que llevar las cosas tan lejos. —Negó Ira con la cabeza—. Creo que ellos también desean cubrir con tranquilidad este asunto.
Eso significaba que nadie le creería a los sirvientes si decidían hablar.
—Vamos a buscar al conde Epheria, apenas terminemos con el cadáver de la condesa —ordenó Ira y los miembros del escuadrón se dispersaron.
Solo se quedaron el capitán Jullius e Ira. Esta se inclinó para examinar las heridas del cadáver de la condesa y luego giró la cabeza para mirarme con una extraña expresión en su rostro.
—¿Cuánto tiempo más va a estar así? —me preguntó.
—Usted ha dicho que tengo que fingir que estoy herida.
—La lesión está en su brazo, no en sus piernas.
Pero es tan cómodo…
Me liberé del abrazo del capitán y le hice una seña a Sofía.
—Quédate aquí con la señorita Ira. Yo buscaré al con… Quiero decir, a mi padre.
—¿No es peligroso…? Esos hombres misteriosos podrían estar escondidos en cualquier lugar.
—Está bien. Iré con el capitán Jullius —le respondí a Sofía mientras tomaba la mano de él.
—Aun así, tiene que tener cuidado, señorita. —Asintió, aún angustiada.
—Lo sé. ¡No te preocupes!
¡Hora de reunirse con el conde! Aunque es poco probable que siga con vida.
Hubo pocos empleados en mi camino, tal vez los miembros del escuadrón ya les habían informado sobre el accidente que cobró la vida de la condesa. Caminé sin rumbo, después de todo, no conocía la mansión. De repente, el capitán Jullius abrió la boca y dijo:
—Estaba preocupado.
Ya había dicho eso antes.
—Ya conoce más o menos mis habilidades.
—Pero Ortzen la engañó.
—Ah, ¿se refiere a que fingió no saber que mi doncella, Sofía, estaba siendo retenida como rehén?
El capitán Jullius se limitó a asentir.
Vete a la mierda, Ortzen. Él sabía que Sofía había sido tomada como rehén.
—Aunque me parece que puede escapar con facilidad, es un asunto diferente con la presencia de un rehén. Incluso si usted, señorita, puede rescatarla, ella es solo una criada que se convertiría en una carga al huir. Era casi imposible que ambas salieran juntas de aquí de forma segura.
—Así es.
—Por ello, si de casualidad le ocurría algo malo… —Hizo una pausa para elegir las palabras que quería decir—. De verdad, estaba muy preocupado.
A pesar de que era malo con las palabras, pude sentir su sinceridad. Me reí con torpeza y golpeé ligeramente su brazo.
—Ya prometí que nunca me dejaré atrapar aunque haya un rehén de por medio. No soy tan blanda.
—Pero, si decide abandonar al rehén y asegurar su huida, su corazón no se sentirá a gusto. Sé que, por lo general, algunas personas pueden sentirse así.
Dejé de caminar y él conmigo. El sonido de los pasos en el interior del largo pasillo se detuvo. Me giré y miré al hombre que estaba a mi lado.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que escuché esas palabras. Siendo sincera, mi naturaleza estaba lejos de ser delicada, fui el caballero sagrado más fuerte con capacidad de curarse a sí misma, casi nadie se preocupaba por mi bienestar, mucho menos por mis sentimientos. Desde que me convertí en capitán, cada vez que perdíamos a uno de nuestros compañeros, actué como alguien que daba consuelos a los demás y no quien los recibía. Solo tenía al sumo sacerdote y a mi ayudante que siempre se ocupan de mí.
—Si perdiera a Sofía, me sentiría triste y amargada.
Podía soportarlo, pero eso no significaba que no sintiera ningún dolor. Extendí las manos y tomé la mano que tenía el doble de tamaño en comparación con la mía.
—Gracias por preocuparse por mí.
—Aunque me sentía así, no hice nada.
Su respuesta me hizo ver que no sabía por qué le daba las gracias, de alguna manera, eso me hizo reír un poco.
Balanceé la mano que sostenía la suya y pregunté de forma juguetona:
—¿Será que Ortzen le dijo que no viniera? —El capitán se quedó en silencio—. ¿Usted se fue de inmediato a pesar de que le impidió venir?
—Es que… Ortzen la engañó primero —murmuró en voz baja.
Me di cuenta que, debido a que siempre se comprometió a escuchar a Ortzen, se volvió reacio a decir su opinión. El capitán Jullius inclinó ligeramente la cabeza, se veía abatido.
—Las palabras de Ortzen suelen ser acertadas y puede que esta vez también tuviera razón. Está claro que no tenía que intervenir, pero aun así quería venir.
Al ver su aspecto mientras murmuraba esas excusas, mis labios formaron una sonrisa.
—¡No hace falta que se moleste por eso! Solo haga lo que quiera. Está bien ser un poco egoísta. Estoy segura que Ortzen lo manejará bien. ¿No le dio usted el puesto de ayudante para hacer ese tipo de trabajo?
Mi ayudante incluso decía que podía jugar tranquilamente en la capital. Mientras no cometiera ningún acto criminal de alto nivel, como asesinato o traición, él podía encubrirlo. Ortzen no era alguien incapaz, así que no debería haber muchos problemas.
—¿Está bien que no me preocupe…?
—Ya le he dicho que está bien. De todas formas, es inútil llorar por el agua derramada. Además, tampoco es que Ortzen no supiera que se había escapado, ¿verdad? Entonces no pasa nada. Él se encargará de ello.
—Um…
—Solo hay una cosa que debe tener siempre en mente: ¡cuide lo que sale de su boca, para evitar cualquier filtración de información!
—Eso también lo sé. —Asintió con la cabeza—. Pero, señorita Epheria, yo…
El sonido agudo de una flauta se escuchó.
—¿Es una señal del escuadrón?
—Así es. Si suena una vez, significa que debemos reunirnos en el punto de partida. Al parecer, el conde ha sido encontrado.
En mi escuadrón, la señal sonaba dos veces. Bueno, el código rara vez era el mismo. En especial, las señales de humo, de luz o aquellas de sonidos que pudieses ser fácilmente oídas o vistas por los enemigos.
—Vamos hacia allá.
Tenía mucha curiosidad por saber cómo era el conde que nunca conocí.
♦ ♦ ♦
Cuando llegamos, ya todos estaban reunidos en el jardín central de flores. El cadáver de la condesa se encontraba en una camilla, cubierto con un paño blanco. Los bichos revoloteaban alrededor de las manchas de sangre que quedaban en el suelo, en el lugar donde se desplomó. El capitán de la guardia, junto con el resto de los escoltas, habían regresado y se encontraban paseando de un lado a otro, pero Caín no estaba a la vista. Sofía, quien estaba al lado de la señorita Ira, corrió hacía mí en cuanto me vio.
—¡Señorita!
—¿Está todo bien?
—Sí, pero todos los sirvientes de la mansión se sienten inquietos. Muchos de ellos dijeron que dejarán su trabajo.
Miré a mi alrededor y vi que la mayoría de los sirvientes ya habían desaparecido. Ingratos, aunque la condesa había muerto, todavía estaba el conde como amo de esa casa.
—¿Quién envió la señal? —preguntó Ira mientras se acercaba.
—Creo que lo he encontrado, pero su estado… —anunció un hombre de cabello rojo y cuerpo musculoso, una vez que el escuadrón estuvo completo.
—Sería aún más extraño que estuviera intacto cuando la situación ya era un desastre. Dirige el camino.
No podía dejar a Sofía sola, pero tampoco podía llevarla conmigo y tenía demasiada curiosidad por ver al conde cómo para quedarme con ella.
—Clauen, por favor cuida de esta linda dama.
Debía pagar de alguna manera el haberme lanzado sus dagas, él lo entendió y asintió, lucía completamente infeliz.
—Por supuesto. También tengo que cuidar del cadáver de todos modos.
—Gracias.
Con eso, había pagado la mitad de su deuda. Podía usarlo de nuevo la próxima vez.
El lugar al que Idoro, el miembro de cabello rojo del escuadrón, nos condujo, era la habitación más profunda dentro del edificio principal de la mansión. De acuerdo a los sirvientes, eran los aposentos del conde. No percibí ninguna presencia humana dentro de la habitación vacía.
—Por aquí.
Idoro tocó un par de veces el candelabro que colgaba de la pared, y luego la estantería que tenía al lado se movió con un golpe, revelando una puerta oculta detrás de ella. La cerradura tenía algunos rastros de haber sido rota hace poco.
Tan pronto como abrimos la puerta secreta, vimos una pequeña habitación, en el centro, había un gran sillón en el que yacía el cuerpo inmovil de un hombre, tenía los ojos abiertos y no parecía respirar. Fruncí el ceño ante la escena.
—Parece que no está vivo —dijo Ira con un suspiro.
—¿No es demasiado joven para ser mi padre?
—¿Nunca se ha reunido con el conde Epheria?
—Uh… Hace ya bastante tiempo que no le veo.
Al menos eso pensé. Por la situación de Silla, era posible que no se reuniera con el conde hace mucho tiempo. El hombre frente a mí, que se creía que era el conde Epheria, era un joven en sus treinta y tantos años. No había ningún olor proveniente de él. En otras palabras, no había muerto recientemente.
—Está muy limpio, como si lo hubieran conservado… —murmuró la señorita Ira mientras se acercaba al sillón. Observó con atención el cadáver y luego extendió la mano. Sus delgados dedos, cubiertos de algunas viejas cicatrices, barrieron la oreja del cadáver y la piel se desprendió.
El cadáver, al que se le había arrancado la piel de la cara, parecía un muñeco. La señorita Ira balanceó lentamente la piel de cuero frente a nosotros.
—Parece que el conde Epheria llevaba mucho tiempo muerto y fue sustituido por esta falsificación.
—Entonces…, ¿eso significa que mi padre no estaba involucrado en este asunto?
Ira negó ligeramente con la cabeza ante mi pregunta.
—El conde Epheria se casó con su madre cuando tenía veinticuatro años. Y no mucho después de que la difunta condesa muriera, se volvió a casar con la actual. Aunque no vemos su cadáver, basándonos en esta piel, está claro que tiene treinta y algo de años. Es posible que fuera asesinado cuando se enfrentó a la actual condesa. Entonces, ella consiguió otro hombre, cuyo físico, complexión y color de ojos fueran similares a los del conde, para que actuara como sustituto.
Lo falsificó poniéndole la máscara de piel. La señorita Ira dijo que el conde podría haber sido engañado por la condesa… Ojalá sus palabras fueran ciertas.
Era probable que el conde fuera engañado hasta el punto de ofrecer, sin saberlo, a su propia hija como sacrificio, y cuando se enteró de la verdad, se enfrentó a la condesa y murió como consecuencia. Si esa era la verdad, significaba que Silla fue muy querida por sus difuntos padres.
—Aunque otro hombre se hizo pasar por el conde, todos sospecharían si él no envejeciera y por eso la condesa gestionó todo en la mansión durante los últimos años. Y la realidad demuestra que casi nadie en la mansión se ha encontrado cara a cara con el conde. Ahora mismo la señorita Silla también ha dicho que no lo ha visto en años.
—Ah, sí.
—De todos modos, no hay mucha información que podamos obtener de aquí. Es una lástima.
Para la señorita Ira y para el Escuadrón de Tareas Especiales, el asunto era muy desafortunado; sin embargo, para mí, era algo bueno. Si se enteraban de que yo era un sacrificio, eso me pondría en una situación precaria. Tanto el conde como la condesa habían sido silenciados, así que debía ser poco probable que mi situación real saliera a la luz. Eso era bueno.
Salimos de la habitación del conde después de haber cerrado y cerrado la puerta secreta.
Cuatro miembros del escuadrón, incluyendo a la señorita Ira, se quedaron en la mansión para recoger los cadáveres. Mientras tanto, el capitán Jullius, Clauen, Sofía y yo, nos retiramos al cuartel general.
Mientras Sofía montaba el caballo conmigo, sentí su ansiedad debido al temblor en su hombro.
—¿A dónde vamos ahora…? —preguntó ella en voz baja mientras miraba al capitán Jullius y a Clauen.
—Por el momento, nos quedaremos en el cuartel general del Escuadrón de Tareas Especiales —contesté, aunque aún no había analizado a profundidad mi situación.
Sofía volvió a mirar al capitán Jullius.
La puerta principal de la mansión estaba abierta, no había portero que vigilara la entrada, si las cosas seguían así, el lugar sería invadido por bandidos muy pronto. El conde y la condesa habían muerto, y yo también había dejado la mansión. En ese lugar, solo quedaban dos jóvenes amos que nada podían hacer. Tal vez, algunos sirvientes, ya se encontraban robando algunas cosas de la mansión.
Ah, es realmente injusto. Tenía sentimientos encontrados.
Estaba contemplando si debía volver y sacar algunos objetos valiosos, cuando un grupo de guardias se acercó a la puerta de entrada antes de que pudiera tomar una decisión. Eran los guardias de seguridad pública de la capital. El que los dirigía no era su capitán, sino un caballero, en su uniforme llevaba bordada una insignia que me parecía haber visto antes en alguna parte.
No creo que sea alguien de los caballeros imperiales. Me pregunto de qué familia es esa insignia…, reflexioné por un momento.
—Por lo que sé, la casa del conde Epheria ha solicitado que el Escuadrón de Tareas Especiales no venga aquí. ¿Por qué ha vuelto a cometer otro allanamiento? —exclamó el caballero, que no recordaba a qué escuadrón pertenecía.
—Acudimos por solicitud de la señorita Silla Epheria, la amante del capitán Jullius. Recientemente, hubo una persona no identificada que deambulaba por esta vecindad. La señorita Silla Epheria estuvo a punto de ser secuestrada y nuestro escuadrón le ofreció cierta protección. Hoy, ella regresó a la mansión, después de haber prometido que se reuniría de nuevo con nosotros dentro de un cierto periodo de tiempo. Nos concedió su permiso para irrumpir en la mansión si no conseguía salir de ella en el plazo que habíamos acordado —respondió Clauen.
—¿Persona no identificada…?
—Sí. Y ese misterioso sujeto mató a la condesa y escapó antes de que el escuadrón llegara aquí.
El caballero mostró un parpadeo de duda en sus ojos. Resultaba que el maldito Clauen tenía más facilidad de palabra de lo que parecía.
—¿Hay algún testigo?
—La señorita Epheria aquí presente y la mayoría de los sirvientes dentro de la mansión.
La mirada del caballero se posó en mí y asentí brevemente en señal de afirmación. La mayoría eran mentiras, pero era cierto que vi con mis propios ojos que la condesa fue asesinada por ese misterioso sujeto.
—De acuerdo… Por el momento, pasaré por alto la violación —respondió el caballero de mala gana.
—Pero ¿cómo es que llega junto con los guardias de seguridad pública? —preguntó Clauen.
—Recibí su petición de unirme a ellos y proporcionarles asistencia porque les era difícil lidiar con el Escuadrón de Tareas Especiales.
—¿Los guardias de seguridad pública no pidieron ayuda a los caballeros imperiales sino que pidieron ayuda a un caballero personal de la casa del duque Lemargos?
El duque Lemargos era el hermano menor del actual emperador. Había renunciado a sus derechos al trono cuando era más joven y más tarde fue adoptado por el difunto duque Lemargos, quien no tenía descendencia. Por lo tanto, heredó el título. Creo que la historia era así, más o menos. Quizás había más de lo que parecía pero no lo recordaba bien. Bueno, de todos modos, era otra intriga política que involucra a la familia imperial.
—De casualidad, me encontraba visitando la oficina de los guardias de seguridad pública en ese momento. ¿Qué tiene que ver a qué escuadrón pertenezco, cuando solo quiero ayudarlos? La seguridad de la capital debe ser nuestra primera prioridad.
Tenía razón. Aunque los guardias de seguridad pública eran grandes en número, eran mucho más débiles en términos de fuerza. Por lo tanto, podían pedir ayuda a los caballeros privados de ciertas casas y también a los caballeros imperiales. Pero era demasiado perfecto como para ser considerado una coincidencia. Clauen también parecía tener pensamientos similares a los míos.
Los dos bandos opuestos, o debería decir Clauen y el caballero del duque, intercambiaron algunas bromas antes de que finalmente se separaran sin que nadie ganara la ventaja sobre el otro.