Espada y Vestido – Vol 2 – Capítulo 2 (2): La tragedia de la Familia Epheria

Traducido por Gatonegro 

Editado por Meli


Si la condesa me pidiese entregarme a cambio de la vida de Sofía, tendría que abandonarla y escapar.

Si mi vida fuese la única en juego, tal vez me dejaría atrapar y buscaría la oportunidad de huir más tarde. Por desgracia, el Escuadrón de Tareas Especiales, la Familia Imperial e incluso la Iglesia, estaban involucrados de una u otra forma en la conspiración. Ya había suficiente en el plato como para sumar mi posible captura, además, Ortzen ha repetido que no haga nada por mi cuenta.

Lo siento tanto por Silla como por mi querida Sofía, pero en el peor de los casos, mi decisión final sería huir.

Sentí que mi corazón se hundió cuando mi mirada se cruzó con la de Sofía y ví su temor y también su preocupación por mí.

Debo hacer lo correcto.

Suspiré una vez más y miré a la condesa, quien me observaba con una sonrisa.

Si las cosas salían mal. Prometo vengarme. Tuve una segunda oportunidad gracias a la vida de la Silla original y eso era una carga que pesaba en mis hombros.

—Condesa Epheria.

Ya no la llamaría «madrastra». Sin importar si dejaba a Sofía ilesa o no, mi relación con la familia del conde Epheria había terminado, ellos eran el enemigo, en especial la condesa. No había razones para tratarla con consideración, ni siquiera había una relación madre hija entre ella y la propietaria de mi cuerpo.

—Pero qué tono es ese. —La condesa entrecerró los ojos ante mi frío saludo.

—He cortado cualquier vínculo de sangre entre nosotras, así que también debería cambiar la forma en que me dirijo a ti. No, tú y yo, ni siquiera estamos relacionados por sangre.

—¡Silla, tú…!

—Lo haré breve. Si liberas a Sofía ahora, no complicaré las cosas y me retiraré en silencio.

La comisura de sus labios tembló un poco, para luego convertirse en una sonrisa maliciosa. Entonces respondió:

—¿Y qué pasa si me niego?

—En este momento, no soy capaz de rescatar a Sofía por mi cuenta sin que ella salga herida de alguna forma. Por lo que tendría que rendirme.

No esperando semejante respuesta, la condesa quedó desconcertada.

—¿Qué?

La miré con brusquedad, evitando los ojos de Sofía.

—Recuerda bien esto, en el momento en que decidas ponerle un dedo encima, olvídate de vivir con tranquilidad, por cada segundo que le reste a tu existencia. Que la diosa sea testigo de mis palabras: te causaré el mismo terror que siente la bestia al ser perseguida por el cazador, y no descansaré hasta obtener tu último aliento.

No sería algo difícil de cumplir en realidad. Tanto Caín, como los hombres enmascarados, ninguno trabajaba directamente para ella, no podían protegerla las veinticuatro horas del día y dejaban solo algunos alevines para cuidarla. A ellos, podría evadir con facilidad sus ojos o escabullirme de sus oídos, incluso atacarlos para llegar a la condesa.

Tenía todo el tiempo para acosarla con todas mis fuerzas. Después de no dormir bien durante tres días seguidos, su bonita y delicada piel se secaría. La haría temer a la muerte antes de aplastar su cabeza de un golpe o torturarla apretando lenta y dolorosamente su cuello.

—Pero qué amenaza tan terrorífica me acabas de dar… —La condesa se encontró con mi mirada, resopló y luego se rio—. Pero también me demuestra lo mucho que vale esta mucama para ti.

—Si ella no me interesara, habría retrocedido y no derrocharía mi aliento hablando contigo.

Entonces, Sofía estaría muerta. Era imposible que la dejara ilesa luego de que se puso de mi lado, su hilo de pensamientos debía ser algo así: «Ah, si no me sirves como rehén, me desharé de ti».

Con mi intimidación, pretendía elevar al menos en 1% la posibilidad de supervivencia de Sofía. En la mayoría de las historias, los rehenes conseguían su libertad persuadiendo al villano. Pero eso era poco probable con la mujer frente a mi. Además, en mi posición, era imposible hacer otra cosa, necesitaba más hombres conmigo.

Si solo tuviera dos soldados más, uno se encargaría de entretener al resto mientras el otro sigilosamente sacaba a Sofía, pero por desgracia, estaba sola. Aun en mi cuerpo original, rescatarla sin ningún rasguño sería difícil.

Debí insistir en traer al capitán Julius conmigo.

Los hombres que retenían a Sofía eran simples sirvientes, por lo que con un solo miembro talentoso del Escuadrón de Tareas Especiales, sería suficiente para poner en marcha mi plan.

Tragué saliva cuando miré a Sofía. Sus grandes ojos llorosos me observaron directamente. Sus pequeños labios temblaron antes de decir:

—Estoy bien, señorita…

Al verla así, una vez más, mi pecho se hundió, la presión era tal que me superaba y frustraba. Ella no tenía que soportar eso. Estaba bien tener miedo, llorar, estar triste, su vida corría peligro, no la mía y por mí estaba en medio de toda esa situación. Tenía derecho a culparme, maldecirme y enojarse por no poder salvarla.

—Lo siento —me disculpé desde lo más profundo de mi corazón.

—Sí… —Ella asintió ligeramente con la cabeza.

La condesa endureció su expresión y en un drástico cambio de tono, habló con ternura. Fue algo muy extraño.

—Nunca tuve la intención de dañar a alguien importante para ti, ¿por qué no nos calmamos un poco y tenemos una conversación apropiada?

—¿Liberarás a Sofía? Solo responde eso condesa Epheria.

Al escuchar mi tosca respuesta su boca se volvió a torcer.

—Si la libero, te irás de inmediato. No seas así, hablemos primero. Juro que no le haré nada a la criada.

—¿Me drogarás con el té otra vez?

—¿Por qué me sigues incriminando? Has entendido mal. ¡Silla, el Escuadrón de Tareas Especiales te está engañando!

Quería preguntarle si usarme como un sacrificio para el Rey Demonio también fue un malentendido. Sentí mucha curiosidad por saber qué tipo de excusas me daría, pero había demasiados oídos.

Levanté un poco la punta de mi larga espada del suelo. Si la amenazaba con palabras más intimidantes y luego huía, tal vez Sofía no moriría. Esa bruja no había logrado atraparme, así que podría mantener a mi mucama como cebo para más adelante. La condesa era alguien calculadora que actuaba de acuerdo a la información que obtenía y en base a su juicio.

¿Debería gritarle a Sofía que sin importar lo que pase, volvería por ella? Si le prometía salvarla, era probable que la mantuvieran con vida. Levanté mi espada y la apunté hacia su inamovible rostro de desagrado. Mientras contemplaba lo que iba a decir, noté que alguien se movía con sigilo en el fondo. Esa persona no era otra que Caín Silac.

—Condesa Epheria… —dije, tratando de no distraerme siguiendo los movimientos de Caín.

¡Maldición! ¿Qué estaba haciendo?

Me sentía nerviosa y mi cuerpo se tensó. Él se escondía, pero no parecía que yo fuera su objetivo.

No hay forma de que me ayude, ¿verdad?

—Jamás me rendiré —pronuncie con indiferencia.

—Así es. —Se veía muy ansiosa—. En lugar de escapar, sería mejor llegar a un acuerdo.

—Me siento mal por huir.

—Has regresado ahora, así que no se puede considerar como una huida. Además,no parece que estés dispuesta a repetirlo tampoco.

—Lo que quiero ahora es sali… —Contuve mis palabras para no hablar de más.

—¡Aaaah! —El sonido de un grito se escuchó en el aire.

Volví la cabeza en dirección de Sofía, estaba en los brazos de Caín y un sirviente cuya boca y nuca sangraban. Antes que nadie pudiera reaccionar, él la empujó hacia mí con todas sus fuerzas, se escuchó otro grito mientras abría los brazos para agarrar a Sofía, estaba pálida; la escondí detrás de mi espalda y luego levanté mi espada en alerta.

¿No estaba ese bastardo del lado de la condesa?

Caín Silac se colocó a mi lado mientras amenazaba, con su espada ensangrentada, a cualquiera que quisiera acercarse. Podría tener sus propios motivos para salvar a Sofía, pero el problema era que parecía tener algún tipo de comprensión sobre mi habilidad, si ese no fuera el caso, no empujaría con tal fuerza a una mujer adulta a una dama noble de aspecto frágil. No sin temor a herirlas.

Me conocía tan bien, que tal vez tuviera algún tipo de conexión con el Escuadrón de Tareas Especiales. ¿Sería el espía del que Ortzen me habló?

ー¡Señor Silac! Usted… ーgritó la condesa, luego de recuperarse del asombro, su expresión era la de una bruja fea.

Uno de los hombres enmascarados se adelantó para protegerla, tal como Caín lo hacía con nosotras. Valía la pena intentar un uno contra uno, pero había demasiados empleados, que atónitos, observaban cómo se desarrollaba todo ante sus ojos. Se veían aterrorizados por el sirviente muerto e impotentes porque su oponente era un un miembro del Escuadrón de Caballeros Imperiales, no una dama noble y frágil.

ー¡¿Ahora me estás traicionando?! ーcuestionó con ferocidad la condesa.

Caín retrocedió unos pasos hasta donde yo estaba y luego respondió con voz tranquila:

ーPara ser precisos, la traicioné desde el principio.

Era una animal desvergonzado. La condesa no pudo contener más su ira, podía oír el rechinar de sus dientes y ver la inquietud en su rostro.

ーP-Pero, no te será fácil escapar con esas dos cargas.

No soy una carga. Pero era cierto que no sería una tarea fácil escapar con Sofía. Ella sería fácilmente capturada por cualquiera de los sirvientes, aunque corriera con todas sus fuerzas.

ーSi no enviaba ninguna señal dentro de los treinta minutos posteriores a la entrada de la señorita Epheria en la mansión, el Escuadrón de Tareas Especiales entraría a la fuerza. Eso fue hace más de 20 minutos.

ー¡E-Eso es…! ーLa condesa se mordió el labio inferior mientras yo chasqueaba la lengua.

¡Ortzen, serpiente calculadora! ¡Hizo una preparación minuciosa! Él confió en que escaparía, abandonando a Sofía. Entonces, ¿por qué el bastardo de Caín reveló su identidad?

ー¡Atrapen a Silla ahora! ¡No, mátenla! ーordenó la mujer, su cuerpo temblaba y veía con saña a Caín, como si quisiera destrozarlo.

Los sirvientes y guardias, parecían confundidos, alternaban su mirada entre la condesa y yo.

ーPase lo que pase, ella sigue siendo la señorita de esta casa… Incluso si el Escuadrón de Tareas Especiales está a punto de entrar a la fuerza, su orden es inaceptable ーrefutó Daren, el capitán de la guardia.

ー¡Tú mismo escuchaste que ella quiere vender a la familia condal!

ーAún así… debe procederse a través de la ley.

Después de murmurar algunas órdenes, el capitán retrocedió.

Aunque todos los empleados siempre maltrataron a Silla, sabían que era la única descendiente legítima del conde Epheria. Por lo tanto, rechazarian cualquier orden que no fuera mantenerla cautiva. De todas formas, no era una tarea fácil matar a una mujer de aspecto frágil.

Nadie hizo nada, desconcertados por la extraña actitud de la condesa.

Solo quedaba lidiar con los enmascarados hasta la llegada del Escuadrón de Tareas Especiales, era tan fácil como comer papilla fría. Cuando estaba preparándome para pelear, la condesa juntó fuertemente sus manos y su tez se tornó de un pálido escalofriante.

ーNo, no… ¡S-Silla, me equivoqué!

¿Por qué se comportaba así?

Su odio e ira desaparecieron de un segundo a otro, su cuerpo comenzó a temblar de miedo y desesperación mientras suplicaba. Se veía asustada.

ーHaré lo que quieras, ¿de acuerdo? Por favor, sal…

Una espada se clavó en su pecho por detrás, hizo algunos giros para asegurarse de que sus órganos fueran destruidos, antes de salir de su cuerpo. Sangre fluyó de su boca abierta. Podía imaginar que sus pulmones se desgarraron y sus costillas se habían roto. Emitió algunos guturales sonidos de asfixia. El dueño de la espada era uno de los hombres enmascarados. Antes de que el cuerpo de la condesa tocará el suelo, salté hacia adelante y le grité a Cain:

ー¡Atrápalos!

La condesa ya estaba silenciada. Y solo podríamos conocer al autor intelectual si atrapábamos a esos malditos enmascarados. Caín corrió detrás de ellos, pero ya había una brecha significativa. Examiné las heridas de la condesa. La sangre en el suelo comenzó a secarse, manchó mis manos y el dobladillo de mi vestido.

ーEs como se esperaba, ¿eh?

Su corazón seguía latiendo, pero moriría porque sus pulmones estaban destrozados. El sumo sacerdote podría revitalizar sus órganos dañados, pero yo era un caballero sagrado que solo podía curar mis propias heridas, no las de los demás. No podía obtener información de ella en ese estado, lo único que podía hacer era ayudarla a tener una muerte rápida, pero no era tan amable.

Era clérigo, pero no una santa, no tenía la bondad para perdonarla. Quizás me vea como una persona de corazón frío, pero no sentía una pizca de lástima por esa mujer. Para mí, Silla era mucho más lamentable, ni siquiera sabía la razón por la qué su vida era tan miserable mientras moría lentamente en soledad y desprecio. Al final, la condesa respiró por última vez después de sufrir durante mucho tiempo.

ーS-Señorita… la condesa… ーmurmuró Daren .

ーMurió ーconfirmé sus sospechas y me puse de pie.

ーE-eso…

ー¡No te quedes ahí parado, ve con sir Cain Silac! ¿No viste que esos bastardos enmascarados son los asesinos? ¡Haz tu trabajo como capitán de la guardia!

ー¡Aaah, sí!

Daren se apresuró a tomar a sus hombres y corrió hacia la dirección donde Caín había desaparecido. Era inutil su intervención, pero estando ahí eran una molestia. Los sirvientes restantes murmuraban entre sí sin saber qué hacer.

¿Debería esperar al Escuadrón de Tareas Especiales o buscar el paradero del conde?

ーSofía, ¿estás bien?

Estaba desplomada en el suelo, aturdida, instintivamente asintió con la cabeza.

ーSí, sí… estoy bien. Uh, la señora… realmente…

ーElla está muerta. Era una herida fatal y no había forma de salvarla.

ーYa veo…

La tez de Sofía no se veía bien a pesar de que maldijo a la condesa a sus espaldas. No podías sentirte feliz cuando alguien que conoces ha muerto, incluso si era tu enemigo. En ese momento, escuché el sonido de los cascos de los caballos. El Escuadrón de Tareas Especiales llegó a tiempo. Me paré frente al cadáver de la condesa y miré hacia el escuadrón. Había algunas caras nuevas.

La primera persona en bajar del caballo fue el capitán Jullius, fue directo a mí y me atrajo hacia su abrazo.

¿Eh?

ー¡Ira!

¿Por qué llamó a Ira? ¿Qué hacía la jefa de la cocina allí?

ー¿Estás lastimada? ーme preguntó Ira una vez que se bajó del caballo, mientras entras abría su gran bolso bandolera. Negué con la cabeza mientras el capitán Jullius me abrazaba.

ーNo, esta es la condesa…

ーSolo finge que estás herida, ¿de acuerdo? ーSacó un vendaje de la bolsa y envolvió mi brazo con gran pericia

ー¿No eres la jefa de cocina?

ーTambién soy farmacéutica. Tengo una licencia médica. Después de todo, hay muchas similitudes entre la cocina y los productos farmacéuticos, ¿verdad?

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