—Haz lo que quieras.
Hua Cui se regresó y se fue, dejando solo estas cuatro palabras. Hua Jin lentamente sintió su cuello, con una sonrisa sanguinaria, déjame devolver el favor.
El cielo se oscureció y Hua Jin dejó el jardín de Hua Cui. Al salir, había alguien que de repente le agarró la mano.
Mientras giraba su cuerpo, la luz de su daga brillaba, presionando sobre la persona desconocida, a solo un pelo lejos de su cuello.
Hua Que rápidamente soltó su mano y su cuerpo se puso rígido, sonriendo irónicamente.
—Hermana, por favor perdóname.
Disolviendo su intento de matar, Hua Jin se sacudió las mangas antes de continuar su camino hacia el pabellón oeste.
Hua Que la persiguió y continuó.
—Esperé especialmente por ti aquí durante todo un día, tal vez puedas expresar algo de gratitud.
Hua Jin lo miró desde la esquina de su ojo.
—Doy las gracias a toda su familia.
—Eres muy bienvenida —Hua Que estaba tratando de contener su risa— Hua Jin Lan, ¿estoy muy curioso de cómo se las arregló para escapar de las garras de la abuela?
Hua Jin dejó de caminar, bajo la débil luz se pudo ver que ella estaba sonriendo y estaba planeando algo.
—Hmm, si de repente trajeras el vino Hua Diao, de alguna manera me interesaría hablar.
—¡Sencillo!
Hua Jin regreso al pabellón oeste para ponerse un traje masculino y agarrar un abanico. Ella usó una cinta blanca y la ató muy alto detrás de su cabeza, colgando el pelo recogido en un paquete como una cascada recta. Llevaba un traje blanco como la nieve y emparejándola con unos zapatos verdes de jade. Doblando sus mangas hizo que su aspecto se viera 30% elegante y 70% desenfrenado.
Fue ese aspecto que hizo que Hua Que mirara fijamente a Hua Jin. ¿Quién habría sabido que la hija mayor de los Hua, quien arruinó la reputación de la familia, podría verse tan elegante cuando se viste de hombre?
Extendiendo su abanico delante de sus ojos Hua Jin le dijo.
—Vamos.
Hua Jin miraba a su alrededor, al bullicioso y concurrido mercado, antes de repentinamente girarse.
—Hua Que Qi, dame varios taels de plata
Hua Que estaba confundido, sin embargo, todavía le dio algunos taels. Hua Jin fue a una pequeña tienda y cambió los taels de plata en monedas de cobre y en un abrir y cerrar de ojos se desvaneció entre la multitud.
Hua Que estaba asombrado, pero al mismo tiempo estaba especulando en silencio lo que Hua Jin estaba planeando. Girado su cabeza se asustó, ¡Hua Jin apareció de la nada!
Notando que las monedas de cobre en sus manos se habían ido, no pudo evitar ser curioso.
—¿Qué hiciste?
—Todo se puede resumir en una sola palabra: Secreto —Hua Jin saco su abanico y sonrió— ¡Continuemos, los vinos en la Torre Lin Long nos esperan!
El lugar del placer había estado siempre lleno, las mangas revoloteaban el aire y las voces adorables resonaban en los pasillos. Muchos hombres eran seducidos por las danzas y las canciones, ni siquiera Hua Jin podía resistirse.
—Señor, está aquí.
Su Huan, cuyo rostro estaba escondido detrás de una delgada tela, dio la bienvenida a los dos y los condujo a la habitación de “Nieve”.
La esbelta mano blanca derramó el vino caliente en las copas, Su Huan miró gentilmente a Hua Jin.
—Señor, ¿qué te gustaría escuchar?
Hua Jin levantó la mano y sonrió.
—Siéntate y únete a mí en un trago.
Hua Que no sabe sobre la relación entre Hua Jin y Su Huan y fue ligeramente infeliz. Hizo un puchero mientras repetía el tema anterior.
—La abuela nunca ha dejado que nadie que haya dañado la reputación de la familia de Hua desaparezca. El día antes de ayer, mataste a un miembro de la Familia Rong e incluso después de un día entero, logras salir viva.
Hua Jin lo miró fríamente.
—Lo que hice no fue suficiente.
Hua Que entrecerró los ojos y sonrió,
—Sólo espera, los Huas no descansarán tranquilamente.
En su bello rostro, surgió una sonrisa siniestra…