Felicidades Emperatriz – Capítulo 54: Situación ideal


Después de beber tanto la noche anterior, Hua Que se despertó a la mañana siguiente con uno de sus tiritando sin parar. En su camino de vuelta desde el baño, escuchó a dos sirvientas que chismeaban cuando pasaba junto al jardín.

—He oído que un alto monje la Ciudad Occidental vino ayer, ¡y él dijo que había mala suerte en nuestra familia Hua!

—¿El monje del templo Qing Quan no dijo lo mismo cuando la señora fue a ofrecer incienso? ¡Es la Joven Ama Hua Jin!

*Shush*

—¡Más bajo!

—La última vez, justo después de que la señora terminó de ofrecer incienso, la Mansión del Príncipe Errante perdió una de sus concubinas. Hoy, he oído que la Emperatriz se fue al templo Xiang Guo para sacar un palo de fortuna y no sólo sacó un palo de “gran maldición”, ¡sino que casi se cayó cuando estaba a punto de salir de las puertas del templo!

—¡Parece que esto es cierto!

Otro sirviente se unió a la conversación.

—Olvídate de eso, adivina lo que escuché antes cuando estaba en las calles comprando comestibles.

—¡Date prisa y dinos ya!

—¡Ese mismo monje de la Ciudad Occidental dijo que nuestra señorita Hua Wan Yu está destinada a ser la Emperatriz!

—¡Deja de decir tonterías! ¿¡Quieres morir!?

—¡No estoy chorreando tonterías, esto se está diciendo en toda la ciudad!

—¿Crees que contratamos a la gente para que hable y chismee?

Hua Fei vestido de púrpura, de repente apareció y expulsó a la multitud.

Hua Que sonrió, con la intención de irse. Sin embargo, fue detenido por Hua Fei.

—Hua Que, ¿estabas con Hua Jin en la Torre Ling Long anoche?

Hua Que  se echó a reír.

—La red de información del hermano mayor es efectivamente eficiente.

Hua Fei  frunció las cejas, como si estuviera algo enojado.

—¿Has olvidado las palabras de Madre?

La expresión sonriente de Hua Que permaneció sin cambios, sin embargo, bajó ligeramente la mirada.

—Por supuesto que no lo olvidé, hermano. Sin embargo, ¿no crees que la actual Hua Jin es muy interesante?

Hua Fei solamente dijo una frase.

—Los Huas son incapaces de tolerar a la gente como ella…

—Sé lo que estoy haciendo.

Hua Fei abrió la boca, pero no salió ninguna palabra.

Naturalmente, Hua Que se dirigió hacia la parte occidental de la mansión. El sol acababa de levantarse. Jiao Yue y Chu Yun habían traído una mesa y sillas al patio, para permitir que Hua Jin tomara el sol.

Esta vez Hua Jin llevaba ropa de mujer. La ropa era tan negra como la tinta y era fácil de mover. Su pelo no estaba atado sino que estaba colgando detrás de ella.

—¿Por qué negro? —Preguntó Hua Que.

Hua Jin lo miró antes de volverse y sentarse. Recibió una taza de té de Jiao Yue y tomó un sorbo antes de responderle.

—Es para que no veas nada si la sangre me salpica.

—Interesante —Hua Que agarró una silla y se sentó en frente de ella— ¿Por qué no usar sólo el rojo?

—¿Por qué podría estar vestida de negro?

En otras palabras, no habría necesidad de ponerse a propósito algo negro si le gustaba el color rojo.

Hua Que hizo una pausa antes de cambiar de tema.

—¿Qué hiciste con las monedas de cobre ayer?

Hua Jin frunció el ceño.

—No tienes nada que hacer, ¿verdad?

—Los rumores sobre las dos hijas de la familia Hua se han estado extendiendo a lo largo de Ciudad Gloria. Una de ellos es de mala suerte, la otra es un ave fénix —Hua Que respondió— ¿Cómo lograste hacer todo esto? ¿Y con esa pequeña cantidad de dinero?

—Mendigos.

El ejército más fuerte de chismes de la historia.

Hua Jin le sonrió antes de levantarse de inmediato y dando un movimiento con su brazo dio una señal.

—¡Jiao Yue, Chu Yun! Empaquen, nos dirigimos a la Mansión del Príncipe Heredero para ver las flores.

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