¡¡Gotas~!! La historia de la Princesa de la Fragancia~ – Acto 28: El engañador y el engañado (1)

Traducido por Ichigo

Editado por YukiroSaori


Después de terminar su comida, Cordelia volvió a su habitación para prepararse para ir a la mansión Alcott.

En menos de media hora, salió de la mansión con Emina y se dirigió allí.

Cyrus le entregó el diario carmesí antes de que se fuera. Por supuesto, era una grosería leer los diarios de otros, así que reprimió su curiosidad y lo envolvió en un paño cubierto con una cinta. Estaba segura de que esto impediría que ella “viera el contenido cuando se cayera”. Eso era importante. Podía parecer absurdo, pero quería eliminar cualquier posibilidad de que eso ocurriera.

La niña sostenía con firmeza el diario mientras estaba sentada en el vagón y notó una mirada de frente.

—¿Qué pasa, Emina?

—Señorita. Si ocurre algo, por favor, prioriza tu seguridad ante todo.

—Es raro que digas algo así Emina.

—Siento si te he ofendido.

—No lo has hecho. Lo dices porque estás preocupada por mí, ¿verdad?

Cordelia se limitó a decir lo que sentía, pero pensó que su forma de hablar podría haber sido percibida como que estaba hablando con desprecio a ella, así que se explicó rápido. Pero, en efecto, era raro. Emina no era el tipo de persona que hablaba de manera libre.

—¿Estás preocupada por algo?

—No. Pero no tengo un buen presentimiento sobre esto.

—Sí. No creo que nos espere nada bueno.

Al menos, no se conseguiría el resultado deseado si se tratara de un caso de fraude. Sin embargo, nunca pensó que su mucama le diría algo tan obvio, ya que la había visto crecer.

¿Ha oído algo de mi hermano…?

Si Cyrus, el anfitrión de Christina, había dado órdenes a Emina, entonces no sería extraño que recibiera instrucciones de él. También había advertido vagamente a Cordelia sobre el asunto, pero no le dio ninguna información de forma directa. Ella supuso que él también había hecho lo mismo con la doncella.

—De acuerdo. Gracias, Emina.

Ella solo estaba de espectadora, él debería haberle explicado lo que podía a Emina.

Si Emina sabe algo, entonces me dará algún tipo de señal. Mi trabajo es no perderla.

Cordelia decidió que prestaría más atención. Pero, al mismo tiempo, también reflexionó sobre el hecho de haberla metido en aquel lío.

Tengo que hacer todo lo posible para agradecerle.

Me da pena que aún no se haya tomado sus vacaciones para el Festival de la Fundación, y que ahora se vea involucrada en algo que requiere precaución.

El carruaje se detuvo poco a poco mientras la niña pensaba eso. Habían llegado a la mansión Alcott.

♦ ♦ ♦

Cordelia y Emina bajaron del carruaje y fueron guiadas al salón por un criado.

—Buenos días, cuñada.

—Buenos días, señorita Cordelia y Emina.

Christina apareció poco después de ellas y su criada la siguió.

Su doncella empujaba un carrito con té y tartas de queso del tamaño de un bocado.

Puedo comer algunas calorías si vamos a caminar más tarde… Las tartas no son tan grandes… Si hago un poco de ejercicio al llegar a casa, entonces estará bien.

Ya había comido bastante en el desayuno, pero no podía negarse porque las tartas de queso eran pequeñas y Chrstina también la instó a comer con una voz encantadora: “Por favor, toma algunas”. Se metió las tartas de queso en la boca y el rico sabor a queso y frambuesa estalló en su boca. Estaba de excelente humor.

—¿Te gusta?

—Sí, es muy delicioso.

—Me alegro.

Christina se rió alegre.

—Voy a repasar los planes para hoy de nuevo… Hay otra tienda que quiero visitar aparte de las tiendas de las que te hablé ayer.

—¿Otra tienda?

—Sí. No tenemos tiempo que perder pero…

—Por supuesto, no tengo problemas con esto si quieres ir. ¿Qué tienda querías visitar?

Era probable que Christina no se excedería con su petición, pero Cordelia no tenía ni idea de dónde quería ir y ladeó la cabeza con curiosidad.

—Los dulces de ayer estaban muy deliciosos, así que también quiero darle algunos al joven Cyrus… A él también le gustan los dulces, así que si se olvidara del trabajo por una hora, entonces…

—¿Eh? ¿A mi hermano le gustan los dulces?

—Vaya, los come mucho, ¿verdad?

—¿Eh? Sí, así es.

Nunca lo había visto comer.

Cordelia se tragó esas palabras y asintió con vaguedad. No es extraño que le gusten los dulces… pensó, mientras se inquietaba.

Christina se volvió tímida.

—Me alegro. Siempre me regala chocolates cada vez que nos encontramos. Oh… Pero puede que esté acostumbrado a los dulces de la Capital Real porque los come siempre. Puede que no esté contento con los dulces de estos lados.

—No tienes que preocuparte por eso. Aunque esté acostumbrado a comerlos, lo hace porque le gustan. No se sentirá decepcionado —añadió Cordelia, aunque nunca había visto a Cyrus comer chocolate.

Quizás… Los compra para regalárselos a mi cuñada…

Quiso decir, pero no pudo.

Mientras Christina hablaba con cariño de su amado, un tercero no debía entrometerse. Pero quería que ambos se dieran cuenta de lo que sentían el uno por el otro. Se contuvo.

No se comunican lo suficiente.

Para solucionar esto, Cordelia hizo que Cyrus escribiera un diario de intercambio. Colocó la tela sobre sus rodillas y desató la cinta para sacar el diario de color carmesí intenso.

—Cuñada. Esto me lo dio mi hermano.

—¿Del joven Cyrus?

—Sí. Es una carta, pero está escrita en forma de diario para que tengas un registro de tu correspondencia, como que lo obligué a escribirla. ¿Quieres echarle un vistazo?

—Diario…

Christina recibió el diario de las manos de Cordelia y lo miró con asombro. Luego, volvió a murmurar.

—Es un diario.

—Si no te importa… puedes escribir en él después. ¿Podrías escribir tu respuesta en la siguiente página?

—Claro, por supuesto, lo haré.

—¿Qué pasa?

No me sorprende que la señorita Christina esté desconcertada, pensó mientras sonreía y preguntaba. No quería presionarla al mostrarse ansiosa.

Sin embargo, la respuesta de ella fue un poco más diferente de lo que había imaginado.

—El joven Cyrus me envía una carta cuando cambian las estaciones, así que me sorprendió un poco.

—¿De verdad?

—Sí, siempre recibo una postal suya. Las postales son bonitas, pero si escribe aquí, puede que escriba más de lo habitual.

Christina entrecerró los ojos y dijo eso, y Cordelia se sintió aliviada. Ella, que estaba acariciando con suavidad la cubierta, parecía un poco nerviosa.

La niña sonrió.

—¿Quieres leerlo ahora…?

—¿Eh?

—Todavía nos queda un poco de tiempo antes de que abran las tiendas. También quiero disfrutar de mi té.

—Entonces… solo leeré un poco.

Christina se sorprendió por la sugerencia de Cordelia, pero de inmediato puso la mano en la portada. Leyó poco a poco las palabras, y su cara se fue poniendo roja.

¿Qué has escrito, hermano…?

Sentía curiosidad por lo que estaba escrito en el diario, pero no podía burlarse de Christina al respecto, así que se bebió su té. La respuesta de la joven al diario era más bonita de lo que podía imaginar y pensó:

Si pudiera actuar así… De forma tan inocente, pero si yo hiciera lo mismo, seguro parecería que me estoy esforzando demasiado. Creo que solo algunas personas pueden lograr esa reacción.

Sin embargo, cuando de repente cambió su mirada, Emina pareció alegrarse.

—¿Qué pasa? Emina.

—Nada… Lo siento, pero pensé que ustedes dos eran iguales.

—¿De qué estás hablando?

Ladeó la cabeza con curiosidad, y Christina miró a Emina.

—Cuando lees tus cartas señorita Cordelia, también usas tu dedo para trazar las palabras como la señorita Christina. Ustedes dos también se parecen cuando leen las cartas de forma tan alegre.

Se sorprendió.

Pero ahora que lo pienso, de verdad tengo esa costumbre. Las cartas de la señorita Hazel son en su mayoría citas y contienen pocas palabras, así que no tengo que hacer eso, pero es cierto que lo hago cuando leo las cartas del joven Gille. Y no está mal decir que disfruto leyéndolas.

¡Pero estoy segura de que no desprendo el aura de “una doncella enamorada” como lo hace mi cuñada…!

Tenía miedo de decirlo en voz alta, pero fue un gran malentendido. Creo que nunca había mostrado una sonrisa tan inocente mientras leía. No, puede que no haya un significado profundo detrás de las palabras de Emina.

—Señorita Cordelia, ¿también te gustan las cartas?

—Sí. Tengo una amiga con la que no puedo quedar, así que nos comunicamos a través de cartas.

—Así que por eso le recomendaste esto al joven Cyrus. Muchas gracias.

Christina, que no se había dado cuenta de que Cordelia estaba entrando en pánico, sonrió y la niña se estremeció un poco en respuesta.

Sin embargo, la conversación terminó ahí.

—Vaya, ya casi es hora de irse.

Cordelia coincidió con Christina, que había mirado el reloj. Gracias a Dios, pensó. Por otro lado, su cuñada parecía arrepentirse un poco mientras se llevaba el diario a su habitación.

Cuando volvió, sonrió.

—Siento haberte hecho esperar.

—Está bien, ¿nos vamos?

—Sí. Escribiré mi respuesta cuando volvamos.

—El diario no va a ninguna parte.

Cordeila bromeó un poco, y Chrstina se rió.

—Cuando estoy contigo, no sé cuál de las dos es mayor.

—Vaya, es obvio si te miras en el espejo, ¿verdad? Estoy orgullosa de tener a la señorita Christina como cuñada —dijo Cordelia, y la cara de la otra joven volvió a ponerse roja.

♦ ♦ ♦

Luego, visitaron dos tiendas al mediodía.

La primera tienda era preciosa. El dueño había estudiado en el extranjero y adaptaba de manera activa nuevos estilos en su tienda. La segunda era muy tradicional y estaba vinculada al museo de la ropa de al lado. Christina estaba muy interesada en el museo de la ropa, pero se marcharon después de que dijera que volvería a visitarlo.

Además, como habían confirmado antes, las dos tiendas no vendían seda flora y no encontraron nada sospechoso en ellas.

Almorzaron y se dirigieron a la última tienda cuando Cordelia escuchó una voz inesperada.

—¿Eh? ¿No son ustedes las jóvenes de ayer?

Cuando la niña se dio la vuelta, vio al hombre de la tienda, que vendía seda de flora falsa, de ayer. Se acercó a Christina y continuó hablando con un gran gesto.

—¡Qué casualidad! El tiempo es perfecto hoy, así que es perfecto para salir.

—Sí, lo es.

Cordelia dio medio paso atrás en respuesta a su compañera. Su cara decía que no quería encontrarse con él si era posible. Su cuñada también parecía pensar lo mismo, y lucía un poco indecisa. Sin embargo, el hombre no pareció notarlo.

El sujeto se interesó por la tienda en la que ambas estaban a punto de entrar.

—¿Vas a visitar esta tienda hoy…?

—Sí. Papá me permitió comprar un vestido bien confeccionado, pero quería que visitara varias tiendas antes de decidirme.

—Si quieres un vestido bonito y barato, entonces tienes que hacértelo en mi tienda. Mira, por el precio de un vestido en otra tienda, también podría hacer el vestido de tu hermana.

El hombre no se detuvo a pesar de que Christina lo había evadido bien.

Estamos frente a otra tienda, ¿sabes?

Quería decirle que se detuviera, pero si era demasiado brusca, podría entorpecer futuras investigaciones.

Ojalá pensara en dónde está.

Cordelia contuvo un suspiro y tiró de la manga de Christina mientras ladeaba un poco la cabeza.

—Cuñada, no deberíamos hablar de negocios en la calle, ¿verdad?

—Sí, tienes razón.

Cordelia actuó un poco infantil, y Christina se dio cuenta de su intención. El hombre se sobresaltó.

—Ah, sí. Lo siento. Entonces, por favor, venga a nuestra tienda de nuevo. El mayorista vendrá hoy.

—¿Mayorista?

Ambas se sorprendieron por esa palabra.

—¿Van a hablar de la nueva tela…?

—Sí, lo haremos. Si se deciden ahora mismo, ¿podrán conseguir seda especial de flora?

Cordelia también se dirigió al hombre que rebosaba confianza.

—Mi cuñada habla del color, es difícil decidir sin verla.

—Entonces, ¿quieres ir a verlas? No puede decidir el color sin verla, ¿verdad?

Cordelia miró a Christina.

Merece la pena ir. Si se da el caso, entonces podemos irnos diciendo que no te gusta el color, así que tenemos que ir.

—Entonces… iré a verlo —dijo Christina con suavidad, y Cordelia asintió cuando la miró.

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