¡¡Gotas~!! La historia de la Princesa de la Fragancia~ – Epílogo: Intercambiar palabras (1)

Traducido por Ichigo

Editado por YukiroSaori


[POV Gille]

El viento que entraba por la ventana un poco abierta era suave y agradable. El tiempo soleado de seguro está calmando los corazones de la gente que vive en la ciudad.

Se oye un golpe en la puerta.

Este sonido es de seguro Vernoux.

—Entra.

—Hola, Gille. ¿Qué estás leyendo?

—Hola, Vernoux. Estoy leyendo el acta que me prestó papá.

—Oh, ¿el asunto de ayer? También me enteré un poco por mi padre. Están planeando organizar parte del distrito norte en la capital real, ¿verdad?

—Sí. Añaden un montón de edificios ilegales en ese distrito, y es difícil para la gente andar por ahí. También hay muchas peleas allí.

—De seguro también discutirán para solucionarlo, pero eso es inevitable.

El lugar en cuestión tiende a dar prioridad a las costumbres sobre las leyes, por lo que las decisiones del Congreso también provocarán reacciones. Sin embargo, el Congreso no está tomando esta decisión por su cuenta. Están mejorando la zona porque los residentes locales se han quejado. Por supuesto, lo ideal sería que hubiera una solución que satisfaciera a todo el mundo, pero ni siquiera Dios sería capaz de encontrar esa solución.

—Es inútil, pero quiero reducir el número de insatisfechos… pero esto es lo máximo que puedo hacer.

Las personas que viven bajo la ley no deben sufrir desventajas.

¿Qué está bien y qué está mal?

Aunque haya un congreso, algún día tomaré la decisión final. Vuelvo a sentir que mis ideas influyen en la vida de la gente, incluso desde un trozo de papel.

—Mi padre es increíble.

—Su Majestad te pide que lo observes. Quiere que estudies de él mientras puedas.

—Así es. Mi padre siempre está pensando en mi bienestar para que no tenga problemas en el futuro. Si puedo estar a la altura de sus expectativas… No, tengo que estar a la altura.

—No tienes que corregirte. Esa parte de ti es de verdad diligente.

Vernoux se sentó en el sofá donde suele sentarse. Ese sofá es como su asiento reservado, así que siempre le pongo caramelos allí. Hoy he puesto allí cáscaras de naranja de botella. A mí me gusta comer las cosas tal y como son, pero para Vernoux, al que le encantan los dulces, he colocado allí unas cáscaras de naranja recubiertas de chocolate. Vernoux sabía que eran para él, así que abrió la tapa sin esperar mi permiso.

—Me sorprendió que Su Majestad se presentara de repente en la sala de estudio por la mañana y te llamara… Así que era para darte ese registro de los procedimientos.

—Sí, no, eso fue diferente. Recibí esto en el desayuno.

—¿De verdad? Entonces, ¿qué quería?

Vernoux preguntó mientras comía la cáscara de naranja. Sus acciones no son encomiables como hijo de un marqués… pero se trata de Vernoux, así que no se puede evitar ahora.

—Eso… no es gran cosa.

—De manera sorprendente, estás dudando. ¿Se trata de un matrimonio concertado?

—Sabes, no me pongas en tu lugar.

—Oye. Tanto tú como Dilly. ¿Qué clase de persona creen que soy?

—Estoy bromeando.

Creo que Vernoux estaba bromeando, pero no me hace gracia, así que quiero que pare.

Pero por fortuna, eso no fue lo que me informó mi padre.

—Mi padre me dijo que hiciera un mejor trabajo al escabullirme.

—¿Su Majestad lo hizo?

—Mi padre aprueba en silencio que vaya a casa de la maestra, ¿verdad? Pero, eso es solo una aprobación silenciosa. Clay se quejó de que desaparezco rápido cada vez que tengo tiempo libre.

—Ah… ¿No está bien? Haces lo que tienes que hacer, así que puedes pasar tu tiempo libre como quieras.

—Es tan obstinado como siempre.

Vernoux frunció el ceño, pero no es que no pueda entender los sentimientos de Clay. Solo le preocupa que se convierta en un incidente grave si me ocurre algo mientras estoy fuera. El hecho de que mi padre me diera su aprobación en silencio en lugar de darme permiso cuando le hablé de ello es una prueba de los riesgos.

—Cuando Su Majestad era joven, se escabullía a escondidas del castillo, ¿no es así?

—Por supuesto, pero eso no es de dominio público. No creo que Clay lo sepa.

La única razón por la que Vernoux lo sabe es porque su padre, el marqués Leonard Flantheim, se escabullía con mi padre. No, a diferencia de mí, he oído que mi padre no quería salir, pero el marqués le obligó: “¡Te asfixiarás si no sales! Tampoco tendrás un encuentro predestinado!” Según mi papá.

—¿De qué te ríes…?

—No, no es nada.

Estoy seguro de que Vernoux seguirá siendo como es, no importa la edad que tenga.

Es un poco difícil pensar en tal cosa. Porque, al parecer, es espeluznante.

—¿Hmm? Bueno, es difícil para usted, Su Alteza. Buen trabajo.

Vernoux dio por terminada la conversación como si fuera un problema ajeno y extendió la mano para tomar su segunda cáscara de naranja.

—Bueno, si no quieres dejar de escabullirte, lo único que puedes hacer es agradecer el consejo de Su Majestad. No quieres dejar de hacerlo, ¿verdad?

—Sí, en absoluto.

Incluso mi padre me aconsejó para que no tuviera que parar. Por supuesto, me estoy tomando un respiro… pero por fin voy a ir a ver a Dilly, así que de seguro quiero evitar una situación en la que ya no podamos encontrarnos. Sin embargo, es probable que no pueda visitar más el pueblo de Oulu, aunque lo desee. Tengo que aguantar esto.

—En realidad quería ver más.

—Bueno, por supuesto… De todos modos, ¿no te alegras de haber ido a la Aldea Oulu? ¿No es un buen alimento para ti como “Príncipe”?

—Sí.

Para crear un reino donde todos estén en paz.

Entendí a “todos” los que no podía comprender en el papel porque de verdad hablé con ellos. Todo lo que pude hacer por los niños de la aldea de Oulu fue jugar con ellos, pero eso me hizo desear con firmeza crear un reino donde todos pudieran vivir con una sonrisa. No puedo imaginarme las caras de felicidad de la gente si solo me quedara en el castillo.

—Bueno, sí… Pero los niños de allí se sorprenderían si descubrieran que eres el verdadero príncipe. Es decir, no creo que sorpresa sea la palabra adecuada —dijo Vernoux, y yo sonreí con ironía

—Vernoux parece más un “príncipe” para los niños que yo. No se enterarían de la verdad —dije con ligereza, y Vernoux detuvo la mano que buscaba una nueva cáscara de naranja.

—Basta. Se me pone la piel de gallina.

—¿De verdad?

Estoy seguro de que sorprenderían si descubrieran que Vernoux es hijo de un marqués. Creo que Vernoux se parece más a los príncipes y típicos nobles que aparecen en los libros ilustrados.

Sin embargo, Vernoux solo parecía amargado.

—Los príncipes de los libros ilustrados llevan pantalones de calabaza. Que alguien haga algo al respecto. Los pantalones con rayas verticales son solo irreales.

—Aunque me digas eso…

—¿Sabes cómo me siento cuando me dicen que me veo así?

—¿Tanto lo odias?

Me siento mal por Vernoux, pero no puedo compartir sus sentimientos. No odia la posición de príncipe, pero los pantalones de calabaza… No me lo imagino en absoluto. Para empezar, nunca me los he puesto.

—Yo sí.

—Ya veo.

—En absoluto.

Subrayó con firmeza. Nunca imaginé que Vernoux estuviera obsesionado con la moda, pero parece que los pantalones calabaza son insoportables hasta en su imaginación. Descubrí algo nuevo.

—Entonces, ¿no es mejor que estén desnudos?

—Sabes, eso es ir demasiado lejos, ¿verdad?

—Lo siento. Estoy bromeando.

—Es demasiado vulgar para que lo diga un príncipe. ¿Dónde has aprendido algo así?

—Tengo una idea, pero… por ejemplo, de Vernoux y otros.

—Deja tus falsas acusaciones.

No me disculparé a pesar de que Vernoux, que se había echado tres cáscaras de naranja a la boca, protestó.

—Porque odias demasiado a los príncipes.

—Claro que sí. No soy apto para ocupar tu lugar ni aunque saques los pantalones de calabaza.

Parpadeé varias veces.

—Puedo… tomar eso como un cumplido, ¿verdad?

—Puedes interpretarlo como quieras.

La respuesta de Vernoux sonó indiferente, pero no lo negó, así que lo interpretaré como quiera.

—Gracias.

—No he hecho nada por lo que tengas que darme las gracias. Pero bueno… como viste, los niños admiran a los príncipes. Mantente firme y no te desanimes.

—De acuerdo. Haré lo posible para que no digan que los príncipes de los cuentos son mejores.

—Pero no exageres.

Después de comer la cáscara de naranja, Vernoux dio una ligera palmada y se recostó en la silla.

—Puede que seas popular entre los niños, pero Dilly sigue sin saber nada de ti.

—No… Bueno, si pudieras parar ahí.

—¿Qué? Lo he dicho con modestia.

Me pareció que Vernoux parecía un poco optimista pero, después de todo, ¿se preocupaba por mí?

Solo pude sonreír de manera irónica al pensar eso. Pude conocerla y hablar mucho con ella como Gille, y se me dio la oportunidad de contactar con ella sobre la biblioteca móvil como “Sylvester” porque Vernoux había sacado a relucir mi nombre… Dilly reaccionó como yo esperaba que lo hiciera… frunció el ceño un segundo cuando se mencionó mi nombre.

Ella había dicho: “No quiero molestar a Su Alteza…” pero era difícil aceptarlo.

—Aun así, no te desanimes.

—Dilly no se desanima aunque la odien. Ella ya ha dado un ejemplo.

—¿Un ejemplo?

—Mick y Dilly. ¿No has oído que ahora se llevan bien?

Saqué un sobre del cajón porque ella había escrito al respecto y Vernoux suspiró un poco.

—Fue una razón bastante simple… es lo que quiero decir, pero no lo hablé con ella cara a cara. ¿Qué? ¿Así que estás desanimado después de todo? No cambies tus expresiones en tan poco tiempo.

—Haz como si no lo hubieras visto.

—Lo tomaré como que estás creciendo en lugar de estar desanimado.

Vernoux parecía molesto, pero no dijo nada más al respecto. En realidad, más que crecer, me tomaría el hecho de hablar y poder conocer a Dilly como un pequeño paso para lograr mi felicidad… Pero ponerlo en palabras tiene muchos puntos negativos. Sin embargo, no lo dije en voz alta y lo guardé en mi mente. Incluso si Vernoux se retractara de su anterior cumplido, no era nada bueno, y no puedo cambiar la situación si no doy la cara.

—Ah, sí, ¿te has comido la magdalena?

—Sí, lo hice. Tuve que comerla mientras estaba deliciosa porque la hizo Dilly. Aunque es un desperdicio.

—No tienes que preocuparte tanto. Dijo que te haría más si se lo pedías.

—Estoy encantado.

Creo que esta es una de las razones que mejoraron mi depresión.

No pude evitar sorprenderme cuando Vernoux me entregó la magdalena que había hecho Dilly. Porque no podía imaginarme a una noble dama haciendo dulces ella misma.

Pero yo era feliz.

Así que no podía decidirme a comerlo o no, pero poco a poco llegué al punto de pensar que sería una grosería no comerlo mientras estuviera en su punto más delicioso, y lo comí para cenar.

De seguro Dilly no pueda adivinar lo que estoy pensando, pensé mientras me comía la magdalena.

—Pero… quiero pedirle que los haga de nuevo, pero me preocupa un poco pedirlo.

—¿Qué te preocupa? Dilly dijo que estaba bien, así que no tienes que preocuparte de que diga que no, ¿verdad?

—No, no es eso… Me preocupa que pueda hacerse daño mientras hace los dulces…

No quiero que se haga daño porque le haya pedido que haga algo. Estoy seguro de que tiene que usar mantequilla para hacer las magdalenas. Si es así, tendría que usar un cuchillo, o podría quemarse.

Me preocupé y Vernoux me miró sorprendido.

—No tienes que preocuparte tanto. Dilly no es tan torpe. De seguro usa un cuchillo todo el tiempo, y no creo que meta la pata y se haga daño… Oh.

—¿Qué pasa?

—No, bueno, no es nada.

Interrogué a Vernoux, que se había detenido de pronto, y fingió inocencia. Vernoux es bueno ocultando cosas, pero su reacción ahora mismo había sido poco entusiasta. Lejos de sospechar, en cambio, me preocupa. Además, si se trataba de algo relacionado con Dilly, no podía esperar a que respondiera.

—¿Qué estás ocultando?

—Nada… Solo pensé que se había hecho daño el otro día. Es solo un rasguño, y ya está curado. Pero, es raro que Dilly se lastime.

—¿Lastimada? ¿Debo enviar alguna medicina?

Hablé antes de pensar porque había dicho algo sorprendente. Pero, Vernoux negó un poco con la cabeza.

—No, te digo que solo es un rasguño.

—No será bueno si le deja una cicatriz aunque solo sea un rasguño.

—He dicho que ya está curado, ¿no? Y Dilly no quería hablar de ello, así que finge que no lo sabes. Estaré preocupado si se enfada. Por eso dudé en decírtelo —continuó Vernoux, pero no podía olvidar lo que había oído.

—¿Está de verdad bien ahora?

—No es que sea de una casa que no pueda comprar medicinas. Te estás preocupando demasiado. No es un gran problema cuando nos raspamos, ¿verdad? El conde ya lo haría tratar si hubiera sido una lesión grave.

—Eso es cierto, pero…

—Entonces, está decidido. No puedes preguntarle por ello. Ni siquiera me lo contó cuando le pregunté cara a cara.

Como dijo Vernoux, tuve que darle la razón.

Pero, por otro lado, no quería hacerlo.

Vernoux no dijo nada, así que yo tampoco… parecía que ya estaba decidido. Bueno, así es.

Por supuesto, sé que eso no era lo que Vernoux quería decir. Como había dicho, ella no le había dicho nada al respecto a pesar de que le había preguntado cara a cara, así que alguien que no lo había visto no debía señalarlo.

—¿Qué? ¿Hay algo más?

—No, nada…

No había nada malo en lo que había dicho Vernoux. Solo que pensaba que era un poco patético por tener esos pensamientos.

—Pero no voy a perder.

—¿Qué fue eso?

—Nada.

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