¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 40: Como una escena de un cuento de hadas

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Hoy parece tan directo… Eso es inusual, pensó Gia mientras masticaba y disfrutaba de sus enormes bocados de pan, observando a Yulan con interés. Por lo general, Yulan era un ancla firme para los altibajos de Gia. No solía ver a su amigo así, y eso le hizo replantearse un poco las cosas.

Gia aún recordaba el día en que conoció a Yulan.

La monarquía de Sina era todavía nueva, y su población no tenía mucha educación formal, así que a Gia le tocó estudiar en el extranjero. Sus dos hermanos mayores y su padre habían asistido a la academia Tanzanita en el pasado, así que siguió sus pasos. A los doce años, justo después de graduarse en la escuela primaria de Sina, se matriculó en la sección de la escuela media de Julyre y se instaló en la residencia para estudiantes internacionales.

Sus compañeros tardaron un tiempo en caerle bien. En un mar de señoritas y caballeros decentes, su educación relajada le hacía parecer tosco; pero aunque aprendiera a imitar sus modales, el color de su piel seguiría haciéndole destacar. Por suerte, había sido bendecido con dos valiosos rasgos de su país de origen: la perspicacia para darse cuenta de quiénes tenían los mayores problemas con él, y la audacia para que no le importara lo que pensaran.

Aun así, nadie quería hablar con Gia. Sus compañeros se limitaban a observarle desde lejos, hasta que empezó a sentirse como un animal raro en un zoológico. Sabía que podría arreglárselas bien en la escuela, aunque tuviera que aguantar solo y aburrido. No creía que tuviera otra opción.

—¿Se va a comer todo eso? —le preguntó un alumno.

—¿Eh? —gruñó Gia con la boca llena, mientras se giraba para ver una cara desconocida que le miraba. La pregunta era interesada pero neutra, para nada burlona.

Cuando Gia levantó la vista hacia esos ojos dorados y completamente apagados, no sabía que Yulan daría un giro completo a su vida escolar.

Yulan era una cabeza más alta que todos los demás y tenía una sonrisa llena de amabilidad y calidez. Su tamaño podría haberle hecho parecer aterrador, pero con su rostro amable, de alguna manera la mejor palabra para describirlo era “lindo”. El chico alto siempre había llamado la atención en clase, y a Gia le sorprendía que hubiera venido a hablar con él. No obstante, aún más sorprendente fue el hecho de que Gia no pudiera leer su expresión; aquel guapo rostro era totalmente inescrutable.

Al principio, intercambiaron breves comentarios. Después, se saludaron en los pasillos. Pronto empezaron a hablar con regularidad y de forma informal; antes de que se diera cuenta, pasaban la mayor parte del tiempo juntos. Gia solo se dio cuenta de que se habían convertido en mejores amigos cuando otras personas los describieron así.

—Usted y Yulan son íntimos, ¿eh? Eso es sorprendente —le dijo otro alumno.

Yulan era muy querido en clase, así que cuando se hizo amigo de Gia, los demás también empezaron a hablar con él. Empezaron a verlo como un individuo, no solo como un extranjero y un forastero. Nunca tuvo muchos amigos de verdad entre sus compañeros, y muchos de ellos seguían sin aceptarlo, pero eso no importaba. Una vida cómoda y unas cuantas personas con las que hablar era más que suficiente.

Si era sincero, no podía decir que Yulan era su amigo. Eso le parecía pretencioso, como si estuviera dando más importancia a su relación de la que merecía. Sospechaba que Yulan sentía lo mismo.

La expresión normal de Yulan era una sonrisa amable que prácticamente hacía florecer las flores a su alrededor, pero con Gia se exasperaba o resoplaba de risa. Su habitual tono amable era sustituido por declaraciones contundentes o comentarios cortantes. Podían abrirse el uno al otro, permitirse ser un poco groseros o desprejuiciados, y saber que el otro no crearía problemas. Si eso los convertía en mejores amigos, entonces suponía que lo eran.

Pero no significaba nada.

Estaba claro que a Yulan le gustaba tener a Gia cerca, pero no se sentiría triste si lo sacara de su vida. La única persona que realmente le importaba era Violette. Se le notaba en la cara cuando decía su nombre con una voz tan suave como la de alguien que maneja un cristal delicado, cuando su sonrisa se desbordaba de emoción al verla. Solo estallaba de felicidad incontrolable cuando Violette estaba a su lado, y el cuidado con el que la protegía de cualquier cosa negativa, incluso de su propia personalidad, dejaba claro lo mucho que la quería.

Gia sabía que no debía hacer algo estúpido como enamorarse de ella. Yulan la atesoraba tan, tan profundamente. Por lo general, era indiferente a todo, pero su mente y su espíritu se habían transformado por completo gracias a ella.

Tres años después de conocer a Yulan, Gia finalmente habló con ella por primera vez.

Tenía razón al llamarla princesa.

Como príncipe, Gia había visto princesas de muchos otros países, y de todos modos no se preocupaba demasiado por el aspecto; pero incluso él se sorprendió de su belleza. El suave gris de su cabello y sus ojos le daban un aire misterioso. Gia no creía que a Yulan le importaran mucho las apariencias, pero su belleza podría explicar por qué era tan sobreprotector. Después de todo, la atención que atraían las personas hermosas podía ser una bendición o una maldición.

En este momento, los impulsos sobreprotectores de Yulan estaban en pleno apogeo, y la razón era mucho más sencilla de entender.

—¿Está buena? —le preguntó Yulan.

—Oh, sí, deliciosa… Gracias por preguntar —respondió Violette.

No había ni una pizca de negatividad en el rostro de Yulan cuando miraba a Violette; pero cuando giró unos pocos grados, hacia Klaude y Milania, su mirada se convirtió en una fuerte lluvia y un rayo. Gia no podía comprender cómo lo había hecho: la naturaleza bifronte de Yulan era extraña y terrible.

También era interesante.

Yulan era casi siempre imparcial, al menos cuando se trataba de cosas que no involucraban a Violette. Guardaba toda su amabilidad especial para ella, pero con los demás, aunque sonreía y actuaba con amabilidad, se mantenía distante. Gia pensaba que su falsa amabilidad era fría y calculadora, pero estaba en la naturaleza de Yulan ser amable por defecto cuando no le importaba.

Para que Yulan mostrara su descontento tan abiertamente, tenía que haber algo más.

¿Acaso estas nuevas personas, Klaude y Milania, molestaban tanto a Yulan como para atravesar su máscara de cortesía? Basándose en el lenguaje corporal de todos, sospechó que Klaude era el problema.

Durante todo el descanso, Yulan ignoró su propio almuerzo para sonreír ampliamente a Violette. Gia solía comer con Yulan, y él sabía que esto no era normal para él; a este ritmo, tardaría incluso más que Gia en terminar su comida.

Algo debió de pasar entre ellos.

Gia se metió un croissant en la boca y disfrutó de su crujiente textura mientras lo devoraba. La comida aquí era abundante, y este país estaba lleno de maravillosos ingredientes y talento culinario.

Gia estaba seguro de que podría desenterrar la historia entre Yulan y Klaude si investigaba un poco. No podría hacerlo para un plebeyo medio, pero la privacidad no existía para los aristócratas. Algunos creían que un alto rango protegería sus derechos, pero los nobles tenían demasiadas cosas que ocultar y demasiada gente deseosa de descubrirlas. No importaba si el objetivo era un estudiante de secundaria o un bebé recién nacido. El estatus podía protegerlos de algunas de las consecuencias, pero no podía evitar que la gente lo descubriera en primer lugar.

Pero Gia no quería hacer eso. Claro que tenía curiosidad, pero si Yulan no iba a decírselo, no quería saberlo.

Se sintió un poco mal por Klaude, al ser señalado como un enemigo evidente por su difícil amigo. Yulan actuaba con abierta hostilidad hacia él; no le ignoraba, ni le respondía con nada más que cortesía, pero el trasfondo de malicia era evidente.

Aun así, no consideraba que esta ira apenas reprimida fuera una señal de que Klaude hubiera afectado realmente a Yulan. Violette seguía siendo la única persona que podía hacerlo.

—La señorita Vio también lo tiene difícil. Je, je —murmuró Gia.

—¿Hm…? —inquirió Violette.

—¿Qué fue eso? ¿Todo ese pan se te ha metido finalmente en el cerebro? —preguntó Yulan.

—A mi cerebro no le pasa nada, y tú no deberías hablar. Apenas has tocado tu comida —dijo Gia.

—Mi forma de comer es totalmente normal —respondió Yulan, inexpresivo, ignorando la evidencia que tenía delante. Apenas había avanzado en su sándwich, a pesar de que Violette le había advertido varias veces que comiera más rápido. Cada vez que ella lo decía, él se reía.

A Violette también le gustaba cuidar de Yulan, aunque él no siempre se lo permitiera.

Cuando ella sonreía, Yulan prácticamente bailaba de alegría. Klaude se dio cuenta y apartó la mirada con amargura. Yulan lo miró sin comprender antes de devolver su atención a Violette con una sonrisa.

Violette era la única persona que podía llegar al corazón de Yulan.

Espero que no pase nada.

Esperaba que ninguno de ellos, ni su primer amigo, ni esa “princesa” y, si era posible, ni siquiera el príncipe que apenas conocía, saliera herido. Esperaba que entre ellos solo circulara felicidad.

Le deseó bondad a un futuro incierto.

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