¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 41: Tú no mientes

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


El periodo de almuerzo se acercaba a su fin. Todavía no había sonado el timbre, pero la gente ya había terminado de comer y salía de la cafetería o se relajaba y charlaba con sus amigos. Hoy, Violette quería unirse a los que se iban. Podría haberse quedado a charlar si fuera solo Yulan, pero rodeada por Klaude, Milania y Gia también, sintió que no podía quedarse ni un momento más.

Yulan ya había terminado de comer cuando Violette tomó el último sorbo de su té negro.

—¿Terminaste? —preguntó Yulan.

—Sí. Fue muy agradable, tal y como dijiste —respondió ella.

—Qué bien. Entonces, ¿nos vamos? —preguntó él inclinando la cabeza.

—¿Hm…? —Violette asintió, dejando su taza vacía a un lado. Esperaba que le preguntara más sobre el postre que le había recomendado, pero en lugar de eso se levantó de la mesa en ese mismo instante y le tendió una mano para ayudarla a levantarse. Violette no estaba segura de lo que pretendía Yulan, pero su sonrisa se amplió cuando miró a Gia.

—Ya me voy. No llegues tarde.

—¡Mhm! —gruñó Gia, con cara como una ardilla por sus mejillas abultadas. Ya solo le quedaba una montaña de pan, pero Violette no podía imaginar que alguien se lo acabara todo antes de que sonara el timbre de la clase. Le preocupaba que estuviera bien.

No obstante, Yulan no parecía preocupado; la advertencia parecía más una costumbre que una verdadera preocupación. Violette se preguntó si era porque Gia siempre llegaba a tiempo, o si las advertencias nunca servían de nada.

El suave tirón de los dedos de Yulan la sacó de sus pensamientos.

—Discúlpennos —dijo Yulan.

—¡E-Espe…! ¡¿Eh?! ¡Por favor, discúlpennos…! —tartamudeó Violette.

Yulan miró al grupo de la mesa y sus ojos perdieron su habitual suavidad cuando se fijaron en Klaude. Las comisuras de su boca se levantaron en una sonrisa burlona, pero una muñeca podría poner una cara más amable. Con un agarre firme, pero suave, de la mano de Violette, tiró de ella; ella no tuvo más remedio que seguirlo. Apenas pudo hacer una rápida reverencia antes de marcharse. Esperaba haber cumplido con la mínima cortesía.

Yulan se movía con más brío que de costumbre, pero aun así no iba más rápido de lo que Violette podía ir cómodamente. Ella solo podía seguirle, observando cómo se movía su suave cabello, solo conectados por el contacto de sus manos. Si le llamaba para preguntarle a dónde iban, dudaba que él le respondiera; no creía que tuviera un destino en mente.

Finalmente, entró en un pequeño patio con una hermosa fuente de piedra en el centro. Este era más pequeño y estaba más aislado que los más grandes, con sus parterres florecidos, mejor para una conversación privada. Había unas cuantas personas dispersas, que estaban pasando los últimos minutos de su descanso para comer. Yulan condujo a Violette a uno de los bancos, lo suficientemente cerca de la fuente que fluía como para ocultar el sonido de sus voces a cualquiera que pudiera escucharlas. Los dedos de ambos seguían tocándose, y ella se dio cuenta de que la tensión de los hombros de él se había relajado.

—¿Te sientes más tranquilo? —preguntó Violette.

—¿Qué? Estoy bien. No he entrado en pánico ni nada parecido.

—Claro, porque la gente tranquila corre así.

—Ah. Ja, ja, lo siento.

—Esto no es un asunto de risa.

Al oír eso, Yulan pareció decaer, y la sombra de apatía que lo cubría pareció disiparse. Violette sabía que no sentiría remordimientos por su descortesía, pero se disculparía por avergonzarla. Esa parte sí le importaba.

No pensaba obligarle a volver a pedir perdón, pero se devanaba los sesos buscando alguna forma de conseguir que actuara con más moderación. ¿Qué opinarían los espectadores de su relación, de sus rudezas al príncipe, de todo ello? ¿De qué hablarían a sus espaldas? Si Violette daba un paso en falso, ¿toda la culpa caería sobre su cabeza? Cada una de esas preguntas pesaba en su mente.

—Siento haberte involucrado —dijo Yulan.

—Yo soy la que te ha involucrado en primer lugar —dijo Violette con un suspiro. Había visto a Klaude en la cafetería y, en lugar de cederle su mesa, había optado por quedarse allí. Teniendo en cuenta su historia, por supuesto que Yulan elegiría sentarse entre ellos y protegerla. De lo contrario, Yulan nunca se habría acercado a Klaude, o si lo hubiera hecho, probablemente habría actuado al menos con cierto tacto.

Ella estaba sobre hielo fino, y acababa de darse cuenta de lo peligroso que era. Sus acciones pasadas todavía la hacían parecer poco fiable. Había vuelto a tiempo para evitar cometer su peor crimen, pero todavía tenía cosas que arreglar. Ahora que tenía esta segunda oportunidad, no quería arrastrar a Yulan o a Klaude a sus problemas. Debía llevar esta carga sola y expiarla en secreto.

—No pongas esa cara —le dijo a Yulan, frunciendo el ceño—. No te disculpes conmigo, deberías decírselo al príncipe Klaude, ¿no?

—No me arrepiento de nada en ese sentido —dijo Yulan.

—Aunque sea cierto, no lo digas en voz alta. —Violette dejó escapar un profundo suspiro que agotó todas las fuerzas que le quedaban. No quería involucrarse en el conflicto entre Klaude y Yulan; no estaba en condiciones de dar lecciones a ninguno de los dos para que se llevaran bien. Sin embargo, era obvio que su relación estaba peor que nunca. Yulan nunca fue del tipo que le gustaba meterse en peleas, por lo que resultaba extraño que siempre le enseñaba los colmillos a Klaude. Se preguntó qué había pasado entre ellos que ella no supiera.

Violette guardó silencio.

—¿Qué pasa? —preguntó Yulan.

—No, estoy bien…

Ella quería preguntarle al respecto, pero probablemente Yulan no le diría la verdad. Por lo general, era sincero con ella, pero se volvía terco cuando se trataba de Klaude.

Dudaba que pudiera ayudar, aunque lo supiera.

—No hagas nada precipitado, ¿vale? —dijo Violette.

—Gracias —respondió Yulan. Le dedicó una amplia sonrisa, que no llegó a alcanzar sus ojos, y no asintió a su consejo.

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