¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 42: Completamente vacío

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


¿Qué hacían los estudiantes cuando terminaban sus clases?

Algunos se iban a casa de inmediato, otros daban un paseo, y la mayoría se ocupaba de los asuntos fuera del horario de la academia. Si tenían planes, se quedaban fuera, o se iban a casa si no los tenían. Pero ¿la renuencia a ir a casa podía contar como un plan? Violette no tenía amigos con los que salir. Yulan probablemente se quedaría con ella si se lo pidiera, pero se sentiría mal quitándole tiempo solo porque no quería ir a casa.

Así que, al final, se apegó a su rutina habitual: dejar la clase sola, elegir un lugar con la menor cantidad de gente posible y esperar. Pensó en matar el tiempo en la biblioteca o en la cafetería, pero los demás probablemente tendrían la misma idea, y ella quería estar sola.

—Una hora, supongo —murmuró Violette para sí misma.

Podía oír las voces libres de la gente haciendo lo que les apetecía en algún sitio cercano, pero no había nadie a la vista. El verdor de este patio era hermoso, pero la falta de cualquier otro color lo hacía parecer un poco solitario. Tal vez era solo ella.

La academia daba a sus estudiantes bastante libertad, pero eso no significaba que tuvieran rienda suelta en el campus. A menos que formaran parte del consejo estudiantil o tuvieran algún otro asunto que tratar en la escuela, se esperaba que volvieran a casa al final del día. Violette solo podía quedarse una hora antes de tener que volver a casa, hasta que el cielo empezara a cambiar de color. Abrió el libro que había traído de casa; probablemente lo terminaría hoy.

¿Qué hago ahora? Podría salir, pero creo que solo causaría más problemas.

En su día de salida con Yulan, se había sentido libre para hacer lo que quisiera, pero ahora que tenía tiempo para pensarlo bien, se dio cuenta de que dedicar su tiempo a salir le causaría más problemas de los que pensaba.

Si volvía a desviarse después de la academia, el chófer podría decirle a su padre adónde había ido. Auld le había dejado claro que estaba en deuda con Maryjun por haber rechazado su invitación, y ella sabía que él esperaría que se lo devolviera con intereses. Si Maryjun quería algo, después de todo, su padre pisotearía el corazón de Violette sin pensarlo para dárselo.

Violette no podía negar que le dolía.

Robar este tiempo extra en la academia era su compromiso, pero la academia no tenía mucho que la inspirara o deleitara. Ya llevaba cuatro años aquí. Aunque los edificios cambiaran de vez en cuando, aunque las aulas en las que aprendía cambiaran de año en año, siempre era lo mismo.

—Estoy más vacía de lo que pensaba…

Al decir las palabras, se dio cuenta de lo ciertas que eran. Probablemente, era una exageración llamar a esto una nueva faceta de sí misma; después de todo, apenas había algo en ella. En el pasado, nunca se había preocupado mucho por la introspección. Había permitido que sus padres dictaran toda su vida, y eso la llevó al límite. Pero ahora que se había quitado toda esa presión, se había quedado como una cáscara vacía.

Esto es horrible…

La epifanía se hundió en lo más profundo de su corazón y se alojó allí.

Había pensado que si escapaba de su casa, podría volar a cualquier parte, pero no era cierto. La libertad era una responsabilidad, y cada elección que hiciera tendría consecuencias. En ese momento, sintió todo el peso de lo difícil que sería.

—¿Señorita Violette…? —llamó alguien.

Ella se sobresaltó, sorprendida. Su revelación la había dejado congelada hasta que esa voz la devolvió a la realidad; levantó el rostro para ver a Klaude de pie, sosteniendo una pila de papeles. Su lugar tranquilo estaba cerca de la sala del consejo estudiantil; generalmente estaba abandonado a esa hora del día, ya que nadie quería perturbar el trabajo del consejo, en especial del príncipe, quien era presidente del consejo estudiantil.

Klaude se sorprendió claramente al verla; no había parecido que tuviera intención de llamarla en absoluto, sino que dejó caer su nombre sin contemplaciones cuando la vio allí. Pero ahora que se habían dado cuenta y Klaude había hablado, no podía marcharse sin más.

—¿Aún no se ha ido a casa? —preguntó.

—Um, bueno…

No podía decirle que estaba evitando su casa, pero tampoco quería salir con una mentira. Él debió percibir algo por la forma en que ella se calló y desvió la mirada, así que no presionó más.

—Príncipe Klaude, ¿está haciendo un trabajo para el consejo estudiantil? —preguntó Violette.

—Así es, pero ya es hora de que los estudiantes regulares se vayan a casa.

—Cierto… —El sol empezaba a ponerse. Todas las tardes pasaba por esa melancolía, pero no podía acostumbrarse a ella. Por el lado bueno, esperar con ansias la escuela todos los días era probablemente algo bueno, pero sentir ese temor cada tarde la hacía sentir patética.

Klaude también se desanimó y, durante un largo rato, ambas se perdieron en sus pensamientos. Violette buscó la manera de excusarse, pero se sintió clavada en su sitio. Klaude debió de percibir su vacilación.

—¿Tiene planes para esta tarde? —preguntó.

—No, en realidad no…

—Si tiene algo de tiempo, ¿podría ayudarme un rato?

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