¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 60: Precipitaciones

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Aquel día, después de clases, Violette les contó a Klaude y a los demás lo de Maryjun y obtuvo su aprobación.

Quería informar a su padre que la habían rechazado, pero eso solo le daría otro motivo para regañarla. Puede que la hubiera forzado, pero seguiría convencido de que la propia Violette había distorsionado la propuesta al grupo de estudio.

Violette nunca imaginó que la rechazarían, por supuesto, pero pensaba retirarse en cuanto mostraran el más mínimo atisbo de duda. Su padre se enfadaría, pero a ella ya no le importaba. De todos modos, ella siempre tenía la culpa, así que estaba preparada para los sermones que le caerían encima.

Por fortuna, todos habían aceptado de buen grado…, pero ella seguía teniendo sentimientos encontrados al respecto. Si se negaban, tendría problemas; si aceptaban, se vería obligada a estudiar con Maryjun. No importaba cómo salieran las cosas, ella no podía ganar. El hecho de que estuviera tan acostumbrada a esto la asustaba.

—¿Estás cansada, Vio? —preguntó Yulan—. ¿Deberíamos tomar un descanso?

—Estoy bien. Acabamos de empezar, pero de igual forma, gracias.

Klaude y Maryjun estaban charlando tan estrechamente delante de Violette, y eso hizo que Yulan se inquietara de preocupación. Sabía que estaba preocupado por ella. La Violette anterior seguramente se habría interpuesto entre los dos, tal vez gritándole a Maryjun para evitar que se acercaran. Sin embargo, ahora que había experimentado el futuro, comprendía que los arrebatos tontos solo la llevarían a su propio tormento. Sus sentimientos hacia Klaude también habían cambiado, así que no sintió ni una pizca de celos.

—Perdóneme, joven Mila. ¿Es esto correcto? —Violette le preguntó.

—¿Hm? ¿Cuál? Ah, sí. Está bien; lo ha entendido bien.

—Muchas gracias.

Gracias a Milania, no necesitó hacerle preguntas a Klaude. Klaude era el mejor alumno entre los dos, pero Violette era excelente a su manera. Solo la tachaban de incompetente porque Maryjun era un genio.

—Oye, Vio, tomemos ese descanso después de todo. Estoy cansado.

—¿Eh?

—Vamos a tomar un poco de aire fresco, ¿de acuerdo?

—Bueno, supongo que está bien.

—¡Muy bien! —Yulan se animó.

—Joven Mila, ¿tomará un descanso también? —Violette preguntó.

—Yo… tendré que declinar, pero se lo haré saber a Klaude y Maryjun —le dijo Milania.

Al parecer, su conversación no había llegado a los otros dos, que estaban muy concentrados en sus estudios. Maryjun era un genio, y Klaude también. A pesar de la diferencia de edad, un encuentro entre ellos podría dar lugar a conversaciones constructivas.

—Gracias. Vamos, Vio.

—S-Sí…

Algo en el aire entre Milania y Yulan parecía espinoso…, pero Violette decidió que debía ser su imaginación porque la sonrisa de Milania permanecía inalterable. No había especial afecto entre los dos, pero tampoco debería haber animosidad.

Incitada por Yulan, salió de la sala del consejo estudiantil. Solo eso alivió parte de la tensión de sus hombros. Cada vez que compartía un espacio con Maryjun, no podía evitar recordar aquel desayuno y deprimirse. Maryjun siempre le recordaba a Violette a su padre. Aunque Violette se parecía más a él en apariencia, Maryjun siempre irradiaba el amor de su padre.

—Vaya… Está lloviendo bastante fuerte, ¿verdad? —comentó Yulan.

En el pasadizo exterior que comunicaba con el patio, los dos miraron al cielo. Era gris, sin rastro de azul, aunque no tan oscuro como la noche. La tormenta que estaba cayendo empañaba la escena, oscureciendo su visión y volviendo el mundo turbio por la lluvia. Violette pensó que el cielo se parecía a su cabello. Este mundo nublado le sentaba bien a Violette, y por eso lo despreciaba. Odiaba la lluvia, despreciaba el cielo nublado.

—Creo que la gente llama a esto “lluvia bendita” —dijo Yulan.

Soltó una risita y atrapó una gota de lluvia en la palma de la mano. Las gotas que caían del borde del tejado se posaron en el flequillo de Yulan. Su sonrisa era alegre e infantil.

—¿Te gusta la lluvia, Yulan?

—Hm, la verdad es que nunca lo había pensado, pero me gusta el cielo gris en los días de lluvia, y el sonido de la lluvia y su olor. Parece como si el mundo se limpiara… Espero que podamos ver un arco iris juntos cuando acabe.

Yulan solo hablaba de la lluvia, pero Violette sintió que se dirigía a ella. Quería creerlo desesperadamente, sobre todo cuando su sonrisa era tan amable mientras hablaba.

—No parece que vaya a detenerse pronto —dijo Violette.

—Parece como si fuéramos las dos únicas personas en el mundo. Estoy feliz.

El sonido de la lluvia amortiguaba sus oídos, así que el único sonido era la respiración de Yulan a su lado. Era probable que quedara mucha gente en el amplio edificio, pero la lluvia los borraba por completo.

Ciertamente, parecía que eran los únicos en el mundo. No había nadie aquí que pudiera negar a Violette. Un mundo con solo Yulan a su lado sería cómodo, pero en un mundo así, ella sería la única que estaría a gusto. ¿Y los sentimientos de Yulan? ¿No sufriría?

—Estar a solas conmigo sería aburrido.

Su cabello, del mismo gris que el mundo que les rodeaba, le cubría la cara mientras bajaba la mirada. Su color era más tenue y apagado, incluso a la luz. De repente, una mano grande apartó su cabello, haciéndole cosquillas en la oreja. Ahora que su línea de visión se había ampliado, vio el sol en medio de la lluvia.

—Me haría el hombre más feliz del mundo.

Lugiia
No estoy llorando... para nada u.u

Los ojos de Yulan se arrugaron a causa del brillo y su mano estaba extendida como si lo deseara. Su sonrisa era más hermosa que amable, como cuando ella la vio por primera vez.

La humedad brillaba en sus ojos, y en ese momento se encontraba en la línea entre la infancia y la madurez. Su ingenuidad juvenil se atrevía a soñar con lo inalcanzable, pero en ese momento sabía lo inalcanzable que era ese sueño para ella.

Y de todos modos, ese sueño era una mera sugerencia; un capricho fugaz que nunca se haría realidad. Un mundo en el que solo existieran ellos dos juntos era prácticamente un cuento de hadas. Nunca podría ocurrir en el mundo real. A pesar de todo, era la mayor utopía que Yulan podía imaginar.

Violette se quedó sin palabras. Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendidos, como las gotas de lluvia que rebotaban en las hojas. La declaración de Yulan fue tan inesperada que no pudo deducir las capas más profundas de su significado.

Al ver su reacción, Yulan volvió a trazar cuidadosamente la línea en su corazón.

Se había resignado a ser su hermano pequeño, pero le preocupaba que, llegado el momento, ella no aceptara su protección. Por lo tanto, se propuso cambiar poco a poco la percepción que Violette tenía de él.

Poco a poco, fue creando una imagen más masculina, tan cuidadosa y gradualmente que los nuevos elementos de su personalidad le pasaban desapercibidos. Los superponía y esperaba que algún día, cuando estuviera preparado, sus sentimientos llegaran hasta ella.

Ahora no era el momento.

—Lástima que la felicidad no dure cuando volvamos al salón —bromeó. Su tono era casual y su expresión se había vuelto más suave. Por suerte, a Yulan le resultaba fácil poner cara de inocente.

Juntó las manos y estiró los brazos por encima de la cabeza. Yulan era tan alto que los muebles pensados para la comodidad de los demás siempre le resultaban un poco estrechos. Se le agarrotaban las articulaciones al encorvarse inconscientemente.

—Supongo que deberíamos volver —dijo—. Si nos quedamos aquí demasiado tiempo, nos congelaremos.

—Oh… claro —dijo Violette aún aturdida.

—¿Prefieres no volver todavía? ¿Deberíamos buscar otra biblioteca?

La mente de Yulan saltó inmediatamente a Klaude y Maryjun. No sabía si verlos juntos era doloroso para Violette o si Maryjun sola era el problema, pero si ella no quería volver, él la llevaría a otro lugar. Si se quedaban aquí, el viento y la lluvia les afectarían, pero podrían encontrar fácilmente un sitio bajo techo. Cualquier biblioteca o salón alejado de la sala del consejo estudiantil serviría. Sin embargo, su plan fue detenido por las siguientes palabras de Violette.

—N-No, no es eso —le dijo ella, sonando nerviosa. Yulan la miró interrogante—. Yo… quería pedirte disculpas.

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