¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 64: Presión

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Como era de esperar, cuanto más fluidas eran las sesiones de estudio, más rápido se acercaba la época de exámenes. Para cuando Violette se había acostumbrado a caminar hasta el salón del consejo estudiantil, era el día antes de los exámenes.

—Creo que lo hará bien teniendo en cuenta su nota aquí —le dijo Milania a Violette.

—No parece que tenga problemas con la memorización —observó Klaude.

Le habían preparado un simulacro de examen basado en los anteriores y acababan de terminar de corregirlo. Violette no había encontrado ningún error al revisarlo, pero los cumplidos que le hacían alumnos mayores y expertos como ellos la tranquilizaban.

—Muchas gracias.

—Se lo devolveré, así que debería revisarlo un poco durante su descanso —dijo Milania. Le dio el examen corregido, y cuando ella escaneó las páginas, todo estaba correcto. Aunque no estaba garantizado que esas preguntas aparecieran en el examen de mañana, se sentía orgullosa de su resultado.

—Ustedes dos no tienen nada de que preocuparse —dijo Klaude.

—¡Muchas gracias! —exclamó Maryjun.

—Se lo agradezco de verdad —dijo Violette.

—Esta será su primera prueba, Maryjun —comentó Klaude—. Pero creo que sacará una buena nota.

—¡Es gracias a todos ustedes! —replicó Maryjun—. Si hubiera estado sola, no habría sabido lo que tenía que hacer. Habría acabado hecha un desastre.

A lo largo de todas sus sesiones de estudio, Violette se había acostumbrado a ver a Klaude con Maryjun como pareja. En el pasado, se habría enfurecido por cada pequeño detalle de su asociación, pero esta vez, esperaba que su relación siguiera siendo fluida. Por encima de todo, lo que más le importaba era el examen que tenía por delante.

Ya he hecho este examen antes, pero dudo que sea capaz de superarlo.

Sus sesiones diarias de estudio parecían ser un éxito. Aunque recordaba haberlo hecho una vez, no había memorizado las preguntas. Sus oscuros recuerdos y experiencias eclipsaron todo lo demás, haciendo que su recuerdo del examen se desvaneciera. Esta vez, entendió mejor las lecciones, pero nada más. No había obtenido suficiente ventaja como para llamarlo trampa.

Ojeó sus respuestas y se centró en las partes en las que se sentía menos segura o que le habían llevado más tiempo resolver.

Cuando Maryjun se había enfrentado sola a los exámenes, había brillado fácilmente como la mejor alumna. Dado que esta vez estaba aún más preparada, sin duda aprobaría con la mejor nota. En cuanto al sermón de su padre, Violette ya se había preparado. Toda la preparación del mundo no le serviría de nada; se limitaría a hacer todo lo posible por ignorarle como de costumbre.

No, había otra razón por la que no podía fallar esta vez: los cuidados de Yulan y la ayuda de Klaude. Maryjun podría ver sus sesiones de estudio como un golpe de suerte al azar o una novedad de su nueva vida, pero Violette sabía los importantes e intencionados que eran aquellos regalos.

Yulan se había mostrado preocupado y vacilante, pero aun así había intentado ayudar a Violette. Klaude había refrenado su desconfianza para ayudar a una mujer que no había hecho más que causarle dolor. Tenía que hacer todo lo posible por devolvérselos.

—¿Estás nerviosa? —le preguntó Yulan.

—Solo un poco.

—Me lo imaginaba —dijo con su habitual sonrisa suave—. Tienes la cara un poco tensa, ¿sabes?

Él no era de los que se preocupaban por los exámenes, pero aun así, al ver a su junior mucho más relajado que ella, Violette no pudo evitar sentir que había perdido dignidad.

—Aunque no estoy nerviosa en el mal sentido —añadió.

No era la tensión habitual, como una cuchilla en su espalda o un apretón en su corazón. En su lugar, sentía una sensación de pesadez que la agobiaba y le dificultaba moverse. Prácticamente, se arrastraba para soportar el peso, pero eso era lo que la vigorizaba y la impulsaba. La pesadez provenía del peso de los esfuerzos y las expectativas de todos. Esto era seguramente lo que la gente llamaba “presión”.

—Creo… que tengo que hacerlo lo mejor posible.

En su vida pasada, Violette nunca había pedido ayuda a nadie ni había querido devolverle el favor. Hasta ahora, ni una sola vez había pensado en trabajar duro por el bien de otra persona. Y ahora, ni siquiera sabía si esperaban algo de ella a cambio, si había algún obstáculo secreto que tuviera que superar.

A lo largo de su vida, si no podía superar los obstáculos que le ponían delante, la regañaban y la despreciaban. Se esperaba de ella que cumpliera siempre las expectativas de los demás o que alcanzara algún objetivo secreto e inalcanzable. Y esas expectativas que se le imponían eran intolerables. A Violette nunca se le permitió vivir por sí misma.

Su padre siempre esperaba cosas de Violette por “el bien de los demás”. No la alababa si tenía éxito, pero la maltrataba verbalmente si fracasaba. Era como si le bloquearan los pies y le dijeran que corriera hacia alguien. Le ordenaban que se moviera por otra persona, aunque tuviera que arrastrarse.

Se había preguntado en qué se diferenciaba eso de ser una esclava. No quería eso para ella. Odiaba la idea de estar siempre sometida a las expectativas de otra persona. Ese pensamiento había dominado su mente, obligándola a perderse de vista. Y cuando cometió su crimen, consideró que su castigo era verse obligada a expiar su culpa ante el “otro” más detestable del mundo.

Ahora se daba cuenta de lo insensata y dramática que había sido su forma de pensar.

La gente no podía vivir solo para los demás, pero tampoco podía vivir solo para sí misma. Esa idea era tan sencilla, pero ella nunca se había dado cuenta. No obstante, ahora quería recompensar a Yulan, quería mostrar resultados para devolverle su amabilidad. El sentimiento le pesaba, pero nunca había sentido una presión tan confortable.

—Uh, de acuerdo. Buena suerte —dijo Yulan con indiferencia.

Violette no se fijó en la expresión sombría de Yulan cuando desvió la mirada, ni en la sombra que le recorría los ojos. Se limitó a sonreír a Yulan como haría normalmente, arrugando los ojos.

—Tú también. Hagámoslo lo mejor que podamos.

Soltó una risita, emanando al mismo tiempo la dignidad de una hermana mayor y pura inocencia. Como si fuera lo más natural del mundo, Violette se acercó a Yulan. Había preparado un asiento para Yulan en su mundo, sin saber cuánta salvación y alegría le traía.

—Sí, vamos.

—¿Tú también sacaste una nota perfecta en tus preguntas? —preguntó ella.

—Más o menos. Pero puede que las preguntas antiguas no aparezcan en este, así que no sé si me irá tan bien.

—Naturalmente.

—Seguro que sería más fácil si lo hiciera.

—Entonces, no tendría sentido hacer exámenes.

Estaban juntos en su propio mundo. No solo eran amigos de la infancia, sino que Yulan se había incrustado en la conciencia de Violette poco a poco, y Violette le había aceptado con naturalidad.

Distraída por el cómodo ambiente que había entre ellos, Violette no se dio cuenta de algo: Yulan fue el único que captó la mirada de otros ojos dorados fijos en ellos.

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