¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 67: Una vida de banderas blancas

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


En contraste con el período de estudios, los exámenes solo duraban tres días, lo que significaba que pasaban en un santiamén. Era una época deprimente, con la única ventaja de que las clases terminaban antes de lo habitual. Esta sería la primera vez que Violette podría disfrutar de ello.

Yulan se estiró con un gruñido.

—¡Hombre, la libertad se siente genial!

—Sí, todo estuvo reñido durante un buen rato —dijo Violette, de pie a su lado.

Violette sintió como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Sabía que el alivio era temporal, pero de todos modos no quería pensar demasiado en el futuro. Se entregaría con gusto a este momento.

—¿Ya has decidido a dónde quieres ir? —preguntó.

—Más o menos… Todavía no se me ha ocurrido nada que me haga decir “¡esto es lo que lo quiero!”, así que estaba pensando que podríamos dar una vuelta y mirar un montón de cosas. —Con la mirada inquieta, preguntó—: ¿Me acompañas?

Se quedó allí, esperándola como siempre. Esta vez había sido más directo que de costumbre. Violette lo interpretó como que había madurado un poco.

A decir verdad, estaba aún más dedicado a complacerla que cuando era más joven, pero ella no podía percibirlo.

—Por supuesto.

Cuando se llevó una mano a la boca para contener la risa, parecía más tranquila de lo habitual. Yulan no sabía si carecía de pena o si se estaba dejando llevar por el escapismo, pero en cualquier caso se lo estaba pasando bien. Yulan decidió actuar con cautela, ya que presionarla echaría a perder sus planes para hoy. Si Violette iba a unirse a él en su empeño egoísta, Yulan tenía la responsabilidad de dedicarse en cuerpo y alma a complacerla. Al final, solo podía intentar conservar la sonrisa actual de Violette.

—La encuadernación que he estado usando se está gastando, así que estaba pensando en ir a arreglarlo —dijo Yulan.

—Aah. Ahora que lo dices, parece un poco deshilachado en algunos sitios.

—Lo llevo usando desde la escuela media.

Yulan guardaba sus papeles y demás en una encuadernación de cuero con sus iniciales grabadas en la superficie de color caramelo. Recordó que sus padres se la habían comprado para celebrar su ingreso en la academia. Por lo general, Yulan cuidaba de sus pertenencias, y había seguido utilizando aquella encuadernación incluso después de que empezara a estropearse, por consideración a sus padres. Sin embargo, llevarla en ese estado le hacía parecer poco refinado o incluso descuidado.

Al parecer, había decidido que era hora de cambiar. Podría haberlo hecho reparar, remendar o incluso arreglar. Si lo hubiera hecho, Yulan habría demostrado que se preocupaba por sus pertenencias. En todo caso, debería haber elegido algo que le durara toda la vida desde el principio; ya fuera alargando su vida útil todo lo posible mediante el mantenimiento o, mejor aún, utilizándolo el tiempo suficiente para que se adaptara a él.

Violette simpatizaba con su forma de pensar. Aunque ahora le estaba prestando la debida atención, solo lo había hecho después de que se hubiera deteriorado notablemente. Aún no había llegado al punto de ocuparse regularmente de sus posesiones. Aun así, era mucho mejor que dejarlo hasta que se rompiera. Pensó que era muy propio de él, a fin de cuentas.

—Cuando lo pensé —continuó Yulan—, me di cuenta de que tengo que arreglar o reponer un montón de cosas, como la tinta de mis bolígrafos… pero no necesito nada nuevo.

—Ya veo. Después de todas esas sesiones de estudio, debes haber agotado la mayoría de tus suministros.

—Aunque ninguno se ha agotado del todo. Hoy, probablemente solo me dedique a hacer reparaciones.

—Eso debería seguir siendo divertido, ¿verdad?

—Si tú lo crees así, claro.

Una vez que se establecieron en un plan, se pusieron en marcha. Violette les siguió mientras Yulan se detenía en la primera tienda, confiando su bolsa al reparador. Volverían a recogerla más tarde. Luego compró tinta en una segunda tienda y arregló sus bolígrafos en una tercera.

—Creo que eso es todo —dijo Yulan después de ir de tienda en tienda.

—Era menos de lo que pensaba —le dijo Violette.

—¿De verdad? Bueno, de todas formas no llevaba mucho encima.

Como era el último día de exámenes, la mochila de Yulan, la cual normalmente estaba repleta de libros de texto, había quedado casi vacía. Había llevado los artículos que quería reparar, pero aparte de esos, solo tenía su cartera y su estuche de lápices.

—¿Cómo estamos de tiempo, Vio?

—¿Eh? —Violette echó un vistazo al reloj de bolsillo metido dentro de su bolso—. Eh, puede que aún sea demasiado pronto.

El reparador aún no habría terminado con la encuadernación de Yulan. Aunque se detuvieran ahora, aún tendrían que esperar.

—Bien… ¿Quieres tomar un descanso en algún lugar? —sugirió Yulan.

Había pasado bastante tiempo desde la comida del mediodía, y tanto caminar les había dado hambre. Iban a cenar a sus casas, pero al menos podían tomar un té o comprar algunos dulces. Los ojos de Yulan vagaban mientras buscaban el lugar adecuado. Aquí había muchas tiendas de artesanía, así que solo unos pocos lugares servían comida y bebida. La zona tampoco era muy transitada, así que a una cafetería le costaría hacer negocio.

Sin embargo, no solo había cafeterías, sino también muchos restaurantes en el distrito, un poco más lejos. Sin embargo, si iban y volvían, apenas tendrían tiempo para relajarse. Yulan se devanó los sesos buscando un lugar donde Violette pudiera relajarse y disfrutar de unos deliciosos dulces y té. Se llevó un dedo a la barbilla en señal de contemplación.

Fue entonces cuando Violette notó algo en él.

—Oye, Yulan. ¿Qué le sucedió a tu reloj?

Violette había visto la muñeca de Yulan asomar por la manga. Un sencillo reloj de pulsera la había adornado ayer, pero hoy estaba desnuda.

—¿Eh? —Él la miró perplejo y luego siguió su mirada—. Oh, lo perdí.

Sentía la muñeca más ligera de lo normal, pero como le resultaba más fácil moverla, se había olvidado por completo. Si hubiera sido cualquier otra persona, Violette se habría preocupado, pero la indiferencia de él la exasperaba.

—¿No es el cuarto ya? —le preguntó.

—Desgraciadamente, no. Es el sexto.

—Eso es aún peor.

—Ya lo sé. —Se enfurruñó, inflando las mejillas como cuando era niño—. Pero no soy bueno con los relojes de muñeca.

Mientras Yulan se ocupaba de sus otras pertenencias, se quitaba habitualmente los relojes y olvidaba dónde los había dejado. Violette y él solían ir a buscarlos, pero él nunca cambiaba a pesar de las veces que ella le reprendía. Ella se había dado por vencida. Ahora Yulan solo compraba relojes baratos, en un leve acto de desafío.

—No importa cuál me compre, todos me aprietan la muñeca. Es incómodo. Me cuesta moverme, e incluso cuando el tamaño es el adecuado, tengo la sensación de que me aprieta.

—Lo entiendo, pero ¿no lo pasarás mal sin uno?

—En la academia no. Aunque supongo que es un poco molesto en otros sitios.

—Ya me lo imaginaba.

Las aulas de la academia estaban equipadas con relojes y campanillas, así que Yulan nunca tuvo problemas. Aun así, tener noción del tiempo era importante, y sería mejor para él utilizar su propio método en ese sentido. El tiempo era dinero, y su importancia bastaba para ganarse la confianza de cualquiera.

—Me pregunto si los relojes te aprietan debido a tus gruesas muñecas —dijo Violette.

Los relojes de muñeca para mujer se diseñaban para que parecieran pulseras, pero los de hombre tenían correas casi siempre de cuero o metal y se ajustaban perfectamente a la muñeca. Esto era especialmente cierto dado el grosor de las muñecas de Yulan en relación con su tamaño. Sus muñecas, el doble de anchas que las de Violette, eran huesudas; si la correa quedaba demasiado floja, el reloj chocaría contra el hueso y le haría daño.

—Tampoco me gustan los relojes de muñeca… —Violette parecía haber llegado a sus propias conclusiones sobre algo—. Ah, cierto, también existe eso.

—¿Vio? ¿Qué pasa?

Yulan agitó la mano delante de ella mientras asentía para sí, sumida en sus pensamientos, pero este intento de obstruir su línea de visión fue infructuoso. Justo cuando Yulan estaba a punto de dedicarse a vigilarla, Violette levantó la cara y le miró fijamente.

—Eh, ¿Vio?

—¿Tienes hambre? ¿O tal vez estás cansado?

Él vaciló un momento antes de responder.

—No, estoy bien, pero…

—Entonces, sé justo lo que necesitas.

—¿Eh? ¿Qué estás…?

Violette agarró a Yulan por la muñeca. Su mano no era lo suficientemente grande como para envolverla por completo, pero la sensación de su suave palma era lo suficientemente presente. Mientras ella se adelantaba, él hacía lo posible por seguir su paso. Sus pasos, aunque eran rápidos, se movieron al ritmo de Yulan. Objetivamente hablando, Violette era más débil y lenta que Yulan en general. Y sin embargo, el joven Yulan había pensado que aquella persona era una guardiana inmaculada. Ella le protegía.

La primera vez que sintió el impulso de protegerla fue cuando por fin se dio cuenta de lo pequeña y blanda que era en realidad. Sus manos eran tan pequeñas que ni siquiera podían sujetar su muñeca. Y sin embargo, Yulan nunca sería rival para ella. Perdería ante uno solo de sus dedos, o incluso ante la punta de su uña. No tenía absolutamente ningún poder para resistirse a ella.

—¿Quieres ir a algún sitio? —le preguntó.

No sabía adónde se dirigían ni qué iban a hacer, pero fuera donde fuera, él la seguiría. No necesitaba abrazarlo; lo habría hecho aunque ella no se lo hubiera dicho. Aun así, no había necesidad de que él dijera nada y arruinara esta bendita experiencia.

Violette le devolvió la mirada, sonriendo alegremente.

—Vamos a comprar tu recompensa, Yulan.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido