Traducido por Lugiia
Editado por Freyna
Violette condujo a Yulan a una relojería. Estaba cerca, así que podrían ir a recoger su encuadernación arreglada una vez terminaran aquí. Ya no tenían tiempo para un descanso, pero Yulan no estaba cansado en primer lugar. Como Violette había dado prioridad a este nuevo plan, no tenía intención de oponerse. Tampoco necesitó preguntar por qué habían venido.
—Compré mi reloj aquí. Tienen de todo, no solo relojes de muñeca. Y muchos diseños —explicó Violette.
—Oh, así que has estado aquí antes.
—Claro que… no. De hecho, también es mi primera vez. Marin fue quien me eligió el reloj.
—Ya veo.
Violette tampoco manejaba bien los accesorios; los relojes de muñeca que tenía no habían sido seleccionados pensando en sus gustos. Todos eran relojes viejos de su padre o encargos de diseños idénticos. La inmensa mayoría estaban pensados para hombres, por lo que, naturalmente, se caían a menudo de la delgada muñeca de Violette.
Hasta que Marin compró su actual reloj de bolsillo, Violette había utilizado relojes de muñeca que se ajustaban a su gusto. Tenían un diseño terriblemente sencillo, con una correa de piel sintética, pero eran mucho mejores que el resto. Todavía no se había acostumbrado a la sensación de tener la muñeca apretada y, en consecuencia, los había llevado hasta perderlos demasiadas veces para contarlas, así que Marin le había encontrado el que usaba ahora.
—Con esto, puedes engancharlo a tu bolso o meterlo en el bolsillo, ¿no? —dijo Violette.
Examinó los relojes alineados uno al lado del otro, buscando una que le sirviera a Yulan. Aunque había dejado el asunto de su propio reloj en manos de Marin, le entusiasmaba la idea de elegir el de Yulan. Cuando elegían las cosas por ella, se limitaba a juzgar si le quedaban bien después, pero la responsabilidad de elegir uno que le gustara a Yulan hacía que todo fuera divertido. Probablemente, disfrutaba porque lo hacía por él. Tenía una buena idea de sus preferencias, así que si elegía algo raro, él sonreiría en lugar de criticarla.
—Tus manos son bastante grandes, así que uno pequeño sería un dolor de utilizar.
—Exacto…, pero me encantará lo que elijas.
—No es por eso por lo que he sacado el tema…
Violette había planeado originalmente tomar la iniciativa a pesar de todo, pero a juzgar por cómo Yulan sonreía y la seguía por detrás, parecía estar lo suficientemente contento como para confiarle la decisión. El reloj ya no le llamaba la atención. Lo único que veía ahora era a su querida y atribulada Violette.
—Vas a usarlo, así que tienes que asegurarte de que sea cómodo —insistió ella, eligiendo uno que le había llamado la atención.
A Yulan le importaba poco el diseño, así que la funcionalidad era más importante. Algo robusto que pudiera asentarse en su mano estaría bien.
Hmm…
Los relojes más grandes cabían perfectamente en la palma de su mano, pero probablemente eran demasiado pequeños para Yulan. Si pasaban demasiado desapercibidos, acabarían compartiendo el mismo destino que sus otros relojes de muñeca: olvidados y descuidados. La tendencia de Yulan a perder sus relojes probablemente se debía a que nunca había llevado uno durante su infancia.
Violette quería que utilizara su regalo el mayor tiempo posible; quería que le gustara. En realidad, su preocupación era totalmente innecesaria, pero no estaba al tanto de los pensamientos de Yulan.
—Si va a caber en mi mano, tendrá que ser bastante grande, ¿no crees? —preguntó Yulan con un gesto de la mano, como para demostrar su tamaño relativo.
—Bueno…, eso es cierto.
Su mano era lo bastante grande como para taparle la cara por completo, aunque eso era algo evidente teniendo en cuenta su estatura. Si le entregaba el reloj de bolsillo, que cabía perfectamente en la palma de su mano, sería como darle un juguete a Yulan.
—Mientras pueda meterlo y sacarlo fácilmente del bolsillo, entonces está bien. Será una molestia si es demasiado grande.
Lo dijo como si fuera problema de otro. Se preguntó si se daba cuenta de que lo iba a usar… o si lo sabía y se lo estaba dejando todo a ella de todas formas. Si era lo segundo, era bastante desagradable por su parte. Si elegía uno excéntrico o engorroso, Yulan seguiría viéndolo como si Violette hubiera elegido la mejor marca para él, y no habría nada de que preocuparse. Violette, sin embargo, veía esta oportunidad de regalarle a Yulan algo que él había perdido, así que quería algún tipo de pista. Había pensado en elegirlo ella misma, pero realmente quería que él estuviera contento con el reloj que recibiera.
Hinchó las mejillas y miró fijamente a Yulan, cuya sonrisa se mantuvo firme. Antes de que Yulan pudiera decir nada sobre su puchero, le rodeó el brazo con ambas manos y tiró de él para acercarlo.
—Si encuentras algo que te guste, no dejes de decírmelo.
Yulan se quedó sin habla.
Su ataque sorpresa acercó sus ojos, dejando al descubierto el rostro desconcertado de Yulan. Parpadeó profusamente, pero estaba lejos de sentirse incómodo. Solo una simple risita escapó de sus labios, como si estuviera tolerando una travesura infantil.
—Vale, de acuerdo. Entonces, elijamos uno juntos.
—Pero eres tú quien lo va a usar, ¿sabes?
Aunque era bajo la pretensión de una recompensa, él no tenía que aceptar obedientemente lo que ella eligiera. Estaba allí con ella, así que podía dar su opinión. Él también disfrutaría escogiendo uno juntos.
—¿Qué tal el tuyo? —preguntó Yulan.
—¿El mío? Yo… —dijo Violette.
Violette pensó que sería más rápido enseñárselo, así que sacó su reloj de bolsillo del interior de su bolso. Su tipo era conocido como medio-cazador o demi-cazador [1]. El centro de la tapa tenía forma de rosquilla e incrustaciones de cristal. El interior era plateado con una construcción sencilla, y la joya cian en el eje de las agujas del reloj brillaba intensamente.
Yulan supuso que Marin había elegido algo que le sentaba muy bien a Violette, pero al mirarlo ahora, le recordó a la propia Marin.
—Me dijo que era un amuleto —dijo Violette—. Ya sabes, para mantenerme a salvo.
—Ah, ahora lo entiendo.
La joya era del color de un océano sereno, así que lo más probable era que fuera aguamarina. ¿Marin la había elegido por el simbolismo de la joya o porque su nombre estaba anidado en el de la joya? Lo más probable es que fuera un poco de ambas cosas. Yulan no sabía mucho de Marin, pero estaba seguro de que apreciaba a Violette. Mientras ella cumpliera ese requisito, a él no le importaba nada más. Por encima de todo, Marin era alguien en quien Violette confiaba de todo corazón; él no quería decir ni hacer nada que despertara las sospechas de Violette o le hiciera pensar mal de él.
—Bien por ti —dijo al final.
—Sí.
Su encantadora sonrisa mientras sostenía con cuidado el reloj de bolsillo transmitía lo preciado que era para ella. Apenas tenía oportunidades de recibir cosas de los demás, y menos aún regalos elegidos pensando en ella. Pensándolo bien, el primer regalo que había recibido como “Violette” había sido de Yulan. De niña, había recibido muchos regalos, incluidos los de Navidad y los de su cumpleaños, pero ninguno le había sido dado por ser ella.
—Me hubiera gustado que me regalaran otros iguales, pero ya no.
—¿Eh? Ah, claro, seguro que te queda pequeño.
—Eso también, pero… Sí, elegiré otra cosa.
Violette parecía desconcertada.
Su reloj de bolsillo le hizo pensar en Marin, pero sin duda encajaba con los gustos de Violette. Normalmente, no le gustaba la ornamentación excesiva. Su tamaño y delicado diseño daban la impresión de que era para mujeres, pero un hombre podía usarlo sin atraer miradas curiosas. De todos modos, Yulan no era tan sensible como para preocuparse por las impresiones de los demás. Por lo general, se habría lanzado a comprar un par a juego, y Violette seguramente habría estado de acuerdo con una sonrisa.
No obstante, este reloj, este regalo, era algo que Marin había elegido para Violette. No era algo que debiera imitar a la ligera. Tenía que observar cierta etiqueta cuando se trataba de tratar con un compañero devoto como Marin. Si Yulan estuviera en el lugar de Marin, sería incómodo saber que Yulan eligió un regalo que enfatizaba la felicidad que le había concedido a Violette. Aunque compartían los mismos sentimientos hacia Violette, Yulan sentía que debía atenerse a esta regla tácita.
—Hay muchos que te quedarían bien, pero ninguno me parece adecuado.
—Seré feliz con cualquier cosa que elijas.
—Oh, deja de decir esas cosas. ¿No sería mejor que te quedara bien?
Mientras Yulan miraba el perfil preocupado de Violette, pudo notar que su boca se había suavizado en una sonrisa. Para empezar, rara vez mostraba sentimientos de agrado o desagrado, así que poca gente entendía realmente sus preferencias. En ese sentido, Violette tampoco comprendía del todo la verdadera naturaleza de Yulan, pero conocía algunos de sus gustos y aversiones. Eso era suficiente para entender sus valores.
Su cabeza estaba llena de pensamientos sobre Yulan en ese momento. El hecho de que solo pensara en él era suficiente para llenar el corazón de Yulan de tanta alegría que temió que se rompiera. Deseó desesperadamente que el tiempo se detuviera.
—Yulan, ¿estás escuchando?
—Estoy escuchando.
—Vaya, solo dices eso cuando no estás escuchando. ¿Hay alguno aquí que te guste?
—Mencioné que quería uno que fuera fácil de llevar, así que si tengo que elegir basándome en el aspecto… —Se interrumpió, incapaz de completar la idea.
El puchero de Violette se nubló de preocupación. Significaba que su alegre viaje había llegado a su fin. Si se demoraba más, solo conseguiría preocuparla. Por mucho que deseara que el tiempo se detuviera, sabía que no sería así.
Qué irónico desearlo, pensó Yulan, en una tienda que vende el tiempo mismo.
No sabía cuánto tiempo llevaban aquí, pero tenía que ir a recoger su encuadernación. No podían quedarse aquí mucho más tiempo. En ese caso, debería darle una razón para irse de la tienda sin comprar nada. Si le explicaba que no podía elegir un reloj, Violette probablemente lo aceptaría, y él podría utilizar esto como excusa para invitarla a salir de nuevo otro día.
Por muy calculada que fuera la jugada, Violette la aceptaría siempre que él mantuviera la imagen de un dulce hermano pequeño. Anunció que saldrían por el día, aprovechando al máximo ese lado de ella. O al menos, eso era lo que pretendía hacer.
—Oh —pronunció Violette con suavidad, repentinamente dirigiendo su atención a otro lugar.
—¿Qué pasa, Vio?
Violette dio dos o tres pasos, como atraída por la vista. Se detuvo ante una estantería que aún no habían visto, se arrodilló y se quedó mirando uno de los relojes de bolsillo. Sus ojos escrutadores brillaron de placer, como si hubieran dado con algo seguro.
—Me lo imaginaba.
—¿Pasa algo? —preguntó Yulan.
—Mira. Es mi reloj.
—¿Hm?
Yulan se preguntó qué querría decir con eso, pero su sonrisa era tan pícara que dudó que se lo explicara. Desconcertado, siguió el dedo que ella señalaba… y todo encajó en su sitio al instante.
Era un reloj de bolsillo con caja de cazador [2]. Flores con pétalos extraños y extraordinariamente grandes se agrupaban para llenar toda la tapa. Las joyas incrustadas, cada una de un color púrpura diluido, formaban un hermoso lecho de flores.
—Huh… Realmente es tu reloj, Vio.
El reloj estaba adornado con violetas, así que no era de extrañar que uno pudiera asociarlo así con ella. Por cierto, no habían sido sus padres quienes la llamaron Violette, sino su abuelo materno. Nunca le había preguntado la razón. Ver una violeta en la naturaleza y reconciliarlo con su propio nombre le resultó bastante agradable.
—Lo siento por decir eso de la nada. Cuando lo vi, yo solo…
—No te preocupes.
La mirada de Violette había caído en él por casualidad, pero se suponía que estaba buscando un regalo para Yulan. Podría haber comprado este para ella, pero Marin ya le había regalado un reloj; no necesitaba otro. Además, dudaba que Yulan quisiera ponérselo. Entre el color pálido y el sutil estampado violeta, el diseño del macizo de flores bajo la funda era bastante sutil. Era una pieza elegante, con una belleza grácil y encantadora, pero parecía demasiado delicada para un hombre. Sobre todo, algo tan frágil no le sentaba bien a Yulan. Violette lo descartó automáticamente como regalo digno.
—Oye, Vio. Quiero este.
Antes de que pudiera darse la vuelta, Yulan tomó el reloj de bolsillo violeta. Tenía una larga cadena, quizá para poder llevarlo colgado del cuello si se quería, y tintineaba cuando las piezas metálicas chocaban entre sí. Lo acercó a la altura de los ojos para mirarlo con expresión encantada. Sus ojos infantiles eran brillantes, como la luz del sol filtrada a través de canicas de cristal. El aire a su alrededor se volvió algo más dulce.
—Um…
—Esta será mi recompensa —dijo con firmeza.
Él entendía, sin duda, lo que ella estaba pensando, pero se negó a ceder. Encontró algo que lo conectaría con Violette; solo eso lo hacía especial. No se atrevería a entregárselo a nadie más. Su deseo rozaba el monopolio, pero no dejaba de ser una emoción profunda y de peso.
—Haré de esto un amuleto para mí.
—Me pregunto si tendrá algún poder especial —reflexionó Violette.
—Por supuesto que sí. Puedo asegurar que nunca lo perderé ni me olvidaré de él.
—¿Eso cuenta?
Violette suspiró resignada. Yulan sonaba como un hermano pequeño que le adora, así que le complació con su habitual sonrisa de hermana. La realidad tras sus palabras no era tan encantadora, pero Violette no tenía por qué saberlo. Podía ver y creer lo que quisiera; la misión y la razón de ser de Yulan era hacer que así fuera.
—Si te gusta, entonces será ese.
—¡Sí, gracias!
Yulan estaba al acecho, esperando su momento. Se preparó para todas las situaciones posibles. Lenta y meticulosamente, construyó el castillo de su felicidad, una fortaleza donde nadie pudiera hacerle daño. Su objetivo era construir un paraíso para ella y solo para ella.
Estaba bien que Violette no conociera sus verdaderos objetivos. Podía permanecer ignorante hasta que llegara el día del juicio final. La idea de que Violette esperara en la casa de los Vahan mientras tanto era lo bastante repugnante como para ponerle enfermo, pero si se precipitaba y fracasaba, todos sus esfuerzos se irían al garete.
Haría cualquier cosa, utilizaría a cualquiera, para que ella pudiera seguir sus sueños sin angustias ni intervenciones. Yulan ofrecería todo lo que estuviera a su alcance, ya fuera a sí mismo o a otras personas. Sacrificaría su felicidad por el bien de Violette. Lo haría aunque, por casualidad, sus pensamientos no llegaran a ella y su amor se desbocara. Incluso si sus pensamientos se marchitaban sin dar fruto. No importaba.
Lo único que nunca, jamás, haría… era herirla.
[1] Un reloj de medio-cazador o demi-cazador tiene una tapa con una abertura, la cual protege la esfera y el cristal de arañazos y caídas. La apertura le permite comprobar rápidamente la hora sin abrir la tapa.
[2] Un estuche/caja de cazador, o cazador, se refiere a un reloj de bolsillo con una tapa metálica completamente cerrada para evitar que la tapa de cristal se rompa mientras el portador está involucrado en labores manuales como una cacería.