Traducido por Lugiia
Editado por Freyna
Violette sabía de dos resultados que se derivaban de acaparar a alguien. El primero lo había experimentado ella misma, por supuesto: el final de un convicto. El otro era el de una mujer insensata que amaba y perseguía a un único pretendiente… reduciéndose a una mera sombra de sí misma.
Hasta su último aliento, la madre de Violette había anhelado a un hombre, y no pudo capturar su corazón ni siquiera en la muerte. Esperaba que él regresara cuando ella estuviera postrada en cama y su vida corriera peligro. Sin embargo, él no correspondió ni una pizca a sus sentimientos, y ella había muerto sola.
Esto es lo peor.
Violette enterró la cara en la almohada, abandonando toda esperanza de despertar. Estaba agotada. Sentía el cuerpo más pesado que antes de dormirse, lo que significaba que probablemente había tenido una pesadilla. Desgraciadamente, no recordaba nada —o tal vez afortunadamente—, pero debió ser bastante mala.
Sabía que se había acostumbrado tanto a los dolores de cabeza y de estómago, que ahora estaba prácticamente insensibilizada. La contrapartida parecía ser que sentía con más frecuencia síntomas desconocidos de estrés intenso y fatiga, por lo que era difícil juzgar si se trataba de una mejora o no. Si le preguntaran, Marin probablemente le diría que ambas cosas eran veneno para su cuerpo.
Con toda esta presión añadida que la agobiaba, le costaba levantarse. Violette se dirigió a su tocador con pasos inseguros. Su tambaleo no se debía a que apenas se hubiera despertado; no había podido descansar y recuperarse a causa de su pesadilla.
—Justo lo que pensaba. Me veo un poco hinchada —se dijo.
Al mirarse en el espejo, vio que su tez parecía aún más pálida que ayer; al lado de un humano normal, parecería tan pálida como un cadáver. En cambio, sus ojos parecían dolorosamente rojos. Era de esperar, dada la intensa presión que persistía tras ellos, pero esperaba conseguir aliviar ese enrojecimiento si era posible; su piel problemática podía disimularse hasta cierto punto con maquillaje. Marin se preocuparía cuando la viera, pero era mejor dejar que ella se encargara. Marin era de las que se preocuparían aún más si Violette hiciera sus propios intentos inexpertos de enmascarar el daño, y probablemente esperaba este resultado de todos modos.
No, el verdadero problema lo tenía otra persona. Alguien que entendía a Violette mejor que ella misma.
Yulan va a averiguarlo.
Seguramente captaría el más mínimo cambio en Violette. Aunque no tuviera la cara hinchada por la falta de sueño, el grosor del maquillaje la delataría. Por lo general, si se sentía culpable por preocuparle, podía reírse, darle las gracias y disculparse, tras lo cual Yulan aceptaría a regañadientes. Un intercambio así siempre le tranquilizaba el corazón… pero esta vez era diferente.
Era un sentimiento que no había albergado ni una sola vez desde que se conocieron. Podía distanciarse de todos los demás, pero Yulan era especial. Y, sin embargo, ahora mismo, tenía miedo de verlo. Solo imaginar su rostro sonriente resucitaba el miedo de ayer. Le aterrorizaba la idea de que su deseo pudiera hacerle daño.
—¿Qué debo hacer?
Para cuando Marin la llamó, aún no había encontrado una solución.
♦ ♦ ♦
Yulan y Violette no se la pasaban juntos todo el tiempo. Él la acompañaba a menudo, pero ella suponía que tenía otros amigos y conocidos con los que pasar el tiempo. Aunque Yulan nunca lo había confirmado, era una idea justa teniendo en cuenta sus habilidades comunicativas. Había estado a su lado todos los días durante el periodo de exámenes, pero todo debería volver a la normalidad ahora que había terminado.
Hasta ayer, Violette nunca habría podido concebir que se sentiría aliviada por haberle evitado, o que alguna vez albergaría emociones tan incómodas hacia él.
El suspiro que escapó de sus labios fue más fuerte de lo que había esperado, pero Violette era la única que estaba cerca. Este cenador a la sombra de los árboles siempre estaba limpio y cuidado, pero casi nadie lo utilizaba. Estaba escondido, así que poca gente sabía que existía. Además, a la sombra hacía un poco de frío. Sobre todo, aunque el cenador era bonito, la naturaleza que lo rodeaba había sido abandonada a su suerte. Este rincón estaba hecho para parecer pintoresco, pero no tenía el ambiente que atraería a los curiosos.
Violette no quería creer que estaba evitando a Yulan, pero no podía negarlo; después de todo, había elegido un lugar desierto que él normalmente nunca habría visitado. Como mínimo, quería poner en orden sus emociones. La culpa y el odio a sí misma la invadían de vez en cuando, pero ahora eran más fuertes que nunca.
Ni siquiera creo que haya una solución.
No era como si hubiera ocurrido algo concreto. Simplemente, se había dado cuenta de los sentimientos que brotaban en su interior y luego había reaccionado a ellos con abatimiento. Antes de tratar de resolver el problema, tendría que darse cuenta de que existía. De lo único que estaba segura era de que no quería evitar a Yulan… o eso pensaba.
—Supongo que fui demasiado ingenua.
Su risa autodespreciativa recorrió el espacio solitario. Al parecer, su corazón había sufrido una herida más grave de lo que ella creía. Se apoyó en el banco y miró hacia arriba, pero el techo blanco le impedía ver el cielo. Las ráfagas de viento que agitaban los árboles eran bastante frías, y las nubes que pasaban hacían que la zona se volviera un poco más oscura.
Se sentía como en la cárcel.
Cuando cerraba los ojos, aún podía recordar vívidamente aquel día. Le faltaban algunos trozos, pero el juramento que había hecho aquel día, su arrepentimiento… todo eso estaba grabado en su corazón y nunca se borraría. Sin embargo, seguía sin ser suficiente; le faltaba determinación. Un mero sentimiento no podría borrar por sí solo ese pozo de deseo. Por eso necesitaba fortalecer la lógica que gobernaba sus sentimientos.
Cuando Violette respiró hondo y volvió a abrir los ojos, se acabó su ilusión de vivir en un mundo diferente.
Lo que había en su corazón podía cambiar drásticamente, y todo podía desvanecerse con la misma facilidad. Si quería ser fiel a algo a pesar de ello, debía dedicarse a ello con todas sus fuerzas. Tenía un deseo, una emoción primordial. No causaría ningún daño a esa chica que perdió su vida.
Trabajaré tan duro como pueda… para no hacerle daño.
Demostraría que podía controlarse. Trabajaría para borrar su deseo. Entonces, un día, desaparecería por completo. Con los puños apretados, lo juró, fingiendo no notar el dolor que sentía en su interior.