¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 78: Más allá del bien y del mal

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Violette nunca había vuelto a casa tan temprano por voluntad propia. No porque quisiera estar allí, por supuesto; en realidad, no se atrevía a pasear por la ciudad sin Yulan. No sería divertido sin él. Le hubiera gustado hablar más con él o invitarle a salir, pero ya era demasiado tarde para lamentarse: ya estaba en casa. Y lo que era más importante, tenía miedo de lo que pudiera decirle después de todo lo que había pasado.

Marin vio su semblante e inmediatamente intuyó que algo iba mal.

—Señorita Violette…

—Voy a descansar un rato —le dijo Violette.

—De acuerdo. Tendré listo todo para usted.

Desde la forma en que se desvestía hasta la forma en que se ponía la ropa nueva, cada acción de Violette era lenta y perezosa, así que Marin la ayudó. Cuando Violette se retiró al sofá, cabeceando de somnolencia, Marin le calentó un poco de leche.

Aunque sabía que su doncella se estaba tomando muchas molestias por su bien, Violette no pudo reunir la energía suficiente para responder. No pudo agradecer a Marin, quien le preparara la bebida, ni saborear siquiera el dulce sabor de la leche. Incapaz de encontrar reposo o restablecer sus pensamientos, no podía asegurar a Marin que estaba bien o incluso regalarle una sonrisa.

Dormir era imposible. Lo único que conseguía era cerrar los ojos.

♦ ♦ ♦

La leche caliente con abundante miel era uno de los platos favoritos de Violette. El jefe de cocina le enseñó a Marin a prepararla después de que ella le acosara en numerosas ocasiones, y tras incontables horas de práctica, acabó consiguiendo una bebida que Violette adoraba.

Esta chica estaba tan maltratada y destrozada que la única forma que conocía de consolarse era acurrucarse en su sitio. Marin quería hacerla sonreír, pero no sabía cómo. Un día, anunció que prepararía una bandeja con los dulces favoritos de Violette, por extravagantes que fueran. Era desgarrador ver a Violette sonreír únicamente por consideración a sus sentimientos.

La golosina que finalmente funcionó fue leche caliente con cucharadas de miel. Era terriblemente dulce comparada con la leche tibia normal, y Violette la disfrutaba aún más si le daba tiempo a enfriarse. Por muy adorable que luciera Violette como una gatita cuando sorbía bebidas calientes, su tierna sonrisa cuando bebía una sin vapor llenaba de euforia a Marin. Cuando vio por primera vez la tensión en los hombros de Violette relajarse al sorber la bebida, se sintió aliviada hasta las lágrimas. El único que lo sabía era el jefe de cocina, a quien Marin se había aferrado cuando realmente lloraba.

Después de aquello, Marin le preparó una y otra vez su leche caliente especial. Cuando se dio cuenta por primera vez de que todas las tazas de leche caliente del mundo no lavarían la agonía de Violette, Marin tuvo la tentación de culpar a su propia falta de habilidad. Sus primeros intentos habían sido un fracaso total y sus técnicas habían sido atroces, pero ahora era capaz de preparar tazas perfectas de leche caliente con los ojos cerrados; a pesar de todo, lo que importaba era que su maestra las disfrutara. La sonrisa de Violette permitía a Marin enorgullecerse incluso de sus mayores fracasos y era como un suave “gracias”, que le aseguraba que había hecho un buen trabajo.

Ella… no la tocó.

Marin salió de la habitación, llevando el uniforme escolar de Violette, y recordó a su maestra conteniendo la respiración detrás de ella.

¿Por qué?

Esto no había ocurrido nunca. Violette debería haber tomado la taza, mientras la rodeada con ambas manos para sentir su calor, y relajarse. No necesitaba bebérsela de inmediato, pero aun así debería haber sonreído y dado las gracias a Marin.

—Tch.

El sonido sordo de los dientes apretados de Marin rechinando unos contra otros sofocó el chasquido de su lengua. Era consciente de que tenía las cejas fruncidas; su expresión debía de ser aterradoramente sombría.

La escena de ayer apareció de improviso en su mente: aquella chica de color perla y sonrisa inocente.

¡Esa zorra!

Ninguna sirvienta de una casa aristocrática se atrevería a utilizar un lenguaje tan grosero, pero Marin pensó que merecía un elogio por no decirlo en voz alta. Si no hubiera tenido un control tan firme de su mentalidad laboral, se habría dirigido directamente a Maryjun y la habría golpeado hasta dejarla satisfecha.

Marin no tenía ni idea del caos que se arremolinaba en la mente de Violette. Jamás habría imaginado que Violette luchaba contra el deseo interior de acaparar a Yulan para sí misma. Aun así, identificó fácilmente la causa del extraño comportamiento de Violette.

Desde que Violette dejó la mesa ayer, había estado actuando de forma extraña. En concreto, palideció en cuanto el nombre de Yulan salió de los labios de Maryjun, y aún no había recuperado el color. Suponía que sufría pesadillas por ello, a juzgar por el aspecto de su rostro por la mañana, peor que antes de acostarse. La declaración de su hermanastra era la causa obvia. Enfureció a Marin más que nada.

Maryjun probablemente no pensó mucho en sus palabras. Una criatura tan pura e ingenua nunca podría concebir lastimar a alguien con sus acciones, no si tenía sus mejores intereses en el corazón. Si cometiera un error y lastimara a alguien, seguramente asumiría que un simple “lo siento” arreglaría todo. Cada átomo de Maryjun proclamaba que la gente era intrínsecamente buena. Era una chica virtuosa hasta la médula.

Entonces, ¿qué demonios le sucede?

La gente virtuosa no era inmune a usar su bondad innata como garrote. Alguien podía quitar un millón de vidas y seguir siendo visto como un héroe; otros podían ser tachados de asesinos tras cobrarse una sola. Maryjun era una buena persona. No había malicia en su declaración. Violette había sido herida por su propia voluntad.

¿Y eso qué importa?

Marin odiaba a Maryjun más que a cualquier criminal; estaba resentida con ella, la despreciaba. Maryjun podía ser la heroína que había derrotado al señor de los demonios o la santa patrona del país; por muy querida o respetada que fuera por sus acciones, el odio de Marin no vacilaría. Tampoco le importaba si ese odio la marcaba como una pecadora.

Dijeran lo que dijeran, a los ojos de Marin, Maryjun era malvada.


Lugiia
Estoy contigo, Marin u_u ¡Vamos por las antorchas! (╯°□°)╯︵ ┻━┻

2 respuestas a “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 78: Más allá del bien y del mal”

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