Traducido por Lugiia
Editado por Freyna
Violette comprendió por qué las miradas a su alrededor estaban llenas de curiosidad. Tanto ella como Rosette atraían la atención de los demás, pero cuando la abrumadoramente bella Violette y la generosamente digna Rosette estaban juntas, el concepto adquiría un significado distinto. Ambas habían asistido a la academia desde la escuela media, aunque rara vez o nunca se hablaban. Habían intercambiado palabras y eran conscientes de la existencia de la otra, pero su relación nunca había ido más allá de la de conocidas. Eso no había cambiado, al menos en la mente de Violette.
Estaba tan preocupada por Yulan que la había olvidado por completo.
Violette no se había centrado en su encuentro con Rosette, sino en lo que había sucedido inmediatamente después. Hasta ese mismo momento, el encuentro había estado guardado al azar en un rincón de su memoria. No había sido muy significativo.
Sin embargo, para ella probablemente sí.
Ayer, Violette había descubierto por accidente el secreto de Rosette. Para Violette, era una información intrascendente, fácil de olvidar y donde no surgirían malentendidos. No obstante, desde la perspectiva de Rosette, debía de ser su peor temor.
Los secretos eran debilidades. Cuanta menos gente lo supiera, más pesado sería cargar con uno; además, el mero hecho de guardar un secreto era como engañar a las personas. Qué aterrador era que los demás supieran que mantenías esas cosas ocultas… y seguramente se sentía aún más cuando tu secreto era descubierto por una joven exigente de la que apenas se había dicho nada bueno sobre ella en público. Rosette debió de sentirse muy incómoda.
Violette podía comprenderlo. Incluso si ella estuviera en la posición de Rosette, habría tomado medidas similares.
—¿Vamos a otro sitio un rato? —sugirió Violette.
—¡Ah, sí! Um, de hecho, tengo un lugar en mente.
—¿Eh?
Violette se quedó perpleja. El comportamiento vacilante e inseguro de Rosette de hacía unos momentos se había desvanecido… ¿Qué había provocado ese cambio? Incapaz de formular ninguna pregunta a la chica, Violette se limitó a seguirla.
♦ ♦ ♦
Su destino era un lugar que le resultaba bastante familiar; de hecho, se habían encontrado allí ayer mismo. Este mirador era sin duda un paraíso donde Rosette podía revelar con seguridad preciosos secretos. Como de costumbre, la zona que les rodeaba estaba un poco oscura y parecía desierta.
—¿Aquí? —preguntó Violette—. ¿Por qué?
Violette había supuesto que Rosette la llevaría a un salón vacío, pero era cierto que este sitio era ideal para hablar sin oídos indiscretos. Sin embargo, nunca esperó que volviera a visitarlo, sobre todo después de lo ocurrido ayer. Violette tenía la intención de evitarlo a partir de ahora.
—Este lugar es muy poco popular. La sombra hace que sea difícil verlo desde fuera… que es exactamente por lo que vengo aquí a menudo —explicó Rosette.
—¿Oh?
Eso significaba que su encuentro en ese momento no era una desafortunada coincidencia. Las dos se encontraron de casualidad, nada más.
—Por eso… pensé que podría ser lo mismo para usted.
Rosette se quedó quieta, a poca distancia delante de Violette, y se giró lentamente para mirarla. Solo el sonido del viento que pasaba entre las dos era nítido y claro; todos los demás sonidos estaban silenciados. Las voces, las miradas, los ideales y las impresiones de cualquiera, ninguno de ellos podía llegar hasta aquí.
—Supuse que… usted querría estar sola. Y que por eso vendría aquí.
Esa era la lógica de Rosette. Supuso que Violette la vería como “robándole” este lugar y que dejaría de usar el mirador por completo si supiera que Rosette también lo visitaba. Su predicción dio en el blanco. Ella pensaba lo mismo: si Violette iba a venir aquí para descansar, sería mejor que Rosette no lo utilizara más.
Estas dos personas, tan desesperadas por estar solas, eran capaces de entender los sentimientos de la otra.
—Pero entonces, ¿dónde…?
—¡C-Conozco otros lugares! Los sitios que me gustan no son muy frecuentados por otras personas, así que seguramente estarán desocupados.
La expresión vertiginosa y tímida de Rosette parecía bastante infantil en comparación con su elegante semblante habitual. Debía de ser la verdadera Rosette; había bajado la guardia ahora que su secreto más profundo había quedado al descubierto, para bien o para mal. Existir por el bien de los demás era doloroso. Le había endurecido el corazón, la había hecho sentir como si la estuvieran aplastando o incluso destrozando.
—No tiene que preocuparse por mí —le dijo Violette.
—¿P-Perdón?
—Hasta ahora… ha acertado en todo.
Era su deseo de estar sola lo que había llevado a Violette a aquel lugar. Quería un sitio libre de miradas, expectativas, impresiones o rumores… pero eso no significaba necesariamente que quisiera uno donde no hubiera nadie.
Cuando pasó junto a Rosette, quien seguía con la mirada perdida, y entró en el mirador, fue como si todo se oscureciera. Se suponía que el sol debía iluminar todo por igual, pero la simple disposición de los árboles había obstruido fácilmente su luz. La oscuridad, que a muchos les parecería tétrica, a ella le parecía una protección. Quería evitar a todo aquel que no pudiera empatizar con ella, ya fuera con buenas o malas intenciones, pues todas las emociones dirigidas a ella le resultaban molestas. Ansiaba existir en algún lugar donde sus sentimientos no pudieran ser negados.
—No nos quedemos solo hablando. Por favor, siéntese.
—¡¿Eh?! Oh, um, ¡está bien! —exclamó Rosette, nerviosa.
El abrupto cambio en su expresión hizo que Rosette luciera adorable, desde el punto de vista de Violette. Esa sola observación demostraba que se había relajado un poco desde ayer, cuando su mente amenazaba con estallar debido a los muchos pensamientos que albergaba. Puede que sus pensamientos se hubieran estancado por las inesperadas acciones de Rosette en un lugar que no había previsto, pero eso estaba bien. Violette quería distanciarse de la realidad y permanecer vacía un poco más. Ella complacería a esta compañera solitaria por un corto tiempo.