La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 105: Camino al Imperio del Este

Traducido por Adara

Editado por Sakuya


La pregunta de Heinley me dejó la mente hecha un lío.

¿Cuándo lo aceptaré como mi amado esposo? Ya es encantador, ¿no?

No creo que se refiera a eso.

¿Quiere que le dé amor?

Estoy confundida.

Pensé en mi relación con Sovieshu, pero nunca tuve una conversación así con él. Esas experiencias fueron completamente inútiles.

Mientras dudaba, Heinley suspiró y murmuró.

—Tus ojos parecen los de un conejo asombrado.

—¿Yo…?

—Contéstame en otro momento, Reina.

Heinley se fue después.

De pie junto al marco de la ventana, me apoyé en el. Esto me hizo sentir mucho mejor.

No me había dado cuenta, pero mi cara parecía haberse calentado. Cuando puse mis palmas en mis mejillas, estaban realmente calientes.

¿Es porque Heinley… es más joven que yo? ¿O es porque es un playboy? Decía esas cosas dulces demasiado a la ligera.

No me desagrada, pero…

Mientras pensaba en eso, llamaron a la puerta.

Me apresuré a abrir para ver si era otra vez Heinley, pero quienes entraron fueron Rose y la condesa Jubel.

¿Dónde se habían metido? Llevaban cestas llenas de fruta.

—¿Qué estabais haciendo?

—Fuimos a un huerto que está en el Palacio Real, Majestad.

—Las pelaré para usted.

Mientras las dos se sentaban en el sofá, pelaban las frutas y servían bocadillos en un plato, yo volvía a mirar por la ventana.

Finalmente, me vino a la mente lo que había dicho Heinley sobre la invitación a la boda de Sovieshu.

Como me iba al Imperio del Este, mis damas de compañía me acompañarían, así que, por supuesto, tenía que decírselo.

—Su Majestad el Rey estuvo aquí hasta hace poco.

—¿Su Majestad?

—No creo haberlo visto entonces…

—Entró por la ventana. Sólo quería darme algunas noticias.

Rose, que había terminado de pelar las frutas, dejó el cuchillo y me miró. La condesa Jubel dejó el plato de aperitivos sobre la mesa de té y también esperó mis palabras.

—Nuestra fecha de boda ha sido fijada.

Sus rostros se iluminaron ante mis palabras.

—¡Por fin…!

—El diseñador McLinnan estará más ocupado, Majestad.

Sin embargo, sus rostros se ensombrecieron en cuanto les hablé de la boda de Sovieshu.

—Y Heinley y yo hemos sido invitados formalmente a la boda de Su Majestad el Emperador del Imperio del Este.

Parecía como si hubieran bebido un vaso de agua salada.

—He decidido ir.

Cuando escucharon mi respuesta a la invitación, sus caras empeoraron aún más.

Las dos intercambiaron miradas en silencio. El descontento se notaba en sus expresiones. Pero al final suspiraron y aceptaron.

Cuando estaba a punto de hablar más sobre el tema, llamaron de nuevo a la puerta.

Rose fue a abrir, mientras yo permanecía sentada en el sofá mirando en esa dirección.

El visitante era un hombre bien vestido con una gran barba gris.

¿Quién es?

Mientras miraba su rostro totalmente desconocido, se inclinó hacia mí. Después de asentir, el hombre entró en la habitación y se presentó.

—Soy el Mayordomo Principal de la Familia Amares, Su Majestad.

¿Familia Amares? Ese nombre me suena familiar…

Ah. Lo recuerdo.

Apareció un par de veces en los registros que había estado leyendo. Por lo que sé, esa familia ostentaba el título de marqués.

¿Por qué enviaría esa familia a su Mayordomo Mayor aquí?

Cuando le miré perpleja, el mayordomo dijo cortésmente.

—Su Majestad, he venido de parte de la Srta. Mullaney.

¡Mullaney! Era uno de los subordinados de Mullaney.

Quería reunirme con ella con la intención de ponerla de mi parte, ya que tenía gran influencia en la alta sociedad del Reino Occidental.

Asentí y él continuó.

—La señorita Mullaney se siente muy honrada de que Su Majestad la Reina desee reunirse con ella. Estará encantada de visitarla en cuanto le comunique la fecha y la hora.

No era necesario fijar una fecha lejana.

—Dígale que venga a visitarme mañana a la una de la tarde.

♦ ♦ ♦

Mullaney llegó media hora antes de la hora acordada.

Había considerado esa posibilidad, así que el té y los aperitivos ya estaban preparados.

—Me llamo Mullaney, Su Majestad la Reina.

Observé atentamente a Mullaney mientras me saludaba cortésmente.

Era una joven de ojos grises, con una postura recta y firme. Tenía una expresión digna y su forma de hablar era elegante.

—Es un honor que haya querido reunirse conmigo, Majestad.

—He querido conocerla desde que oí hablar de usted.

—Yo también esperaba este momento desde que supe que Su Majestad la Reina había llegado. Me preguntaba cuándo me llamaría.

No era sólo su expresión la que desprendía confianza, sus palabras atrevidas y sinceras me hicieron sonreír de forma natural.

Aunque su aura era diferente, tenía la sensación de estar viendo a una joven Nian.

En lugar de andarme con rodeos, le pregunté directamente.

—Ya veo. Si estabas esperando a que te llamara, es porque quieres algo de mí, ¿verdad?

La señorita Mullaney sonrió ligeramente, y preguntó a su vez.

—Su Majestad me llamó para ayudarle a integrarse en la alta sociedad del Reino Occidental, ¿verdad?

Ella es inteligente. Eso es aún mejor.

Cuando asentí agradablemente, preguntó esta vez con más cuidado que antes.

—¿Qué ganaría yo ayudando a Su Majestad la Reina?

Ante su atrevida, pero inteligente pregunta, Laura, de pie junto a la puerta, levantó la cabeza amenazadoramente.

Por la expresión de su rostro, parecía estar pensando “¿Qué le pasa?”

Resistiendo las ganas de reír, respondí.

—¿Qué quieres a cambio?

Por su pregunta anterior, me di cuenta de que buscaba algo en particular, pero la exigencia de Mullaney fue completamente inesperada.

—¡Por favor, echa a Christa del Palacio Real!

Cuando enarqué una ceja y la miré con incredulidad, Mullaney volvió a hablar.

—Seguramente habrás oído que tuve una gran pelea con Christa. A causa de eso, incluso Su Majestad Heinley me dijo algunas palabras no muy agradables.

Mullaney, cuyo rostro se puso rígido como si estuviera enfadada sólo de pensarlo, respiró hondo y continuó.

—Desde entonces, los nobles que siguen a Christa se han confabulado descaradamente para intimidarme a mí y a mis amigos.

Me quedé en silencio pensando.

—No sé si fue por orden de Christa o si esos nobles actúan enfadados por su cuenta. Pero ella es el punto focal, y una vez que abandone el palacio real, ese grupo se dispersará. —continuó con una mirada de determinación—: En cualquier caso, Christa debería haber ido a la Mansión de Compshire cuando el anterior rey falleció. Aunque ella no quiera ir ahí, debe abandonar el palacio real. Es natural echarla, Majestad.

—Lo pensaré…

Después de que Mullaney se fuera, llamé a Rose y a Mastas para contarles esto antes de preguntarles si la relación entre Mullaney y Christa era tan mala.

Mastas no parecía saber mucho al respecto, pero Rose contestó tras reflexionar.

—No tuvieron una pelea tan grande, pero es cierto que desde que corrió el rumor de una discusión, hubo una división en la alta sociedad, Majestad.

—Ya veo…

—Pero no creo que sea sólo por la situación en la alta sociedad que la Srta. Mullaney está siendo tan inflexible.

Entonces, ¿cuál es la razón?

Rose frunció el ceño como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por recordar y dijo: —La señorita Mullaney es hija única del marqués Amares. Tengo entendido que el marqués Amares adoptó a su sobrino para que le sucediera. Se rumorea que la señorita Mullaney quería suceder directamente al marqués.

—Ah.

—Ese sobrino es el tercer hijo del duque Liberty, que está del lado de Christa.

—No me lo esperaba.

—¿La Srta. Mullaney quiere deshacerse de Christa para poder deshacerse de su hermano adoptivo?

—Bueno, tal vez …

Esa era una posibilidad.

Parecía tener un fuerte sentido del orgullo, así que podría haber pedido que yo me ocupara de Christa en lugar de pedir lo que realmente quería: que la ayudara a convertirse en la sucesora.

—Majestad, ¿qué piensa hacer? —Laura preguntó, inquieta.

Me recliné en el sofá en lugar de responder.

Uniendo mis manos a las de Mullaney podría acercarme a la mitad de las fuerzas de la alta sociedad. Sin embargo, se había vuelto completamente hostil hacia Christa.

Como ya he dicho antes a mis damas de compañía, una falsa amistad es mejor que estar en conflicto.

¿Debo dar un paso adelante o fingir que estoy en buenos términos con Christa por el momento?

♦ ♦ ♦

Llevaba días pensando en esto, pero no era fácil dar con una respuesta.

Mientras tanto, la delegación que asistirá a la boda de Sovieshu se estaba organizando adecuadamente y sin darme cuenta, había llegado el día de la partida.

Era una sensación extraña volver a mi patria como Reina de otro país.

Antes de partir, respiré hondo varias veces mientras me miraba en el espejo con mi cómodo atuendo de viaje. Cuando salí con una expresión forzada en el rostro, el carruaje ya estaba esperando.

Alrededor del carruaje no había Caballeros del Reino Occidental, sino Caballeros Supranacionales.

Después de recibir sus saludos, subí al carruaje.

Este carruaje se uniría más tarde a otros carruajes y soldados de caballería cerca de la puerta principal del palacio real.

¿Por qué no está aquí?

No pude ver a Mastas dentro del carruaje. Mis otras damas de compañía estaban arreglando su equipaje.

—Señorita Laura, ¿ha visto a la señorita Mastas?

Cuando pregunté preocupada, Laura negó con la cabeza. Rose y la condesa Jubel tampoco sabían nada.

Era hora de partir.

—¡Su Majestad! ¡Su Majestad la Reina!

Vi a Mastas a través de la ventana acercándose apresuradamente desde lejos, con una gran lanza a la espalda y cubierta con una capa.

—¡Señorita Mastas!

Bajé rápidamente del carruaje y, en un instante, ella estaba frente a mí.

—Majestad, ¿ha oído eso? ¿No lo ha oído? Por favor, dígame que aún no lo ha oído.

—No he oído nada. ¿Qué ha pasado?

—¡Lo escuché de mi hermano!

Su hermano… ahh. Ese caballero de aspecto rudo.

¿Se llamaba Sir April?

Cuando asentí, ella sonrió y dijo: —¡Mi hermano también está participando en la Expedición de los Caballeros, y aparentemente está en el mismo grupo que el hermano de Su Majestad!

—¿En serio?

—Sí. Es Sir Koshar, ¿no?

—Así es.

—Sir Koshar… —Rose dijo fríamente a mi lado.

—Señorita Mastas, ¿dónde está su equipaje?

Mastas dejó de hablar y fue a recoger sus cosas. Debido a esto, no pude evitar mover los dedos ansiosamente mientras esperaba en el carruaje a que ella regresara.

Mastas regresó casi media hora después, subió al carruaje y terminó de hablar.

—Sir Koshar está haciendo un buen trabajo en la Expedición de los Caballeros.

—¿Lo dice en serio?

Cuando pregunté sorprendida y feliz al mismo tiempo, Mastas exclamó.

—¡Sí! —con una amplia sonrisa—. ¿Sabe cómo se ha hecho popular?

Eso me puso nerviosa.

Esa pregunta… sonaba como si se hubiera hecho popular de una forma diferente a los demás.

La miré con temor, pero ella me explicó con más entusiasmo.

—Normalmente, si uno se entera de circunstancias injustas, emprende acciones legales después de investigar. ¡Pero el puño del hermano de Su Majestad sale disparado después de investigar! Aunque los castigos legales están bien, desde la posición de los afectados no es suficiente. Prefiriendo que los culpables reciban su merecida paliza.

Me llevé la mano a la frente en estado de shock, pero Mastas llegó a agitar el puño en el aire emocionada.

—¡Es la primera vez que ocurre algo así, así que todo el mundo le aplaude!

Mientras estaba atónita, Mastas me preguntó con un brillo en los ojos.

—Majestad, ¿qué clase de persona es su hermano? Parece ser muy admirado.

♦ ♦ ♦

Al principio, me preocupé cuando empezó a hablar de mi hermano.

Sin embargo, poco a poco me fui aliviando a medida que Mastas seguía diciendo cosas buenas.

Es un poco… diferente a los demás, pero lo importante es que es querido como caballero por el pueblo. Mientras la gente del Reino del Oeste esté contenta con mi hermano, es suficiente.

Apoyé el brazo en el alféizar de la ventana del carruaje y miré hacia fuera.

A medida que los pensamientos sobre mi hermano disminuían, pensaba cada vez más en el Imperio del Este.

Tenía sentimientos encontrados. Quería demostrar a mis padres lo bien que vivía gracias a Heinley. Pero al mismo tiempo, me preguntaba si aún me dolería ver a Sovieshu con Rashta.

Sé que no podía decírselo a nadie, pero, sinceramente… también deseaba que Sovieshu se sorprendiera al verme.

Quería mostrárselo. Quería mostrarle lo bien que estaba viviendo sin él.

¿Era un pensamiento demasiado infantil?

Mientras reflexionaba, el carruaje se detuvo.

¿Ya hemos llegado?

Pero lo único que veía por la ventanilla era un camino forestal. Mirando confusa hacia la puerta, de repente oí una voz que decía “Reina” al otro lado de la misma.

En cuanto abrí la puerta, Heinley estaba ahí de pie.

Sonrió mirando a mis damas de compañía.

—Reina, ¿podemos montar los dos solos en el carruaje?

Antes de que pudiera responder, mis damas de compañía se miraron y se bajaron apresuradamente. Se dirigieron al otro carruaje que estaba preparado para mí. En lugar de detenerlas, cerré torpemente la ventanilla.

¿Eh? ¿Por qué cerré la ventanilla?

Heinley subió al carruaje y se sentó rápidamente frente a mí.

Después de ponerse cómodo, golpeó la pared detrás de él y el carruaje detenido comenzó a moverse de nuevo.

Antes de que le preguntara por qué había venido, Heinley respondió primero: —He venido porque quería estar contigo.

—De acuerdo.

Respondí con calma y volví a dirigir mi mirada hacia la ventanilla. Pero acababa de cerrarla, así que no podía ver nada por la ventana.

¿Por qué la había cerrado?

Me reproché a mí misma, luego lo miré y vi que no me estaba mirando.

Volví a abrir la ventana y fingí estar contemplando el paisaje.

—Ja, ja.

Oí una risa baja y reprimida desde el interior del vagón, pero la ignoré deliberadamente.

Afortunadamente, la risa se desvaneció pronto.

Después de un rato, de repente sentí ganas de ver a Queen.

Queen. Mi encantadora águila.

Fue tan chocante cuando descubrí que Heinley estaba desnudo cuando se convirtió en Queen, que me daba vergüenza sólo ver a Queen.

Sin embargo, parecía que a medida que pasaba el tiempo esa sensación se iba desvaneciendo.

Quería volver a ver a Queen.

Es cierto que Heinley estaba desnudo cuando se convirtió en Queen, pero… tiene plumas.

Ahora que lo pienso, ¿no son las plumas de un pájaro como la ropa de un humano?

Eso me hizo querer ver Queen aún más.

En ese momento, sentí que, si abrazaba con fuerza su pequeño cuerpo, mi mente confusa se calmaría.

Mirando de reojo, Heinley sonreía mientras me observaba.

—¿Puedes convertirte en Queen? —Tras dudar un momento, le pregunté.

—¿Ahora?

—Quiero abrazarlo.

En cuanto estas palabras salieron de mi boca, se convirtió en un instante en un pájaro de plumas doradas y voló hacia mí.

Le pedí que se convirtiera en Queen. Pero cuando Queen se acercó a mí, mi corazón empezó a latir deprisa.

Quizá fuera por su ropa extendida ante mí.

Pero al verlo más de cerca, Queen era simplemente Queen.

No sentí una fea desnudez. Por supuesto, eso no significaba que el cuerpo desnudo de Heinley fuera feo, esa no era la razón por la que no quería verlo desnudo…

Aliviada, finalmente extendí la mano. Cuando toqué suavemente sus plumas, Heinley parpadeó y una sonrisa se formó en sus ojos.

No podía creer que sonriera, aunque fuera un pájaro. No, era mi Queen.

Armándome de más valor, estiré ambas manos y alcé a Queen. Me sentí feliz y nostálgica de volver a tener a Queen en mi regazo.

Lentamente abracé a Queen. Este olor… Echaba de menos este aroma.

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