La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 115: Cena entre Sovieshu y Heinley

Traducido por Lucy

Editado por Sakuya


Delise no podía recordar esto de inmediato.

—¿Plumas de ave?

Extendió la mano y examinó una pluma. El azul era muy bonito.

Pero, ¿por qué está esto aquí? Delise miró a Rashta

Rashta tenía la mirada perdida, aún triste y con los brazos cruzados.

¿Lo había puesto aquí por superstición?

Delise, que se preguntaba de qué se trataba, recordó de pronto los sucesos de hacía unos meses.

¡Oh! ¡Tal vez!

El emperador Sovieshu había regalado a la emperatriz Navier un pájaro azul, y ella lo rechazó. Ese pájaro tenía sin duda esas mismas plumas azules. Además, en aquel momento no tenía tantas como debería. Cuando ella preguntó por qué, Rashta respondió que la emperatriz se las había arrancado.

¿Fue Rashta quien arrancó las plumas al pájaro, no, Navier?

Sorprendida, Delise abrió mucho los ojos, pero de repente sintió un ambiente gélido.

Al principio había silencio, pero ahora se había vuelto aún más silencioso… Delise sintió que un inexplicable escalofrío le recorría la espina dorsal, y giró despacio la cabeza.

Rashta estaba recostada en el sillón, mirándola con atención. Cuando sus miradas se cruzaron, Delise se quedó paralizada mientras su corazón latía con fuerza.

¿Habré visto algo que no debía?

A pesar de ello, Delise creyó en el carácter de Rashta, que su hermano afirmaba, e intentó hablar con calma.

—Majestad, Su Majestad la Emperatriz, estas plumas de ave…

Pero incluso antes de que pudiera terminar de hablar, Rashta gritó con un estruendo.

—¡AHH!

—¿Su Majestad?

Delise se sobresaltó e intentó acercarse a Rashta, pero cuando ésta gritó: —¡Cómo has podido hacer esto! —Retrocedió por reflejo.

—¿Eh? ¿Qué?

—¿Cómo te atreves a arrancarle las plumas a Su Majestad?

Delise estaba tan sorprendida que ni siquiera se dio cuenta de que Rashta había hablado mal.

Delise agitó las manos rápido.

—Oh, no, no lo hice, estaba cambiando la funda de la almohada, cuando esto-

—¡¡¡AH!!! —Cuando Rashta volvió a gritar, la puerta se abrió y entraron varias personas.

—¿Su Majestad la Emperatriz?

—¡Su Majestad la Emperatriz!

Eran las otras doncellas: Arian, la vizcondesa Verdi y sus guardias. Rashta, sin volverse siquiera para mirarlas, se tapó la boca con una mano y gritó a Delise.

—No me puedo creer que le hayas arrancado las plumas a un pájaro vivo, ¡¿cómo has podido hacerlo?!

Delise, horrorizada, se arrodilló rápido ante Rashta.

—¡Claro que no, Majestad! Yo, yo creía que eso era obra de la antigua emperatriz…

Rashta le dio una bofetada en la mejilla, cerrándole la boca a Delise. Se oyó un fuerte sonido y la cabeza de Delise se giró hacia un lado.

—¡¿Cómo te atreves a arrancarle las plumas a Su Majestad?! Además, las ha puesto dentro de la almohada de Rashta. Es claro un intento de dañar a Rashta.

Pero mientras ella gritaba una y otra vez, Delise solo tartamudeaba sin emitir un sonido de dolor.

—¡Ah, no, no!

Aun así, Rashta seguía mostrando una actitud fría, por lo que Delise se apresuró a suplicar a la vizcondesa Verdi.

—¡Por favor, diga que eso no es cierto, lady Verdi!

Pero la vizcondesa Verdi, que desconocía los motivos, retrocedió rápido para no verse involucrada.

Entonces, Delise se aferró al guardia con el que mantenía buenas relaciones.

—¡No he hecho nada, por favor, detengan a lady Rashta!

Pero el guardia, que siempre había saludado a Delise con un rubor en las mejillas cada vez que la veía, le apartó las manos con frialdad y dio un paso atrás.

Era una actitud como si la mismísima basura le hubiera tocado. Aunque nadie sabía lo que ocurría, supusieron que se trataba de algo malo.

Delise se sintió muy herida, pero de repente suplicó a Rashta.

—¡Lo siento, lo siento, por favor, perdóneme!

—¡No! Rashta no puede tener a una chica espeluznante como tú de criada.

Cuando Rashta ordenó a los guardias, “¡Llevénsela!” Los guardias extendieron rápido las manos y agarraron con brusquedad a Delise por ambos brazos.

Aunque la trataban con rudeza, el joven guardia se mostró indiferente hacia la bella Delise.

Delise forcejeó, pero al final no pudo superar la diferencia de fuerzas y fue arrastrada por el pasillo.

—¡Esto me puso la piel de gallina! —gritó Rashta, con el rostro pálido. Por su expresión, parecía muy horrorizada.

Cuando por fin todos inspeccionaron la habitación, se fijaron en una funda de almohada quitada, con plumas azules esparcidas por ella.

—¿Qué es eso, Majestad?

—Fue Delise quien arrancó las plumas del pájaro de Su Majestad y las puso dentro de la almohada de Rashta. Por fortuna, la atrapé.

Rashta miró temblorosa en otra dirección y ordenó.

—¡Saca eso de aquí ahora mismo! No, ¡quémenlo!

Arian, otra criada, recogió las plumas de la funda de la almohada con cara de pesadumbre.

—Deshazte también de la almohada.

—Entendido.

Una vez que Arian salió, la vizcondesa Verdi dijo: —Te traeré té caliente. —antes de seguirla rápido.

Rashta se desplomó en el sillón cuando todos se fueron. De hecho, estaba muy asustada. Se frotaba los brazos mientras reprimía su miedo.

Por aquel entonces, no sabía qué hacer con las plumas, así que primero las había escondido. Luego, pasaron tantas cosas que se olvidó de ellas.

Rashta frunció el ceño, reprendiéndose a sí misma y escupiendo maldiciones en su mente.

—¿Fue demasiado? ¿Debería haber fingido que no lo sabía?

Una vez que se calmó un poco, se sintió extraña al recordar cómo habían arrastrado a Delise sin motivo. Sin embargo, ya no podía cambiar de opinión.

—La emperatriz tiene un poder enorme… No puedo creer que pueda deshacerse de una persona con una sola palabra.

En ese momento, la vizcondesa Verdi regresó y le entregó a Rashta un té de hierbas caliente. Rashta examinó con atención a la vizcondesa Verdi mientras aceptaba el té.

Después de tratar con Delise, la vizcondesa Verdi, que antes había sido una molestia, volvió a entrar en su visión.

La vizcondesa Verdi se sintió de repente incómoda, pero preguntó sin dar muestras.

—¿Necesitas algo más?

—Nada más…

Es lista. No me cae bien, pero eso no significa que tenga forma de atraparme.

Sin embargo, Rashta decidió posponer la eliminación de la vizcondesa Verdi.

Delise podría haberla acusado en cuanto se diera la situación, pero la vizcondesa Verdi no. Además, a pesar de todo, seguía siendo de la nobleza, y parecía tener buenas relaciones con algunos nobles.

Y lo que es más importante… Ahora que esto ocurría, recordaba la actitud de los nobles que asistieron a su primera merienda como emperatriz.

¿Qué pasaría si después de traer a esas nobles como mis damas de compañía, más bien, intentan encontrar un punto débil para aprovecharse de ello?

Prefirió quedarse solo con la vizcondesa Verdi.

Ante las palabras indiferentes de Rashta, la vizcondesa Verdi se sintió aliviada y se marchó diciendo:

—De acuerdo.

Rashta cerró los ojos y sorbió el té caliente.

A medida que el té caliente entraba en su cuerpo, el calor circundante disminuía de a poco su tensión. En cualquier caso, las plumas azules eran ya cosa del pasado.

Creo que ya puedo relajarme. Pensaba deshacerme de ella en algún momento. 

Pero antes de que pudiera relajarse, le vino a la mente una idea horrible.

¿Y si Delise me guarda rencor y difunde malos rumores sobre mí?

La gente era propensa a creer rumores falsos. Rashta se había aprovechado de ello para derrocar a la duquesa Tuania, y ahora le asustaba pensar que el objetivo pudiera ser ella.

Delise parecía sincera y encantadora, ¿no le resultaría fácil difundir falsos rumores?

Los nobles la menospreciaban. Está claro que no sería bueno a largo plazo que los plebeyos que estaban de su lado se dejarán llevar por rumores extraños.

Tendré que cerrarle la boca para siempre.

Rashta se apresuró a tocar la campanilla y dijo en cuanto entró la vizcondesa Verdi:

—Ahora que lo pienso, es un delito demasiado grave. Maltratar al pájaro de Su Majestad es perjudicar a la Emperatriz, ¿no?

La vizcondesa Verdi tragó saliva, tenía un mal presentimiento.

Rashta habló con frialdad, evitando su mirada.

—Ha hecho algo horrible, así que debe ser castigada en consecuencia. Que le corten la lengua y la encarcelen.

♦ ♦ ♦

—¿Rashta dio esas órdenes? —preguntó Sovieshu, sorprendido al escuchar de boca de su secretario, el Conde Pirnu, las órdenes dadas ayer por Rashta—. ¿Estás seguro?

—Sí, he confirmado que está encarcelada.

Sovieshu sonrió forzadamente.

Había aprendido del caso de la duquesa Tuania que Rashta no siempre era buena.

Aunque era comprensible que ahora se mostrara cautelosa por el frustrado incidente de las drogas en el que estaban implicadas las criadas, las órdenes de cortarle la lengua a Delise y encarcelarla, eran aterradoras.

El conde Pirnu preguntó con el ceño fruncido mientras se preguntaba si Sovieshu pensaba lo mismo.

—¿Qué vas a hacer, Majestad?

Sovieshu suspiró, con el rostro rígido.

De repente, recordó que Rashta le había insinuado en el pasado que fue la emperatriz quien arrancó las plumas del pájaro azul.

Por supuesto, no culpó de frente a la Emperatriz, pero el matiz de sus palabras lo dejaba claro.

—Por ahora, es mejor no hacer nada… Escucharé sus razones en persona. —Sovieshu se levantó de inmediato y fue a visitar a Rashta.

Rashta parecía triste por Delise. En cuanto vio a Sovieshu, corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.

—Majestad. ¿Te has enterado?

—Sí, lo he oído —dijo Sovieshu reconfortando, poniendo con suavidad las manos sobre los hombros de Rashta—. Debes de haberte sorprendido mucho.

—Sí. También me duele otra vez la barriga por el estrés…

Sovieshu consoló a Rashta. Una vez que Rashta se calmó y empezó a sonreír, preguntó.

—Rashta, ¿no me habías dicho en el pasado que Delise recibió el pájaro devuelto por la Emperatriz, y luego te lo dio a ti?

—Así es.

Rashta se estremeció por un momento, pero de inmediato respondió con una mirada consternada.

—En aquel momento, Rashta pensó que la emperatriz depuesta había actuado sola. Sin embargo, parece que Delise trabajaba para la emperatriz depuesta.

Aunque Rashta respondió de inmediato, la inquietud de Sovieshu no desapareció.

Después de volver a su habitación. Por fin, decidió comprobarlo por sí mismo y colocó la jaula en medio de la habitación.

El inteligente pájaro se había encariñado con Sovieshu, pues emitía su característico graznido mientras seguía su mano con la cabeza.

Sovieshu acarició el pico del pájaro y ordenó a un asistente que llamara a Rashta.

Es un pájaro inteligente, así que reaccionará ante quien lo haya maltratado.

Quería poner el pájaro cerca de Rashta para ver cómo reaccionaba.

♦ ♦ ♦

Aunque faltaba poco para la boda, Sovieshu y Rashta aún no habían llegado. Así que supuse que no asistirían.

—El Gran Duque Lilteang de seguro vendrá como representante del Imperio del Este.

Cuando mencioné al Gran Duque Lilteang, con sorpresa, Heinley respondió con una sonrisa.

—Eso también es bueno.

—¿Es bueno que el Gran Duque Lilteang venga como representante del Imperio del Este?

¿No quería que vinieran Sovieshu y Rashta?

Cuando nuestras miradas se cruzaron, Heinley sonrió un poco y susurró.

—Ah. Hay algo que de verdad quiero hacer cuando le vea.

—¿Qué quieres hacer?

No tenía ni idea de lo que quería hacer. Pero Heinley no respondió, solo sonrió y dio un sorbo a su té.

Sin embargo, dos días antes de la boda, tanto Rashta como Sovieshu llegaron de forma inesperada. Este hecho, será de verdad una historia en la familia Imperial que se conocerá durante muchos años.

Mientras me preguntaba si a Heinley le parecería bien que aparecieran, en ese momento, pude sentir cómo incluso mis damas de compañía examinaban en silencio mi estado de ánimo.

La respuesta llegó por la noche, junto con una noticia sorprendente.

—¿Su Majestad Heinley?

—Sí. Su Majestad Heinley.

Heinley invitó a Sovieshu a cenar a solas.

—¿Está seguro de que Sovieshu no llamó a Heinley, sino que Heinley invitó a Sovieshu a cenar con él?

Pregunté varias veces, desconcertada.

Heinley y Sovieshu habían estado en malos términos desde que se conocieron.

Aunque fue Heinley quien quiso invitar a Sovieshu a la boda, solo lo hizo para que fuera “testigo de nuestra unión”.

Iban a cenar los dos solos…

—Estoy segura, Majestad. He oído que ordenó a todos sus subordinados que se marcharan para cenar a solas con Sovieshu.

Pero cada vez que le preguntaba, Rose respondía que estaba segura.

Estaba muy preocupada, así que me acerqué a la ventana, la abrí y miré hacia el palacio principal.

Heinley… cree que me sentiré abrumada por la presencia de Sovieshu.

♦ ♦ ♦

Sovieshu tenía tanta curiosidad como Navier.

¿Por qué el rey Heinley me invitó a cenar con él?

Poco después de empezar a comer, Sovieshu por fin preguntó a Heinley.

—¿Por qué me has llamado?

Era una pregunta corta, Heinley respondió de inmediato con una sonrisa.

—En cierto modo no me caes bien, pero en cierto modo te estoy agradecido. Por eso quería que comiéramos juntos al menos una vez.

Sovieshu frunció el ceño.

—¿Agradecido?

Aunque había respondido a su pregunta, Sovieshu no podía entenderlo.

Cuando Sovieshu le miró con expresión de “¿De qué estás hablando?”, Heinley explicó como si fuera obvio.

—Porque tú mismo te divorciaste de Navier. Gracias a ti, pronto seremos marido y mujer. Hablando de hombre a hombre, me enamoré de Navier desde el momento en que la conocí.

La expresión de Sovieshu se volvió rígida.

La cara sonriente de Heinley parecía tan dulce como el azúcar, pero cuando Sovieshu lo vio, apretó el puño con fuerza, queriendo darle un puñetazo.

—Oh, pensándolo así, es como si Su Majestad hubiera arreglado nuestro matrimonio.

—Rey Heinley…

—Se lo agradezco de nuevo, Su Majestad. Si no se hubiera divorciado de Navier, habría sufrido solo, persiguiendo su sombra.

Ante la actitud irritante y risueña de Heinley, Sovieshu se molestó mucho y dijo con sarcasmo.

—Navier se dará cuenta algún día de lo despreciable que eres.

—Eso no ocurrirá. Porque a diferencia de Su Majestad, nunca encontrará nada despreciable de mí.

Sovieshu chasqueó la lengua por dentro.

¿Por qué me había llamado de repente? ¿Quería burlarse de mí?

—Ja, ja.

Sovieshu rio incrédulo, mientras Heinley tomaba su cuchillo y su tenedor con calma.

Sin embargo, Sovieshu pareció encontrarlo divertido de repente, incluso sacudió los hombros y se rio más fuerte, momento en el que Heinley dejó de cortar la carne y se le quedó mirando.

Esta vez, Heinley frunció el ceño.

—El exceso de confianza crea oportunidades. Viéndote ahora, pronto tendré una oportunidad. Perdí a mi mujer por un error de cálculo, pero estaré listo para recuperarla en cualquier momento.

—Ella no lo ama, Su Majestad. Tampoco es un objeto que puedas recuperar cuando quieras.

—Justo porque no es un objeto, en el momento en que Navier quiera volver, podré recuperarla, ¿verdad?

Sonriendo con tranquilidad, Sovieshu se inclinó hacia Heinley y añadió.

—Tienes dos caras, Rey Heinley. Por eso Navier parece confiar tanto en ti. Y por eso Navier querrá volver a mí.

Esta vez, Heinley mostró una sonrisa forzada, pero Sovieshu continuó hablando.

—La gente de dos caras como tú esconde muchos secretos. —Sonriendo, Sovieshu añadió en un susurro—. Como el hecho de que plantaste al Duque Elgy en el Imperio del Este.

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