La hija de la Casa Albert – Capítulo 49

Traducido por Lugiia

Editado por Ayanami


Gainus Eldland podía ser taciturno y de aspecto fuerte, pero tenía fama entre las mujeres de ser apuesto gracias a su altura y físico.

Además, era muy querido por sus compañeros debido a su carácter bondadoso y era el favorito entre los padres de familia debido a su seriedad.

Incluso en «Amor Eterno», fue descrito como un personaje con un encanto diferente para una secuela llena de hombres que actuaban como príncipes relucientes.

Sin embargo, este no era el momento para pensar con calma acerca de su reputación en el mundo real y mucho menos sobre cómo era en el juego. La única persona a la que tenía que enfrentarse era al Gainus de este mundo, no a aquel del juego, y para agregarle dificultad a esa tarea, los padres de ambos estaban sonriendo a ambos lados de la mesa mientras le pedían que se sentara frente a él.

Cuando Mary miró hacia atrás con una expresión de disgusto, vio que Addie cambiaba al modo mayordomo mientras hacía una reverencia frente a ella y se dirigía a la esquina del salón. En su camino, se encontró con la mirada de Mary por un momento, y entrecerró los ojos hacia su maestra, sin que los presentes observaran el intercambio. Quizás, era su forma de mostrarle que la animaba.

Mary hizo una reverencia hacia Gainus y todos los presentes. El hombre sentado a su lado, quien parecía ser su padre, sonrió gustosamente y dijo:

—Su hija es muy hermosa.

Parece que, en contraste con su taciturno hijo, era una persona muy habladora. Gainus, por su parte, se puso ligeramente a la defensiva ante la aparición de Mary y se limitó a inclinar la cabeza con torpeza, como si estuviera mostrándole a su padre todo lo que había aprendido.

—Gracias por venir hasta aquí el día de hoy —dijo Mary.

—No, siento haberle pedido que viniera. Espero que no le importe tener una charla rápida conmigo por el día de hoy.

Dijeron que no era una charla para un “matrimonio arreglado”, pero al haber añadido “por el día de hoy” insinúa que habrá más oportunidades para verse. Mary chasqueó la lengua en su interior.

¿Qué demonios? Aunque no es un matrimonio arreglado, sus pensamientos están empezando a salir a la luz.

Lo primero que vino a la mente de Mary es que Gainus quizás sigue comprometido con Parfait, pero ya ha sido abandonado por Lilianne. No obstante, es extraño, en medio de todo eso, intentar concretar un compromiso entre ellos.

Ya veo cómo son las cosas…, pensó Mary, mientras seguía hablando con Gainus, sonriendo suavemente cada tanto para complacer a los padres de ambas familias. Mientras sus padres estuvieran en la misma sintonía, no era aceptable actuar de forma fría, por muy problemática o absurda que fuera la situación. Es molesto, pero tenía que mantener su fachada.

Addie, desde luego, estaba en la esquina de la habitación. La forma en que enderezó su columna y mantiene silencio, es como si quisiera borrar su existencia, es propia de un mayordomo. Mary le dirigió una mirada rápida sin que nadie lo notara, suspirando para sus adentros.

No sabía la razón, pero hoy se sentía extrañamente distante. ¿Es porque, aunque antes declaró que terminaría la conversación en el menor tiempo posible, había comenzado a pensar que sería imposible? Mary se disculpó con Addie en su mente y se volvió hacia Gainus.

Y así, después de unos momentos de conversaciones triviales y negocios, el padre de Gainus, como si estuviera esperando esa oportunidad, dijo:

—Bueno, ya va siendo hora de retirarnos… —Le hizo un gesto al padre de Mary.

Era la misma estrategia que hacían siempre de: “Oh, es hora de que los viejos se retiren para que los jóvenes se conozcan”. Mary suspiró ante tal escena y observó a Addie de reojo, mientras pretendía despedir a sus padres.

Seguía en su modo mayordomo, abriendo la puerta para que sus padres pudieran dejar la habitación. Todo en él era perfecto: el ángulo en el que inclinaba la cabeza, la forma en que abría la puerta…; pero desde el punto de vista de Mary, era terriblemente diferente a Addie.

A primera hora de esa mañana, Addie, con una taza de té en una mano y un bollo en la otra, le dijo:

—Señorita, tengo las manos ocupadas, ¿podría abrirme la puerta?

Por alguna razón, Mary sintió una presión en el pecho al recordar esas palabras, las cuales no eran aceptables en un mayordomo de ninguna forma, pero que eran típicas de Addie.

—¿Hm?

El dolor opresivo en su pecho, que había sido constante hasta hace unos momentos, desapareció por completo, haciendo que sus latidos volvieran a la normalidad. Mary bajó la mirada hacia su pecho, preguntándose cuál era la causa para que se detuviera.

—¿Qué sucede, señorita Mary? —Preguntó Gainus.

—No es nada… Solo mi imaginación.

Mary, quien volvió a sus sentidos después de que Gainus la llamara por su nombre, dibujó una sonrisa falsa llena de afecto en su rostro y se volvió hacia él.

Luego, sonrió con serenidad y juntó las manos frente a su pecho. Es una pose muy femenina que la hace parecer una joven encantadora a los ojos de los demás, algo que le gusta pretender en este tipo de situaciones.

—Me sorprende lo inesperado de su historia —comenzó a decir Mary—. No sabía que sus sentimientos por mí fueran tan fuertes como para forzar este tipo de conversaciones.

—Bueno, eso…

—Es una broma, por supuesto. No me tome tan en serio.

Aquellas palabras las dijo de forma directa, haciendo que, en un instante, cambiara de ser una joven encantadora a una de actitud fría. Gainus se sorprendió por el cambio repentino, notando que la impresión que tenía de ella era falsa. Es probable que, debido a su seriedad, no pueda seguir el sarcasmo de Mary.

El rostro melancólico de Parfait pasó por la mente de Mary, mientras la joven decía: “Eso es parte de su encanto”.

¿No es Parfait, aquella joven que se toma a pecho el sarcasmo de Mary y se siente herida por sus palabras, la pareja perfecta para Gainus, aquel hombre frente a ella que es la imagen misma de la seriedad…? No pudo evitar pensar en ello. Si Lilianne no hubiera intervenido, habrían sido una pareja tranquila, acogedora y amigable.

Aquel que rompió el silencio entre ambos fue Gainus, pretendiendo toser como si se quejara de algo. Cada vez que lo hacía, miraba hacia una esquina de la habitación.

Ni siquiera tenía que preguntar qué intentaba decir. La única figura en la esquina del salón era nada más y nada menos que el mayordomo de Mary.

—No se preocupe por él. Él lo sabe todo —dijo Mary, al darse cuenta de lo que Gainus intentaba decir, mirando de reojo a Addie.

A través de su tos, debía estar pidiendo que se retirara. Aunque era un problema dejar a una mujer y a un hombre de edad similar en una habitación sin vigilancia, era imprudente que un mayordomo se quedara después de que sus padres se habían tomado la molestia de dejarlos solos.

—Él no dirá nada —asegura Mary a través de un suspiro.

Addie siempre se comporta de esa manera, sin importar quien sea la persona. Aunque Mary consiga una silla, no hay forma en que él se siente. Lo único que se le permite hacer en esta situación es “salir de la habitación” o “quedarse ahí en silencio hasta que su maestra le diga lo que tiene que hacer”. Aunque sabía esto, Mary trató de asegurarle a Gainus que no había ningún problema en que él se quedara en la habitación.

No obstante, en ese instante…

—Me disculpo por ser desconsiderado. Si me necesitan, estaré al otro lado de la puerta. —Con esas palabras, Addie hizo una reverencia y salió de la habitación.

En cuanto la puerta se cerró de golpe, Mary dejó salir un pequeño suspiro.

Siempre es así. Cada vez que ella habla con un hombre, todos quieren que Addie salga de la habitación, algunos con la excusa de “querer tiempo a solas con ella”. Es como si Addie no existiera para ellos.

Por supuesto, eso es algo natural para un noble, la única extraña es Mary, quien siempre quiere a su mayordomo en la misma habitación o estar sentados en la misma mesa. Incluso la propia Mary es consciente de ese hecho.

Por eso no pudo culpar a Gainus ni decirle a Addie que se retirara. Lo único que pudo hacer fue ver cómo se alejaba en silencio.

Muy bien, acabemos con esto…, pensó Mary, mientras se giraba hacia Gainus.

Él miró fijamente a Mary y, cuando sus ojos se encontraron, dijo:

—Lamento que mi padre haya tomado la iniciativa en esta ocasión. —Al decir esto, inclinó la cabeza en un gesto sincero y admitió su culpa—: Es culpa mía por no haberme negado.

Ante aquel buen hombre, Mary se encogió de hombros y respondió:

—Supongo que todo esto se debe a que intenta hacer que su hijo ciego abra los ojos después de haberse enamorado de la hija de un plebeyo…

—Sí, me da vergüenza admitir que se trata de eso.

Quizás, debido a que había visto a través de la actitud engañosa de sus padres, Gainus fue honesto una vez más y acentuó su reverencia.

2 respuestas a “La hija de la Casa Albert – Capítulo 49”

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