Traducido por Dea
Editado por Herijo
Sin querer, dejé escapar una exclamación que hizo que Serira se girara hacia mí.
¡Ay! ¡Uy! Je, jeje. Sonreí con torpeza, sorprendida, y Serira me devolvió la sonrisa. Tras observarme un momento para asegurarse de que todo estaba bien, volvió a lo suyo.
Uf, eso estuvo cerca. Casi me meto en problemas. A ver, ¿esto es un broche?
—No.
Dranste, que me observaba jugar con la joya, respondió secamente. Su desinterés me molestó un poco.
¿Y entonces qué es?
—Quién sabe.
De verdad que te la estás buscando. Lo fulminé con la mirada. Él, a cambio, me dedicó una sonrisa tonta. ¡Ugh, qué fastidio! A veces quiero ser amable, pero otras solo quiero darte un manotazo. Espera a que crezca un poco. Te juro que te daré una buena.
Dranste siguió sonriendo a pesar de mis sinceras amenazas. Me irritó aún más porque era evidente que intentaba contener la risa, pero se le escapaba. ¡Argh!
—¡Espera, espera! Es así, mira.
¿Así cómo?
Ignorando mi mirada furiosa, Dranste tomó la gema y acercó su mano a mi oreja.
¿Eh? ¿Es un pendiente? Pero si no tengo las orejas perforadas.
—Lo sé.
¿Lo sabías y aún así me regalaste un pendiente? ¿Quieres morir?
Estaba debatiendo si armarle un escándalo cuando volvió a sonreír. Era la misma sonrisa exasperante de siempre.
—Se pone así.
¿Así có-? ¡Ay!
De repente, sentí un pinchazo agudo en el lóbulo de la oreja. Hice una mueca de dolor. Me sobresalté más que nada porque no estaba preparada.
¡Deberías haberme avisado, maldita sea! ¡Qué desconsiderado!
—Listo.
Levanté la vista para gritarle, pero de pronto olvidé lo que iba a decir. Y con buena razón…
—¡Qué bwonita!
Un espejo apareció frente a mi cara.
Este tipo sabe lo que hace.
Hacía tiempo que no veía mi reflejo y, al hacerlo, no pude evitar maravillarme de lo encantadora, adorable y simplemente linda que era. ¡Guau, voy a ser toda una belleza cuando crezca! Solo tengo que superar la maldita edad de los dieciséis.
Pero cuanto más lo miraba, más sentía que el pendiente no era una joya común. Es bonito, pero… ¿cómo describirlo? No parece una gema ordinaria. Tiene una cualidad hechizante… ¿Qué es esto?
—Úsalo para llamarme si estás en apuros. Volaré hacia ti de inmediato —susurró Dranste mientras jugueteaba con el pendiente que me había puesto. Sentí que me sonrojaba un poco.
Ejem. A ver, ¿este pendiente nos conecta?
—¿Mmm? No.
¿Entonces cómo se supone que te llame? ¿Quieres morir o qué?
—Tienes que romperlo para invocarme.
¿Este tipo está de broma? ¿Que rompa este pendiente? Ah, así que solo tengo que romper esta piedrita, ¿eh? Para llamarte. ¡Claro! ¡Lo entiendo! ¡Ja! ¡Jaja!
—Aaaaack.
¿Te estás riendo de mí? ¿Acaso quieres que muera? ¿Cómo demonios se supone que rompa esto? ¿Quieres probar mi puño?
Le agarré la mejilla y la sacudí con toda mi fuerza. Dranste gritó, pero daba igual. ¡Solo yo puedo oírte! ¡Te la estás buscando, ¿sabes?!
—No te preocupes. Si me llamas con toda tu voluntad, se romperá solo.
Aun después del pellizco, seguía sonriéndome. ¿Por qué, si he sido yo quien le ha pegado, siento que he perdido? ¡Agh, todavía no estoy satisfecha! ¡Qué rabia, no lo soporto!
Entrecerré los ojos, y él me sonrió radiante.
—Feliz cumpleaños.
Luego me besó en la frente y la sensación fue… bastante…
Mmm. Intentando complacerme ¿eh? Bueno, estoy un poco… ¡Qué vergüenza! ¡Agh!
♦♦♦
Después de darme mi regalo, Dranste se desvaneció una vez más. Aunque siempre desaparecía a su antojo, el hecho de que su partida nunca me decepcionara era parte del misterio que lo envolvía.
Total, acabará volviendo.
Lo suyo era aparecer y desaparecer por sorpresa, así que no me afectaba mucho. Es más, se me haría raro que se quedara demasiado tiempo. Sí, eso es.
—Feliz cumpleaños, Alteza.
Voces cálidas y suaves me felicitaron. Eran las doncellas del Palacio Soleil. Desde Serira hasta Elene, cada persona con la que me cruzaba me deseaba un feliz cumpleaños. Y aunque no me importaban mucho, era conmovedor recibir las felicitaciones de todo el mundo. Estaba emocionada y feliz en mi cumpleaños.
Me quieren, ¿verdad? Mmm, se siente bastante bien.
—Feliz cumpleaños, mi querida princesa.
—¡Kyaaa!
Elene me regaló una pequeña bufanda. La había visto tejer de vez en cuando desde que Serira le enseñó, pero nunca imaginé que estuviera haciendo algo para mí. Me conmovió un poco.
Serira me regaló un gran muñeco de conejo. Era increíblemente adorable, con una capucha que le cubría la cabeza. Sus orejas caídas lo hacían aún más tierno. También lo había hecho ella misma. Quizá por eso, tanto la bufanda como el muñeco olían tan bien. Ah, me encanta.
—¿Nos vamos ya?
La fiesta empezaba al atardecer.
Mmm, ahora que lo pienso, no he visto a Kaitel en todo el día porque ha estado ocupado con el trabajo. Aunque yo también he estado tan absorta en la avalancha de regalos y felicitaciones que ni me he dado cuenta de que el sol empezaba a ponerse. Bueno, en invierno los días son más cortos, pero aun así… Ya lo veré en la fiesta.
—Nuestra princesa está preciosa.
Llevaba un vestido azul y una horquilla con forma de flor en el pelo. Hasta yo tenía que admitir que hoy estaba deslumbrante.
Ah, qué guapa soy. ¿De quién habré sacado esta belleza? Jeje.
Esta vez, entré al salón de fiestas en brazos de Serira. Supongo que era porque todavía era un bebé. En cuanto entramos, me colocaron en una cuna preparada para mí, y todas las miradas se dirigieron en mi dirección.
Guau, cuánta gente.
—Feliz cumpleaños, Princesa.
La mayoría de las caras eran nuevas para mí, pero aun así estaba de muy buen humor. No podía creer que ser saludada y felicitada por todos estos extraños me hiciera sentir tan bien.
Ah, la magia de los cumpleaños. Jeje.
Había oído que esta fiesta era una reunión más íntima, a la que solo estaban invitadas las figuras más influyentes de la corte. Al parecer, eran cincuenta personas como máximo, pero a mí me parecía una multitud enorme.
¿Será porque soy un bebé? Pero si a esto lo llaman “íntimo”, ¿cuánta gente invitan a una fiesta grande?
—Su Alteza es absolutamente adorable.
—Parece que fue hace solo unos meses que nació. ¿Pero he oído que ya camina sola?
Como hoy era mi día, era inevitable que todo el mundo hablara de mí.
—Dicen que está creciendo muy rápido. Pronto hablará también.
—Qué niña tan inteligente. Pero es de esperar, siendo hija de Su Majestad.
—En nada será toda una señorita.
Eh, que ya sé hablar. Es solo que mi pronunciación es un asco. Buu. Si van a hablar de cosas tan deprimentes, mejor sigan callados, ¿quieren? Sé que dicen todo esto porque creen que no los entiendo. ¡Pero sí que puedo! ¡Así que basta de eso!
—¡He oído que Su Majestad Imperial no puede concentrarse últimamente de lo loco que está por la princesa Ariadna!
Pero, por supuesto, no pararon. Maldita sea. ¡Ojalá este mundo podrido se hunda y arda!
—¡Oh, cielos! ¿Quién diría tal cosa?
—¿Quién? Pues todo el que entra en palacio sabe que es verdad.
—Qué afecto tan inusual en él. ¿Estará intentando cambiar ahora que tiene una hija?
Murmullos y susurros interminables. Dios, cómo hablan. ¡Tanto hombres como mujeres! Aquellos que se alzan con chismes, un día caerán por ellos.
Estaba enfurruñada, con la barbilla apoyada en la mano, cuando vi a Serira a lo lejos.
¿Eh?
De repente me di cuenta de que Serira ya no estaba a mi lado.
¿Eh? ¿Por qué solo está Elene aquí?
—¿Qué ocurre, Princesa?
—¡She-ri-ra!
Quise decir “Serira”, no “She-ri-ra”. ¡Agh, por el amor de Dios, esta pronunciación!
Aun así, Elene entendió lo que quería decir. Pareció un poco nerviosa mientras giraba la cabeza para ver también a la Serira que yo había localizado. Ah, así que era ella la que estaba allí.
—¿Quiere que llame a la señorita Serira?
No, no.
Elene se quedó confusa cuando negué con la cabeza. Parecía que iba a echarse a llorar. Sin decir palabra, extendí la mano en dirección a Serira.
—Ah, ¿quiere que la lleve con ella?
—¡Sí!
Pero Elene pareció dudar, nerviosa por un momento.
¿Qué pasa?
Incliné la cabeza y Elene se mordió el labio.
En serio, ¿qué le pasa?
Por un instante, pareció que no iba a llevarme, pero enseguida me levantó en brazos y empezó a caminar hacia donde estaba Serira. Eso sí, se la veía muy nerviosa mientras lo hacía.
¿Qué ocurre? ¿Hay una bomba allí o algo? ¿Por qué pareces tan asustada?
—¡Mamá!
Me iluminé en cuanto nos acercamos a Serira. Pero ella pareció extrañamente alterada al verme.
¿Eh? ¿Eh? ¿Qué les pasa a las dos?
Elene parecía nerviosa e incómoda. El extraño ambiente me estaba inquietando cuando, en ese momento, me fijé en un niño pequeño que se escondía detrás de una anciana noble.
Vaya, ¿cuántos meses tendrá? Es mucho más grande que yo.
Eso ya era sorprendente de por sí, ¡pero es que además caminaba solo!
—Venga aquí, Princesa.
Serira me tomó de los brazos de Elene y me llevó hacia el niño.
—Esta es la Princesa. Saluda.
¿Eh? ¿”Saluda”? Miré a Serira y me dedicó una leve sonrisa.
—Este es mi hijo, Alteza. Es un poco pequeño, ¿verdad?
¿Tu hijo? Mi curiosidad se disparó. Ah, es verdad. Serira tiene un hijo. ¡Supongo que es este!
Solo entonces comprendí por qué Serira y Elene estaban tan nerviosas.
Pero en serio, ¿cuántos meses tiene? No parecía que nos lleváramos mucho, pero era extrañamente más grande que yo. Fascinante.
Sin pensar, extendí la mano hacia él. Quería medir cuánto más alto era, pero de repente algo pasó como un relámpago ante mis ojos.
—¡G-Graecito!
¡Oye! ¿Acabas de darme un manotazo en la mano?
Parpadeé rápidamente, incrédula. La anciana parecía igual de sorprendida. Acercó al niño hacia ella.
Vaya, eso dolió.
Tras experimentar mi primer rechazo desde que renací en este cuerpo, me quedé sentada, aturdida. Pero parecía que Serira estaba más sorprendida que yo. Inmediatamente me abrazó, me llenó de besos en las mejillas y la frente, y me dio palmaditas en la espalda.
—Es que no está acostumbrado a los extraños. Lo siento muchísimo, Princesa. No es porque no le guste usted, se lo aseguro. No pasa nada, Princesa.
Pff. No hace falta que me consueles. Está claro que no le gusto. Se lo notaba en la mirada.
Aunque el niño se encogió, sabiendo que había hecho algo mal, sus ojos verdes continuaron fulminándome. Dicen que los niños son muy sensibles para reconocer la sinceridad, y así me sentí en ese momento, viendo lo fácil que era percibir sus verdaderos sentimientos.
Pero si ni siquiera nos conocemos. ¿Por qué me odia? ¡Y encima hoy es mi cumpleaños! Pff. Qué triste.
—Graecito —lo llamó Serira con voz severa. Pero Graecito solo hundió más la cara en la falda de la anciana.
Serira frunció el ceño y dejó escapar un silencioso suspiro. Al ver lo preocupada que estaba, le di un tirón de su pelo rubio para indicarle que quería volver. Tras mirarme un momento, Serira me dio un besito en la frente y regresamos a donde estábamos.
—¿Y a usted, Princesa? ¿Le gusta Graecito?
—¡Cito!
¿Cómo es que tanto su nombre como su aspecto me recuerdan a un conejito? De repente, me acordé del conejo de peluche que me había regalado Serira. Un conejo grande.
Sí, a eso se parece. A partir de ahora lo llamaré “Cito”.
—¡Ya le ha puesto un apodo!
Serira pareció aliviada de que no me hubiera afectado demasiado lo ocurrido. Su sonrisa, sin embargo, era un poco lamentable.
Aunque me pareció notar cierta tensión en el aire incluso antes de llegar… ¿O no? Ah, da igual. Dejaré de pensar en ello.
—¡Cito, Cito!
“Graecito” sonaba muy formal, pero “Cito” me recordaba a un conejito regordete.
De acuerdo, conejo. ¡Será “Cito”! Oh, te odiaré desde el fondo de mi alma a partir de hoy. Muahaha, este es tu castigo por darme un manotazo en la mano el día de mi cumpleaños. ¡Hmph!
—¿Qué está pasando?
Oh, esa voz…
Por supuesto, mis geniales instintos nunca fallaban. Giré la cabeza bruscamente y vi que había aparecido Kaitel. Me miraba con su habitual mirada penetrante. Incluso parecía más afilada que de costumbre.
—¡Papá!
—Ven.
Uh, no gracias. ¡¿Cómo te atreves a intentar alejarme de Serira nada más llegar?! ¡Malo!
