Traducido por Lucy
Editado por Sakuya
Era un paisaje que podría describirse como “infernal”.
No se veía ni una sola brizna de hierba por la zona. El suelo estaba formado solo por rocas y arena, era áspero y desigual. Dar un paso atrás no cambiaba nada: el suelo se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Miraras donde miraras, el paisaje estaba un poco oculto por el humo blanco que se elevaba desde varios lugares, y en el aire flotaba un olor espeso y extraño. En otras palabras, tanto los ojos como los oídos estaban desorientados.
Era un lugar estancado y pálido, un lugar que parecía alejado de la vida misma.
Además, en contraste con el frío y vacío paisaje…, el extraño olor y el abrumador calor que impregnaban el aire amenazaban a cualquiera que se atreviera a pisar su suelo. Este lugar llevaba su propio veneno.
No obstante, en medio de todo eso.
—Aaah…
Tohru Acura estaba relajado.
Sus músculos se aflojaron, y estaba dejando que todo su cuerpo descansara.
Una visión peculiar.
Tohru era un hombre joven; sin embargo, estaba en esa etapa de la juventud en la que también podía pasar por un chico, según se mirara. Su cabello y ojos negros no eran muy raros y su aspecto estaba solo un poco por encima de la media, así que en realidad no tenía ningún rasgo que destacara… pero tenía un curioso aire de madura languidez que desmentía su juventud.
La edad adulta no viene determinada por el paso del tiempo, sino por la cantidad de experiencias acumuladas.
Lo mismo ocurre con la mundanidad. Debido a las circunstancias un tanto especiales (al menos para los estándares de la sociedad) en las que se crió, era natural que pareciera mayor de lo que en verdad era.
—Uf, esto se siente muy bien…
Apoyando la espalda contra una gran roca, miró hacia arriba.
Estar de pie, sentado e incluso dormir eran formas de entrenamiento.
Había tenido esa mentalidad desde que había sido capaz de comprender el mundo que le rodeaba. Para decirlo sin reservas, aunque solo fuera en parte sin quererlo, entrenaba su cuerpo a todas horas y todos los días. Cada vez que sus brazos subían o bajaban, cada vez que sus piernas daban un paso, cada vez que respiraba o su corazón latía, cada movimiento corporal, fuera o no consciente de ello, era el “entrenamiento” que se grababa en lo más profundo de su conciencia.
Un pez no practicaba la natación. Un pájaro no practica el vuelo.
Era lo mismo.
Como resultado, todavía era capaz de mantener un grado de habilidad a pesar de que había estado holgazaneando durante bastante tiempo.
Sin embargo…, a pesar de que su cuerpo estaba templado hasta tal punto sin quererlo, necesitaba asegurarse por sí mismo de cuidarlo esta vez. Desde que se había dejado llevar, había acumulado mucha fatiga después de entrenar día tras día.
Por eso, no estaba fuera de lo posible que se desplomara por todo el estrés que su cuerpo había acumulado.
Ciertos animales y expertos de cierto nivel de habilidad eran capaces de descansar la mitad de su cuerpo mientras entrenaban la otra mitad; en otras palabras, “descansar mientras entrenaban”, pero para él, de veinte años, una habilidad tan experimentada estaba fuera de su alcance.
Y así…
—Aaah…
Se sentó ahí, sumergido hasta los hombros en agua caliente mientras dejaba escapar un largo suspiro.
Podía sentir cómo los nudos de estrés y fatiga, que se habían acumulado por todo su cuerpo, así como la tensión que se aferraba a sus músculos, venas y nervios, se iban disolviendo poco a poco. Al cerrar los ojos con suavidad, sintió como su sangre circulaba por todo su cuerpo caliente.
Se encontraba en una fuente termal.
Apenas se veía nada entre el humo blanco, pero varias montañas rocosas se alineaban junto a él, creando una escena única. Eran volcanes que en algún momento habían estallado, y las rocas que cubrían la superficie estaban fundidas por la erupción.
El humo blanco que se elevaba y, el extraño olor, se debían a la combustión del azufre y el agua del subsuelo.
Al principio, el suelo que rodeaba a Tohru no era más que una masa de guijarros y sedimentos, pero como había un río cerca, pensó que no estaría de más cavar. Cuando lo hicieron, salió agua caliente a borbotones. Pensando que era un golpe de suerte, decidieron descansar aquí, en esta improvisada fuente termal.
—La última debe haber sido hace cuánto, ¿cinco años? —musitó mientras miraba al cielo a través del humo blanco.
En realidad, la aldea Acura en la que habían vivido tenía un terreno similar, así que por supuesto, también habían tenido una fuente termal. A menudo descansaban ahí después de sus diversas sesiones de entrenamiento.
Pero la aldea Acura estaba ahora destruida, y hacía mucho tiempo que no había podido disfrutar de un baño termal. Su grupo había estado viviendo el día a día sin poder ni siquiera comer una comida cuadrada, así que no se habían permitido el lujo. La mayoría de las veces se bañaban en ríos y lagos.
Y así, habían pasado unos cinco años desde que había podido darse un buen chapuzón en una fuente termal.
—Mmm…
Por supuesto, estaba sumergido en agua caliente, así que no llevaba ropa.
Pero eso no quería decir que estuviera indefenso. Puede que estuviera en estado de reposo, pero su cuerpo estaba listo para volver a la acción en cualquier momento.
Entrecerrando los ojos, sacó una mano del agua caliente.
Habían acondicionado la fuente con rocas y piedras bastante grandes, alineándolas en el borde para que la parte que excavaron no se derrumbara. Había colocado su ropa, doblada, sobre una roca enorme que había entre ellas.
Tanteó la roca con los dedos hasta que dio con lo que buscaba. Una daga arrojadiza.
Estaban diseñadas para ser armas de proyectiles… pero el mango también permitía usarla como arma cuerpo a cuerpo. La hoja era pobre comparada con la de una espada, pero en caso de apuro podías bloquear un tajo, o incluso ejecutarlo tú mismo. No había traído sus espadas cortas duales favoritas. Eran un poco difíciles de manejar, y no quería que las hojas se astillaran por la humedad.
Levantándose de la roca en la que estaba apoyado y girándose para mirar más allá del espeso humo, murmuró:
—¿Akari?
Y luego.
—No, no puede ser.
Desde hacía un rato, había sentido una presencia que se acercaba a él.
Ahora mismo su hermana, por obligación, debería estar ocupada procesando el azufre que había recogido.
Ella era una estudiante del mortero y la maja, por así decirlo, era capaz de mezclar varias drogas. Podía crear polvo incendiario, veneno e incluso reconstituyentes, ya que el azufre era un ingrediente clave en los tres. En el oficio de Tohru y Akari, todos resultan útiles. Era mejor tenerlo y no necesitarlo, al menos.
Así que.
—Chaika, entonces.
Como si nada, apareció la figura de una chica solitaria, abriéndose paso entre el vapor.
Era de complexión delicada.
Parecía tan frágil como para romperse con un fuerte abrazo. Brazos y piernas delgados y casi sin carne en los huesos. No estaba demacrada ni en mal estado de salud, pero la ligera hinchazón de su pecho sugería que aún tenía espacio para desarrollarse. Es probable que pasen varios años antes de que desprenda algún tipo de atractivo sexual.
Tenía los ojos algo rasgados, como los de un gato, pero sin tanta severidad, más bien como los de un gatito juguetón.
Sus rasgos faciales estaban tan bien dispuestos que la chica era casi como una obra de arte, hasta el punto de que añadir o quitar algo podría comprometer el equilibrio estético de su aspecto. De hecho, era muy difícil imaginarla más joven o más vieja de lo que era ahora. Poseía una belleza que ya parecía completa, como si siempre hubiera tenido el aspecto que tenía y siguiera teniéndolo el resto de su vida.
Su cabello plateado y sus ojos como cristales violetas no hacían más que acentuar esa impresión. Por lo general vestía un traje blanco y negro que recordaba a un atuendo funerario, pero ahora su cuerpo de doncella, desnudo y muy puro, se reflejaba en los ojos de Tohru.
Por lo general, conocida como “Chaika Trabant”, era cliente de Tohru; siendo concretos, era la maestra que lo empleaba como saboteador. Sin embargo, ella era mucho más joven y no le importaban los detalles, por lo que su relación se había vuelto mucho más franca que el típico arreglo amo/sirviente.
No obstante, por muy franca que fuera su relación, no llegaba al punto de mostrar sus cuerpos desnudos a la primera de cambio.
—¿Qué crees que estás haciendo, idiota? —Tohru alzó la voz sin pensarlo.
Giró sobre sí mismo en el agua, mostrando la espalda a la chica que se le acercaba.
Ya la había visto antes en ropa interior, y era cierto que a ella no había parecido importarle entonces, pero esta era la primera vez que la veía desnuda por completo.
—Tohru…
Oyó el sonido del agua… no, debía de ser el sonido del agua salpicando… detrás de él.
Seguro había entrado en el agua, igual que Tohru.
Esta era una de esas veces en las que sus sentidos agudizados eran una molestia. Podía sentir la presencia de la chica a medida que se acercaba más y más, hasta que al final estuvo justo a su lado: a una distancia tan cercana como para que pudieran alcanzarla y tocarse. Si ahora se daba la vuelta sin pensarlo, no podría evitar la visión que tenía ante él.
—¿Cuál es la gran idea?
—¿Qué…? —dijo ella con voz extraña.
No había obscenidad en su voz, hablaba como una niña que acababa de aprender las palabras por primera vez.
—Uh, no, quiero decir…
Pero Tohru se quedó callado.
Chaika había sido la princesa del gran país del norte que solía ser el Imperio Gaz.
Por lo tanto, su sentido de los valores como noble de pura cepa eran diferentes al de una simple plebeya. Aquellos con poder, que vivían sin parar con la amenaza de ser asesinados, tenían guardias a su lado en todo el momento durante el baño, mientras hacían recados, e incluso durante las relaciones sexuales con su pareja o amante. Tohru lo sabía porque se lo había oído decir a compañeros saboteadores a los que se les había confiado ese deber de guardia.
No había humano vivo que se avergonzara de mostrar su cuerpo desnudo a un perro.
Si Chaika no tenía ningún sentimiento romántico por Tohru en primer lugar, era posible que no se avergonzara.
Pero, aun así, ¡eso no significa que esté bien que mire!
Él era un hombre joven, después de todo, y principios y posición aparte, no había forma de que no reaccionara ante el cuerpo desnudo de una chica igual de joven.
—Tohru…
Pero, como si no le importara en absoluto su lucha interna, echó más leña al fuego, tocándole la espalda con el dedo.
No, en realidad había más…
—Tohru…
Sintió un aliento en su cuello.
Por lo general, ella solo llegaba a sus hombros, pero él estaba ahora de rodillas mientras estaba en el agua, haciendo que la joven fuera la más alta. Si por descuido se daba la vuelta ahora, sin duda tendría una buena vista de su cuello y la zona del pecho.
—Tohru…
La voz tranquila estaba demasiado cerca. Él podía decir, por su voz, que ella se había agachado. Casi como si estuviera a punto de besar su cuello…
Dejó escapar un gemido de sus labios.
Y al instante siguiente…
Fue el sonido de una daga arrojadiza que Tohru había clavado detrás de él.
Chaika había… de forma bastante literal… detenido la daga arrojadiza por los pelos.
Hubo un extraño silencio entre ellos. Ni uno ni el otro se movieron ni un milímetro. Al final, ella, aún sosteniendo la punta del arma de su compañero entre sus dientes, frunció el ceño.
—¿Qué demonios ha sido eso?
—Eso es lo que debería preguntarte —dijo Tohru mientras la fulminaba con la mirada—. ¿A qué juegas, Frederica?
—Fue un ataque sorpresa, duh.
Chaika o mejor dicho, la cosa asumiendo su forma, replicó de inmediato.
Era capaz de hablar con claridad incluso mientras mordía la daga. Incluso su forma de producir sonidos debía de ser diferente a la de los humanos.
—¿Qué demonios es esa forma que estás asumiendo?
—¿Qué quieres decir con “esa”? Un cuerpo desnudo, ¿no es obvio?
—Quiero decir, ¿por qué está desnudo?
—¿Porque nos estamos bañando? Quiero decir, tú también estás desnudo, ¿no es así Tohru?
Ella tenía un tono que parecía implicar, ¿tienes la cabeza bien puesta, muchacho?
—Bueno, sí, eso es verdad, ¡pero…! —dijo con desesperación—. ¡Lo que quiero saber es por qué te entrometiste en mi hora del baño asumiendo un cuerpo desnudo!
—¡Ya te lo he dicho, fue un ataque sorpresa! —dijo ella, y entonces por fin, el ser llamado Frederica soltó la punta de la hoja de la daga y dio un paso atrás, poniendo algo de distancia entre ellos.
Cuando hablaba, a veces se le veían los dientes afilados y brillantes, o mejor dicho, unos pequeños colmillos. Era muy probable que si no hubiera usado la daga para detenerla, esos colmillos le hubieran mordido el cuello.
—Fue porque me imaginé que no llevarías ningún arma encima mientras te bañabas. Tohru, ¿llevar armas al baño no traiciona un poco el sentido común?
—¡Ser sermoneado sobre sentido común por ti, de todas las personas, eso es lo que de verdad no tiene sentido! —gritó.
Ser sermoneado sobre el sentido común humano por cualquier otra persona podría haber sido humillante. Pero esta chica no tenía lugar para hablar.
Porque en primer lugar, Frederica ni siquiera era humana.
Ella era un tipo de Feyra llamada “dragoon”. Utilizando su magia de transformación, que les permitía cambiar la forma de su cuerpo a voluntad, durante las batallas podían convertir su piel en armadura o hacerse más grandes para ponerlo difícil. Ese era el límite del conocimiento de las habilidades de un dragón para muchos, pero en realidad los dragones también podían hacerse más pequeños si lo deseaban.
Incluso podían, por ejemplo, adoptar la forma de una niña humana.
—Qué fastidio. Yo también creía que iba a masticar tu tráquea —dijo Frederica sin tensión alguna. Su actitud era tan frívola como la de alguien a quien se le ha estropeado una broma.
Debido a eventos anteriores, esta dragona estaba acompañando a Tohru en un intento de quitarle la vida.
Ella no había dudado en declarar que quería matarlo; sin embargo, esto no era por odio o algún objetivo final. Solo “no tenía nada mejor que hacer”, por lo que parecía.
Y así, había momentos en los que estaba a su lado, y otros en los que desaparecía en un instante: sus acciones eran tan caprichosas como las de un gato. Dado que no era humana, seguro era erróneo ver sus acciones a través de una lente humana en primer lugar, pero de todos modos, él estaba descubriendo que la chica Feyra era bastante difícil de manejar.
—Pero ¿Tohru? —le preguntó, aún asumiendo el rostro y el cuerpo de Chaika—. ¿Cuándo te diste cuenta?
—Desde el principio… —dijo—. Aunque solo lo confirmé en el último segundo.
—Aww, y yo que pensaba que había captado a la perfección la cara y el cuerpo de Chaika.
—Cierto…, eras idéntica.
Puestos uno al lado del otro, serían casi indistinguibles.
Pero, había un pequeño detalle que era sin duda diferente. Él casi no se había dado cuenta porque estaba de espaldas. Y ella no había hablado mucho entonces, así que no era su voz.
—¿Entonces qué era? ¿Mi presencia?
—Eh… bueno…
Se rascó la mejilla.
—Tu pecho.
—¿Eh? ¿Mi pecho?
—El pecho de Chaika es mucho más pequeño.
—¿En serio? Pensé que los había comparado bastante bien.
—Su pecho está acolchonado. Cuando lleva ropa normal no se nota.
—¿Tohru?
—¿Qué?
—Así que eso significa que has visto a Chaika desnuda antes, ¿eh? Debería haberlo sabido.
—Solo la he visto en ropa interior, ¡¿de acuerdo?! ¿Y qué demonios quieres decir con “debería haberlo sabido”?
Sabía que discutir de forma seria con una criatura como ella no tenía sentido, pero contestó de todos modos… Quizá eso significaba que, a su pesar, ya la estaba reconociendo como una chica humana.
—Akari me dijo que cuando se trata de poner las manos sobre niñas, eres el más hábil de todo el continente Verbist.
—¡No te tragues esa desinformación a ciegas!
—Huh…
El dolor de Tohru se reflejó en su grito, pero Frederica lo pasó por alto.
—Así que si me hubiera hecho el pecho un poco más pequeño, habría engañado a Tohru… —murmuró, midiéndose el pecho con las palmas de las manos. Entonces, las dos pequeñas protuberancias de su pecho empezaron a retroceder ante sus ojos…
—¡Espera, no es bueno! —gritó, y rápido se dio la vuelta.
Entonces…
—¿Huh?
—¿Hm…?
Estaba cara a cara con Chaika.
Esos parpadeantes ojos violetas lo miraban fijamente.
Por un segundo, se sintió confundido.
Debería haberse alejado de Frederica como Chaika, así que ¿por qué estaba ahora mirándola así? Los rasgos faciales tan arreglados y el inmaculado pelo largo plateado no eran otros que los de ella. Sin embargo, el pecho poco profundo debajo de su clavícula era sin duda mucho más cercano al real…
Al darse la vuelta para apartar la vista, vio, por supuesto, a Frederica todavía bajo la forma de Chaika. Sin un lugar seguro donde posar sus ojos, decidió mirar al cielo en su lugar.
—¿Qué pasa, Tohru? ¿Te sangra la nariz?
—¡Claro que no!
—¿Mu…?
A pesar de estar en la zona de baño, esta nueva Chaika había traído consigo su ataúd negro que era casi tan alto como ella misma. Por lo que parecía, si no estaba donde ella pudiera verlo en todo momento, entraba en pánico. Eso dejaba en claro que ella era la verdadera.
—Mumumu…
Parecía bastante sorprendida.
Seguro lo estaba de que hubiera otra persona con la misma cara que ella.
Por no mencionar el hecho de que esa persona estaba a poca distancia de Tohru… sí, esta situación invitaba a todo tipo de malentendidos.
—Uh, mira Chaika, esto es…
Tohru intentó inventar algún tipo de excusa, pero no le salían buenas palabras.
Chaika, por su parte, dio un tambaleante paso atrás y, con un dedo tembloroso, señaló hacia la otra chica ladeando la cabeza junto a Tohru.
—¿Pecho, más grande?
—¡¿De eso te sorprendes?!
Tohru se giró para mirarla mientras replicaba, pero volvió a apartar la mirada un segundo después.
¿Por qué estas chicas no tienen ni una pizca de decencia? pensó. Quizás era mejor decir que parecían demasiado despreocupadas dadas las circunstancias. ¿Quizás él era el tonto por estar tan obsesionado con eso? Bueno, entendía que una princesa y una Feyra disfrazadas violaban el sentido común, así que el concepto normal de “vergüenza” no se aplicaba en este caso.
—Aumento de pecho. Secretos, debe enseñar.
Chaika entró en el agua con un chapoteo y se acercó a Frederica.
—Con magia, esto es pan comido, ya ves.
—¡Eso es demasiado para ella!
Los que podían ser afectados por la magia dragoon se limitaban sólo al dragón y a los que éste reconocía como “parte” de sí mismos. Por no hablar de la magia de transformación sólo podía ser utilizada por dragones de todos modos. No había equivalente entre la magia que podían usar los humanos, eso era lo que había oído antes de Chaika.
—Solo puedes usar la magia de Frederica si formas un pacto con ella.
Al morder a alguien, podía curarlo formando un pacto “temporal”, pero no era tan fuerte como para mantener una transformación.
—¡Entonces, pacto!
—¿En serio, ahora? Muy bien, será un brazo, por favor.
—¡No digas eso tan a la ligera como si estuvieras pidiendo un artículo de un menú! —dijo él, pero recordaba que un pacto de caballero dragón se formaba, en efecto, intercambiando un brazo, una pierna u otra parte equivalente del cuerpo.
—Es broma, es broma —dijo Frederica—. Ya veo, así que Tohru es de esos con los que no se puede bromear…
—¡Tus bromas son muy incomprensibles! —gritó Tohru, sintiendo casi ganas de llorar por dentro.