Traducido por Lucy
Editado por Sakuya
El periodo bélico había sido largo y arduo.
Tras abarcar más de 300 años, era lógico que hubiera afectado al sentido de los valores de todos.
Se hizo natural que la gente viviera toda su vida en medio de la guerra. Y, por supuesto, todos los puestos de la vida cotidiana se habían construido en torno a la guerra.
Los llamados “saboteadores” eran ejemplos extremos de ello.
Eran los manitas del campo de batalla, por así decirlo, los despreciados habitantes de la guerra que se arrastraban en la oscuridad. Eran de los que se encargaban de los trabajos sucios que rechazaban los soldados y jinetes honrados. No eran exigentes con los métodos que utilizaban para lograr su objetivo. Aunque les insultaban y menospreciaban, les llamaban “cobardes” y “bastardos”, no sentían vergüenza. Y por eso, fueron capaces de asumir trabajos envueltos en la sombra.
Asesinato. Agitación. Trucos sucios. Ataques furtivos.
Cuando las tácticas legítimas y directas no servían, era el momento de que brillaran los saboteadores.
Y cuando las peticiones empezaron a llegar, la producción tuvo que aumentar.
Al poco tiempo, los saboteadores ya no desarrollaban sus talentos individuales por su cuenta. En su lugar, se criaban en asentamientos llamados “aldeas”, donde se criaban y luego se enviaban fuera. Esto era necesario para producir saboteadores con mayores aptitudes.
Se crearon muchas escuelas diferentes de saboteadores. De acuerdo con los deseos de los altos mandos, cada aldea criaba a un puñado de saboteadores y luego los enviaba a las batallas que tenían lugar por todo el continente.
Para empezar, solo se les utilizaba como peones desechables, por lo que no fueron pocas las veces en las que saboteadores del mismo bando fueron enviados a luchar entre sí en bandos opuestos. Los saboteadores no tenían libertad de pensamiento.
Los altos mandos podían asignar saboteadores a cualquier bando que desearan… solo en este punto, los altos mandos habían sido bastante flexibles. Se podría decir que mantenían el equilibrio entre la oferta y la demanda.
Sin embargo… esa larga era de guerra había llegado a su fin.
El mundo estaba ahora en un período de paz, y la opinión despectiva de que los saboteadores eran “cobardes y desalmados perros falderos de la guerra” se hizo omnipresente. De seguro, los altos mandos temían el poder de los saboteadores, y lo más probable es que ésta fuera su forma de mantenerlos a raya. Después de todo, los saboteadores podían utilizar su poder para provocar disturbios violentos. Los países que los utilizaban como ganado sabían muy bien de lo que eran capaces.
En cualquier caso, una vez llegada la era de la paz, los saboteadores perdieron su lugar en el mundo. Peor aún, los altos mandos cambiaron rápido de opinión e hicieron destruir casi todas las aldeas.
La mayoría de los saboteadores se vieron obligados a huir.
Tohru Acura era uno de esos saboteadores. En realidad, era más bien una cría de saboteador.
La guerra había terminado antes de que tuviera la oportunidad de abandonar la aldea y dirigirse al campo de batalla.
Las técnicas de combate que había estado perfeccionando desde el día en que nació, se habían vuelto inútiles.
Los saboteadores ya no eran más que perros callejeros abandonados por sus amos.
Su existencia no tenía ningún mérito. Lo que antes se llamaba “indispensable” ahora era “basura”. Los saboteadores habían ido aumentado en número, pero ahora la gente desconfiaba de que su número aumentara.
En cuanto a Tohru… solo se pudrió.
¿Por qué estaba vivo? ¿Cuál era su propósito?
Todo era estúpido para él: desperdiciaba los días sin sentido, sin mover un dedo para trabajar.
Y entonces, Tohru conoció a la chica llamada Chaika Trabant.
Había aprendido algunas cosas de las experiencias que había compartido con ella hasta el momento.
Chaika intentaba reunir los restos de su padre, que habían sido divididos en varias partes. Su padre era el emperador del Imperio de Gaz, de quien se decía que estaba en el centro de todas las guerras.
Varias organizaciones, respaldadas por sus países, intentaban capturar a la princesa Chaika. Y, de seguro, también había quienes querían revivir el Imperio de Gaz y lanzar al mundo de nuevo a la guerra poniendo a Chaika como sucesora.
Unas cuantas cosas, en efecto…
Tohru lo tomó como una oportunidad de oro.
La guerra era perfecta para él. Una era de guerra era mil veces más preferible que una era de paz en la que él no tenía cabida. Podría usar las técnicas que había perfeccionado, y dejar atrás todos los días de pudrirse sin lograr nada.
Así que Tohru decidió trabajar a las órdenes de Chaika.
Pero…
—Tohru, Tohru.
Sintió que un dedo le pinchaba la espalda.
Ni siquiera necesitó darse vuelta para saber que era Chaika.
—Planes. De aquí en adelante.
—Sí, tenemos que reunirnos para decidir hacia dónde nos dirigimos —dijo Frederica.
En principio, Tohru pudo ver en el borde de su visión que Frederica ya había cambiado a su forma de niña de cabello rubio y ojos rojos en lugar de quedarse en la de Chaika.
Esta chica, Frederica, sin duda podría competir con Chaika en términos de ternura… pero su comportamiento era el opuesto. En contraste con el aire casi inorgánico y de muñeca que tenía Chaika, Frederica era algo animada, o mejor dicho, vivaz y juguetona, como un pequeño animal que hubiera adoptado la forma de una niña.
Por cierto, al parecer la propia Frederica no tenía una “forma verdadera”, pero ésta era la que más mostraba a Tohru y a los demás. Su forma de dragona era pesada y hacía mucho ruido, así que era una molestia… de ahí esta forma.
—Hablaremos después de salir del baño —les dijo Tohru a las chicas, aún de espaldas a ellas.
En este momento, estaba apoyado en el borde de la fuente termal, mirando hacia afuera.
Chaika y Frederica estaban sumergiéndose juntas en las aguas termales.
Las chicas se mostraban bastante indiferentes, así que de seguro no era necesario que Tohru apartara la mirada; sin embargo, si las cosas se torcían, podría llegar a sangrarle la nariz, y si eso ocurría, no sería una situación que pudiera explicar sin más. Por lo tanto, Tohru continuó con obstinación mirando en la dirección opuesta.
—Entonces, ¿quieres salir?
—Adelante.
—¿Y tú, Tohru? ¿No sales todavía? Has estado aquí todo este tiempo —dijo Frederica con inocencia.
Tohru se quedó callado.
Saldría de inmediato, si pudiera.
El agua de este manantial era turbia, así que por ahora podía fingir que no pasaba nada mientras mantuviera su mitad inferior sumergida.
—Chaika, chicos…
Frederica continuó, quizás sin saber cómo interpretar el silencio de Tohru.
—Están buscando los restos de Gaz, ¿eh?
Parecía decidida a continuar la conversación, Chaika, detrás de ella, asintió.
—Afirmativo.
—¿Y eso por qué? Claro, he oído que los restos del emperador Gaz son una fuente decente de poder mágico, pero hay montones de otras fuentes mágicas que podrías usar, ¿no?
Detrás de él, Tohru no escuchó a Chaika decir nada.
Ah, cierto, aún no le hemos contado a Frederica los antecedentes de Chaika.
Las formas de vida que poseen un nivel de inteligencia superior al estándar acumulan magia en su cuerpo por el mero hecho de vivir. Una criatura podía utilizar la magia dentro de su cuerpo tal y como era, pero en el caso de un humano, la energía mágica en su interior se utilizaba como una mera chispa. La mayor parte de la magia real utilizada para ejecutar hechizos provenía de objetos llamados “fuentes mágicas”.
En otras palabras, los restos de seres inteligentes.
El uso más básico para ellos era fosilizar los restos, la mayoría de las veces Feyra, y utilizarlos como combustible mágico; sin embargo, siempre que se dieran los pasos adecuados también se podía hacer una fuente mágica a partir de ellos.
Para alguien como Arthur Gaz, de quien se decía que había vivido más de trescientos años y era famoso por ser considerado un gran mago, el hecho de que esos restos pudieran utilizarse como fuente mágica no era discutible.
Pero a la inversa, eso significaba que podían ser sustituidos por otra cosa.
Por ejemplo, el valor monetario. Si el objeto era algo a lo que uno estaba tan apegado que nunca se separaba de el, sería un valor que ninguna cantidad de joyas o gemas podría reemplazar… pero si solo era “algo de igual valor monetario” lo que uno quería, solo se valoraría en esa cantidad sin importar el dinero amontonado.
En términos de la cantidad de poder mágico, no había razón para ir en especial tras los restos del Emperador Gaz.
—Frederica. —Tohru habló, aún de espaldas a las chicas—. Déjame preguntarte algo. ¿Cuáles son tus sentimientos hacia el emperador Arthur Gaz?
—¿Qué quieres decir?
—¿Sientes lo mismo que las fuerzas aliadas y lo consideras la raíz de todo mal?
—No lo sé…
El tono de Frederica era despreocupado, como si le hubieran preguntado por su color o comida favoritos.
—Solo fui con lo que Dominica quería. Sí, estuve en la batalla de la capital del imperio, pero no le di mucha importancia, ¿sabes? Dominica aparte, no llegué a entrar en el castillo, así que ni siquiera le vi la cara.
—Ya veo…
Tohru soltó un pequeño suspiro.
Tenía motivos para andarse con rodeos cuando se trataba de los motivos y antecedentes de Chaika. Todavía no sabía cómo se sentía Frederica. Cuando se enterara, no sería nada extraño que se volviera contra ellos así como así. Por lo tanto, era mejor divulgar la mejor información posible.
—Soy… hija.
Fue lo que Tohru estaba pensando, pero, entonces…
—Arthur Gaz, padre.
Chaika salió y lo admitió ella misma.
Tohru soltó un suspiro.
Chaika de verdad no tenía ningún sentido de precaución hacia esta Feyra llamada Frederica. Pero de nuevo, ella no era el objetivo diario de Frederica como lo era él, y ambas eran chicas de la misma edad en apariencia al menos, así que tal vez una falta de precaución aquí era natural.
—¿Eh…?
Por supuesto, Frederica parecía un poco sorprendida por esta confesión.
—El verdadero nombre de Chaika es Chaika Gaz —dijo Tohru.
Después de todo, no tenía sentido negarlo ahora. Con otro suspiro, continuó.
—No se trata de que sea una fuente mágica. Chaika solo quiere darle a su padre un entierro apropiado y presentar sus respetos.
—Respetos —repitió Frederica, dándole vuelta a la lengua como si fuera una palabra extraña que hubiera oído por primera vez—. Ah, respetos, respetos… eh. Ah, está bien. Lo entiendo.
Después de murmurar un rato como si estuviera masticando la palabra, Frederica asintió.
—Los humanos son un poco pegajosos, ¿eh?
—Eso dices, ¿pero tú no eres igual?
—¿Eh? ¿Te refieres a lo de Dominica?
La voz de Frederica tenía una pizca de confusión mezclada.
Esta chica Feyra había hecho un pacto con Dominica Skoda, y en un esfuerzo por cumplir los deseos de Dominica después de su muerte, había asumido la forma de Dominica y desafiado al grupo de Tohru a una pelea. A Tohru le había parecido que esta acción era su forma de presentar sus respetos a Dominica, pero…
—Mm… Eso es un poco diferente.
—¿Diferente? ¿Cómo es diferente?
—Eso no es de verdad presentar respetos —dijo Frederica de forma rotunda—. Dominica y yo éramos como una sola entidad. Sus deseos eran mis deseos. Así que solo quería dar forma a esos deseos. Eso es todo.
—¿No es eso presentar respetos?
—¿El Emperador Gaz le dijo que hiciera eso? Algo así como: “Recoge mis restos por mí, ¿está bien?” o algo así.
—Eh, bueno…
Por supuesto, Tohru no tenía la imagen completa, así que no lo sabía.
Pero…
—Y no estás en un pacto con ella ni nada por el estilo, ¿verdad? —dijo Frederica—. Los humanos dicen mentiras, traicionan a otros, yadda yadda, así que si no estás conectado por un pacto nunca sabes lo que otros están pensando en verdad.
—Bueno, eso puede ser cierto, pero…
En realidad, se suponía que los recuerdos de Chaika de antes y después de la caída de la capital eran borrosos. Él no sabía la razón, pero parecía que ella ni siquiera recordaba cómo había escapado de la capital.
Así que aunque el Emperador Gaz hubiera ordenado a Chaika que recogiera los restos, ella no lo habría recordado.
En otras palabras, recoger los restos no había sido un último deseo ni nada parecido.
Chaika solo los recogía porque quería.
Ya veo. Para Frederica “presentar sus respetos” no debía ser más que una realización personal.
Podía ver cómo uno podía verlo de esa manera.
Los muertos no lloran, después de todo.
El acto de dar carpetazo u olvidar a los muertos solo era triste para los que aún vivían. Incluso podría decirse que sentir tristeza era un acto unilateral, solo una proyección de emociones sobre los que ya habían fallecido.
—No me digas… ¿Esa fue la única razón por la que peleaste conmigo? —dijo Frederica en tono asombrado—. ¿Arriesgaste tu vida solo por eso?
—¿Qué quieres decir con “solo por eso”? —dijo Tohru, entrecerrando los ojos—. Aunque no sea importante para nadie más, es importante para Chaika.
—Eh, no, no me refiero a eso —dijo Frederica, dando vueltas al lado de Tohru—. Me refiero a ti, Tohru.
—¿A mí? —preguntó Tohru, haciendo lo posible por apartar los ojos de la desnudez de Frederica.
—¿Por qué intentas recoger los restos del emperador Gaz? —dijo ella.
—Bueno… para mí, supongo que no tienen ningún significado en particular… supongo.
Eran los restos de un completo desconocido. Ni más ni menos.
Sí Tohru fuera un mago, podría estar interesado en ellos como fuente de magia, como los restos de un gran sabio, o tal vez por alguna otra razón. Pero…
—Solo quiero ver realizado el sueño de Chaika.
—¿Por qué? —siguió Frederica con su siguiente pregunta.
Estaba claro por su tono que no estaba tratando de interrogarlo. Parecía en verdad curiosa.
—No has hecho un pacto con Chaika, y no te importa si ella no logra su objetivo, ¿verdad?
Por “pacto”, Frederica de seguro se refería al pacto de un caballero dragón.
El acuerdo de Chaika con Tohru había sido informal. No se había plasmado en papel, y no había pruebas tangibles de que se hubiera hecho, a diferencia del pacto de un caballero dragón que requería el intercambio de una parte del cuerpo.
En pocas palabras, no era más que un acuerdo verbal.
Sin embargo…
—Bueno, tendría sentido si fueran una pareja.
—¿Una pareja?
—Como, por ejemplo, si ella estuviera esperando un hijo tuyo o algo así, lo entendería por completo.
—Espera un minuto…
—Porque, ¿no es eso natural para las criaturas vivientes?
Frederica le dijo con frialdad al desconcertado Tohru.
—Vives y luego dejas tu semilla. Si tuvieras ese tipo de motivos, no te quejarías de mí, Tohru, me parece que de verdad no entiendes a los de tu especie.
Hasta ahora había vivido como un saboteador.
Nacido y criado por el bien de la batalla, para morir en la batalla- ese era su lugar en el mundo como saboteador. Pero las guerras terminaron un día, y todo lo que Tohru era, fue negado.
Todo lo que era, no tenía ningún propósito. Todo lo que era, era inútil.
—Yo… yo quería luchar —murmuró Tohru.
—¿Quieres decir como Dominica?
—No. No quería luchar porque quisiera morir. Quería luchar y ganar algo en el proceso. Más aún si voy a morir de todos modos. Es la única forma que conozco de vivir. No fue algo que me enseñaron. Por eso, cuando oí la historia de Chaika, quise acompañarla —dijo Tohru con una sonrisa pequeña.
La hija del hombre que estuvo en el origen de todas las guerras intentando reunir sus restos. La sucesora política al trono del imperio Gaz. En el peor de los casos, podríamos volver a sumir al mundo en la guerra. Y traer de vuelta el lugar de los saboteadores en el mundo en el proceso.
—Ah, ya veo.
Mientras miraba a Tohru de reojo, parpadeó con sus ojos carmesí.
—Pero, Tohru, si no recuerdo mal, dijiste algo así como que tu motivo era el mismo que el de la persona a la que querías, ¿verdad?
—Sí que tienes buena memoria… —dijo Tohru mientras arrugaba la cara.
Cierto, cuando estaban cenando en la mansión de Dominica, Tohru había dicho algo así.
Chaika y Akari se lo habían tomado a mal. Ahora que lo pensaba, más tarde les había explicado a las dos chicas lo que había querido decir en realidad, pero aún no se lo había explicado a Frederica.
—Bueno, sí. ¿Qué quieres decir con eso?
—Todo lo que quise decir es que Chaika fue la que me dio otra oportunidad de tener un objetivo, un propósito por el que luchar después de haber perdido de vista el mí. Así que le estoy agradecido.
—Hm… bueno, está bien, lo entiendo.
—¿De verdad?
Quizás porque Frederica no era humana, parecía que había más de un caso en el que su línea de pensamiento no encajaba muy bien con la de los demás. Podría decir que “lo entendía”, pero era muy probable que en realidad lo estuviera malinterpretando.
—Pero, déjame hacerte una pregunta más básica —dijo Frederica, volviéndose hacia detrás de Tohru, es decir, hacia donde estaba Chaika—. Chaika… ¿Eres de verdad la hija del Emperador Gaz?
—¿Mui?
Chaika soltó un súbdito aullido de sorpresa.
Parecía que no había esperado que le hicieran una pregunta que ponía en duda toda su premisa. Era como preguntarle a alguien, “¿quién eres en verdad?”
—¿Qué quieres decir? —preguntó Tohru a Frederica conmocionado.
Si Chaika no era la hija del emperador Gaz, ¿entonces quién era?
Ahora que lo pensaba, la propia chica no se había presentado como tal al principio. Solo se había enterado del origen de Chaika a través del grupo que la perseguía. Habían dicho que era la hija del emperador Gaz, y que había que controlarla porque era peligrosa.
Si Chaika de verdad estaba engañando a Tohru, uno pensaría que se habría presentado como “Chaika Gaz” desde el principio.
—Quiero decir, vamos. ¿No te parece un poco extraño que una hija del emperador Gaz no sólo haya sobrevivido al colapso del imperio, sino que además esté merodeando por aquí? —dijo Frederica ladeando la cabeza.
—Bueno, eso es…
Como ya se había dicho, Chaika no recordaba nada de lo ocurrido antes o después de la destrucción de la capital.
¿Cómo escapó de la capital? ¿Estuvo siquiera en la capital en primer lugar? Chaika no tenía ni idea… al menos, eso es lo que le había dicho.
—¿Estás diciendo que Chaika miente?
—Podría ser que ella misma no fuera consciente de ello, ya sabes.
Tohru se quedó sin palabras.
¿Y si la pérdida de memoria de Chaika no era solo una coincidencia, sino una forma de suavizar las partes inconvenientes que no encajaban? ¿Y si solo había tenido una idea equivocada desde el principio, engañando no solo a Tohru y Akari, sino también a sí misma?
—No tienes ninguna prueba de que ella sea de verdad la hija de Gaz, ¿verdad?
Cierto, no tenía ninguna.
Detrás de él, podía sentir la confusión de Chaika.
Ella de seguro no había soñado que el tema surgiría ahora después de todo este tiempo. Si lo que Frederica estaba diciendo era cierto y Chaika de verdad se había engañado a sí misma con su propia suposición, ella también debía estar sintiendo como si el suelo se le cayera encima ahora mismo.
—Tohru, ¿en qué te basas para confiar en Chaika?
Tohru no pudo dar una respuesta instantánea.
Para ser honesto… para Tohru la cuestión de que ella fuera o no la hija del Emperador Gaz no era el problema. Era que la misión de Chaika, lo que ella quería lograr, debía a su vez darle a Tohru un propósito nuevo. Esa era la razón por la que había cooperado con ella en primer lugar.
Eso era todo.
Pero…
—Bueno, quizá sea cosa de humanos hacer la vista gorda ante la niebla que tienes delante, o algo así —mirando con atención a los silenciosos Tohru y Chika con una extraña sonrisa en la cara, como diciendo, en serio, ¿cuál es su problema?—. Sí, la forma de pensar de los humanos es en verdad interesante.
—Qué conclusión tan a medias… —murmuró Tohru, estupefacto.
Justo cuando la vaguedad por fin empezaba a disiparse, ella había sellado todo el asunto con la sola palabra “interesante”… Tohru pudo sentir el inevitable nudo de estrés formándose en su garganta.
Dejó escapar un pequeño suspiro, y entonces.
—Por cierto, hermano.
—¡Uwaa!
Levantó rápido la vista y vio a Akari frente a él.
—¿Te importaría decirme qué está pasando aquí?
Akari Acura.
Una chica guapa de ojos largos y penetrantes.
Llevaba el pelo largo y negro recogido en una coleta (porque, según ella, era un fastidio tenerlo pegado a ella todo el tiempo), pero aquí se había quitado la cuerda, dejándose el pelo suelto de forma natural. Esto sirvió para afilar su belleza sin reservas, como una hoja afilada hasta su punto más fino.
No era el tipo de belleza que invitaba a la comparación con la de Chaika. Era un “encanto” mucho más simple, casi primario. Sus músculos eran uniformes, ni demasiado fuertes ni demasiado delgados, como si estuvieran hechos para exhibirse.
Como de seguro ocurría con la mayoría de las criaturas, los momentos en los que su belleza brillaba con más intensidad no eran cuando estaba quieta, sino aquellos en los que saltaba y se lanzaba con todas sus fuerzas, estirando su cuerpo al máximo.
Akari era saboteadora y hermana de Tohru.
Aunque compartía los ojos negros de Tohru, la verdad era que no estaban emparentados por sangre.
En la aldea Acura, había muchos niños abandonados o procedentes de aldeas agrícolas tan pobres que sus padres no habían podido criarlos; todo el derecho, niños que deberían haber sido “eliminados”. El pueblo había comprado a estos niños y los había criado como si fueran suyos. Como los ingresos de la aldea estaban relacionados con el número de talentos disponibles, la aldea acogía a los niños como “reposición de existencias”.
Como resultado, no era raro ver en la aldea “hermanos” y “hermanas” que en realidad no estaban emparentados por sangre. Tras vivir en la misma aldea estudiando las mismas técnicas, los niños acababan formando lazos familiares. Sin embargo, como estos saboteadores solían ser enviados a campos opuestos, acababa surgiendo entre ellos una división natural. Por lo tanto, se trataba de “lazos familiares” que podían romperse por completo si era necesario.
Dejando eso de lado…
Tohru estaba sentado en las aguas termales, congelado en el sitio.
Al igual que Frederica y Chaika, Akari también estaba desnuda, como si fuera a darse un chapuzón ella misma. Aunque, al menos de momento, su larga melena le cubría los pechos y la toalla que llevaba en la mano le tapaba la otra parte, así que no se veía todo.
—Me interesa bastante saber qué hacía mi hermano mientras yo me esclavizaba con los incendiarios, los venenos y los antídotos. Para los dos, claro.
Ahora que lo mencionaba, su pelo parecía un poco sucio. De seguro se había manchado el pelo de polvo sulfúrico o de algún otro medicamento al usar el mortero. Eran el tipo de medicamentos que dañaban el pelo si no se lavaban de inmediato, así que tenía sentido que hubiera ido al baño después.
—Uh… solo… ya sabes… tomando un baño…
—Oh, ¿de verdad? Cierto, estás en el baño.
Akari asintió con la cabeza.
—Con dos niñas desnudas.
No podía discutir eso. Era cierto.
Una era una niña con un pecho tan plano que era casi cóncavo, y la otra era una Feyra que fingía ser una niña, pero, bueno, Tohru se dio cuenta de que discutir ese punto sería infructuoso.
—Akari…
—¿Sí, hermano?
—No hice nada lascivo con ellas —dijo Tohru, decidiendo bajar la mirada por ahora.
A decir verdad, Tohru había visto el cuerpo desnudo de Akari un montón de veces desde que eran niños, así que no había verdadera necesidad de mostrar pudor. Sin embargo, tal vez porque había dos chicas con cuerpos míseros justo a su lado, el cuerpo flexible de Akari ahora parecía aún más atractivo.
—Ya veo.
Su expresión no vaciló lo más mínimo. Su rostro no mostraba ningún atisbo de duda o alivio.
Aunque de verdad era hermosa, esta chica siempre tenía la cara de piedra. Incluso soltar una carcajada aquí o allá de seguro aumentaría su factor de encanto… pero por alguna razón, no mostraba emoción alguna. Por esa razón, incluso Tohru, que había estado con ella tanto tiempo, a menudo tenía problemas para averiguar lo que estaba pasando.
—Entonces, ¿por qué desvías la mirada?
—Te lo estoy diciendo, yo no… ¡ah, no te agaches! —le gritó Tohru a su hermana, que se había agachado para intentar echarle un vistazo a la cara; le costó un tremendo esfuerzo mantener la mirada donde estaba—. ¡De todas formas, no he hecho nada malo! He dicho que no, ¡así que ya está!
—De verdad…
Todavía agachada, Akari suspiró con rotundidad.
—Qué decepción.
—¿Qué esperabas?
Tohru golpeó el agua.
—Ya que eres tú, hermano, pensé que harías algo más que quedarte ahí mirando como tonto…
—¿Qué clase de degenerado soy dentro de tu cabeza?
—Eso es algo que no se puede expresar con unas pocas palabras.
La boca de Akari se volvió firme.
—Si de verdad quieres saberlo, de seguro me lleve toda la noche explicártelo como es debido.
—¡No quiero oírlo!
—¿Preguntas y no quieres oír la respuesta? Eso no tiene sentido, hermano —dijo, y de inmediato después se golpeó la palma de la mano con el puño, como si acabara de darse cuenta de algo.
Como sus expresiones faciales eran escasas, tenía que compensarlo con gestos teatrales, descarados y transparentes como ése… pero eso no venía al caso.
—No… Esta es la llamada técnica de “hacerse el difícil”, ¿no? Empiezas siendo irrazonable e irracional y de repente te pones todo dulce después, creando una brecha de carácter con la que atrapas al oponente. Ese tipo de técnica secreta, eh…
—¿Dónde está el “secreto” en eso?
—Ese es mi hermano, de acuerdo…
—No me entusiasma que me alaben por una “técnica secreta” que no requiere habilidad.
—Tohru, ¿técnico?
—¡Y tu tienes que dejar de aferrarte solo a palabras raras! —le gritó a Chaika detrás de él, pero luego suspiró.
Mirándolo con alegría…
—Sí, es interesante.
Frederica hizo esa valoración con una sonrisa sin sentido.