Traducido por Lucy
Editado por Sakuya
—Sabes, siempre pensé que era extraño —dijo la mujer con una sonrisa despreocupada.
Era un cierto día de otoño, tan claro como para ver directo hacia el cielo.
—¿Por qué todo el mundo tiene tanto miedo de los saboteadores?
Jasmine.
Había nacido y crecido entre una tropa de mercaderes. Desde pequeña había visitado la aldea Acura con sus padres, donde acabó entablando contacto y amistad con los saboteadores que vivían ahí. Aunque era consciente de que eran “diferentes” a los suyos, nunca le pareció extraño su modo de vida.
Fuera de los asuntos relacionados con el dinero, los mercaderes viajeros eran bastante magnánimos para empezar… o quizás se podría decir “despreocupados”.
Reabastecen sus mercancías viajando a todo tipo de tierras, y las venden durante sus viajes. Para los mercaderes, el hecho de que todo el mundo tuviera diferentes valores y formas de vida era un hecho. De hecho, esas diferencias individuales tenían un significado… comprendía muy bien que eran las que hacían posible el negocio en primer lugar.
Los saboteadores, a los que llamaban “artesanos del campo de batalla”, o incluso “mestizos de la guerra”, no eran una excepción.
Para ella, los saboteadores solo eran eso.
—Bueno, porque son fuertes, claro.
Tohru, que en ese momento aún era joven e inmaduro, respondió un poco forzado.
Ambos estaban sentados uno al lado del otro en una zona abierta a las afueras de la aldea, conversando.
Como Jazmín había nacido en el seno de una familia de comerciantes, había viajado a todo tipo de lugares desde que era joven. Sus historias eran siempre entretenidas. Tohru sentía a menudo una nueva sensación de asombro al ver cómo describía sus viajes con tanta despreocupación. Por eso, cada vez que ella venía de visita, él modificaba su horario de entrenamiento para incluir tiempo para conversaciones casuales como ésta.
—Es natural temer a los fuertes, ¿verdad?
Él, que nunca había puesto un pie fuera de la aldea Acura, no podía divulgar ningún detalle sobre por qué se temía a los saboteadores. Aún no había desarrollado un sentido de los valores sociales comunes. Así que todo lo que entendía…, o creía entender, era la noción simplificada que cabría esperar de un niño de que “la gente temía a los saboteadores”.
—No, no es eso. —Jasmine le dedicó una delicada sonrisa mientras negaba con la cabeza—. Si fuera solo porque son fuertes… la gente también temería a los magos, ¿no?
—Bueno…, eso es… —Se quedó sin palabras.
Incluso dentro de la estrecha visión del mundo del joven, él conocía a los magos.
Su fuerza física era insignificante: desde la perspectiva de un saboteador, estaban al mismo nivel que los niños. Sin embargo, en términos de la amplitud del poder que podían ejercer, estaban en un nivel muy diferente. Siempre que tuvieran un Gundo grande y mucho combustible, se decía que uno solo podía volar un castillo entero en pedazos. También se decía que si se añadían cánticos y círculos mágicos, la magia destructiva a gran escala era aún más precisa.
De hecho, en términos de fuerza destructiva, los saboteadores ni siquiera eran capaces de lamerle las botas a un mago.
Por supuesto, en una batalla uno contra uno entre un mago y un saboteador, el saboteador ganaría casi siempre.
Ni siquiera sería un concurso. Una vez que se dieran cuenta de que su oponente era un mago, de ninguna manera el saboteador los enfrentaría. Seguro esperarían a que el mago empezara a cantar y lo someterían con ataques cuerpo a cuerpo antes de que tuviera la oportunidad de activar un solo hechizo.
Sin embargo… Jasmine no hablaba en términos de ganar o perder.
No era cuestión de quién era fuerte y quién era débil.
Tohru sabía eso… así que estaba confundido.
Entonces, ¿por qué se temía a los saboteadores?
—Es más como… una cuestión de sentimientos.
—¿Sentimientos?
—¿Como lo que hay en el corazón, quizás?
—¿Qué demonios…? —Él torció la cara.
No lo entendía. ¿Qué estaba tratando de decir?
—Cuando se trata de lograr sus objetivos, los saboteadores utilizarán cualquier cosa y todo, ¿verdad?
Llevando a un corazón humano por mal camino a través de rumores infundados. Derrocar el sentido común con un plan bien urdido. Tomar a alguien como rehén. La traición, el engaño y otros métodos similares… esos métodos, que eran bastante mal vistos y despreciados, métodos que harían dudar a cualquier persona en su sano juicio… los saboteadores los utilizarían sin pensárselo dos veces.
—Eso es lo que significa ser un saboteador. —Tohru lo dijo con orgullo.
Así le habían educado. Le habían dicho que esa era su fuerza, su razón de ser. Que eran diferentes de los caballeros y los soldados, que se limitaban a guardar la apariencias. Y como las naciones eran conscientes de ello, a los saboteadores nunca les faltaban peticiones.
—Pero para otras personas, ese tipo de trabajo es imposible. Y es porque es imposible por lo que tienen miedo —dijo Jasmine, mirando al cielo—. Los saboteadores hacen su trabajo sin preámbulos, sin una mueca de dolor ni un atisbo de vergüenza. Esa determinación en el corazón de un saboteador… da miedo. Tal vez.
—Eh, ¿para qué es eso? —frunció el ceño Tohru—. ¿Ahora te subes al carro?
Los despreciados del campo de batalla. Meros sabuesos de los altos mandos.
Aquellos que se rebajarían a los extremos más bajos para lograr su objetivo. Peones sin un ápice de orgullo.
La mayoría de la sociedad veía así a los saboteadores. Tohru pensaba que solo eran un puñado de perdedores resentidos que estaban demasiado atrapados en sus propias apariencias como para darse cuenta de sus propias fortalezas.
—No tengo miedo —dijo Jasmine, riendo.
Se inclinó un poco para echar un vistazo a su cara, que estaba a su lado. No estaba molesto, ni se burlaba de ella. Era como una hermana mayor intentando darle una lección de vida a su obstinado hermano pequeño. No es que él supiera si tenía una hermana mayor de verdad.
—Eso va por mí, y por todos los comerciantes. Eso es porque… todos lo sabemos. Sabemos qué clase de gente son los Acura. —Lo dijo con claridad—. Estamos seguros de que los entendemos. Entendemos que siempre tienen la vista puesta en su objetivo, y que todo lo que hacen es con ese propósito. Y por eso podemos aceptar esas partes de ustedes. Las partes que son iguales a nosotros… y las partes que son diferentes.
Esos conceptos eran demasiado abstractos para que él los entendiera. No entendía en absoluto lo que ella decía.
Sin embargo, Jasmine continuó sin inmutarse. Recordándolo ahora, estaba claro que no trataba de forzar la comprensión, sino que seguro pensaba “aunque no lo entiendas ahora, mientras lo entiendas algún día está bien”. Tal era su naturaleza despreocupada.
—Pero, aun así, es imposible que todo el mundo comparta ese sentimiento. Después de todo, aunque sintamos que lo entendemos, existe la posibilidad de que algún día nos equivoquemos o incluso nos engañen.
—Nosotros nunca…
—Lo sé, lo sé. Solo hablo de forma hipotética —dijo ella, volviéndose hacia Tohru—. Al final, la “confianza” es unilateral, ¿eh?
De un solo lado. No se entiende. No en la misma longitud de onda. Inentendible.
Al oír esas palabras, sintió una profunda soledad. No entendía por qué Jasmine decía algo así.
La noche de insomnio que siguió se había quedado grabada en su memoria desde entonces.
♦ ♦ ♦
Con una ligera sensación de no poder respirar, Tohru se despertó.
Seguro se debía a la carga sobre su pecho.
—Mm…
Al principio, había estado apoyado contra una pared de roca, muy dormido. Su adormilada compañera se había inclinado aún más, y ahora descansaba sobre su pecho. Tal vez se había agitado mientras dormía, lo que había provocado un cambio en su centro de gravedad y, por tanto, la sensación de asfixia de Tohru.
Bajando un poco la mirada, vio un mechón de pelo plateado.
Era tan bajita como siempre… o más bien, desde su encuentro inicial, tuvo la sensación de que no había crecido ni un poco. ¿Se debía a su constitución o a alguna enfermedad? La chica parecía más preocupada por su pecho plano que por su altura, aunque él no tenía quejas en ese aspecto.
Era Chaika.
Él estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas, y encajada con comodidad entre sus brazos y piernas, la princesa de una nación caída dormitaba. Tenía una mirada de satisfacción en su rostro, como diciendo “este es mi lugar designado”. Parecía un gato o un pequeño cachorro acurrucado en el cuerpo de su dueño -más aún porque parecía que prefería acurrucarse en las partes que tenían espacios intermedios, como el área debajo de sus brazos o entre su cuello y hombros.
Los dos estaban en medio de un colosal laberinto.
—Ah…
Su mente se sentía confusa.
¿Dónde estaba este lugar?
—Si no recuerdo mal… esto es…
Sacudió la cabeza dos o tres veces para quitarse la somnolencia.
A medida que su conciencia se volvía más clara, sintió que una comprensión de la situación afloraba poco a poco desde los profundos recovecos de su memoria.
—Así es… este lugar es…
Estaban en medio de una vieja fortaleza abandonada.
A menudo, las entrañas de las fortalezas construidas durante la guerra se diseñaban de forma laberíntica para evitar que el enemigo las invadiera de golpe. Los pasadizos eran estrechos y retorcidos y, por supuesto, a pesar de estar bajo techo, las paredes estaban construidas con piedra y ladrillo ignífugo para no ser derribadas con facilidad. Eran muy meticulosas.
Es más, en las fortalezas más elaboradas solía haber bastantes variedades de trampas, como agujeros diseñados para ataques unilaterales desde arriba desde los que se disparaban flechas o se derramaba aceite hirviendo. Levantando la mirada de inmediato, vio agujeros perforados a intervalos fijos incluso en la pared opuesta a la que estaban apoyados.
Para empezar, aquello era un laberinto, no la habitación de alguien. Desde luego, no era lugar para echar una cabezadita.
Pero…
Su mirada se desvió hacia lo que acunaba la chica. El objeto, largo, pesado y frío, era su querido “bastón mágico”: su Gundo.
Aunque parecía viejo en algunos aspectos, seguro que aguantaba bien los golpes. Tohru aún no había visto ni una sola vez que el dispositivo mágico se rompiera. Por supuesto, la razón principal era que Chaika se esmeraba en desmontarlo y guardarlo bien.
El Gundo estaba en uso, y emitía un sonido bajo y silencioso.
Incluso si la propia chica estaba dormida, sus hechizos podían seguir funcionando sin problemas.
Lo había llamado algo así como… [El Defensor], si no me falla la memoria. En el fondo, era igual que la magia defensiva que usaban otros magos de distintas escuelas de oficio, como [Coraza dura] o [Ataúd sagrado luminoso].
Hasta ahora habían sido muchas las ocasiones en las que este hechizo se había activado durante instancias en las que ambos tenían que detenerse y descansar, por lo que él se había familiarizado bastante con ello. Aunque su área de efecto era pequeña, podía detectar presencias cercanas e interceptar armas blancas, así como la mayoría de hechizos de clase individual.
Tohru podía reaccionar a la intención asesina incluso mientras dormía, pero si un enemigo usaba magia desde lejos, no sería capaz de percibirla. Estaban en una batalla constante por sus vidas; o mejor dicho, siempre estaban huyendo. Este era uno de esos hechizos indispensables para su situación actual.
—Chaika.
Al oír su nombre, la chica de pelo plateado se despertó. Parecía que seguía dormida. Su nombre solo había sido registrado a medias en su subconsciente.
—Chaika.
La llamó una vez más, pero no se despertó. Esta vez, ni siquiera se movió.
Con una sonrisa irónica y silenciosa, Tohru agarró su pelo plateado, inmaculado como un hilo de seda, y lo separó para revelar la pequeña oreja blanca de la chica que se escondía debajo. Una vez expuesta, acercó sus labios y…
—¡CHAIKA!
—¿Fugyaa?
Se sobresaltó como si la hubiera alcanzado un rayo.
Por muy mal que se levantara, era imposible que un mordisco en la oreja y un grito directo al tímpano no la despertaran. En el momento en que parecía que iba a entrar en convulsiones de tanto temblar, saltó hacia arriba, como un mecanismo de resorte.
Él se inclinó de inmediato hacia atrás para evitar que el hombro de Chaika le aplastara la mandíbula.
—Tohru… —Ella se giró para mirarle.
Su linda cara tampoco había cambiado desde su primer encuentro: sus rasgos estaban bien dispuestos como los de una muñeca. En esa cara había una expresión un poco reprobatoria mientras lo miraba a él, que seguía sentado en el suelo.
—Buenos días —levantó la mano a modo de saludo—. Seguro que has dormido bien, ¿eh?
—Problema, sin resolver. Desde hace un rato —dijo ella, frunciendo los labios—. Despierta, más considerado. Necesario.
—”Más considerado”, ¿no es un poco tarde para decir eso?
Sonrió con amargura.
Por muy sólida que fuera su magia defensiva, les estaban persiguiendo. Sería problemático si no estuvieran listos para despertar en cualquier momento. Sin embargo, no importaba cuántas veces él la llamara por su nombre o intentara despertarla, seguía sumida en un profundo letargo. Por lo tanto, era natural emplear métodos más bruscos para despertarla, y en el último tiempo, éste había sido el que él había estado usando.
No obstante, ella parecía que tenía algunas quejas con este tratamiento.
—¡Mejora, exige!
—¿Eh? Entonces, ¿cómo quieres que te despierte?
—Nn… —Se cruzó de brazos e inclinó la cabeza.
Parecía que no tenía un plan específico para la reforma. Durante un rato se quedó ahí inclinando la cabeza hacia la izquierda y luego hacia la derecha, como si intentara inclinar su cerebro con ella.
—Oído, susurro. Justo delante. Con suavidad. Voz, suave, como caricia…
Adoptando de repente ojos lejanos, como si mirara más allá de él. Chaika empezó a hablar.
—Aunque no hay forma de que eso te despierte.
—Tohru, precipítate —le empujó con el dedo índice mientras hablaba—. Escucha hasta el final. Fase 1, terminada. Fase 2, comienza.
—¿Qué quieres decir con “fase”?
—Fase 2. Con suavidad. En silencio. En la mejilla.
Ignorando su expresión, cada vez más incrédula, ella continuó, con aspecto algo tímido.
—Muy necesario. Ritual de despertar.
—¿Ritual? ¿Qué quieres decir en específico con “ritual”?
—En… la mejilla… o tal vez… directo… en los labios.
Su voz se hizo cada vez más baja, y su rostro blanco como la porcelana se sonrojó de color carmesí.
Arrugando las cejas, Tohru trató de indagar más.
—¿En la mejilla? Ah, ya entiendo, ¿quieres que te muerda la mejilla en vez de la oreja?
—¡Me niego! —dijo ella, inflando las mejillas al instante.
Cómo decirlo… Era como si su apariencia no fuera lo único infantil en ella. Con un comportamiento así, estaba claro que no había madurado en absoluto. Él siempre había estado desconcertado acerca de cuántos años tenía en realidad, pero debido a que sus recuerdos borrosos estaban en desorden, parecía que la chica ni siquiera lo sabía.
—Tohru, bruto. Fetiche de los mordiscos. —Chaika lo señaló, parecía furiosa—. Bestial. Frederica, mala influencia.
—Incluso llamándome “bestial”, ¿eh? De acuerdo, de acuerdo —asintió con énfasis—. Está bien. No hace falta ir tan lejos; incluso yo tengo algo de dignidad, ¿sabes? Tendré que inventar un método que una bestia no pueda imitar.
—¿Mui?
—Tengo una aguja aquí.
Sacó una pequeña aguja de hierro de su bolsa y se la mostró.
—Si la deslizo bajo tu uña…
—¡Rechazo, super rechazo, ultra rechazo! —gritó Chiaka, dando pisotones.
—Pero apuesto a que te despertarías en un instante.
—¡Tortura, no permitida!
—No, en realidad no es tortura si no hay interrogatorio.
—¡Absoluto, no permitido!
—Ni siquiera dejará marca —dijo, pero volvió a meter la aguja en la bolsa.
—Perspectivas de futuro, parecen sombrías. —Chaika dejó caer los hombros y lanzó un suspiro.
—Esa es mi frase —replicó por reflejo, pero luego…—. O quizá no, en realidad.
Tohru miró la larga caja negra que yacía en el suelo junto a ellos.
Un ataúd…
Aunque no hacía falta decir que ella siempre lo llevaba encima, para ella también lo era “todo”, algo que tenía que estar en un lugar al alcance y a la vista en todo momento. Dentro, junto con sus pertenencias, estaba la mayor razón de sus constantes perseguidores: los “restos”.
Eran los restos del cadáver de su padre Arthur Gaz el Emperador Tabú, que habían sido repartidos por los ocho héroes.
—¿Mui? —Le miró con expresión sorprendida.
No parecía entender el significado de lo que había murmurado.
—Oh, me refiero a que parece que podemos ver el final a la vista.
Señaló el ataúd.
—De acuerdo…
—Solo… faltan tres, ¿eh?
El número total de restos que habían reunido hasta el momento era de catorce.
En principio habían sido divididos en ocho por los ocho héroes, pero había pedazos entre ellos que habían sido divididos aún más después, y al final el número se había más que duplicado… Cuando todo estaba dicho y hecho, Tohru y Chaika estaban tras diecisiete en total. Además, no habían sido pocas las veces en las que, al conseguir una pieza, se habían dado cuenta de que era falsa o una imitación. Tal vez había gente por ahí que había desarrollado una extraña avaricia por ellas, ya que se habían repartido en exceso.
Había sido un largo viaje. Un viaje muy largo. Sin embargo, este viaje para recuperar los “restos” se acercaba a su fin.
Conocían la ubicación de las tres piezas restantes. Para ser precisos, sabían quién tenía las tres piezas restantes.
—Aunque esas tres últimas van a ser un ridículo dolor en el trasero —dijo Tohru con un suspiro.
Un “ridículo grano en el culo”… siendo sinceros no había expresión que lo describiera mejor.
Viendo las circunstancias, ni siquiera sería exagerado decir “imposible”.
Porque las tres piezas restantes eran propiedad de Alberic Gillette.
Alberic tenía nueve subordinados debajo de él. En los últimos años, la mitad de la alineación original del Grupo Gillette había perecido; sin embargo, se había enviado el doble de personal de reemplazo. A diferencia de Tohru, él tenía el respaldo de una agencia. Podía conseguir que le enviaran tanto personal como equipo en masa.
En comparación, él solo se tenía a sí mismo y a Chaika.
Akari ya no estaba con ellos.
Frederica había desaparecido un día de repente, y no se la había visto desde entonces. Era una Feyra, después de todo; seguro él había sido el más culpable por atribuir lógica humana a sus acciones.
En pocas palabras, en una batalla de pura fuerza de combate era uno contra cinco.
Y por si fuera poco, su oponente contaba con el respaldo de una organización, y planeaba utilizar esas tres piezas restantes que habían ganado ellos como cebo para apoderarse de ellas. A la inversa, esto significaba que estaban seguros de que ganarían, y por ello habían hecho saber que ya tenían las piezas restantes, lo que suponía un ultimátum a Tohru y Chaika diciéndoles que estaban listos para ellos en cualquier momento.
En estos momentos, el grupo de Alberic los perseguía a los dos, por lo que también debían haber entrado en esta fortaleza. Ahora podrían cruzarse en cualquier momento.
En otras palabras, era muy probable que el viaje de ambos terminara aquí.
—Bueno, de todos modos… Este va a ser un rival duro, así que deberíamos descansar y comer todo lo que podamos. Necesitamos que nuestros cuerpos estén en óptimas condiciones —murmuró.
—Tohru, ¿has dormido bien? —preguntó Chaika, con cara de preocupación.
—Sí. Tuve… bueno, un sueño que me hizo retroceder.
—¿Un sueño? ¿Te hizo retroceder?
—Fue hace un montón de años. ¿Recuerdas cuando luchamos contra el grupo de Alberic en el “Valle sin Retorno”, junto a la ciudad de Lademio? Fue un sueño sobre eso.
La expresión de la chica se nubló un poco.
El incidente del “Valle sin Retorno” siempre proyectaba una sombra oscura sobre ellos dos.
Porque fue entonces cuando quedaron atrapados en el derrumbe de aquel acantilado… y cuando Akari había muerto.
—Tohru…
—Bueno, cosas como los sueños no importan en este momento.
Cambiando de tema de forma forzada, se puso de pie.
Él apreciaba que ella estaba de luto por Akari, pero… perder la moral aquí no haría ningún bien a nadie.
—Sabes, cuando lo piensas, esto es en realidad a nuestro favor.
—¿Favor?
—Fueron y trajeron todas las piezas que necesitamos justo a nuestra puerta. Si ganamos contra el grupo de Alberic podemos conseguir las tres de un solo golpe.
—De acuerdo…
Chaika sonrió.
—Tohru…
Como si un pensamiento le viniera de repente… Ella apoyó su Gundo contra la pared de roca junto a ellos, y extendió ambas manos hacia él.
Sus dedos blancos bajaron sobre ambas mejillas.
—Nn…
Aplicando fuerza, tiró de su cabeza hacia delante, como si quisiera llevársela a alguna parte… no, más bien como si quisiera acercarla a ella. Sin oponer resistencia, él se inclinó hacia delante, dejando que ella tomara la iniciativa.
Estirándose sobre él, acercó sus labios a los suyos.
El momento íntimo pasó poco a poco.
Al cabo de un rato, ella retiró sus labios de los de él y le dedicó una pequeña sonrisa, con el rostro sonrojado.
—Agradecida. Sello de agradecimiento.
—Chaika. —Parpadeó y se quedó mirando a la chica de pelo plateado.
No era la primera vez que compartían un beso… pero cada vez que ella lo iniciaba era tan repentino, que a menudo lo dejaba aturdido después. Tal vez seguía siendo un poco tímida, teniendo en cuenta que siempre parecía estar relacionado con su “misión” de alguna manera. Esta vez lo había llamado “sello de agradecimiento”.
Una sonrisa irónica apareció en su rostro, y decidió preguntar.
—Hace un momento, ¿era como mi maestro? O era…
—Ambas cosas.
Amo y sirviente. Hombre y mujer.
No había duda de que ambos describían la relación que tenían.
Ahora que lo pienso, ¿cuándo había sido la primera vez que habían entrelazado sus labios?
Cuando este viaje había comenzado, sus sentimientos de que “todo por el bien de Chaika” habían sido por mera obligación y empatía. Para el saboteador Tohru, arriesgar su vida por ese propósito era suficiente.
Pero eso no significaba que no pudiera haber algo más.
Después de que Akari desapareciera de sus vidas, solo quedaban ellos dos, y en algún momento de su continuo viaje, la relación entre ambos había adquirido otra faceta.
Porque los dos habían deseado acortar la distancia entre ellos tanto como pudieran.
En principio, acercarse más en su viaje había sido un medio para calmar la ansiedad que surgía dentro de ellos… pero incluso si el amor había terminado floreciendo de eso, Tohru no tenía quejas.
Eso era lo que él pensaba.
Sus motivos se convirtieron en su fuerza. Su obligación. Su empatía. Y su amor.
—Ahora bien. Vamos, Maestro. Es hacerlo o morir de aquí en adelante.
—De acuerdo. —Sonriendo, Chaika se puso el ataúd a la espalda.
♦ ♦ ♦
Un pesado silencio impregnó la barrera del hechizo mágico defensivo [El Defensor].
El asombro y el desconcierto habían robado cualquier palabra adecuada de la boca de los dos chicos.
Solo podían observar la improbable escena ante sus ojos abiertos con muda incredulidad. Aunque [El Defensor] era un hechizo defensivo fiable, solo era efectivo en un lugar fijo a la vez. Por difícil que fuera aceptarlo, lo único que podían hacer era mirar.
Al final…
—Chaika —murmuró de repente Akari—. ¿Qué ha sido eso de hace un momento…?
—¿Mu…?
Las cejas de la chica se arrugaron mientras un sonido grave salía de su garganta.
—¿Una escena de amor?
—Sí. Eso es justo lo que era.
Akari asintió, algo rígida.
Para ser precisos, no fue tan íntima como para merecer el nombre de “escena de amor”: no hubo intercambios sexuales profundos entre hombre y mujer. Sin embargo, nadie dentro de esta pequeña barrera poseía en ese momento la fortaleza mental para señalarlo.
—Lo sabía…
Akari se levantó con pies inseguros, vacilando al hacerlo, y se encaró con Chaika.
—Debería haberte matado antes, antes de llegar a este punto…
Con los dedos doblados como garras, como si quisiera comunicar que estaba a punto de agarrarle el cuello, dio un paso hacia ella. Por cierto, estaba tan inexpresiva como siempre, lo que en realidad era mucho más intimidante que cualquier muestra de ira.
—Akari.
—¿Qué?
—Implora. Calma.
—Siempre estoy calmada —dijo en un tono práctico—. Había hecho un juicio muy calmado, muy racional, de que si no seguía adelante y me deshacía de ti, acabarías seduciendo a mi querido hermano con tus artimañas. Pero, aun así, tenía que seguir adelante y…
—Akari, Akari. Yo, aquí mismo.
—En efecto. Contigo a mi lado, convertirte en cadáver será pan comido. Me pregunto si esto es algún tipo de providencia divina.
—Eso, yo no. Yo diferente.
En la dirección que Chaika señalaba, más allá de la barrera semitransparente de color blanco azulado, se habían juntado varias piedras, creando un muro. Era un muro de refugio grueso y resistente. En las fortalezas de antaño, este tipo de muros solían instalarse a lo largo de los caminos como medida defensiva.
Y dentro de ese muro de piedra había un pequeño hueco.
Un cuerpo humano no cabría por ella, pero era lo bastante grande como para que, si te acercabas y te asomabas, pudieras ver el otro lado. Mirando aún más allá, incluso era posible ver la pared opuesta, así como las figuras contra ella.
La figura de Tohru y otra Chaika.
Apariencia física. Estructura corporal. La ropa. Todo era idéntico.
No podías verlos como otra cosa que no fuera la misma persona.
Pero si esa persona al lado de Tohru era Chaika, ¿entonces cuál era la Chaika dentro de la barrera? No había forma de que fueran gemelas.
En otras palabras…
—Hmph.
Akari puso ambas manos sobre los hombros de la peliblanca.
—Lo sabía desde el principio, por supuesto.
Chaika la miró con los ojos entornados, como si quisiera decir algo.
Pero ella, interceptando esa mirada con esa máscara de hierro de expresión que siempre llevaba, ladeó la cabeza.
—Aun así, esto es bastante problemático. ¿Es otro de los trucos de ese lagarto cambiaformas?
Echó otro vistazo a través del agujero en la pared de piedra mirando a Tohru y a la otra Chaika.
Parecían estar conversando.
—¿Frederica? ¿Mu?
Cierto, en las aguas termales el día anterior Frederica había asumido la forma de Chaika con su habilidad de transformación y había atacado al chico. Por ahora, el único ser que habían encontrado con la habilidad de replicar la forma de la chica con tanta precisión debería ser ella.
Pero…
—Ningún ataque.
—Eso parece…
Frederica seguro lo atacaría en el instante en que viera una abertura en sus defensas.
Si de verdad albergaba intenciones de matarlo o no, era algo que se podía debatir, pero al menos no había razón para que asumiera la forma de la chica y se acercara a él. Tohru ya tenía sus defensas bajas y estaba lleno de aperturas; no había necesidad de que Frederica se esforzara en crear una.
No, antes de eso…
—Pero lo que decía antes mi querido hermano tampoco tenía sentido.
Había dicho que solo quedaban tres trozos de los restos.
Habían dicho que el incidente del “Valle sin retorno” había ocurrido hacía años.
—Entonces, ¿eso significa que este “querido hermano” también es falso? Pero, entonces…
No tendría sentido para ninguno de ellos montar un espectáculo en un lugar sin público.
Para empezar, ¿dónde diablos estaba este lugar?
Hace un rato, se habían encontrado con el Grupo Gillette. Entonces, Frederica había intervenido, haciendo que el acantilado se derrumbara. Después Tohru, Akari y Chaika, y muy seguro sus enemigos también, habían caído en el “Valle sin Retorno”. Todo eso era un hecho.
En ese momento, ella había activado el hechizo mágico defensivo para el que ya había dicho el cántico; en otras palabras, [El Defensor], el cual había mantenido hasta ahora. Aunque Tohru le había dicho que preparara algo de magia ofensiva, había pensado que podría tener una posibilidad de que se interpusieran en su camino, y en su lugar había elegido este hechizo defensivo para que los hermanos pudieran al menos luchar con libertad sin tener que preocuparse por ella.
Pero, tenía que preguntarse si de verdad había hecho la elección correcta.
Akari, que por casualidad estaba a su lado, había sido envuelta por la barrera, pero ésta no había alcanzado a Tohru, que se encontraba a poca distancia. Por pura coincidencia, el hechizo se había activado en el momento perfecto antes de que ambas cayeran al suelo, por lo que resultaron ilesas, pero…
Entonces se dieron cuenta de que los alrededores no se parecían en nada a ningún valle que conocieran.
¿Había alguien construido una fortaleza en las profundidades?
Pero caerse por el acantilado y acabar de repente en el interior no tenía ningún sentido. Era imposible que esta fortaleza no tuviera techo. Mirando por encima de sus cabezas, ni siquiera vieron ningún agujero.
—Entre este lugar, las palabras de mi querido hermano y esa Chaika que no conoce sus límites, hay demasiadas cosas que no tienen sentido. No sabemos cómo está estructurado este laberinto, pero tenemos que llegar lo antes posible y sacarlo de él. —Akari se volvió hacia ella—. Deshazte de esta barrera. No podemos seguir recto debido a estas paredes, pero si seguimos moviéndonos puede que alcancemos al querido hermano.
—Nn…
Pero ella no lo disolvió. En vez de eso tenía una expresión en su cara como si estuviera sumida en sus pensamientos.
—¿Qué pasa, Chaika?
—Podría ser magia.
—¿Magia…?
—Tipo ilusión, tipo control mental, muchos efectos. Magia —dijo, señalando a su Gundo—. Akari y yo. Dentro del alcance de [El Defensor].
—Quieres decir que la magia de control mental no es efectiva sobre nosotras, ya que estamos dentro de la barrera…
—Sí —dio un gran asentimiento—. Material, intermediario. Interfiere con los nervios.
El material en estado de niebla podía invadir el cuerpo humano tal como era.
—Al entrar en contacto directo con los ojos, la nariz, la garganta y otras membranas mucosas con una alta concentración de nervios, podría insertar el hechizo de control mental directo adentro —explicó—. Pero no hemos sido expuestas al hechizo de control mental —dijo Akari, señalando a la Chaika al otro lado del agujero—. Entonces, ¿por qué somos capaces de ver lo falso?
—Material.
—¿Quieres decir… eso es? ¿Y eso también?
—Tal vez. Gente. Paredes de piedra. Techo. Todo material. —Hizo un movimiento circular con el dedo mientras indicaba la zona a su alrededor—. Material, para empezar.
—¿Quieres decir que este entorno… este escenario, decorado y personajes por igual, fueron creados con magia?
—Sí. Es posible. Con un Gundo muy grande, y una fuente mágica.
—Mu…
Como era de esperar, Akari frunció el ceño y soltó un gemido.
—Pero si eso es cierto, ¿por qué iban a…?
Si alguien solo quería eliminar a cualquier intruso de su territorio, había un montón de métodos más sencillos que podían utilizar. Simón Scania era un héroe, después de todo. Solo la autoridad que le otorgaba el Estado debería bastarle para hacer lo que considerara oportuno. No había necesidad de pasar por la molestia de usar la magia y la creación de una gran ilusión.
O, tal vez… ¿El que estaba detrás de la cortina de esta gigantesca fabricación no era él?
Si no, todavía quedaba la pregunta de cuál sería el motivo del mago, entonces.
—En cualquier caso…
En una rara ocurrencia, se pudo detectar una pizca de irritación en el tono de Akari mientras hablaba.
—No podemos dejar así a nuestro querido hermano. Disuelve la barrera, Chaika.
—Afectado con hechizo de control mental. Nosotras dos. Igual que Tohru. Mu…
Si disolvía la barrera, ambas también entrarían en contacto directo con la niebla Material. Si eso sucedía, no podían negar la posibilidad de que a ellas también les manipularan la mente como a él.
—¿Y si contenemos la respiración…? No, eso no funcionará. —Akari sacudió la cabeza.
Por muy fortificado que estuviera el cuerpo de un saboteador, el tiempo y la distancia que uno podía estar sin respirar eran limitados.
El tiempo y el esfuerzo que les llevaría desplazarse hasta el lugar donde se encontraba Tohru, sacarlo de la ilusión mediante la persuasión y solo noqueándolo, y regresar a su ubicación original con él a cuestas, todo ello sin respirar, era demasiado.
—Al final, no podemos hacer nada sobre lo que no podemos ver, ¿eh?
—Tohru. Ven a nosotros. Disuelvete por poco tiempo —dijo Chaika.
Si él podía llegar hasta ellas, podrían disolver [El Defensor] por un tiempo y luego reactivarlo una vez que estuviera dentro de su alcance. No era solo [El Defensor]: la mayoría de los hechizos a escala individual no podían mantenerse en movimiento. Mientras la barrera estuviera activa en su extremo, él no podría acercarse.
—Pero, el muro…
Podían ver la figura de Tohru y Chaika a través del agujero en la pared, pero lo cierto era que la pared las separaba el uno del otro. Las posibilidades de que él se abriera paso a través de este laberíntico pasadizo hasta ellas eran bajas.
—Material —señaló la pared de piedra—. Solo una parte, por tiempo limitado, pero puede interrumpir el control.
—¿Quieres decir que durante un tiempo limitado, podríamos hacer desaparecer una parte de este muro?
—Sí. Este agujero, desgarro mágico —dijo, señalando a la pequeña mirilla de la pared.
En otras palabras, el muro había sido creado por arte de magia, transformando la niebla que impregnaba el valle en una forma sólida. Al parecer, la activación del hechizo de Chaika [El Defensor] había interrumpido una parte del hechizo que gestionaba el comportamiento de la Materia, lo que significaba que una parte del muro había quedado libre de su control.
Una vez libre, el Material había vuelto a su forma original de niebla.
En última instancia, la pequeña porción de Material liberada de su control había creado la diminuta abertura en el muro, que había aparecido justo al lado de [El Defensor].
—Para una mejor oportunidad, mantente a la espera.
Una vez que Tohru se acercara a cierta distancia, primero disiparía [El Defensor]. Luego, Chaika usaría magia que podría interferir con facilidad con el hechizo que controlaba el material, o más bien, interrumpirlo. Esto haría que la pared circundante se desvaneciera por un tiempo.
Entonces Akari se apresuraría, agarraría a Tohru y lo arrastraría hacia donde estaba Chaika, momento en el que lo reactivaría.
Ese era el plan de la peliblanca para rescatarlo.
—Tiene sentido… —dijo Akari, apretando el puño con fuerza mientras hablaba—. ¿Pero de verdad esperas que me quede aquí sentada viendo como mi querido hermano coquetea así con Chaika hasta que tengamos nuestra oportunidad…?
Su expresión y su tono eran, por supuesto, los mismos de siempre, pero por la forma en que su puño temblaba, era obvio que su beso anterior la había sacado de quicio.
—Y dejándome a mí, su hermana, en la estacada…
Parecía que la idea de que ella tenía de una “hermana” se desviaba bastante de la sociedad normal, pero si alguien lo señalaba ahora, seguro se encontraría con que le salían los sesos por las orejas una vez que Akari le pulverizara el cráneo con su martillo.
—Mi querido hermano… con Chaika… haciendo esto y lo otro… y con una niña tan plana de pecho para colmo… con Chaika… y ante mí, nada menos… entonces, solo hay una opción…
—F-Falso…, ¿recuerdas?
Chaika, con las mejillas teñidas de rojo, intentó acallar a Akari, que murmuraba algo que sonaba peligroso.
Bueno, aunque sabía que la persona en cuestión era falsa, Chaika seguro tenía algunos sentimientos complejos al ver una imagen especular de ella intimando con Tohru.
—Para empezar, ¿por qué no estoy presente en esta farsa?
—¿Mui…?
—Si yo hubiera estado ahí, nunca habría permitido que esta ridiculez se llevara a cabo —dijo Akari, agarrando con fuerza su querido martillo de hierro—. Aunque el querido hermano tuviera que ser atado y colgado del techo medio muerto, yo protegería su castidad.
Entonces, ¿no serías completamente innecesaria? Sería la respuesta común, pero Chaika no era tan idiota como para dar voz a esa opinión sin pensar en las consecuencias.