La revolución mágica de la princesa reencarnada – Capítulo 06: La lección de magicología de la princesa reencarnada (1)

Traducido por Zico

Editado por Michi y Lugiia


 —Hmm, ahora que eso ha terminado, ¡es hora de un descanso!

Unos días después de que Euphie se mudara oficialmente conmigo al palacio independiente, las cosas se calmaron. Mientras tanto, todos en el palacio real parecían estar en estado de pánico debido a la ruptura del compromiso, al menos según Ilia, cuando le pregunté acerca de la situación.

Los instigadores de todo el incidente, Allie y los hijos de los otros nobles, habían sido suspendidos de la escuela y llevados para ser interrogados; eso había provocado una gran conmoción.

No pude evitar preguntarme qué sería de ellos, pero a nosotras, aquí en la villa, no nos afectaría. Mientras todo eso ocurría, había decidido ocuparme en mi taller para tomarme un respiro.

Mi taller estaba lleno de planos y prototipos de nuevas herramientas mágicas. Ni siquiera dejaba entrar a Ilia sin mi permiso, por lo que la habitación solía estar bastante desordenada.

No era mi intención desordenarla; apenas me daba cuenta del desorden que se iba formando hasta que Ilia empezaba a expresar su desaprobación. Sabía que no lo decía en serio, simplemente era más ordenada que yo.

—Ahora que Euphie está aquí, ¿por qué no probamos un nuevo experimento? ¿Qué deberíamos hacer…?

Saqué el cuaderno que utilizaba para apuntar ideas y diagramas de cosas que recordaba de mi vida pasada.

Yo era una extranjera en este mundo. Desde que había recuperado los recuerdos de mi vida pasada, había sentido que mis pensamientos y valores se acercaban más a lo que solían ser.

No obstante, aunque de repente recordara cosas de mi vida pasada, esos recuerdos podían esfumarse con la misma facilidad. Por eso, tenía mi cuaderno de notas, para dejar un registro lo más detallado posible mientras pudiera.

Quería dejar la mayor huella posible en este mundo durante mi estancia. Por fortuna, dudaba que fuera a marcharme pronto.

—Hmm… Al menos deberíamos abstenernos de hacer experimentos que llamen demasiado la atención, dadas las circunstancias. Por lo tanto, tendremos que postergar cualquier cosa que requiera muchos materiales… ¿Quizá debería preguntarle a Euphie, asegurarme de que estamos en la misma sintonía…?

A solas con mis pensamientos, mi cerebro daba vueltas, pero un llamado a la puerta me interrumpió.

—¿Puedo entrar, Su Alteza? —llamó Ilia de repente.

—¿Adelante? —respondí, sobresaltada de mi mar de pensamientos.

—Con permiso. —Al haber obtenido mi aprobación, Ilia entró en mi taller.

Euphie entró un segundo después, con los ojos muy abiertos.

—Bienvenida, Euphie. Este es mi taller.

—Perdone… ¿Así que es aquí donde trabaja, señorita Anis?

—Sí. Hay bastantes prototipos por aquí, así que asegúrate de no tocar nada por accidente, ¿de acuerdo?

Tras mi advertencia, Euphie entró en la habitación de puntillas y con temor.

Dudaba que tuviéramos problemas, ya que guardaba todos los objetos realmente peligrosos en un lugar seguro. Solo que a veces, cuando pasaba la noche en vela, me dejaba llevar y acababa produciendo algunos objetos poco elegantes.

Había colocado un asiento extra al otro lado de mi escritorio. Euphie se sentó allí mientras Ilia empezaba a preparar té. El taller estaba prácticamente como siempre, salvo por la presencia de Euphie.

—¿Todo bien?

—Solo pensé que, ya que soy su asistente, tal vez podría ayudar con algo…

—Ah, ¿así que ya te encuentras mejor? ¿Ya te has instalado? Debe ser difícil acostumbrarse a un nuevo entorno.

—Estoy bien, de verdad. Prefiero estar haciendo algo que sentada sin hacer nada.

Últimamente, veía mucho la expresión preocupada de Euphie, pero supongo que era cierto que no tener nada que hacer podría ser inquietante. Si ella decía que estaba lista, ¡entonces probablemente era hora de involucrarla!

—Muy bien, entonces. En primer lugar, me gustaría asegurarme de que estamos en la misma sintonía.

—¿La misma sintonía…?

—Sí. Sabes que no puedo usar magia, ¿verdad?

Euphie parecía no saber qué responder, pero asintió lentamente.

La mayoría de los nobles del reino de Palettia eran capaces de emplear magia. Esencialmente, era la aptitud mágica de uno, más que el talento o la habilidad, lo que tendía a determinar el estatus social de uno.

Yo era completamente inútil en ese sentido. Poseía magia, pero era incapaz de usarla. Según mis investigaciones, era un rasgo innato mío, no algo que pudiera cambiar con trabajo duro.

—Bueno, tengo una hipótesis de trabajo en cuanto a la causa subyacente, pero aun así…

—¿Eh…? E-Espere, señorita Anis.

—¿Hmm? ¿Sí?

—¿Una hipótesis de trabajo de por qué no puede utilizar magia? Nunca había oído eso antes…

—Por supuesto que no. Aún no he tenido la oportunidad de presentarla.

Euphie me miraba con desconfianza. No tenía intención de dar a conocer mi teoría. Probablemente, solo causaría otro alboroto.

Por eso, solo unas pocas personas, entre ellas mi padre, conocían los resultados de mi investigación. También los había discutido, hasta cierto punto, con los directores de algunas instituciones que estudiaban los espíritus y la magia.

—En otras palabras, lo que parece de sentido común para uno de nosotros puede ser totalmente extraño para el otro. ¿Lo ves? Por eso, necesitamos compartir nuestras ideas, para asegurarnos de que nos entendemos. Si no, no podremos avanzar.

—Ya veo… Entiendo. —Euphie asintió, con una expresión difícil de leer.

Me alegré tanto de tener una oyente atenta que me puse en pie de un salto, rebosante de energía. Rápidamente, levanté una pizarra móvil.

Estaba tan emocionada que me sentí como una profesora de instituto. Cuando me disponía a sumergirme en mis explicaciones, Ilia empezó a servir tazas de té. Bien hecho, Ilia.

—Muy bien. Empecemos con las premisas básicas de la magia. La magia se realiza con la ayuda de espíritus. ¿No es así, mi inteligente joven Euphie?

—Inteligente… ¿Qué?

—¡Solo sígueme la corriente!

—¿Eh…? —Al principio, Euphie parecía desconcertada por la facilidad con la que había adoptado los modales de un profesor, pero pronto recuperó la compostura—. Um… La magia funciona a través de espíritus intermediarios que existen en todo el mundo. Es un intercambio: se le da energía mágica y ellos producen un efecto mágico. Me enseñaron que todo el mundo tiene diferentes niveles de afinidad con diferentes espíritus, y eso determina la aptitud general de cada uno para usar la magia.

—Ciertamente. Eso lo sabe todo el mundo.

Una respuesta ejemplar, como era de esperar, de un genio de renombre. Debía de ser una alumna entusiasta en la academia, lo cual me causó una punzada de tristeza. En el fondo, era una buena persona.

Bien, volvamos al asunto que nos ocupa. Euphie tenía razón en su explicación de cómo funcionaba la magia. En este mundo, la magia se conducía a través de los espíritus, y había una rica diversidad de espíritus diferentes.

En primer lugar, estaban los espíritus primordiales, los espíritus de la luz y la oscuridad que, según se decía, existían desde la creación del mundo. Después estaban los cuatro grandes espíritus del fuego, el agua, la tierra y el viento, que se decía que habían nacido cuando los dioses creadores forjaron el mundo. Luego, vinieron otros tipos de espíritus que generalmente se describían como subtipos de los cuatro mencionados. Estos innumerables espíritus eran los que daban estatus y poder a los nobles del reino de Palettia.

—Por aptitud mágica —dije—, te refieres a la compatibilidad de uno con esos espíritus, ¿no? En otras palabras, ¿ese es el criterio que decide la habilidad de uno para manejar la magia?

—Sí. Eso es lo que aprendimos en la academia.

—¡Excelente! Pero aquí está la cosa. He profundizado en el tema un paso más.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Euphie, ladeando la cabeza.

Su comprensión de la magia era esencialmente la del sentido común, pero yo era una erudita menos convencional en lo que se refería a la magia.

Asentí con la cabeza y levanté un dedo para enfatizar.

—Vayamos a la raíz del problema, Euphie. ¿Sabes qué determina con precisión las afinidades de una persona con los espíritus?

—Eso… No lo sé. ¿No sería la constitución física y mental de cada uno? ¿O su linaje?

—Je, je, je. Perdón, perdón. Ha sido una pregunta malintencionada.

Tenía razón; la afinidad general de cada uno era única. En algunos casos, la gente heredaba las habilidades de sus padres, pero eso no estaba garantizado. Por lo tanto, nadie tenía una respuesta clara cuando se trataba de explicar con precisión qué determinaba las afinidades espirituales de una persona.

—Pero ¿por qué no puedo usar la magia? Tenía que investigar y encontrar la razón subyacente, así que comencé mi investigación tratando de llegar a la raíz de las afinidades mágicas.

—Perdone que le pregunte esto, pero ¿es realmente cierto que no puede…? —preguntó Euphie con torpeza, después de haberse armado de valor.

Aquel tema corría el riesgo de descarrilar la conversación, pero no podía permitirme no contestar. Parecía que ella no había querido abordar la cuestión, probablemente tratando de ser sensible.

—No puedo. Ni un ápice. No percibo ningún indicio de espíritus.

—Ya veo…

—Sé que otras personas pueden sentir la presencia y existencia de espíritus, y eso es lo que entendemos por «afinidad», pero yo no tengo ni idea de lo que se siente. Soy así desde que nací, así que no puedo hacer nada al respecto.

No podía saberlo con certeza, pero parecía que los mágicamente capaces podían sentir la presencia de espíritus cercanos. Y si podías sentirlos, podías canalizarlos para usar la magia, para bien o para mal.

Todo eso era para decir que como yo no podía sentir espíritus, no podía utilizar magia. Recordaba que me habían dicho que la verdadera causa de todo esto era que no les había rezado lo suficiente, por lo que se negaban a prestarme su poder, o algo así. Así lo entendía también la gente de aquí. El elemento de la oración era especialmente importante cuando se trataba de usar la magia.

—Para usar la magia, es crucial rezar a los espíritus. Tienes que transmitirles una imagen clara del tipo de magia que quieres usar. ¿No es así?

—Sí. Se recomienda intentar cantar al principio, para profundizar en su poder. A menudo, los expertos pueden saltarse ese paso, pero es habitual ver cánticos en los grandes rituales.

Asentí con satisfacción ante su respuesta. Para activar la magia, el primer paso era sentir la presencia de espíritus. Luego, el usuario de la magia debía transmitir una imagen de cómo pretendía utilizar el hechizo. Por último, tenía que dirigir suficiente energía mágica para activar la técnica. Ese era todo el proceso en pocas palabras.

Y como había tropezado en el primer paso, no podía lanzar nada. En otras palabras, el problema era que no podía sentir espíritus.

—Entonces, ¿por qué no puedo sentir la presencia de espíritus? Si queremos encontrar la respuesta, tenemos que preguntarnos, ¿qué son los espíritus?

—Simplemente, son espíritus, ¿no? —preguntó Euphie con el ceño fruncido.

Técnicamente correcto, pero no era eso lo que quería decir. Sonreí débilmente y continué.

—La gente dice que existen desde el principio de los tiempos, pero ¿son seres vivos? ¿O son encarnaciones de fenómenos naturales? ¿Qué opinas, Euphie? ¿Puedes explicar la lógica y el razonamiento que hay detrás de su existencia?

—Eso es…

—Los espíritus existen desde hace tanto tiempo que la gente los da por sentado. Nadie los cuestiona. Pero para mí, los espíritus son un misterio. Por eso, me puse a estudiarlos.

Mi investigación había descubierto que, aunque los distintos espíritus tenían atributos diferentes, los espíritus se encontraban comúnmente flotando en el aire. Por lo que se podía medir, no tenían sustancia física. En otras palabras, nacían de la propia naturaleza. No tenían voluntad propia; en el mejor de los casos, reaccionaban instintivamente, como otros organismos, pero se puede decir que no actuaban conscientemente.

—Lo importante es recordar que los espíritus se alimentan de energía mágica.

—¿Quiere decir que no pueden vivir sin ella?

—Exactamente. Eso es lo interesante de ellos: funcionan por instinto. No tienen sentido de la voluntad, como nosotros. Nosotros necesitamos aire y comida para vivir; en cambio, ellos dependen del poder mágico.

Euphie se quedó boquiabierta al escuchar mi explicación. Me reí entre dientes; era muy gracioso.

Entonces, ¿por qué los espíritus necesitaban poder mágico? ¿Por qué se activaban las técnicas mágicas cuando se les alimentaba? Con esa pregunta en mente, empecé a investigar la activación en sí.

—Así que hemos establecido que los espíritus se alimentan de energía mágica. En ese caso, ¿qué es la energía mágica? Euphie, ¿alguna idea?

—La energía mágica es energía mágica… Supongo que eso está mal, ¿no?

—Efectivamente.

—¿Puedo preguntar algo? ¿Qué cree que es la energía mágica, señorita Anis?

—Una pregunta excelente. Me gusta tu entusiasmo. Entonces, ¿qué es la energía mágica? Para usar una metáfora, diría que es como… sangre intangible que brota del alma.

—¿Sangre… intangible?

—Es solo una analogía, pero debería facilitar la visualización.

¿Por qué los espíritus requieren poder mágico? La conclusión a la que había llegado era que era su fuente de sustento.

La siguiente pregunta que se me ocurrió se refería a la naturaleza de la energía mágica. Yo la consideraba una especie de sangre intangible.

—¿Cómo se le ocurrió esa idea…? —preguntó Euphie con asombro.

Bueno, había tenido una pista. O mejor dicho, había llegado a esa conclusión precisamente por ser quien era.

Es decir, me había reencarnado. Este cuerpo mío era producto de este mundo, pero su contenido no. Ese era el secreto de mi investigación aquí.

¿Quizás era precisamente porque me había reencarnado por lo que no podía usar la magia?

Esa había sido mi hipótesis de trabajo inicial. Me sentí un poco nostálgica al recordar todo aquello.

—Cada persona tiene afinidades diferentes. A veces se heredan, a veces no. Entonces, si cada persona tiene una forma individual de poder mágico, ¿de dónde viene?

No había reglas cuando se trataba de la afinidad de uno con los espíritus. Sí, la sangre jugaba un papel, pero no era toda la historia. En ese caso, tenía que haber una razón más fundamental. Si la razón se debía a que yo era efectivamente ajena a este mundo, eso solo conducía a una respuesta.

—Podemos decir, entonces, que el factor decisivo para la afinidad espiritual reside en el alma.

Euphie escuchó mi teoría con expresión seria. Dibujé un sencillo diagrama en la pizarra para explicárselo. Esto se estaba convirtiendo cada vez más en una conferencia, y quizás me estaba dejando llevar por el momento.

—La energía mágica es una fuerza espiritual invisible que emana del alma. Y los espíritus son seres incorpóreos que existen en el mundo. Si suponemos que los espíritus se alimentan de energía mágica, podemos plantear la hipótesis de que las imágenes mentales y la oración son importantes para invocar la magia.

—¿Es esta su teoría para ejercer magia?

—Lo es. ¿Por qué la magia funciona como magia? ¿Quizás los espíritus son convertidos por la energía mágica? O eso empecé a preguntarme.

—¿Convertidos en técnicas, quieres decir?

—Sí. En otras palabras, podemos definir la magia como dar forma a un espíritu incorpóreo.

Anoté esto como epígrafe en la pizarra y me volví hacia Euphie con una sonrisa.

Por su parte, Euphie estaba asombrada, como si acabara de tener un encuentro de primera mano con algo que nunca había visto en su vida.

De hecho, todo esto era probablemente nuevo para ella. Solo había podido explicar esta teoría a un número muy selecto de individuos, y todos lo habían recibido con igual asombro.

—¿Así que los espíritus se convierten en magia…? ¿Está diciendo que la magia no es el resultado de espíritus que manifiestan nuestras plegarias…?

—Esa es la creencia general, pero creo que mi teoría es más probable. Los espíritus no tienen libre albedrío, simplemente flotan por el mundo. Alimentarlos con energía hace que se transformen, y eso es lo que llamamos magia.

—Pero entonces, ¿qué pasa con los espíritus después de convertirse en magia?

—Vuelven a la normalidad, supongo. Se supone que los espíritus desaparecen después del hechizo, ¿no?

Los espíritus tenían cuerpos incorpóreos, así que incluso una vez que perdieran la forma mágica que se les había dado, no habría ningún problema. Para empezar, nunca tuvieron una sustancia física real.

—Eso tiene sentido, pero aun así… —murmuró Euphie, sumiéndose en sus propios pensamientos.

Bueno, ya era hora de hacer un descanso. Necesitaba un trago, y el té que Ilia había preparado se estaría enfriando.

Por cierto, ya había formulado una hipótesis sobre cuánta energía mágica se necesitaba para producir un efecto. La energía mágica era como la sangre del alma y se modelaba necesariamente a partir de ella.

Según mi definición, la energía mágica era una forma de poder que brotaba de un recipiente al que llamábamos alma. Tenía que haber una fuente de ese poder dentro de la misma. Y si pensábamos en el alma como un recipiente, entonces el propósito del poder mágico tenía que ser asegurar que el alma no se agotara.

El alma nunca emitía más energía de la que necesitaba, pero cualquier exceso de energía podía ser expulsado del cuerpo. Este excedente era lo que la gente reconocía como energía mágica. Las aptitudes y afinidades de cada uno estaban determinadas por los tipos de espíritus que preferían ese tipo de poder mágico, y eso a su vez determinaba cuánta energía se necesitaba para producir el efecto deseado.

—Esto todavía es solo una hipótesis, pero como los espíritus carecen de conciencia, se sienten instintivamente atraídos por la energía mágica. También por eso se someten a la voluntad de la entidad que les proporciona ese poder. Así que básicamente, según mi teoría, los espíritus no responden conscientemente a la voluntad de uno ni nada por el estilo.

Euphie estaba ahora más sumisa, pero había esperado este tipo de reacción, por lo que sonreí.

El reino de Palettia tenía una larga historia de creencia en nuestra amistad con los espíritus. De ahí había nacido el sistema de creencias del pueblo: su fe en que los espíritus eran nuestros vecinos y que les debíamos reverenciar.

Mis ideas eran heréticas para esos creyentes, así que rara vez las compartía con los demás. Porque había mucha gente que creía, a un nivel u otro, en los principios básicos del espiritismo en este país. Y, sin embargo, si Euphie iba a ayudar a colaborar en mi investigación, esto era algo que debía saber.

—Siempre consideré la energía mágica y los espíritus como hechos de la naturaleza… Nunca les había dado mucha importancia.

—Solo seguí investigando por necesidad, pero así es como llegué a esta teoría. Si pudiera averiguar cómo funciona la magia, podría intentar llegar a una hipótesis de por qué no puedo usarla.

En pocas palabras, mi conclusión era que a los espíritus no les gustaba mi tipo específico de energía mágica.

No había duda de que poseía energía mágica, pero no podía utilizarla. Lo que me llevó a mi hipótesis: los espíritus necesitan energía mágica como forma de sustento.

Inconscientemente, buscan energía compatible con sus propias constituciones. Esto era lo que la gente entendía por aptitud. Por ejemplo, un individuo cuya energía fuera favorecida por los espíritus del agua tendría una aptitud para la magia del agua. Esencialmente, la aptitud de una persona estaba determinada por las preferencias de los distintos espíritus.

—Debo añadir de paso que creo que el ascenso de la nobleza y la familia real comenzó con contratos con los espíritus.

—¿Pactos con espíritus, quiere decir?

Ese término tenía cierto peso aquí, en el reino de Palettia.

Según mi hipótesis, los espíritus no tenían libre albedrío. Dicho esto, había excepciones a esa regla: los elementales, grandes espíritus nacidos de la acumulación de innumerables espíritus menores. Había quienes llamaban dioses a tales existencias.

Se contaban muchas historias de personas que habían firmado pactos con grandes espíritus y habían obtenido a cambio un enorme poder. Se decía que la familia real y los nobles que habían fundado el reino de Palettia habían hecho precisamente eso, al igual que el primer gran rey.

Las tradiciones y leyendas de diversas regiones parecían contener descripciones similares de elementales que conversaban con la gente y actuaban según su libre albedrío. Esto, desde luego, no concordaba con los resultados de mi investigación sobre la naturaleza de los espíritus.

Por eso, se me ocurrió esta hipótesis adicional. Los elementales no eran simplemente un nivel superior de espíritus; su existencia se había vuelto tan definida que habían desarrollado su propia voluntad.

Por supuesto, me habría gustado confirmar todo esto con pruebas sólidas, pero los que entraban en pactos espirituales solían tener valores extremadamente inusuales y tendencia a recluirse en lugares remotos del mundo. Una vez le pedí a mi padre que me presentara a uno, pero me rechazó. Recibían la protección del Estado, pero querían estar solos, salvo en casos de emergencia.

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