La revolución mágica de la princesa reencarnada – Capítulo 08: Es como imaginar un arco iris (1)

Traducido por Zico

Editado por Lugiia


Habían pasado unos días desde que empezamos a compartir ideas en nuestras clases improvisadas.

Por ahora, ya habíamos establecido firmemente el formato de estas lecciones de magia: yo era la profesora e Ilia era mi ayudante. ¡Me lo estaba pasando muy bien!

—¡Hoy vamos a construir una herramienta mágica que funcione!

—¿Oh? ¿Realmente son tan fáciles de hacer?

—He traído una simple. ¡Una de esas teteras térmicas que has estado usando tanto!

¡Tachán! Con un ademán dramático, coloqué las piezas desmontadas delante de Euphie, quien las miró con gran interés.

—No es tan difícil de montar —dije tomando las piezas en mis manos—, pero requiere cierta técnica.

—¿Técnica?

—Sí. Ahora tengo una pregunta para ti. ¿Qué hay que hacer para crear una imagen mental detallada cada vez que se utiliza la magia?

—¿Un cántico…?

—¡Correcto! O más exactamente, transmitir al espíritu lo que quieres que haga.

Eso era algo que la propia Euphie había descrito en una de nuestras clases anteriores. Por supuesto, ella era plenamente consciente de la necesidad de generar imágenes mentales.

—Esta parte de la herramienta mágica es extremadamente importante. Aquí es donde entra en juego tu técnica artesanal.

—No es tan fácil como yo esperaba, ¿verdad…?

—Se trata del proceso. No es tan difícil de montar, y los principios básicos son bastante simples. ¿Por qué no lo intentamos?

Le mostré a Euphie la base, que proporcionaría la función principal de la tetera térmica de generar calor, y la insté a prestar atención mientras señalaba la base.

—Colocando aquí una piedra de fuego, podremos hacer que genere calor. Aquí es donde entra en juego la técnica del cántico.

—¿Una técnica de cántico…? —repitió Euphie, ladeando la cabeza con curiosidad.

—La herramienta mágica no va a hablar ni nada por el estilo —dije con una sonrisa burlona—. ¿Ves? Echa un vistazo al interior de la base.

—¿Eso es un grabado…? Ah, ¿ese es el encantamiento?

—Algo así. Entonces, ¿cómo funciona exactamente una tetera térmica? ¿Cómo consigues que haga lo que quieres? Esto es básicamente un circuito para proporcionar esa función básica —dije, trazando las letras grabadas en la base mientras Euphie observaba con admiración.

En el mundo de mi vida pasada, esto podría haberse considerado una especie de programa que servía para activar la herramienta mágica.

—Si pasas energía mágica de tipo fuego a través de estas letras, puedes activarla incluso sin la piedra de fuego. Sin embargo, no todo el mundo tiene aptitudes para la magia de fuego, así que es mejor usar la piedra espiritual.

—¿Puedes hacer todo eso solo tallando las palabras en ella…?

—Por eso dije que requiere técnicas específicas. Por ejemplo, aplicar a las letras grabadas una pintura especial que contiene piedras espirituales molidas. Además, la propia base es una aleación con piedras espirituales. ¿Conoces las piedras espirituales sin atributos? Solo sirven para decorar, ¿no?

—¿De verdad…? Bueno, supongo que no tienen muchas aplicaciones prácticas, pero como las piedras espirituales tienen una historia tan larga, ¿no se emplean en ceremonias y cosas así?

—A eso me refiero. Decoración.

Euphie exhaló un profundo suspiro.

Por mi parte, entendía de dónde venía. La gente de nuestra sociedad sentía una inmensa gratitud y reverencia por las piedras espirituales. Eso se aplicaba incluso a las piedras que no poseían atributos funcionales.

Sin embargo, como esas piedras espirituales solo contenían energía mágica en bruto, había dudas sobre cómo utilizarlas. A menudo se molían y se esparcían por el aire en forma de polvo en ceremonias, festivales y similares.

También se usaban ocasionalmente en medicina. Si se vertía poder mágico en una piedra de este tipo y se procesaba hasta convertirla en polvo, el resultado final era una medicina reconstituyente capaz de reponer la energía mágica. Dicho esto, el sabor por sí solo era prácticamente letal. Yo mismo había probado un brebaje una vez, y no tenía intención de volver a hacerlo.

Aparte de eso, las piedras espirituales no elementales seguían siendo, en gran medida, un misterio. ¿Eran restos de espíritus que se habían cristalizado antes de poder desarrollar atributos notables? ¿O habían perdido sus atributos originales debido al uso excesivo?

Era una pregunta atractiva para una investigación futura, pero había pospuesto investigarla en profundidad, ya que mi prioridad era fabricar herramientas mágicas que pudiera utilizar realmente. Quizá algún día tuviera tiempo para investigarlo a fondo.

—Volviendo al tema que nos ocupa, parece que se tarda mucho en procesar… —comentó Euphie.

—Desde luego que sí, pero cualquiera que posea energía mágica puede hacer funcionar estas herramientas. Esto podría dar lugar a nuevas oportunidades para los artesanos, nuevos empleos y nuevas formas de ganarse la vida.

El reino de Palettia había sido bendecido con una era de paz y estabilidad. Había oído que el país había pasado por una mala racha antes de que mi padre subiera al trono, pero había conseguido estabilizarlo.

No obstante, aunque nuestro mundo estuviera en paz, seguía existiendo una brecha entre ricos y pobres. De hecho, tenía constancia de la existencia de una barriada de refugiados en la propia capital, y había un número incalculable de súbditos pobres e indigentes que no tenían medios para asegurarse comida para el día de mañana.

Tal vez no pudiera salvarlos a todos, pero si la demanda de mis herramientas mágicas iba a aumentar, el reino necesitaría más mano de obra para satisfacerla. Me habría gustado que mi padre ayudara a promover el desarrollo de las herramientas mágicas con el poder del Estado, pero no podía hacer mucho en mi posición actual. La lucha política en torno a quién sucedería al trono era realmente un obstáculo para mis esfuerzos.

Fue entonces cuando me di cuenta de que Euphie me estaba mirando de nuevo.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—No…, solo estaba pensando en que, en estos momentos, usted sonada como una verdadera princesa.

—¡Soy de la realeza! —exclamé.

Al parecer, ni siquiera Ilia pudo reprimir un bufido. La fulminé con la mirada, pero ella se limpió la boca rápidamente, intentando fingir que no había pasado nada. Quizá debería pellizcarle las mejillas…

—De todos modos…, hay herreros y artesanos entre los plebeyos que empleamos, así que ¿por qué no poner en práctica sus habilidades?

—S-Sí. Eso tiene sentido…

Por alguna razón, el ambiente se había vuelto bastante incómodo. Quiero decir, puede que no fuera perfecta, pero seguía siendo de la realeza, ¿sabes? No podía ser indiferente al bienestar de la gente de aquí.

¿Para quién estaba poniendo estas excusas? Con la ayuda de Euphie, me dispuse a montar la tetera térmica. Puede que preparar las piezas fuera difícil, pero la fase de montaje era mucho más sencilla.

Lo único que quedaba por hacer era conectar las piezas en el orden adecuado. La base, que proporcionaba la función principal de la unidad, tenía que conectarse a un recipiente exterior que impidiera que se escapara el calor del interior. Luego, había que insertar la piedra de fuego en el hueco de la base.

Después, era importante hacer una comprobación de seguridad minuciosa para asegurarse de que no había errores en el texto grabado. El último paso era pasar suficiente energía mágica a través de la unidad para ver si funcionaba.

—Muy bien. Ahora hemos confirmado que funciona correctamente.

—Es sorprendentemente fácil, solo unir las piezas…

—Crear las piezas requiere artesanía y habilidad, pero después de eso, hasta un niño podría montarlo.

—Estoy convencida… Realmente son inventos maravillosos.

—¿De verdad lo crees?

—Sí, lo creo. Estoy siendo completamente sincera. —Euphie me sonrió y asintió.

Sentí que se me calentaba el pecho ante aquella muestra de emoción. Ah, le estaba tan agradecida.

Sin embargo, cada vez que alguien elogiaba mis herramientas mágicas, siempre me urgía enseñarles más. Si la tetera térmica le había impresionado tanto, ¿qué pensaría del otro aparato?

—¡Muy bien! Esta vez, presentaré mi herramienta mágica extra especial y secreta que mi padre autorizó.

—¿Especial? ¿Secreta?

—Je, je… ¡Tachán! ¡Aquí está!

Me metí la mano por detrás de la falda y levanté el objeto para que mi protegida pudiera verlo.

Euphie me miró con desconfianza.

—¿Es… la empuñadura de una espada? Tiene un aspecto extraño.

En efecto, en mi mano había una empuñadura de espada sin hoja.

Había una reducción en la base de la empuñadura, dentro de la cual había una piedra espiritual. Aparte de eso, el resto no era más que una empuñadura de espada normal. Al menos en apariencia.

—Como puedes ver, está inspirada en las espadas largas que usan nuestros caballeros.

—¿Por qué solo la empuñadura?

—¿Por qué? Estoy especialmente orgullosa de esta herramienta mágica. Te sorprenderá lo útil que es. ¡Observa!

—¿Eh…? —Euphie, sorprendida por mi entusiasmo, tomó mi invento entre las manos. Lo miró dubitativa, comprobando su peso y sintiéndolo.

Finalmente, se fijó en la piedra espiritual incrustada en el hueco de la base.

—Es una herramienta mágica, ¿no? ¿La activas haciendo pasar energía mágica a través de ella?

—¿Por qué no lo intentas?

—Muy bien…

Euphie empezó a dirigir su energía mágica, lentamente y con mucho cuidado, hacia la empuñadura de la espada. La piedra espiritual incrustada en su base respondió con una luz titilante. Un círculo mágico apareció en su superficie, y más luz comenzó a derramarse desde la empuñadura vacía.

Aquel resplandor radiante se hizo rápidamente más fuerte y firme, hasta componer una reluciente hoja de luz pura. Euphie estaba definitivamente impresionada.

—Es una espada, pero la hoja está hecha de energía mágica. La empuñadura es mucho más ligera que la de cualquier espada normal, ¡y el peso de la propia hoja puede ajustarse al gusto del usuario! Una herramienta perfecta para ayudar a una dama a defenderse, ¿no crees?

—¿Por qué suena como un mercader ahora, señorita Anis…?

¡Porque me estaba dejando llevar por el calor del momento para invitar a aprovechar una oferta de un comercial! Claro, los teléfonos aún no se habían inventado en este mundo, pero al paso que iba, ¡era solo cuestión de tiempo! ¡Probablemente!

—Esto es asombroso. Parece tener la misma longitud que una espada larga normal, pero solo la empuñadura tiene peso… Esto sería perfecto para ayudar a las mujeres a defenderse, señorita Anis. Y es tan fácil de llevar. Hasta los niños deberían poder usarla. ¿Puede la hoja mágica realmente cortar?

—Por supuesto que sí. Dicho esto, no la recomiendo exactamente. Entrar en una batalla seria pondría mucha tensión en la piedra espiritual que genera la hoja. Es un poco vulnerable a los golpes físicos. Ah, y esto es solo otro subproducto accidental, pero es muy útil para cortar a través de la magia.

Impresionada, Euphie sostuvo la espada para confirmar cómo se manejaba. A simple vista, parecía una espada cualquiera, aunque estuviera hecha de luz. Puede que no fuera la más adecuada para un duelo intenso y que no resistiera impactos repetidos, pero no pesaba en la mano y su fabricación no costaba una fortuna. Era uno de los pocos inventos míos que mi padre había alabado abiertamente.

Durante su desarrollo, me había referido a ella como la «hoja de maná». Varias doncellas de compañía del palacio real ya las habían adoptado como defensa personal para ver cómo funcionaban.

Eran muy fáciles de transportar; yo llevaba una en un soporte pegado al muslo. Con ese tamaño, eran fáciles de esconder y constituían una gran arma oculta.

—¿Qué potencia tiene?

—Depende de la configuración. Puedes ajustar la forma y la fuerza a tu gusto. Dicho esto, como funciona con una piedra espiritual, si la sobrecargas, se romperá y tendrás que cambiarla. Además, cuanto más le exijas, más energía mágica utilizará. Estoy probando su durabilidad, pero a final de cuentas… esa es la hoja de maná. En realidad, a mi padre le impresionó más el escudo de maná. ¡Argh!

—¿Puede hacer un escudo de la misma manera…? Eso suena útil.

Lo eran, sí, ¡pero la hoja de maná era mucho más clásica! Como apunte, solo mi padre e Ilia poseían escudos de maná para evitar que la tecnología se filtrara. Mi padre tenía el suyo como medio de protección, y yo le había regalado otro a Ilia.

Él me había preguntado si podría emplear el mismo principio básico para crear una armadura completa, pero era casi imposible conseguir los ajustes adecuados para cubrir a toda una persona. Al fin y al cabo, las espadas y los escudos no necesitaban adaptarse al movimiento. Había hecho todo lo posible por crear algo parecido a una armadura que pudiera adaptarse a un sujeto en movimiento, pero había sido demasiado difícil de ajustar. Al final, abandoné la idea.

—No se pueden usar en todas partes, ya que son vulnerables a los ataques fuertes, pero eso no significa que no sean útiles en caso de apuro. Solo que no recomiendo nada que pueda dañar la piedra espiritual.

—¿Cuánto puede soportar?

—Si intentaras desviar la caída de una roca del tamaño de una persona, probablemente se rompería.

—¿Ya lo ha intentado, entonces…? —preguntó Euphie con frialdad.

Desvié la mirada, aclarándome la garganta y tratando de cambiar de tema.

—¡E-Es verdad! También hay técnicas mágicas que pueden invocar espadas, ¿no? Las hojas de maná son básicamente la misma idea.

—Aunque no hay mucha gente que pueda hacer eso… Por lo general, acaban uniéndose a una de las órdenes caballerescas. No obstante, he oído a gente decir que es mejor usar la magia normalmente…

—Porque tienen que hacerlo en un espacio cerrado o algo así, ¿verdad? Bueno, ahí es donde una hoja de maná será útil. Incluso si no puedes usar magia, mientras puedas canalizar energía mágica, ¡cualquiera puede usarlas!

En otras palabras, fueron diseñadas principalmente para mi propio uso; para ser más específicos, las había construido porque quería usarlas. Siempre había deseado blandir una espada de luz. Al fin y al cabo, no estaba precisamente indefensa, pero era una mujer, así que este tipo de herramienta podía resultar inestimable. Además, habían sido muy populares entre las doncellas, así que estaba claro que era uno de mis inventos más exitosos.

—Como ves, hay formas de dar un uso adecuado a las piedras espirituales no elementales.

—Ya veo. Por cierto, ¿qué pasaría si usara una piedra espiritual elemental en su lugar?

—Más problemas de los que vale la pena.

—¿Oh…?

—Intenté poner una piedra de fuego en una, pero el mango se calentó tanto que me quemé. La de agua es inútil hasta que puedes solidificarla, pero congelarla me dio sabañones [1]. La de viento era demasiado difícil de estabilizar, y se disparaba sin querer. Y en cuanto a la tierra… Bueno, básicamente la convirtió en un bastón…

¡¿Acaso cree que no quiero una espada elemental?! El problema era que era imposible para alguien sin habilidad para la magia forjar una espada a partir de una piedra espiritual elemental. Después de todo, por doloroso que fuera admitirlo, yo no tenía sentido para esos hechizos.

La cuestión era encontrar la configuración adecuada y averiguar cómo añadir propiedades elementales manteniendo la función principal de una espada. Resolver esos problemas había resultado ser tan engorroso que había acabado aplazando el proyecto.

—Pero tal vez puedas hacerlo, Euphie. Puedes añadir propiedades elementales a través de tu propia magia, en lugar de depender de las piedras espirituales.

—Ya veo…

—Así que he decidido hacer una nueva hoja de maná hecha especialmente para ti.

—¿Para mí? —Euphie me miró con los ojos muy abiertos.

Le dediqué una sonrisa.

—Piénsalo como un regalo de bienvenida para celebrar tu nuevo trabajo como mi asistente. Si te gustan las espadas, seguro que alguna vez te será útil. Sobre todo si alguna vez tienes que enfrentarte a un ataque sorpresa.

—¿Está segura…?

—¡Será hecha a medida, así que podrás modificarla como quieras! Hacer estas cosas es básicamente un hobby mío, ¡así que siéntete libre de ser creativa! —exclamé, tomando sus manos entre las mías.

Euphie parecía bastante desconcertada, pero respondió con un movimiento de cabeza avergonzado.

—Aceptaré su oferta, entonces… Y tengo una petición. —Después de pensarlo un momento, de repente separó las manos de las mías y me susurró su petición al oído.

Mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa y estuve a punto de soltar una carcajada como una loca. Finalmente, me controlé y le sonreí.

—Me parece estupendo, Euphie. Sabía que eras la persona adecuada.

—Pero… ¿es realmente posible? —preguntó, nerviosa.

—Tengo una regla personal: ¡nada es imposible hasta que lo intente! —le dije para tranquilizarla.

Atrapada por el momento, Euphie me dedicó una amplia sonrisa. Ahora venía la parte divertida: ¡prueba y error! ¡Será muy divertido! ¡Ja, ja, ja!

♦ ♦ ♦

Cuando abrí los ojos, me encontré mirando un techo desconocido. Por un momento, me pregunté dónde estaba exactamente. Luego, me desperté bien y recordé que me había mudado a una villa en los terrenos del palacio real.

Sacudí la cabeza para disipar la somnolencia persistente y solté un profundo suspiro. Últimamente hacía mucho eso, probablemente porque no había dormido lo suficiente en los últimos días.

—Buenos días, señorita Euphyllia. ¿Puedo pasar?

De repente, sonó una voz al otro lado de mi puerta: Ilia, la doncella personal de la señorita Anis. Últimamente, me atendía bastante para ayudarme a acostumbrarme a la vida aquí.

Le agradecí su atención, pero una especie de hastío se había instalado en mi corazón. Era como si estuviera perdiendo el rumbo poco a poco.

No podía permitirme el lujo de mostrar mi cansancio, así que respiré hondo para calmar los nervios antes de responder:

—Estoy aquí, Ilia. Gracias por despertarme. Puedes pasar.

Con mi permiso, Ilia entró y me hizo una cortés reverencia. Como de costumbre, me ayudó a vestirme antes de ir a desayunar. Desde que llegué aquí, me había acostumbrado a llevar los vestidos que la señorita Anis me proporcionaba. Sus ropas parecían incorporar elementos del uniforme de un caballero, a diferencia de la ropa que yo había traído.

Al parecer, la señorita Anis los había diseñado ella misma, ya que odiaba tener que llevar vestidos normales en la vida cotidiana. Probablemente, me veía un poco extraña con ellos, pero no era nada de lo que preocuparse.

Era un regalo generoso, y la señorita Anis incluso le había pedido a Ilia que me los hiciera a medida. Sin embargo, a diferencia de ella, yo no me atrevía a enseñar las piernas, así que había cambiado la falda hasta las rodillas por otra más larga.

De repente, me di cuenta de que me había distraído y, cuando recobré el sentido, noté que estaba completamente vestida. Me froté las sienes, tratando de recomponerme. Lo siguiente que recuerdo es a la ausente la señorita Anis.

—¿Está la señorita Anis, Ilia…?

—Salió hace un momento. De incógnito, como ella dice.

—Esa es una extraña manera de describirlo: saltó por la ventana, de incógnito

—Lo hace todo el tiempo —respondió Ilia con su habitual voz.

Cierto… Últimamente, no había visto mucho a la señorita Anis. Al parecer, estaba trabajando duro en la hoja de maná que estaba haciendo para mí, y quería mantener el proyecto en secreto hasta que estuviera terminado.

Aunque me alegraba que Anis fuera tan considerada, no tenía nada que hacer. Comía a las horas convenidas, pero aparte de eso, las demás horas del día eran libres. Teniendo en cuenta cómo había vivido siempre, esto era casi impensable. A decir verdad, no sabía qué hacer conmigo misma.

No hacía mucho, estaba casi abrumada con mis estudios y mi educación para convertirme en la futura reina. Había tanto que aprender. No obstante, ahora que el príncipe Algard había roto nuestro compromiso, no habría forma de saber qué me depararía el futuro hasta que las cosas se calmaran.

Ya que la situación había llegado a tal extremo, había pocas probabilidades de que se restableciera nuestro compromiso. El príncipe Algard ya no me llevaba en su corazón. Me sorprendí al darme cuenta de lo poco que me dolía ese hecho. Tal vez ya no anhelaba la vida que creía tener.

Sin embargo, era insoportable tratar de pasar las horas. Cada día me sentía más deprimida.

—Me pregunto si la señorita Anis no habrá terminado aún…

En cuanto terminó el desayuno, dejándome de nuevo con demasiado tiempo libre, me vino a la mente su rostro.

¿Qué pensaba yo de ella? Parecía brillante y alegre, bastante despreocupada, y siempre estaba pensando en esto o aquello. La consideraba una buena persona, pero su forma de pensar, su manera de ver el mundo, era muy distinta de la mía. Cada vez que sentía ese abismo, ya fuera por su perspectiva de la magia o por su forma de emplear y crear herramientas mágicas innovadoras, nunca sabía cómo responder.

¿Por qué la gente la llamaba Princesa Peculiar? ¿Por qué le caía tan mal a las personas? ¿Por qué la consideraban indigna de pertenecer a la familia real? Ciertamente, yo tampoco había tenido una buena impresión de ella antes de conocerla, pero ¿ahora?

Era imprevisible, salvaje, alborotadora, siempre en busca de ideas nuevas y sin precedentes, eso era lo que me habían hecho creer. Estaba obsesionada con sus insondables inventos y dedicaba sus días a sus misteriosas investigaciones mientras descuidaba sus deberes como miembro de la familia real.

Había oído que ella y el príncipe Algard no se llevaban bien, así que solo la veía de vez en cuando, y de lejos.

Ahora que me había convertido en su asistente, no sabía qué hacer con mi vida… Tampoco sabía qué hacer con ella.

¿Me resultaba agradable? ¿Me desagradaba? No sabría decirlo. Todo me parecía tan distante, tan chocante, tan difícil de juzgar. Estaba segura de que era una buena persona, pero algo seguía pesando en mi mente.

Deseaba tener una respuesta para todos esos sentimientos no resueltos, pero mi frustración no hacía más que aumentar ahora que ni siquiera podía verla.

—¿Qué debería hacer…?

Ante estos pensamientos inexorables, salí al patio. Tal vez porque la propia señorita Anis no visitaba a menudo el jardín, no parecía haberle prestado mucha atención. El aspecto era desolador.

El jardín solo había recibido el mínimo mantenimiento, y el paisaje desértico me llegó al corazón. De algún modo, sentí que me caía, o que se me había caído algo importante.

Mis pies habían cedido justo debajo de mí, así que solté un largo suspiro. No, no tenía nada que hacer. Ningún impulso, ninguna obligación. ¿Era soledad lo que sentía o desidia? Simplemente, no lo sabía.

Me repetía esas palabras, como un juguete roto. Sentía como si hubiera un agujero sin llenar dentro de mi corazón.

Esto no podía seguir así. Me di palmadas en las mejillas con las manos, pero eso no me hizo sentir mejor. Estaba a punto de soltar otro suspiro de fastidio cuando sucedió.

—¡Ah! ¡Aquí estás! Te he estado buscando por todas partes, Euphie.

La señorita Anis me llamaba, y me sorprendí al ver su rostro. Tenía ojeras y se notaba que había dormido poco.

Llevaba el cabello peinado como de costumbre, recogido a ambos lados, pero incluso su cabello y su ropa parecían decaídos. Era evidente que había estado ocupada trabajando hasta ese mismo momento.

Sin embargo, su sonrisa era tan deslumbrante como siempre. Solo entonces me di cuenta de que llevaba una espada en la mano, con la forma de un estoque común.

Lo que la hacía única era la empuñadura. La guarda curvada para proteger el dorso de la mano estaba finamente elaborada, y pude ver que tenía incrustaciones de seis piedras espirituales de colores. Esto debía de ser lo que había consumido todo su tiempo y energía.

—Señorita Anis, ¿eso es…?

—¡Je, je, je! Siento haberte hecho esperar. Por fin, está terminada tu propia hoja de maná, Euphie —dijo orgullosa, hinchando el pecho. Con otra carcajada, me pasó la espada por la empuñadura—. Está hecha de una aleación de piedras espirituales que la convierten en un conductor perfecto de la energía mágica. Las fusioné todas e incrusté las piedras espirituales en ella, pero tendrás que probarla tú misma para ver su eficacia. Si funciona, debería ayudar a combinar atributos elementales en la hoja. También debería ayudarte a usar la magia con normalidad: ¡es un auténtico objeto de lujo! Esta vez, me he superado.

Abrumada por el rápido discurso de la señorita Anis, miré la espada que tenía en la mano. Por su peso y aspecto, parecía un estoque corriente, pero en cuanto la rodeé con los dedos, supe que no lo era.

Desde el primer momento en que la toqué, pareció responder a mi energía mágica. Recordaba haber sentido algo parecido una vez. Sin embargo, aquella vez no llevaba una espada en la mano. Miré a la señorita Anis, esperando confirmar mis sospechas.

—Era solo una idea, pero pensar que en realidad podría funcionar como una varita…

Una varita mágica. Muchos nobles se aferraban a este tipo de objetos como expresión de estatus. Llevaban incrustadas piedras espirituales acordes con las afinidades mágicas de cada uno, que servían para canalizar la magia natural del usuario.

En sí mismas, las varitas mágicas no eran especialmente raras, pero nunca antes había visto algo que pudiera usarse como espada y varita mágica al mismo tiempo. La única forma que se me ocurría, aparte de la varita, era un anillo, tal vez. Le había planteado esta idea a la señorita Anis, pero nunca había pensado que ella pudiera fabricarlo…

—Bueno, si voy a hacer algo, ¡quiero hacer un buen trabajo! Pero aún no está completo. Todavía tengo que darle algunos toques finales —dijo la señorita Anis con una sonrisa de satisfacción.

Estaba claro que realmente disfrutaba creando estos inventos.

—¡Muy bien, Euphie! Me siento un poco mal pidiéndote que hagas esto de inmediato, pero ¿por qué no lo intentas? ¡No debería haber ningún problema usando magia aquí en el patio!

—Supongo que no…

—¡Espera, primero te traeré unos guantes protectores!

—¡¿S-Señorita Anis?! ¡No hay necesidad de apresurarse…!

Sin embargo, la señorita Anis se apresuró a entrar. La alcancé, pero mi mano atravesó el aire limpio. Mientras esperaba, ajusté la empuñadura de la hoja de maná.

Un sentimiento, algo parecido a un eco, parecía emanar de la espada mágica. Era una sensación extraña, como si algo dentro de mí resonara con ella; casi como un pulso. Nunca antes había experimentado algo así.

Estaba desconcertada por esta nueva y extraña sensación, pero al mismo tiempo, rápidamente se me hizo familiar. Era como si mi mente y mi cuerpo se estuvieran separando, pero no era desagradable y no sentía miedo. Esa misteriosa sensación se estaba extendiendo a través de mí.

—¡He vuelto, Euphie!

De repente, la emocionada señorita Anis me devolvió la conciencia. Sacudí la cabeza para aclarar mis pensamientos antes de mirarla fijamente.

—Señorita Anis, esta espada…

—Ah. Yo misma la diseñé, pero fue un herrero con el que tengo buenas relaciones quien la forjó. ¿Qué te parece?

—Es una buena espada…

Esa era mi sincera opinión. Incluso como espada, era una obra magnífica, y esa extraña sensación que me había invadido cuando la tuve en la mano no cambiaba ese hecho.

—Siempre encargo empuñaduras de espada, ¡así que mi herrero se alegró de trabajar en una hoja por una vez!

—¿Por eso salió?

—Sí. Te lo presentaré si tenemos ocasión, pero primero, ¡pruébala!

—Sí, por supuesto…

Tras ponerme los guantes que me entregó, volví a tomar la espada. Incluso sin tocarla directamente, esa extraña sensación seguía reverberando por todo mi cuerpo. Me pregunté qué podría ser, pero no se me ocurrió ninguna explicación.

En realidad, sentía como si algo en mi interior hubiera conseguido recoger aquellos pensamientos y enterrarlos en lo más profundo. Mi mente se estaba volviendo extrañamente tranquila.

No es desagradable. De hecho, es bastante confortable…

Cerré los ojos, entregándome a la misteriosa sensación. La resonancia se intensificó en mi interior, mi ritmo interno cambió hasta estar en perfecta sincronía, y entonces abrí los ojos.

La espada se estaba adaptando a mí. Dirigí mi energía mágica hacia ella y la sentí temblar de alegría, como si formara parte de mí. En su núcleo había, sin lugar a dudas, una piedra espiritual de seis colores.

—Intentaré usar algo de magia, señorita Anis… Por favor, retroceda.

—Claro. Ah, hay un objetivo allí, así que ¿por qué no apuntas a eso?

Me giré para ver dónde me indicaba y vi una diana para algún tipo de entrenamiento. Respirando lenta y profundamente, apunté con la punta de la hoja en esa dirección.

Al utilizar la magia, era esencial visualizar una imagen clara de tus intenciones para guiar a los espíritus. La punta de mi espada empezó a brillar, materializándose la magia que había imaginado en mi mente. A partir de ese momento, todo procedió como esperaba.

Oraciones, deseos, anhelos. Ofrecí mi energía mágica a los espíritus, dándoles forma, y lo que surgió fue una hirviente esfera de llamas.

Bola de fuego.

En cuanto la imagen se enfocó en mi mente, una bola de fuego brotó de la punta de la espada y voló directa hacia el objetivo, el cual estalló en llamas. Fue un éxito. Respiré suavemente y la tensión de mi cuerpo se relajó.

Wow. Ha sido increíble. ¡Increíble! ¿Cómo ha ido? —preguntó la señorita Anis, aplaudiendo tras ver cómo mi bola de fuego daba en el blanco.

Antes de responder, miré la espada mágica.

—Es muy suave. Debe de ser una de las mejores varitas mágicas que he visto. Con su elaboración y las piedras espirituales de su interior, creo que tengo una mayor percepción de los espíritus que me rodean. Es tan fácil visualizar la magia que quiero usar ahora.

—¡Eso es genial! —exclamó ella. Me preocupaba que empezara a saltar de alegría en cualquier momento.

Levanté una mano, intentando calmar su entusiasmo.

—Um…, ¿vemos ahora cómo funciona como espada?

Me preparé en postura de duelo, levanté la hoja ante mis ojos y vertí mi energía mágica en ella.

Empecemos con… ¿agua, tal vez?

No porque acabara de usar fuego, sino porque percibía la presencia de espíritus acuáticos que respondían a mi imagen mental y a la energía que canalizaba. Y efectivamente, el agua empezó a hincharse alrededor de la hoja.

—Allá vamos. ¡Cuchilla de agua!

—¡Oooh! ¡Bien hecho! ¡Es una espada sólida! —La señorita Anis observaba emocionada, con los ojos brillantes.

Lo que parecía una espada larga compuesta enteramente de agua se había formado de repente a lo largo de la fina hoja del estoque.

No pude evitar soltar una risita al ver a Señorita Anis tan excitada. Incluso yo estaba asombrado por la facilidad con la que había conseguido aplicar aquella técnica mágica. Agité la espada de un lado a otro para que no se diera cuenta de mi reacción. Parecía resistente. Y después de aplicar las piedras, solo pesaba un poco más.

—Esto… Esto es divertido, ¿verdad? —dije con admiración.

—¡Eres increíble, Euphie! Nunca he sido capaz de hacerlo—exclamó la señorita Anis, corriendo hacia delante.

—¡Señorita Anis! —grité, desviando rápidamente mi espada—. ¡No salte hacia delante de repente! Es peligroso.

Habíamos estado de tan buen humor, pero de repente, ella se quedó callada y quieta.

—¿Señorita Anis?

¿Qué ha pasado? Le sacudí suavemente el hombro.

En ese momento, sus ojos se abrieron de par en par y empezó a desplomarse. Rápidamente, solté mi espada para atraparla. Un escalofrío me recorrió la espalda… hasta que oí sus ronquidos.

Wow

Me quedé completamente sorprendida. Era una posición incómoda, así que tumbé a la señorita Anis en el suelo, apoyando su cabeza en mi regazo mientras la miraba a la cara.

Estaba radiante de alegría y alivio.

—Es tan dedicada, tan ingenua… Como una niña.

Era mayor que yo, pero muchos pensarían que era más joven. Podía entender, por desagradables que fueran, los muchos apodos que la gente le había puesto. Incluso esta espada mágica que había fabricado con tanta facilidad era un testimonio de su extraordinaria naturaleza.

—Nunca he dejado que nadie apoye la cabeza en mi regazo…, ni siquiera el príncipe Algard.

Ah, ¿qué estoy haciendo…? Llevaba tanto tiempo prometida al príncipe Algard que nunca se me había ocurrido hacer algo así con él. Simplemente, me había preparado para convertirme en reina y había dejado atrás mi humanidad en el proceso.

Tal vez por eso el príncipe Algard y los demás me abandonaron. Una cosa era estar prometida al futuro rey y otra muy distinta no poder establecer una relación adecuada con él.

Había cometido un terrible error. Pero ese mismo error me había traído aquí ahora. Dejé escapar una risita superficial y despectiva.

El hecho de mi fracaso nunca desaparecería, pero esta sensación de alegría era maravillosa, cosquilleantemente cálida. No quería apartarme, pero cuando pensé en intentar aceptarlo, apenas podía respirar. Mis ojos empezaron a calentarse.

—La envidio, señorita Anis…

Y lo decía en serio. Ahora que me había dado cuenta, no podía escapar. Ah… Su brillo era demasiado cálido y reconfortante, demasiado deslumbrante.

Una gota húmeda cayó sobre su rostro; solo entonces me di cuenta de que estaba llorando. Le pasé el dedo por la mejilla, sin querer despertarla. No quería hacer nada que empañara su resplandor y su calidez.

No quería que me viera tan lamentable cuando se despertara. Aún era incapaz de comprender la profundidad de este sentimiento. Lo único que sabía con certeza era que la envidiaba.

Ah, cómo deseaba ser como ella, aunque solo fuera en algo pequeño.


[1] Los sabañones son una afección que provoca áreas inflamadas e hinchadas y ampollas en las manos y los pies a causa de muy bajas temperaturas.

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