Traducido por Akatsuki
Editado por Lugiia
El Reino de Palletia había existido de la mano de los espíritus a lo largo de su historia. Según se cuenta, el Reino nació después de que el primer rey hiciera un pacto con un gran espíritu que era venerado como un dios. Ese evento se convirtió en un estandarte guía para que otros comenzarán a establecer una amistad con los espíritus. Incluso hoy en día, este logro sigue siendo considerado motivo de elogio y celebración.
Fue por esta razón que, en el Reino de Palletia, las piedras espirituales, regalos procedentes de los espíritus, eran tratadas con sumo aprecio y respeto. Desde la antigüedad, habían sido valoradas como herramientas para ayudar en la vida cotidiana de las personas y se presentaban como ofrendas en las festividades.
Para recolectar tales piedras, especialmente ejemplares de mayor calidad posible, uno debía aventurarse en las profundidades del bosque, donde habitan los monstruos.
Los monstruos, aunque se parecían mucho a los animales comunes, representaban una amenaza significativa para los humanos. Se diferenciaban fácilmente del resto porque eran criaturas agresivas con la capacidad de manipular la magia; su agresividad era tal que frecuentemente atacaban a otros animales e incluso humanos.
Cualquiera que quisiera recolectar algunas piedras espirituales tendría que luchar por ello. Donde hubiera piedras espirituales, siempre había monstruos.
En cualquier caso, si uno buscaba recolectarlas, tenía que aventurarse en el territorio de los monstruos, donde una batalla contra tales criaturas era casi inevitable. Por esa razón, el Reino a menudo enviaba caballeros para cazar y recolectar las piedras espirituales que encontraban.
Sin embargo, en tiempos de alta demanda, se requería mano de obra adicional. En tales ocasiones, los caballeros del reino no eran suficientes para satisfacer la demanda necesaria.
Así que los aventureros, aquellos que vivían por la libertad e historias memorables, jugaban un papel activo en la economía del Reino. En el Reino de Palettia, ser aventurero contaba como una profesión licenciada y respaldada por el Estado. Su tarea: hacer cualquier cosa que ellos requieran.
Por ejemplo, pueden ser llamados como escoltas para proteger una caravana de mercaderes que viajaban de pueblo en pueblo. O se podía solicitar que resolvieran algunos problemas pequeños o triviales en los que una organización grande como la Guardia Real no se involucraría. Como profesión, la aventura estaba estrechamente relacionada con la vida de las personas.
El objetivo de tales aventureros era adquirir fama y fortuna al derrotar monstruos poderosos. Si bien el Reino podría liderar el camino para someter a los monstruos, las grandes organizaciones como la Guardia Real no siempre actuaban de manera rápida. En tales ocasiones, un aventurero era la mejor opción.
No era raro que la información de estos aventureros afectará las acciones que tomaba el rey. La suya era una profesión que se jugaba la vida a cambio de recompensas; recompensas que podían ser considerables y, en algunos casos, podían ser recompensadas con un título nobiliario propio.
Así, los aventureros aceptarían solicitudes para cazar monstruos en busca de recompensas y honor.
Pero no todos podían alcanzar la gloria… El mundo puede ser brutal a veces. En este momento, un grupo de aventureros estaba a punto de comprenderlo de primera mano.
—¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡No escuché nada acerca de eso! ¡Argh! ¡Malditos sean todos! —gritó de frustración un hombre de mediana edad, vestido como un típico aventurero.
Era un veterano en la profesión. No había ningún logro en particular a lo largo de su carrera, pero era raro que alguien todavía estuviera activo a su edad. A los ojos de sus compañeros, era sensato y responsable.
Él acababa de entrar en un gran bosque, famoso tanto por ser uno de los principales puntos de obtención de piedras espirituales como una gran guarida de monstruos: el Bosque Negro. La zona se encontraba en pleno proceso de recuperación y pionerismo y, como tal, era un lugar frecuentado por nuevos aventureros para aprender los fundamentos del oficio.
El Bosque Negro obtuvo su nombre debido a la densa oscuridad que provocaban las sombras de sus imponentes árboles. Se rumoreaba que mientras más uno se adentraba, la luz del sol se convertía en un recuerdo del pasado. Nadie hasta el momento pudo llegar a las profundidades del mismo.
Más allá del bosque se encontraba una cordillera intacta, ya que nadie había sido tan loco como para adentrarse tan lejos. La mayoría de los aventureros solo se aventuraban en los alrededores. Por ello, era un lugar popular para que los nuevos aventureros ganaran experiencia.
En cuanto a nuestro veterano, acababa de comenzar a entrenar a un grupo de recién llegados. Él cumplía su rol de líder, educador y supervisor.
Su tarea consistía en llevar a los aventureros en ciernes al Bosque Negro para enseñarles las reglas. Debería ser un trabajo sencillo. Al menos, eso era lo que él, y sus jóvenes aprendices, pensaban. No obstante, ahora se encontraban corriendo a través del follaje tan rápido como sus pies les permitían.
Así es, estaban siendo perseguidos. Sus rostros demostraban el miedo y la desesperación a medida que avanzaban.
—¡J-Jefe! ¡¿Q-Qué es lo que debemos hacer con eso?! —gritó un aventurero novato, demasiado asustado como para dejar de correr.
—¡No hay nada que podamos hacer! ¡Salgamos de este bosque e informemos al gremio y a los caballeros! —gritó el veterano aventurero a pleno pulmón, intentando ocultar el temblor de su propia voz.
—¡Pero seguramente ni siquiera los caballeros podrán manejarlo!
El novato estaba demasiado aterrorizado para siquiera llamarlo por su nombre. No había manera de ocultar el temor en su voz.
—¡Con suficientes peleadores, al menos podrán hacer algo!
—Pero…
—¡No pueden permitirse el lujo de dejar libre a esa cosa! ¡Olvídense de las aldeas cercanas, eso podría destruir la ciudad entera! —gritó el veterano, asustado al igual que sus aprendices. Sin embargo, su coraje, que fue formado por largos años de experiencia, y su sentido del deber hacia estos novicios, hicieron que mantuviera la compostura. Sus órdenes habían sido escapar, y eso era todo lo que podían hacer.
Rechinando sus dientes con frustración, el veterano gritó el nombre de su temido perseguidor: el nombre de la amenaza que se cernía sobre el Reino de Palletia.
—¡Tienen que estar bromeando! ¡No es posible que sea un dragón!
♦ ♦ ♦
Han pasado algunos días desde que completé L’Arc-en-Ciel para Euphie. Ahora que había regresado a mi rutina diaria, estaba ocupada haciendo algo de ejercicio.
Después de relajar mi cuerpo en el patio, saqué una hoja de maná y comencé a practicar mi manejo con la espada. Recordando los movimientos, evalúe los míos y traté de reflejarlos en la realidad.
Una a una, practiqué cuidadosamente cada técnica que había aprendido. Tenía la desafortunada costumbre de descuidar mi entrenamiento cuando me enfrascaba en mis investigaciones, razón por la cual traté de hacerlo parte de mi rutina. Pero esta vez, lo había pospuesto debido a mi preocupación por L’Arc-en-Ciel de Euphie. En el futuro, debería ser más cuidadosa con eso.
Mientras practicaba, Euphie apareció de repente en el patio. Cuando vi L’Arc-en-Ciel colgando de su cintura, mi pecho se llenó de orgullo.
—Buenos días, señorita Anis.
—Ah, Euphie. Buenos días.
—¿Está practicando sus movimientos en combate?
—Hago esto como parte de mi rutina cuando no estoy ocupada en las investigaciones. Me volvería loca si estuviera sentada tras el escritorio todo el día.
—Ya veo. Creo que es maravilloso. —Euphie asintió con la cabeza, antes de inclinarla hacia un lado—. No quiero sonar grosera…, pero esos movimientos son un tanto irregulares, ¿no?
—Ah, ¿te refieres a mi manejo de la espada? —pregunté.
Euphie asintió de nuevo.
—Supongo que lo son. Aprendí lo básico de la Guardia Real, pero eso fue todo. En la mayoría de las cosas, me considero una persona autodidacta.
—Me preguntaba si tal vez lo había aprendido de alguien más, aparte de la Guardia Real. ¿Tal vez…? —preguntó Euphie, con la cabeza aún inclinada con curiosidad.
En ese momento, Ilia se colocó detrás de mí con una toalla y una bebida. Tomé la toalla y comencé a limpiarme el sudor del rostro.
—Su Alteza aprendió las técnicas básicas de la Guardia Real —dijo ella—, pero el resto es el resultado de experiencia en batallas reales.
—¿Experiencias reales…? Ah, ¿quiere decir mientras supervisa la construcción de la carretera? —Euphie pareció encontrar satisfactoria esa explicación.
Ilia, sin embargo, se encogió de hombros dejando escapar un suspiro.
—Es más que eso… —murmuró.
Euphie le devolvió la mirada, dudosa de sus palabras. Abrió la boca para preguntarle a Ilia que quería decir exactamente, pero fue interrumpida por la aparición inesperada de una paloma mensajera.
Reconocí a la paloma, y me sorprendió verla. Lo siguiente que supe es que voló hacia mí, posándose en mi brazo con un papel atado a su pata.
—Oh, qué oportuno. ¿Qué podría ser ahora?
—.¿Quién lo envió, señorita Anis…?
—Espera. Déjame leer lo que dice. Solo los envían en casos de emergencia.
—¿Emergencia…? —Euphie repitió con el ceño fruncido.
Quería decir algo en respuesta, pero primero tenía que revisar el contenido. El mensaje era conciso, pero lo suficiente para transmitir lo que estaba sucediendo con exactitud.
—¡Ja, ja, ja, ja!
—¿Señorita Anis…?
Al leer el mensaje, no pude evitar sonreír… Admito que se me escapó un poco aquella carcajada como para hacer que Euphie me mirara con angustia. Pero no era el momento de preocuparme por ella ahora.
—¡Ah, esto es definitivamente una emergencia! ¡Ilia, necesito prepararme para salir de inmediato!
—¡¿Señorita Anis?! ¡¿A dónde va?! —exigió Euphie, reteniéndome antes de que pudiera echar a correr.
Casi pierdo el equilibrio con ella agarrando mi brazo de esa manera.
En ese instante, me lanzó una mirada de disculpa, pero su expresión rápidamente se tornó severa.
—¿Qué está pasando? ¿Qué tipo de emergencia está ocurriendo?
—La paloma mensajera pertenece al Gremio de Aventureros, Señorita Euphyllia —respondió Ilia por mí.
—¡¿Al Gremio de Aventureros?! Si es así, ¡¿por qué la señorita Anis recibe mensajes de ellos?! —gritó Euphie desconcertada.
—Porque soy una aventurera registrada. Para resumir, una de rango alto.
Euphie parpadeó en silencio, así que le mostré mi placa de identificación que normalmente suele estar escondida bajo mi ropa. La placa estaba decorada con un nombre tallado en un elaborado diseño; desde luego, no era mi verdadero nombre.
Todos los aventureros tenían un rango que indicaba sus habilidades y su estatus. Cada gremio se encargaba de gestionar todas las solicitudes y comisiones antes de que fueran delegadas a los aventureros correspondientes.
Los rangos de los aventureros estaban representados de la misma manera que los metales utilizados para la fabricación de las monedas del Reino de Palettia: cobre, plata y oro. Los nuevos aventureros comenzaban con la clasificación de cobre y una etiqueta correspondiente, mientras que los aventureros con habilidad y suficiente experiencia eran promovidos al siguiente rango.
Euphie me miró con incredulidad cuando vio la etiqueta dorada de un aventurero de rango alto. Podía entender su confusión; debe de estarse preguntando por qué una princesa se encontraba en posesión de tal cosa.
—¡¿Por qué es una aventurera, Su Alteza?! ¡Una de rango alto, para agregar!
—Bueno, verás… Cuando empecé con las investigaciones, necesitaba fondos y materiales de los monstruos. Así que me registré como aventurera para reunirlos yo misma. Y debo haber sido bastante buena porque seguí subiendo de rango, y antes de darme cuenta, alcance el rango de oro. Mi padre también se puso así cuando le mostré la carta de reconocimiento.
—¡Por supuesto! ¡No es difícil de imaginar lo que Su Majestad debió de pensar! —gritó Euphie tan fuerte que quise taparme los oídos.
Su reacción era muy similar a la de mi padre cuando se enteró. Ah, qué nostálgico.
—Lo lamento. Entiendo por qué estás molesta, Euphie, pero no es el momento ni el lugar para discutirlo.
La solicitud vino directamente del Gremio de Aventureros. Probablemente, también había sido enviada a otros aventureros de rango alto. Lo que demostraba que el contenido era extremadamente urgente.
—La situación debe ser grave. Mi padre probablemente esté recibiendo un informe del suceso.
—Pero ¿qué es lo que está sucediendo?
—Viene una estampida. Parece ser una enorme; habrá una gran conmoción.
—¡¿Una estampida?! —gritó Euphie, alarmada.
No había una persona viva en el Reino que no conociera el significado de esa palabra.
Las estampidas sucedían cuando se formaban hordas de monstruos en descontrol. Los caballeros y aventureros generalmente intentaban evitar que se formaran dichas hordas reduciendo su número, pero hacerlo no garantizaba que no ocurriera.
—Hay dos causas para que surja una estampida. La primera es simplemente tener a demasiados monstruos en un solo lugar. Ellos siempre están luchando por los territorios, y eso hace que los débiles se acerquen a las aldeas o pueblos en busca de nuevas moradas. La otra causa es cuando aparece un monstruo mucho más grande, lo que hace que los monstruos más pequeños entren en pánico.
Después de todo, los monstruos eran esencialmente animales. Eran pocos los lugares donde podían habitar, lo que inevitablemente los hacía competir entre sí por los territorios. Sin embargo, cada vez que ocurría, las personas terminaban involucradas, y la única opción viable era eliminar el problema desde su origen.
Cuando ocurría una estampida, la primera tarea era detener el avance de los monstruos. Si se tratara de una simple estampida, sería un asunto relativamente fácil de manejar, pero sería una situación completamente diferente si un monstruo mucho más grande fuera el origen.
En tales casos, era necesario no solo ocuparse de la estampida, sino también del incitador. Y eso podría ser una tarea muy importante.
—Uno enorme… ¿Se refiere a un monstruo con magicita? —preguntó Euphie.
—Exacto.
Se decía que mientras más poderoso fuera el monstruo, más cristales mágicos, o pedazos de magicita, tendría incrustados en su cuerpo. Debido a ello, los monstruos mutaban y aparecían en diferentes tamaños, especies y tipos.
El problema con ellos era que podían usar formas únicas de magia. Aunque había tendencias generales según el tipo de monstruo, de vez en cuando aparecía uno capaz de usar una magia muy singular. Eso los volvía demasiado peligrosos, y cuanto más tiempo vivieran, más concentrada y poderosa se volvía su magicita.
Siendo ese el caso, a los monstruos con magicita, a menudo se les daba nombres individuales para asegurarse que los nuevos aventureros no cometieran el error de confundirlos. Dado el peligro que implicaban, generalmente eran aventureros de rango alto quienes eran llamados a lidiar con ellos.
—Eso es lo mejor que puedo dar como resumen. Así que será mejor que me vaya.
—¡Espere, por favor! ¡Argh! ¿Dónde empiezo? ¡¿Por qué tiene que ir usted?! —gritó Euphie.
Traté de alejarme, pero me retuvo. Exhalé profundamente antes de volver a mirarla; su rostro estaba inundado de confusión y frustración.
—¡No puede usar magia! ¡Incluso si es una aventurera de rango alto, es demasiado peligroso! ¡No puedo dejar que vaya a un lugar donde va a lastimarse, señorita Anis!
—No soy la única aventurera que no puede usar magia…
El barón Cyan, el padre de la nueva novia de Allie, era otro de los casos. Era un conocido aventurero al que se le había otorgado su título en honor a sus hazañas. Es por ello que reconocí el nombre Cyan cuando irrumpí en la fiesta de la Academia.
Desde luego, hay aventureros capaces de usar magia. A menudo, un segundo hijo con pocas perspectivas de suceder a su familia se unía a las filas del Gremio, al igual que los descendientes de nobles caídos o los hijos ilegítimos de otros. Tales individuos suelen convertirse en aventureros de rango alto, ya que la habilidad de usar magia les daba una ventaja considerable sobre otros.
Aun así, usar magia no era lo único que importaba. En mi caso, tenía mis herramientas mágicas y había aprendido mucho durante mis investigaciones, las cuales apliqué en mi profesión.
—Entiendo como te sientes, Euphie. Y sé que estás preocupada por mí. Pero aun así, tengo que ir.
—¡¿Por qué?! ¡Y tú, Ilia! ¡¿Por qué no estás tratando de detenerla?! —gritó Euphie. Estoy segura de que se estaba sintiendo muy incomprendida.
Tal vez había renunciado a intentar disuadirme por sí misma, y necesitaba la ayuda de Ilia.
No obstante, Ilia solo suspiró y negó con la cabeza. Ella sabía que era inútil tal esfuerzo.
—Desafortunadamente, ella no es el tipo de persona que escucha a la razón. Ya se habrá dado cuenta de eso, espero…
—¡No puedo aceptar eso!
—Es un hecho que Su Alteza es una aventurera de rango alto y tiene experiencia en derrotar monstruos. Además, ha estado haciéndolo por demasiado tiempo como para detenerla ahora, señorita Euphyllia.
—¡¿Por qué Su Majestad no la detuvo?!
—¡Mi padre simplemente ignora todo esto! ¡Se rindió hace años!
—¡Argh! ¡No sé qué hacer con usted! —exclamó Euphie a los cielos.
Había una buena razón por la que no podía retroceder en este asunto. No importaba si Euphie lo aprobaba o no; tenía que detener la estampida.
—Euphie, quiero la magicita.
—¿Por qué…?
—Primero, no hay duda de que la causa de la estampida es el monstruo con magicita. Entonces, no podré obtenerla si dejo pasar esta oportunidad. Así que no importa lo que digas, iré. Tengo que…
—Sé que es un gran honor obtener parte de la magicita…, pero el honor no es su objetivo, ¿verdad? —preguntó Euphie severamente.
Eso era cierto. Aquellos que derrotaban a las peligrosas bestias y lograban hacerse con sus cristales eran elogiados por el Reino. Sin embargo, eso no era lo que yo buscaba.
—Lo que necesito es la propia magicita. Es por eso que me convertí en una aventurera y me abrí camino hasta este rango.
—Pero ¿qué es lo que le impulsa a hacer todo esto…?
—No tengo tiempo para entrar en detalles… Tengo que ir, ¿de acuerdo? Esto es importante para mí —dije, mirando directamente a los ojos llorosos de Euphie.
No voy a renunciar a esto. No importa cuanto me reclame, no tengo la intención de detenerme ahora.
Después de un breve momento, Euphie dejó escapar un profundo suspiro y apartó su mirada.
—¿No hay nada que pueda decir para detenerla…?
Respondí con un enfático asentimiento y una intensa mirada hasta que su resistencia se quebró. Exhalando débilmente, dijo:
—Entiendo… Aun así, lléveme con usted. He acompañado a la Guardia Real antes y tengo experiencia luchando contra monstruos. Así que, por favor, permítame ir con usted.
—¡¿Eh?! ¡P-Pero el duque Grantz te dejo a mi cuidado! ¡¿Cómo le explicaría si algo te llegara a pasar?!
—Lo mismo podría decirse de usted, pero si usted puede ir sin ningún problema, ¿por qué yo no podría?
Gruñí ante su respuesta; no podía refutarla. Si no estaba dispuesta a dejar que se pusiera en peligro, ¿cómo podría justificar mis acciones, siendo yo la que tenía una posición más alta? Cualquier objeción podría ser rechazada como una razón por la que no debería ir. En otras palabras, no podría rechazarla.
—Le acompañaré como su asistente. Tengo el derecho a saber cuál es su objetivo final, ¿no es así?
—Hmph… Bueno, si sientes tanta responsabilidad por mí…
Era mi turno de suspirar y rendirme. No podíamos seguir así; necesitábamos llegar a un acuerdo. Y el tiempo era esencial, así que mi única opción ahora era dejarla acompañarme.
—No tenemos tiempo para explicar todo aquí. ¿Podemos hacerlo en el camino? Usaremos mi escoba de bruja como medio de transporte.
—¿Vamos a tener que montar eso de nuevo…? No, lo entiendo. Estoy lista. —Euphie dudó por un momento cuando mencioné cómo iríamos, pero rápidamente se armó de valor y asintió.
Fue un ciclo de emociones tan extraño que tuve que reírme.
—En ese caso, ¡manos a la obra! ¡Va a ser un trabajo muy importante!
—Por cierto, señorita Anis, ¿el mensaje decía con qué tipo de monstruo están tratando?
—Claro, es por eso que el Gremio de Aventureros tenía prisa por enviar sus palomas mensajeras. Esta vez es uno grande…
En mi vida pasada, aquella criatura había pertenecido solo al reino de la fantasía. Ahora, era un enemigo increíblemente poderoso, reconocido y temido en todo este mundo. Derrotar a solo uno era el sueño de muchos aventureros; hacerlo les daría fama instantánea.
—Vamos a matar a un dragón.
Podría estar en un mundo completamente diferente, pero matar dragones seguía siendo el máximo honor.
Cuando Euphie jadeó ante mi respuesta, solo pude sonreírle sin miedo.