Traducido por Shisai
Editado por Meli
Hace un año, tras la aparición de decenas de miles de torres negras en todo el planeta. Los países y organizaciones crearon grupos de investigación para estudiar los misteriosos objetos, en tanto, la población entró en pánico.
Durante medio año, las torres negras permanecieron inmóviles. Flotantes sobre la Tierra.
Los investigadores no lograron acercarse ni extraer nada de ellas. No encontraron pruebas para determinar su procedencia. Además, ni por medios ópticos ni sónicos lograron hacer contacto, eran solo como una proyección holográfica; podían verse, pero no tocarse.
—La mayoría de la gente en Internet comentó que las torres negras eran naves espaciales extraterrestres, pocos creyeron que se trataba de una conspiración de una gran magnitud. Podemos descartar la última teoría —Tang Mo miró a Fu Wenduo que no lo refutó, así que continuó—: Por lo tanto, solo queda la opción de que sea un producto alienígena.
Esa era la hipótesis más común, aunque nadie encontró pruebas de ello.
Tang Mo dirigió su atención a Fu Wenduo. En la tranquila gasolinera, solo se oía el viento del atardecer que golpeaba el cristal.
«El último jugador que tuvo esta habilidad», en la frase se informaba que un jugador tuvo una vez la habilidad; sin embargo, no describía qué pasó con este. ¿Estaba muerto? ¿Había superado la torre negra?
—Si en realidad son extraterrestres… —intervino Fu Wensheng, poniendo fin al incómodo silencio—. ¿Qué pasará?
El niño, aunque intranquilo, observó con serenidad a la inmutable torre negra que flotaba a lo lejos sobre Beijing.
—Nada bueno —contestó Fu Wenduo con su característica voz grave, el niño se giró para verlo—. Pero lo relevante no es saber si es o no alienígena, aunque vino de alguna parte. Lo más importante ahora es sobrevivir. Vivir, atacar la torre y despejar las instancias, solo así obtendremos más pistas y comprenderemos su verdadero propósito.
Fu Wensheng tragó saliva y miró a Tang Mo en espera de una explicación más extensa.
—No es bueno. —Sonrió el ex bibliotecario. Se acercó a la ventana y miró la torre negra—. No importa su origen, solo que, desde que puso a la Tierra en línea, el planeta se convirtió en un juego. No podemos hacer otra cosa más que ganar para vivir.
Fu Wensheng contempló la ligera llovizna a través de la ventana, los adultos tenían razón, debían concentrarse en despejar la torre negra y vivir. Agotado, por los dos últimos días que recorrieron para llegar a Beijing, se tumbó en el suelo y pronto se quedó dormido.
Tang Mo frunció el ceño mientras pensaba en toda la información que tenía. Era demasiado simple que la torre negra fuera alienígena, además, ¿qué motivo tendría la vida extraterrestre para dejar las torres negras en la Tierra? ¿Qué ganaban con ello?
Si quisieran apropiarse de la Tierra, podrían solo exterminar a la raza humana. Con la torre negra, habían demostrado que tenían el poder de aniquilar a las personas. ¿Por qué matarlos al fallar un juego?
—¿Será como en esas películas donde el interés se centra en ver a los humanos jugar y matarse entre ellos? —exclamó Tang Mo.
—¿Te parece interesante? —preguntó Fu Wenduo y se sentó junto a él.
Descansaban en un pequeño despacho de la gasolinera, separado por una puerta de donde el niño dormía.
—No es interesante. Solo estoy muy aburrido.
El polizón enarcó una ceja.
—Es bueno que haya visto tu habilidad. Es de grado siete —Cambió el tema, para no seguir con conjeturas que no llevaban a nada—. He reunido más de veinte tipos de habilidades y la tuya es la única de ese nivel. El más alto que poseo es de grado cinco.
El grado de la habilidad de un jugador podía mejorar, pero no las que se recogían en el libro de habilidades. El grado más alto de las que Tang Mo había recogido era «Muerte Mortal» de Bai Ruoyao.
—¿Has visto una película así?
—¿Te refieres a una película en la que alguien ve cómo las personas se matan unos a otros? —inquirió Tang Mo, un momento después—. He visto unas cuantas, incluyendo la más famosa «Saw: El juego del miedo». ¿La has visto?
—He oído hablar de ella.
—Esa película es sobre un villano que diseña muchos juegos…
Pasó el tiempo. Tang Mo se sorprendió de que su compañero no hubiera visto varias películas, él prefería los libros y no le gustaban mucho las del género de «Saw», pero esa era famosa. Le describió algunas historias similares.
—Entonces, si la torre negra es solo un juego colocado en la Tierra por los extraterrestres. Según el final de estas películas, la humanidad será destruida —concluyó Fu Wenduo y el otro sonrió.
—Mayor Fu, ¿cuántos pisos de la torre negra ha despejado?
—Dos pisos —respondió, visiblemente confundido.
—Ya veo. Como has razonado el resultado final de la humanidad, pensé que habías despejado el séptimo piso.
—¿Es un contraataque infantil por lo que dije antes? —replicó el polizón.
Aturdido, Tang Mo tosió para librarse de los recuerdos de lo sucedido en el almacén. Todavía se sentía avergonzado.
—Realmente me gustan los hombres —declaró el polizón, como si pudiera leer los pensamientos del joven.
Tang Mo casi se ahoga con su propia saliva. Entre una tos convulsiva, se giró a mirar al mayor, se veía muy tranquilo, como si sus palabras no fueran importantes.
—Si una persona a la que le gustan los hombres es gay… Entonces, soy gay —confesó con honestidad.
El pulso de Tang Mo se aceleró, pero la serenidad del otro hombre le ayudó a calmarse poco a poco. Lo miró y le tendió la mano. Fu Wenduo, vio al apuesto joven sonreír.
—Qué casualidad, yo también lo soy.
El corazón de Fu Wenduo latió desbocado al oír esas palabras. Tras un largo rato, él también le tendió la mano y se la estrechó.
—Por cierto, por favor, no se lo digas al pequeño Sheng. Fue difícil explicarle que estaba copiando tu habilidad. Si mencionas esto, podría malinterpretarse.
—Sí, no se lo diré. —Tampoco quería que el niño supiera demasiado.
Fu Wensheng no comentaría el tema y a Tang Mo no le gustaba hablar de asuntos personales. Había estado en un equipo con Fu Wenduo durante tres meses y solo habló sobre su vida dos veces. En una reveló sus antecedentes y en la otra su orientación sexual y solo porque el polizón se había sincerado antes, pero no pensaba decir nada más.
—¿Tienes novio?
Tang Mo se sorprendió, preguntó lo mismo que sus padres cuando salió del armario.
—¿Tienes uno? —replicó con calma.
Por su reacción, Tang Mo asumió que el hombre nunca había tenido novio y era muy probable que ni siquiera hubiera hablado de amor. Recordó una historia famosa en Internet: si un hombre era virgen a los veinticinco años, podría utilizar el maná y volverse un mago. Él aún no llegaba a esa edad, pero Fu Wenduo tenía veintiséis años y podría convertirse en mago.
Camarada, trabaja duro, pensó Tang Mo.
Fu Wenduo creyó que el joven pensaba en lo ocurrido en el almacén y se disculpó:
—Lo siento.
—¿Eh? —Tang Mo salió de su ensoñación.
—Me he levantado contigo —aclaró.
¿Te has levantado? ¿Qué tiene que ver conmigo…?, su cara se sonrojó en cuanto comprendió.
—Iré a descansar un rato —Se puso de pie y antes de que el otro reaccionara, abrió la puerta y salió.
Para cuando el polizón se recuperó, Tang Mo ya yacía en una mesa fuera del despacho. Sonrió. Sus delgados dedos tocaron su mandíbula, con su atención fija en el joven, murmuró:
—Tang Mo, Tang Mo, Tang Mo… Mo Tang. ¿Eres tú?
Tang Mo no lo escuchó, porque ya se había dormido.
A la mañana siguiente, temprano, ya no llovía. Al despertarse, Tang Mo y Fu Wensheng, no vieron a Fu Wenduo en la gasolinera. El joven lo buscó en el pequeño almacén y lo encontró allí, pisando un cigarrillo que acababa de fumar.
Durante cinco horas, se movieron según la ruta planeada por Fu Wenduo. Para evitar el cuartel general de Tian Xuan, rodearon el distrito de Xicheng para llegar al distrito de Dongcheng.
Fu Wenduo condujo por cinco horas; Tang Mo apartaba los vehículos que obstruían la carretera.
El polizón estaba a punto de girar hacia el distrito de Xicheng cuando Tang Mo sujetó el volante.
—¡Espera!
—¿Qué ocurre? —Fu Wenduo observó a su alrededor, redujo la velocidad, pero no se detuvo.
Tang Mo, desde su asiento, inspeccionó el lugar con la mirada. Fu Wensheng, que viajaba en el asiento de atrás, se enderezó y vio con cuidado por la ventanilla.
El coche pasó por delante de un WallMart y los ojos de Tang Mo se clavaron en el enorme cartel publicitario.
—¡Lo he encontrado! —gritó el joven—. ¡Está aquí!
Fu Wenduo pisó el freno, las llantas rechinaron. Aparcó en la puerta de la tienda.
Tang Mo salió del coche y miró las tiendas y la salida del metro. Cerró los ojos y examinó sus recuerdos, al abrirlos, dirigió su vista hacia el sur. Contempló el lugar por un momento antes de subir de nuevo al coche.
—¿Has encontrado la casa de tu amigo? —Fu Wenduo preguntó.
Ese era su propósito al visitar Beijing, en tanto Fu Wenduo buscaba pistas relacionadas con la torre negra y Fu Wensheng registraba su casa.
—Sí, —suspiró— debe ser por aquí. He estado aquí antes.
♦ ♦ ♦
La autora tiene algo que decir:
Mo Tang: ¡Mago, te atreves… a levantarte por mi culpa!
Viejo Fu: [Señalando a Pequeño Fu] Quería conocerte, no me culpes.
Mo Tang: ¡¡Tú, tú, eres un desvergonzado!!