La Tierra está en línea – Capítulo 120: ¿Juego injusto?

Traducido por Shisai

Editado por Meli


Se oyó un crujido y la manecilla de las horas se deslizó cuatro veces, en el sentido de las agujas del reloj, hasta la casilla veinticuatro. Tang Mo se dirigió a su lugar. En el otro extremo, el minutero se movió hacia atrás a la casilla sesenta, pero el conejo permaneció en su sitio.

Se oyó la voz del reloj de la verdad:

Jugador 0, entre en la casilla correcta.

El conejo negro saltó hacia la casilla y todo se tambaleó por el peso de su cuerpo.

A pesar de que ambos retrocedieron, no fueron castigados. Era obvio que el monstruo renunció a eliminar los objetos, pero en el caso de Tang Mo, la cuenta no parecía correcta.

—La última vez fue una verdad no universal de nivel cinco. Ahora, ¿qué sucedió? —murmuró Tang Mo.

El conejo negro lo miró, ya no se veía enfadado ni se mostraba arrogante. El monstruo que amenazó con comerse a su oponente y presumió de haber devorado a muchos humanos, parecía haber cambiado.

La enorme matrioska era igual a la mayoría de los monstruos de la torre negra: neurótico, siniestro y despiadado. Consideraba a los humanos comida, tarareaba canciones desafinadas y decía palabras espeluznantes; no obstante, era pésimo para actuar, no era como Mario o Pinocho, que disfrutaban engañar a las personas.

—¿Cuándo te diste cuenta? —inquirió el conejo con su ronca voz.

—Desde el principio.

—¿Desde el principio? —Abrió los ojos, asombrado.

—Caí al reloj de la verdad luego de agarrar la cola del señor conejo, así quedé atrapado en esta jaula invisible. Sin embargo… —Miró al conejo negro—. Tú entraste por tu cuenta.

La cara del conejo negro pasó del asombro a la calma en un minuto, en cuanto comprendió en qué se había equivocado. Sonrió.

Tang Mo descubrió de inmediato que la matrioska entró en el juego por voluntad y desde el inicio, presumió haber devorado a unos cuantos humanos. Conocía la forma de abrir el reloj de la verdad y mostró una buena comprensión del juego, a pesar de ello, no podía garantizar que no moriría.

El conejo negro se veía confiado en ganar y en hacer caer a su oponente en el agujero negro de la verdad. Tang Mo sabía que solo había dos posibles causas de su arrogancia: lo menospreciaba como oponente o sabía algo del juego que él no.

Durante la primera media hora, reflexionó sobre lo que ocultaba el monstruo. Fue hasta que aparecieron cuarenta y ocho objetos y avanzó siete casillas, mientras que el conejo negro retrocedió diez, que comprendió todo.

—Cuando hay pocos objetos, avanzas más que yo. No así cuando hay muchos de ellos, como en la tercera y octava ronda, donde retrocediste —explicó con voz tranquila—. Este juego pone a prueba la capacidad mental, la vista y la memoria. Cuantos más objetos, más difícil es avanzar. Estas dos rondas demuestran que eres mucho más débil que yo.

—Algunos objetos nunca los había visto —protestó el conejo negro.

—En la tercera ronda, retrocediste demasiado y perdiste la ventaja. ¿Por qué entraste en el reloj de la verdad y empezaste el juego? No puedes garantizar que avanzarás y no morirás… Fuiste forzado a entrar ¿verdad?

El conejo negro frunció el ceño, su cuerpo tembló un poco antes de reir con una carcajada. Sonaba agotado, se esforzó en tratar de engañar a Tang Mo y al final fracasó.

—Perdí por mala suerte —declaró el monstruo—. No conocía cuatro objetos y no pude darte información de ellos. Respondiste a dos y renunciaste al resto, además, no fuiste castigado. Estaba el delicioso bollo de polizón y la sangre humana. Deberías saber de un vistazo cómo eliminar esos dos. Yo no conocía la galleta y la bolsita rosa, sin pistas de estos, optaste por rendirte y no contestar.

Regla número 10: cada hora, habrá cuatro partidas en el reloj de la verdad. La verdad de estos ítems es la más difícil.

En la ronda donde apareció un ítem con una verdad difícil, el conejo negro expuso “inadvertidamente” la información del delicioso bollo de polizón y retrocedió una casilla, Tang Mo tres, esto porque respondió mal a dos objetos y renunció a eliminar dos más.

Cuando Tang Mo no fue castigado, el conejo negro declaró que debido a que se trataba de una “verdad no universal de nivel cinco”.

—La galleta a medio comer es la favorita de la Abuela Lobo y la bolsita rosa está colocada sobre la cabecera de su cama. Esa es la verdad individual entre ellos. —El conejo negro se sobresaltó, Tang Mo sonrió—. Renuncié a eliminar el bollo y la sangre.

—¡¿Sabías lo que eran, pero elegiste no eliminarlos?! —gritó la muñeca con frustración.

—Eres mi enemigo. ¿Cómo podría confiar en la información que revelas?

Tang Mo se relamió. Al inicio, cuando dijo: “el conejo negro es un jefe de la torre negra” y el reloj de la verdad lo negó, entendió que su oponente era un humano.

La matrioska solo ganaba cuando había pocos objetos. Tenía una ventaja de dos casillas porque se eliminaba a sí mismo y Tang Mo en cada ronda. Sí, eran dos objetos que podían ser eliminados.

Esto fue difícil de descubrir para Tang Mo. En la primera ronda, con seis elementos, retrocedió una casilla; por lo tanto, pensó que se había equivocado en cuatro objetos. Sin embargo, en realidad respondió correctamente a cuatro, pero como no se eliminó a sí mismo ni al conejo negro.

En la ronda anterior, Tang Mo optó por rendirse. Cuando retrocedió cuatro casillas, comprobó que él y el conejo negro debían ser eliminados.

Las reglas del juego tenían un gran fallo. Si ambos jugadores eliminaban todos los objetos del reloj de la verdad, ¿quién sería el ganador?

Había tres formas de resolver el juego: alcanzar al otro jugador, que alguno muriera por el castigo o eliminar todos los objetos.

Solo podía haber un ganador, entonces, si eliminaban todos los objetos al mismo tiempo, ¿quién sería el vencedor? Esa laguna se podía explicar de una única manera: las reglas para el conejo negro eran diferentes a las de Tang Mo. Él podía ganar si eliminaba todos los objetos, la matrioska no.

Pasaron diez minutos y catorce luces parpadearon en el centro del reloj de la verdad.

—¡No he perdido! —gritó furiosa la muñeca y Tang Mo la miró—. Sí, el juego acaba de empezar. Yo no he perdido y tú no has ganado. ¡Perderás si te atrapo!

—He adivinado la verdad general —susurró el joven antes de que los objetos se revelaran—. Solo hay una cosa de la que no estoy seguro. La torre negra puede obligar a los jugadores, a la gente subterránea incluso al monstruo de la torre negra a participar…. —Las luces se disiparon y el segundero comenzó a moverse—. Lo único de lo que no estoy seguro es… ¿Eres un humano?

—Estúpido humano, —se rió— ¿crees que soy un humano? Es la mejor broma que he oído este año. Te devoraré. Ja, ja… te haré pedazos y te comeré..

—Oooh—sonrió—, eres un jugador humano.

—¡Tang Mo! —la muñeca rugió.

—¿Incluso sabes mi nombre? —Levantó las cejas, atónito—. Esto es un poco injusto.

La décima ronda del juego comenzó.

♦ ♦ ♦

La autora tiene algo que decir:

Mo Tang: ¡Quiero hacer un reclamo a la torre negra! ¡No es justo!

Conejo Negro: ¡¡QAQ, yo soy el que piensa que es injusto!!

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