La Tierra está en línea – Capítulo 134: ¿Victor? Mo Tang

Traducido por Shisai

Editado por Shiro


Un frío viento vespertino soplaba desde la distancia, alborotando el cabello del joven de rostro aniñado. Bai Ruoyao, con las manos en los bolsillos y una sonrisa extraña colgándo de los labios, aparentaba honestidad. Nadie imaginaría que acababa de decir que quería matar a Tang Mo. El exbibliotecario lo miró con frialdad.

Fu Wensheng sacó su pistola con rapidez, dispuesto a disparar al psicópata. Tang Mo y Fu Wenduo extendieron la mano al mismo tiempo para bloquear la boca del cañón.

El niño los miró, confundido.

Tang Mo mantenía la calma, sin mostrar emoción alguna, mientras que los ojos de Fu Wenduo recorrían al joven de rostro aniñado como si evaluara algo. Entonces, sin decir palabra, el primero se giró y caminó hacia el restaurante. Apenas había dado dos pasos cuando Bai Ruoyao lo siguió.

Se oyeron dos sonidos fuertes, y Bai Ruoyao retrocedió tres pasos.

Un arma de metal oscuro le golpeó el lado izquierdo del pecho, mientras que una sombrilla rosa le alcanzó el derecho. Si no se hubiera movido en ese instante, los dos objetos le habrían perforado el pecho.

—Ey, me están intimidando —dijo, levantando las manos de manera inocente.

Los dos hombres guardaron sus armas y entraron al restaurante.

Fu Wensheng seguía un poco desanimado. No entendía por qué no habían echado a ese bastardo. A pesar de lo que acababa de decir, le permitían seguirlos. Sin embargo, también comprendía que debían tener sus razones. Lo más probable era que no pudieran deshacerse de él.

—¿Es tan fuerte?

Bai Ruoyao fue el último en entrar en el restaurante. Al oír el murmullo deprimido de Fu Wensheng, su sonrisa se tornó aún más brillante.

Este psicópata es realmente fuerte.

Tang Mo lo presentía con claridad.

El pequeño no había tratado mucho con Bai Ruoyao, pero tenía una fuerte impresión de él. La fuerza de ese joven no era inferior a la de Lian Yuzheng; de hecho, dejando de lado sus habilidades especiales, su capacidad pura era incluso mayor. Un enemigo así no podía ser eliminado fácilmente, a menos que Tang Mo usase su habilidad «Un hombre rápido»… Siempre que Bai Ruoyao no tuviera un medio para salvar su vida. Si Tang Mo y Fu Wenduo unían fuerzas, podrían matarlo, pero también cabía la posibilidad de que escapara. Y si conseguía hacerlo, tarde o temprano regresaría.

Lo peor del mundo no era un oponente fuerte o compañeros de equipo inútiles, era un psicópata del que no podían deshacerse.

Ya entrada la noche, el grupo de tres se sentó en una mesa al fondo del restaurante. Bai Ruoyao, consciente de que no era bienvenido, no se les acercó. Se acomodó en el alféizar de la ventana y cerró los ojos, como si durmiera. Pero su cuerpo permanecía en tensión: si Tang Mo y Fu Wenduo hacían un solo movimiento, reaccionaría al instante.

—No te preocupes por él —dijo Tang Mo con calma, golpeando con suavidad la mesa—. Con gente como esa, cuanto más hables, más se te pegan. Lo mejor será encontrar una oportunidad para quitárnoslo de encima.

Comparado con Bai Ruoyao, había asuntos más urgentes que atender.

—Parece que las personas invisibles también son jugadores.

Gracias a la información recién obtenida, la niebla que rodeaba a esa «gente invisible» comenzaba a disiparse.

—En realidad, no son invisibles. Solo aparecen y desaparecen de repente. No los vemos cuando llegamos, lo que nos hace pensar que son invisibles, son jugadores. Mu Huixue también lo es… y probablemente sea el «Mu Hui» del que hablaba la Torre Negra —dijo Fu Wensheng. Entonces, recordando algo, continuó—: Hermano mayor, hermano Tang… ¿no sienten como si Mu Huixue es una jugadora que le gusta a la Torre Negra?

Tang Mo y Fu Wenduo asintieron.

La tenue luz de la luna se colaba por la ventana e iluminaba el rostro de Tang Mo.

—Hay un 90 % de posibilidades de que «Mu Hui» sea Mu Huixue. Todos ellos son jugadores. Y todos pertenecen al grupo de los invisibles. Cada vez que un jugador «cerdo» muere, pueden obtener diez minutos de descanso. Ya sabemos que hay personas invisibles en Beijing. Según Bai Ruoyao, también las hay en Tianjin. Mu Huixue pertenece al Distrito 3, así que debe haberlas también en Guangzhou. Lo más probable es que haya personas invisibles por toda China… y en el resto del mundo.

Fu Wensheng captó el significado de inmediato.

—¿También en Nanjing? —preguntó, sorprendido, pero enseguida negó con la cabeza—. ¡Eso es imposible! Antes, Nanjing estaba muy bien protegida por nuestro Grupo de Nanjing. Si jugadores hubieran muerto sin razón aparente, el capitán Xiao y el Capitán Chai lo habrían sabido. No tuvimos noticias de ningún caso similar.

—Tampoco ocurrió nada parecido en Beijing y en Shanghai —intervino Fu Wenduo.

Tang Mo y Fu Wensheng se giraron para mirarlo.

El hombre de cabello oscuro tamborileaba la mesa con los dedos, imitando a Tang Mo. Al notar la mirada aguda del joven, alzó una ceja. Sabía que ambos estaban pensando en lo mismo.

Sin embargo, la idea era tan extraña… que costaba aceptarla.

Los ojos del pequeño Fu se movían entre Tang Mo y Fu Wenduo, perplejo por ese intercambio silencioso de miradas.

¿Qué se están diciendo?

Estaba punto de preguntar cuando Tang Mo dejó de tamborilear la mesa con los dedos y soltó con calma:

—Solo hay una posibilidad. Las personas invisibles no existían en la Tierra antes de que la Torre Negra transmitiera el nombre de Mu Huixue.

El niño se quedó completamente pasmado.

No muy lejos, las pestañas de Bai Ruoyao temblaron levemente y la comisura de sus labios se curvó en una ligera sonrisa.

—Hay tres tipos de jugadores en el mundo —continuó Tang Mo—: oficiales, reservas y polizones. La Torre Negra les cantó una canción: los polizones mueren, los reservas son devorados, los oficiales no se esfuerzan lo suficiente. La Torre Negra los desprecia. Pero además de esos tres grupos… están Mu Huixue y esas personas invisibles.

Fu Wensheng también había llegado a una idea parecida, pero temiendo decirla en voz alta, refutó débilmente:

—Pero… fuera de esos tres tipos de jugadores, no debería haber nadie más…

—Sí, los hay —respondió Tang Mo, con la mirada fija en él.

En ese momento, Fu Wenduo habló con voz baja:

—El 17 de noviembre, a las ocho de la mañana, hora de Beijing, 400 millones de jugadores entraron en el juego —Hizo una pausa antes de continuar—: Aparte de estos 400 millones… había más de 6 000 millones de humanos… Ellos son el cuarto grupo.

El aire se volvió denso de repente.

La teoría era absurda, pero también era la única que explicaba lo que estaban viendo.

Mu Huixue no era una jugadora oficial, ni reserva, ni polizona. Era parte de los 6 000 millones de personas que desaparecieron de la Tierra hace seis meses.

Entre ellos estaban los padres de Fu Wensheng, los amigos de Tang Mo… más del 90 % de la población mundial. Habían pasado seis meses. Muchos recuerdos ya se habían borrado o enterrado. Todos pensaban que los desaparecidos habían muerto. Fu Wensheng también había aceptado que sus seres queridos ya no estaban. Solo quedaba su hermano mayor.

Y ahora alguien le decía: «Tus padres no están muertos. Siguen vivos… pero en otro mundo».

Sin embargo, el niño no sintió alegría.

Agachó la cabeza. Su cabello largo y descuidado le cubría el rostro.

Fu Wensheng se levantó de la silla y murmuró con voz sofocada:

—Hermano mayor, voy a llenar el agua.

Fu Wenduo lo miró con seriedad y asintió. El pequeño salió corriendo sin mirar atrás.

Tang Mo seguía sentado a la mesa, sumido en sus pensamientos.

De pronto, se oyó una voz cantando. Tang Mo giró la cabeza hacia el alféizar de la ventana. Bai Ruoyao seguía allí, con los ojos cerrados, pero la boca abierta. Estaba tarareando la canción que la Torre Negra había transmitido para Mu Huixue:

Tres de los tres polizones murieron en el camino.

Dos de los dos jugadores reservas fueron devorados.

Un jugador oficial no se esfuerza por atacar la torre.

Solo eres tú, solo eres tú.

Tick, tick, tick, a la Torre Negra le gustas, a la Torre Negra le gustas.

No cantaba afinado, pero eso era mejor que cuando lo hizo la Torre Negra. La cantó con su propia voz, la cual resonó en el oscuro restaurante, llenando la noche de una sensación extraña.

Nadie intentó detenerlo.

Al amanecer, cuando el sol empezó a iluminar la ciudad, Fu Wensheng regresó tras haber pasado toda la noche en la cocina. Tenía el rostro pálido y, apenas volvió, se tumbó sobre la mesa sin decir palabra. Permaneció inmóvil durante unos minutos hasta que, incapaz de contenerse, alzó la vista hacia su primo.

—Hermano… ¿mis padres están vivos?

—Sí.

La respuesta de Fu Wenduo, fue firme, seca, sin titubeos. Una sola palabra, dicha como una certeza absoluta.

Los ojos del niño se iluminaron poco a poco. Siempre había confiado en su hermano mayor, y lo seguía haciendo. Si Fu Wenduo decía que estaban vivos, entonces debían de estarlo. ¡Tenían que estarlo!

Tang Mo observó cómo el ánimo del niño se recomponía y negó suavemente con la cabeza. Él también se había sentido abrumado al considerar la existencia de un cuarto tipo de jugador. Durante medio año creyó que su mejor amigo había muerto, y ahora se enfrentaba a la posibilidad de que aún estuviera vivo. Pero también sabía que la competencia entre los jugadores invisibles era incluso más despiadada. La probabilidad de que su amigo hubiera sobrevivido era ínfima, casi inexistente.

Y en ese momento, un pensamiento, amargo y frío, cruzó su mente:

¿No habría sido mejor morir aquel día, hace seis meses, cuando la Tierra se conectó?

Este dilema inquietaba a Tang Mo, y debía ser algo similar lo que entristecía a Fu Wensheng.

El niño pensaba que sus padres probablemente habían muerto hacía tiempo. Incluso si no hubieran desaparecido por culpa de la Terra Negra, era muy posible que hubieran sido asesinados como cerdos en medio de algún juego. Los juegos a lo que se enfrentaban los jugadores invisibles seguían siendo un misterio, pero la brutal tabla de clasificación de tiempo dejaba claro que su mundo era incluso más despiadado que la Tierra.

Después de que Tang Mo y su hermano mayor lo reconfortaran, el niño ya no quiso pensar demasiado. Deseaba que sus padres siguieran vivos… pero no quería que sufrieran.

Al amanecer, los tres se preparaban para partir.

Sin embargo, aún quedaba algo por hacer.

Tang Mo dirigió una mirada recelosa al joven de rostro aniñado sentado en el alféizar de la ventana. Bai Ruoyao seguía con los ojos cerrados, pero todos sabían que no había dormido en toda la noche. Los ojos del exbibliotecario se movieron y le susurró algo a Fu Wensheng. La expresión del niño cambió.

—Hermano Tang… —murmuró con torpeza.

Tang Mo asintió con la cabeza y el pequeño se acercó con desgana.

Pensaba en cómo iniciar la conversación con el psicópata cuando este se le adelantó.

—¿Fu Wensheng? Vaya, usaste tu nombre verdadero. —Bai Ruoyao abrió los ojos, mirando primero al niño y luego a Tang Mo, que estaba de pie no muy lejos. Su expresión era la de alguien profundamente agraviado—. Tang Tang, confiaba tanto en ti. En el Corredor de las Gemas actuaron como si no se conocieran, y luego terminaron uniéndose para intimidarme…

Tang Mo no reaccionó ante sus palabras.

—No nos conocíamos en ese momento.

Bai Ruoyao no le creyó.

—Wow Tang Tang. ¿Mientiéndome de nuevo? ¿No conocías a este hermano pequeño, Fu Wensheng? ¿Y no es ese de ahí Fu Wenduo, su hermano mayor? No me digas que es una coincidencia. ¿No son hermanos?

Tang Mo alzó una ceja.

—¿Quién te ha dicho que se llama Fu Wenduo?

Bai Ruoyao sonrió.

—El Señor A es Fu Wenduo y el Señor B es Tang Mo.

—Su nombre es Víctor.

Los ojos de Fu Wenduo recorrieron con calma el cuerpo de su compañero al oír estas palabras.

La sonrisa del chico con rostro aniñada se hizo aún más brillante. Estuvo a punto de decir: «Puede que sea guapo, pero no puedes mentirme», pero antes de que pudiera abrir la boca, Fu Wensheng lo interrumpió.

—Estás herido.

Bai Ruoyao lo miró y sonrió sin decir nada.

—Mi hermano lo notó —declaró Fu Wensheng.

El psicópata entonces dirigió la mirada a Fu Wenduo.

—Puedo ayudarte a sanar. Es mi habilidad —explicó el niño con seriedad—. Nos diste información importante, y tanto mi hermano como el hermano Tang dijeron que esto es una forma de compensarte. Debes estar gravemente herido, y aunque tengas accesorios curativos, no quieres malgastarlos. Para ti, usarlos en heridas como esas sería un desperdicio.

—¿Fue tu hermano quien lo dijo… o Tang Mo? —preguntó con genuino interés.

—Lo adiviné yo solo.

Bai Ruoyao se rio de repente.

—Ven conmigo, te ayudaré a tratarlo —ofreció Fu Wensheng.

—¿No tienes miedo de que te mate?

El cuerpo del niño se estremeció, tragó saliva, y sus labios temblaron. Pero aun así, respondió:

—No me matarás.

Bai Ruoyao no lo contradijo. Saltó ágilmente del alféizar de la ventana y lo siguió hasta la cocina. Entonces, antes de cruzar la puerta, se detuvo, sin volverse.

—Tang Tang, la próxima vez podrías decirme directamente que me dé vuelta. Mira el miedo que me tiene este pobre hermanito.

Tang Mo no se sintió avergonzado de que sus intenciones fueran puestas al descubierto. Solo observó en silencio cómo Bai Ruoyao desaparecía tras la puerta.

Tan pronto como lo vio entrar, sacó el libro de habilidades de su mochila y verificar la habilidad de Ruan Wangshu. Su plan había funcionado: había conseguido alejar al psicópata y así poder hacer su consulta. Extendió la mano y, en ese momento, Fu Wenduo dio un paso al frente, en silencio, anticipando que necesitaría espacio.

Tang Mo vio la espalda de su compañero alejándose. Justo cuando su dedo rozó el lomo del libro de habilidades, se detuvo repentinamente.

En la tranquila mañana, el susurro de las hojas agitadas por el viento se colaba por la ventana. La luz del sol atravesaba la puerta entreabierta del restaurante y bañaba el cabello de Fu Wenduo. Sus mechones oscuros adquirían un brillo dorado bajo la luz, y su espalda erguida proyectaba una silueta firme. Era alto, y cada paso que daba mantenía el mismo ritmo constante.

Los labios de Tang Mo se movieron antes de que pudiera pensarlo y terminó alzando la voz:

—Víctor.

Fu Wenduo se detuvo.

Pasaron diez segundos que se sintieron como diez años.

A la cálida luz del sol, el hombre apuesto giró con lentitud, sus ojos oscuros clavándose en él. Durante un largo momento, ambos se miraron en silencio. La quietud y amabilidad de esa mirada, inesperadamente, hizo que el corazón agitado de Tang Mo se calmara.

Fue entonces cuando Fu Wenduo sonrió.

—¿Mo Tang?

El mundo pareció detenerse en ese instante.

Los ojos de Tang Mo se abrieron de par en par. Lo miró, incrédulo. Tal vez estaba demasiado sorprendido para notar cómo, ante su reacción, la tensión en el cuerpo de Fu Wenduo también se disolvía poco a poco.

Había demasiadas palabras apretujadas en su pecho. Un sentimiento extraño revoloteaba en su interior: dulce… y amargo. Las palabras se le agolpaban en la garganta. Al final, incapaz de contenerlo, Tang Mo se echó a reír. Y esta vez, preguntó:

—¿Victor?

Fu Wenduo también se rio. En el silencioso restaurante, una magnética voz masculina susurró el nombre como lo haría un amante. Como si en secreto lo hubiese pronunciado una infinidad de veces.

—Mo Tang.

♦ ♦ ♦

La autora tiene algo que decir:

Pequeño Fu: ¡Tengo una pregunta! ¡Cuñada! Si no supieras que mi hermano es Víctor, ¿te gustaría?  Por favor, responde a esta pregunta. ¡Todo el mundo quiere saber!

Mo Tang: …¡Me niego a contestar!

Viejo Fu: En realidad, yo también quiero saber ^_^


Shisai
Mo Tang significa azúcar granulada, es un juego de palabras. Era su seudónimo cuando jugaba online con Víctor.

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