Traducido por Shisai
Editado por Shiro
La herida de Bai Ruoyao resultó ser peor de lo que Fu Wensheng había imaginado, por lo que pasaron cerca de un cuarto de hora en la cocina. El joven de rostro aniñado salió caminando mientras observaba con curiosidad su muñeca derecha, ahora envuelta en un vendaje. A decir verdad, la habilidad curativa del pequeño Fu era excelente, pero su técnica de vendaje era proporcionalmente inversa.
Bai Ruoyao contempló el vendaje con aire significativo y, de pronto, sonrió.
El niño se enrojeció al instante y regresó corriendo, algo deprimido, hacia su hermano y Tang Mo. A medio camino, se detuvo al verlos allí de pie, tranquilos, como si lo estuvieran esperando. Los miró con extrañeza antes de retomar la marcha.
¿Por qué siento que algo va mal?, pensó para sí.
El trío recogió sus cosas y salió del restaurante. Apenas habían dado unos pasos cuando Bai Ruoyao los alcanzó por detrás. Tang Mo se giró para mirarlo.
—¿Querías que te alcanzara? —preguntó Bai Ruoyao con una sonrisa.
El exbibliotecario desvió la vista sin responder.
Ruan Wangshu dijo que solo actuaría tres veces. Desde entonces, no volvió a acercarse. Pero ni Tang Mo ni Fu Wenduo pensaban ceder. No tomarían la iniciativa de buscar a la organización Tian Xuan, pero eso no significaba que el conflicto hubiera terminado. En el futuro, si volvían a cruzarse, sería difícil cooperar. Y si las cosas se complicaban, no dudarían en eliminarse mutuamente.
Aún así, su prioridad no era Tian Xuan, sino las personas invisibles.
Caminaron en dirección a la antigua casa de Fu Wensheng. Durante el trayecto, se mantenían alerta ante la posibilidad de otro ataque furtivo de Tian Xuan y, al mismo tiempo, vigilaban con cautela al joven de rostro infantil que los seguía.
Por la tarde, cuando estaban a punto de doblar en una intersección amplia, Fu Wenduo se detuvo de repente y extendió la mano, sujetando la muñeca de Tang Mo.
Este se sobresaltó levemente.
—Hay alguien —dijo el polizón en voz baja.
Tang Mo contuvo el aliento y escudriñó la zona. A simple vista, la intersección estaba desierta. Un pequeño torbellino arrastraba algunas hojas secas y piedrecillas por el aire. Reinaba un silencio absoluto. Aparte de su propia respiración, no oía nada más.
Fu Wensheng se sorprendió al ver la escena, pero pronto recobró la calma y escaneó el entorno con vigilancia. Aunque con su fuerza y capacidad de observación no había notado ninguna emboscada, comprendía lo que su hermano y Tang Mo estaban haciendo. Desde una esquina, observaban en silencio, mientras Bai Ruoyao permanecía a cinco metros, apoyado con indiferencia contra la pared, con una sonrisa en los labios, sin moverse.
Tres minutos después, una voz socarrona se oyó desde el oeste. Al segundo siguiente, dos hombres corpulentos salieron corriendo de un callejón oscuro y se abalanzaron sobre un individuo de aspecto sospechoso. Este se sobresaltó, y los tres forcejearon durante unos instantes. Tang Mo observó con calma desde la esquina cómo los dos hombres noqueaban y se llevaban al tercero. Luego, desaparecieron.
Era mediodía, pero el cielo estaba encapotado y llovía a cántaros.
El grupo de tres encontró un restaurante de ollas calientes y decidió resguardarse allí. Bai Ruoyao se metió las manos en los bolsillos y, aparentemente sin dar importancia al aguacero que le golpeaba la cabeza, entró lentamente en el restaurante. Poco después, conversaron un rato. No pasó mucho tiempo hasta que la lluvia cesó, y el polizón abandonó el lugar junto a su hermano pequeño.
Al ver la escena, Bai Ruoyao miró en dirección a Tang Mo, que no estaba muy lejos, y su sonrisa se ensanchó.
Tang Mo no pareció notar su mirada. En cuanto dejó de llover, se levantó con intención de marcharse del restaurante.
—Je, je… Tang Tang…
Su voz se apagó en cuanto una fuerte ráfaga de viento sopló detrás de él. Tang Mo esquivó hacia un lado con una velocidad sorprendente. La sonrisa se había borrado del rostro de Bai Ruoyao, cuya mano derecha sostenía un delgado cuchillo de mariposa plateado. La hoja, adornada con un elegante grabado, rozó la garganta del exbibliotecario.
Tang Mo sacó su pequeña sombrilla rosa, y con una mirada gélida dirigida a Bai Ruoyao, ambos se lanzaron al ataque.
La velocidad, fuerza y capacidad de reacción de Bai Ruoyao eran ligeramente superiores a las de Tang Mo. Cada una por sí sola ya era formidable, pero juntas resultaban alarmantes. Sin usar sus habilidades, Tang Mo no tardaría en verse acorralado. Se inclinó hacia atrás, apoyando una mano en el suelo para esquivar el cuchillo mariposa. Pero no imaginó que Bai Ruoyao movería con suavidad la mano izquierda, haciendo surgir de ella una sombra oscura: otro cuchillo mariposa. Esta vez no pudo escapar.
Las dos cuchillas bloquearon por completo su retirada.
Aunque parecían delgadas, ambas hojas despedían un brillo helado. Bai Ruoyao esbozó una sonrisa y, sin detener su ataque, dirigió las dos armas hacia el cuello de Tang Mo. En ese instante, este se agachó bruscamente y golpeó el suelo con ambas manos, murmurando:
—¡Supresión de gravedad!
Bai Ruoyao se estrelló contra el suelo. Su excepcional capacidad de reacción le permitió rodar y evitar lesiones graves, pero al levantarse, sintió como si le hubieran llenado el cuerpo de plomo. Probó a moverse y notó la presión gravitacional que lo aprisionaba. Al final, simplemente se dejó caer al suelo, observando a su oponente.
—¿Una habilidad gravitatoria? ¿Como la del adolescente que te atacó antes?
Tang Mo retiró las manos con rapidez y amplió la distancia entre ellos. Entonces, le dirigió una última mirada antes de marcharse.
El rostro aniñado de Bai Ruoyao se tensó al entrecerrar los ojos, siguiendo con la mirada la silueta de Tang Mo, que ya se acercaba a la salida del restaurante. Fue en ese momento que lo comprendió.
—¿Estabas usándome para probar tu nuevo poder?
Tang Mo no se detuvo ni un instante y salió por la puerta sin volver la vista atrás.
Bai Ruoyao hizo una mueca mientras se incorporaba y lo seguía.
Sí, lo había dejado atacarlo a propósito. Hacía tiempo que sabía que Bai Ruoyao era inteligente, y seguramente ya había deducido que poseía múltiples habilidades. Esta persona era como una garrapata adherida a un perro: imposible de sacudir. Tarde o temprano tendría que revelar sus cartas, así que era preferible aprovecharlo como conejillo de indias para probar cuán eficaz era su nueva habilidad contra un oponente poderoso.
【Habilidad: Desequilibrio de Gravedad】
【Propietario: Ruan Wangshu (Polizón)】
【Tipo: Cuatridimensional】
【Función: Manipular el poder de la gravedad.】
【Grado: 5】
【Restricciones: Es necesario tocar el suelo con ambas manos para activarla. Puede usarse tres veces al día durante un total de 30 segundos. Es difícil avanzar.】
【Nota: Es una habilidad rara y seria, incluso la nota es extremadamente seria.】
【Instrucciones de uso de la versión de Tang Mo: Cuando uses la habilidad, debes decir en voz alta «supresión de gravedad». Solo se puede usar tres veces al día y el tiempo total de uso es de 10 segundos. Si pisar caca de perro trae mala suerte, la vida entera de Tang Mo debe sentirse como caminar sobre ella.】
En su momento, cuando envió a Bai Ruoyao lejos y consultó la habilidad, Tang Mo no había planeado alejar a Fu Wenduo.
De hecho, desde hacía tiempo venía notando ciertas cosas sospechosas: esa sensación persistente de déjà vu, la comprensión tácita sin necesidad de palabras, y esa cercanía familiar pero al mismo tiempo ligeramente extraña. Tang Mo jamás habría imaginado que, entre los 1 300 millones de habitantes de China, Víctor seguiría con vida… y que terminarían encontrándose. La probabilidad era tan baja que bien podría haber intervenido el Reloj de Bolsillo de Improbabilidad Infinita. Sin embargo, ocurrió.
A simple vista, el exbibliotecario se mostró tranquilo, como si Victor no fuera más que un conocido en línea. Pero en el fondo, sentía una alegría sincera, tanta que se olvidó por completo de mantener distancia con Fu Wenduo. Así, cuando abrió el libro de habilidades y apareció la frase «pisar caca de perro», ambos se quedaron en silencio, sin saber qué decir.
Tang Mo lanzó el libro por la ventana, y desapareció en el aire. Se sentía incómodo. Quería justificar que, a pesar de su lenguaje vulgar, ese libro de habilidades era civilizado y útil. ¡Esta vez había sido un accidente! Un accidente desafortunado.
Pero antes de que pudiera siquiera articular palabra, Fu Wenduo soltó una risita baja.
Poco a poco, el corazón de Tang Mo se fue serenando. Observó al hombre que tenía delante y esbozó una sonrisa.
—¿Cuándo supiste que era yo?
—En Nanjing mencionaste tu trabajo —respondió él. Tras una breve pausa, añadió—: Eras… ¿bibliotecario?
Tang Mo lo recordó.
Sí, se lo había dicho a Fu Wenduo. Pero estaba seguro de que Víctor no debía saberlo.
—En junio, hablaste de alguien que pidió un libro. Dijiste que esa persona ya había perdido otro y se negó a pagar —explicó el polizón.
Tang Mo recordó que, en efecto, había dicho algo así. Durante una partida de bridge era imposible no hablar; ambos se concentraban y, en ocasiones, intercambiaban algunas palabras.
Aunque su carácter siempre había sido más bien frío, aquella vez se enfadó de verdad: un hombre de unos cincuenta años, que había perdido claramente un libro, insistía una y otra vez en que lo había devuelto, a pesar de que su compañero de trabajo lo había negado rotundamente.
Fue una situación absurda que, sin pensarlo mucho, se la mencionó a Víctor durante la partida.
—Espera, ¿adivinaste que era bibliotecario solo por eso?
Apenas había dicho una frase, una simple queja sobre alguien que se negó a devolver un libro.
Fu Wenduo alzó una ceja.
Se miraron durante un instante… y luego rieron.
Confirmar la identidad del otro no era tarea sencilla, pero no había tiempo para ponerse al día. Aprovecharon la ausencia de Bai Ruoyao para planear los próximos días. En apariencia, se dirigían a la casa del niño en busca de pistas sobre sus seres queridos. En realidad, habían tomado deliberadamente un camino más largo para llegar a la Torre Negra suspendida sobre la Ciudad Prohibida.
Fue aquí donde Tang Mo, Fu Wenduo y Fu Wensheng se separaron. Los dos últimos se dirigieron al juego de ataque a la torre, mientras que Tang Mo partiría a la Universidad de Beijing para enfrentarse a una peligrosa instancia de realidad. Se despidieron en el restaurante de ollas calientes. Tang Mo tocó el huevo de pavo que llevaba en el bolsillo. Su expresión parecía relajada, pero su guardia permanecía alta. Nunca bajaba la vigilancia con Bai Ruoyao, quien podía atacar en cualquier momento.
Fu Wenduo y Fu Wensheng estaban a punto de entrar en el juego de ataque a la torre.
Todo sería más sencillo si no fuera por las personas invisibles. La Torre Negra, en su versión 4.0, podía actualizarse en cualquier instante. Y la actitud de esa gente misteriosa era aún un enigma. Pero, si se guiaban por su comportamiento hasta los momentos —cazando sin piedad a los jugadores de la Tierra—, parecía evidente que no serían fáciles de tratar. Desde que se confirmó que Mu Huixue era una jugadora invisible, era razonable suponer que había recibido una canción distinta por parte de la Torre Negra por haber superado el cuarto piso.
El mismo día en que Tang Mo y el jugador ruso Andrei superaron la tercera planta, Mu Huixue ya había superado la cuarta.
No cabía duda: el grupo de los invisibles no debía subestimarse.
Hacía tiempo que Fu Wenduo y Fu Wensheng podían participar en el juego de ataque a la torre, pero lo habían pospuesto. Ahora que partían hacia ella, la única preocupación de Tang Mo era que aquella serpiente —Bai Ruoyao— encontrara una oportunidad para matarlo. Sin embargo, del mismo modo que para Tang Mo resultaba extremadamente difícil acabar con él, para su oponente tampoco era tarea sencilla.
Ambos mantenían una distancia prudente, atentos a cualquier movimiento del otro, mientras fingían una calma que ninguno sentía.
Con paso lento, Tang Mo se internó en un viejo barrio. Estaba a punto de doblar hacia un callejón cuando Bai Ruoyao se detuvo. Se quedó de pie en la entrada, observándolo un instante antes de preguntar:
—¿Vas a la instancia de realidad de la Universidad de Beijing?
Tang Mo le ignoró y continuó caminando.
La instancia de realidad de la Universidad de Beijing se había hecho famosa desde su descubrimiento, medio mes atrás. Con la excepción de la organización Tian Xuan, numerosos grupos poderosos de la capital habían intentado superarla. Y todos, sin excepción, perecieron. Tang Mo, que poseía la Moneda de Oro del Rey, necesitaba aumentar su fuerza y no estaba en condiciones de desafiar un nuevo juego de ataque de torre. Por eso había elegido este lugar.
Imaginó que Bai Ruoyao se lo pensaría dos veces antes de seguirlo, pero ¿quién se esperaría que esa garrapata seguiría aferrada a él?
—¿Puedes adivinar por qué vine contigo? —preguntó el joven de rostro aniñado.
Tang Mo lo miró y, por primera vez, le contestó:
—¿Por qué?
Bai Ruoyao sonrió. Sus ojos recorrieron lentamente a Tang Mo, de la cabeza a los pies, y finalmente le guiñó un ojo.
—Porque… Tang Tang, parece que no te mueres.
Tang Mo se sorprendió ante aquellas palabras, pero al instante recordó algo. Cerró los ojos y, al abrirlos, un destello brilló en su mirada. Entonces fijó sus ojos en el muchacho frente a él; más que observarlo, parecía atravesarlo, como si no lo estuviera viendo realmente. Cuanto más miraba, más extraña se volvía su expresión.
Tras un largo silencio, sus labios se curvaron en una sonrisa agradable:
—Repetiré tus palabras… parece que tú tampoco morirás.
Bai Ruoyao notó algo inusual, pero al examinarlo con atención, Tang Mo aparentaba absoluta tranquilidad. De buen humor, reanudó la marcha hacia la entrada de la Universidad de Beijing, seguido de cerca del otro, que lo observaba con escepticismo y cálculo.
Acababan de pasar junto a un león de piedra, a un lado de la puerta, cuando una voz femenina y majestuosa retumbó en el aire. Giraron la cabeza al unísono y vieron una enorme sombra atravesar la puerta a toda velocidad. Sostenía un libro enrollado y lo descargó con fuerza sobre una niña.
—¡Eres una vaga y te niegas a leer, Mosaico! —bramó la corpulenta mujer, tan alta como un gigante.
¡Ding, dong! Los jugadores Liu Wansheng, Lin Qianxi, Tang Mo y Bai Ruoyao han activado la misión secundaria «La maldición de ir a la escuela y no estudiar bien» y han entrado oficialmente en la instancia de realidad «Todos son basura». Por favor, entren en la escuela y comiencen el juego.
El brillo de los ojos de Tang Mo se ensombreció. Entrecerró los ojos y, por fin, distinguió claramente a la aterradora mujer, plantada en medio de las puertas de la escuela.
