La Tierra está en línea – Capítulo 142: El primer beso de Tang Mo~

Traducido por Shisai

Editado por Shiro


Tang Mo se desplazó de lado para esquivar el cuchillo mariposa plateado. El bello filo giró en el aire y regresó al joven de rostro aniñado.

Bai Ruoyao se impulsó hacia delante. Dos cuchillos mariposa, delgados y brillantes, volaron de sus manos: destellos de plata que recordaban al filo mismo de la muerte. Su velocidad era asombrosa. Tang Mo esquivaba una y otra vez mientras sacaba la pequeña sombrilla y la abría de golpe. Las hojas impactaron contra su superficie, arrancando un estruendo metálico.

Ambos retrocedieron tres pasos.

El rostro de Bai Ruoyao estaba desprovisto de sonrisa. Observaba con frialdad a Tang Mo, y este le devolvía la misma gélida mirada. Tras un momento de mutua tensión, los labios del primero se curvaron lentamente y su mirada se desvió hacia la casilla detrás de su oponente. Allí, un gigantesco fósforo flotaba en silencio, sin desvanecerse.

Apenas Tang Mo había entrado en E4, la Torre Negra anunció el final del juego: las membranas de luz de las casillas desaparecieron junto con los objetos, excepto por dos libros… y ese fósforo.

Los ojos de Bai Ruoyao recorrieron el cuerpo de Tang Mo, como si intentara ver más allá de la carne. Tras un largo tiempo inmóvil, sus dedos se movieron y las mariposas regresaron a sus mangas. Tang Mo entendió que aquel psicópata ya no pensaba atacar y, con calma, guardó también la pequeña sombrilla.

El joven de rostro aniñado avanzó por las casillas.

Con las manos cruzadas tras la espalda, saltaba de una a otra. Cada cuadrícula medía un metro, obligándolo a dar pasos largos y tensos. Sus movimientos eran extraños, casi antinaturales, hasta que de repente se estalló en carcajadas. Su risa creció y creció, reverberando en el aire, sonando cada vez más demente.

Al llegar al borde del tablero, giró la cabeza hacia Tang Mo.

—¿Es ese fósforo?

Tang Mo no se molestó en contestar.

Recogió el fósforo suspendido en el aire y se dirigió hacia Mosaico. La niña de rojo seguía inmóvil frente a su escritorio, atónita. Cuando Tang Mo se acercó y le entregó aquel objeto descomunal, ella lo abrazó con fuerza y alzó la vista hacia él.

El grueso mosaico cubría su rostro, impidiendo que Tang Mo viera su expresión. Sin embargo, la emoción en su cuerpo era evidente: abrazada al fósforo, saltó de la silla con júbilo.

—¡No quiero leer esos malditos libros, esos libros malvados! ¡Los libros deben arder, todos deben arder!

Una voz extraña resonó en el aire:

—… ¿Ese fósforo es importante para ella?

Tang Mo miró a Bai Ruoyao, y este, sonriendo en la distancia, respondió:

—Sí, ese fósforo es muy importante para ella. Oye, Tang Tang, desde el principio tú sabías… —Su voz se se interrumpió de golpe. Sus labios aún sonreían, pero sus ojos se helaron—. Entraste a E4, dijiste de repente que no pensabas salvar a esa mujer… Tang Tang, ¿desde cuándo empezaste a tramar contra mí?

Tang Mo no pensaba responder a sus preguntas, pero al oírlo arqueó una ceja.

 —¿Tramar contra ti?

Bai Ruoyao soltó una carcajada, como si hubiera escuchado la broma más absurda del mundo.

—Solo despejé el juego —replicó, sereno, Tang Mo.

A un lado, Liu Wansheng y Lin Qianxi no entendían nada. Habían visto a Bai Ruoyao lanzarse contra Tang Mo para luego detenerse, y ahora discutir con palabras incomprensibles. Incapaces de descifrarlas, permanecían mudos.

Bai Ruoyao cerró sus ojos; incontables imágenes desfilaron en su mente. Cuando los abrió, su sonrisa se había ensanchado.

—«Todos son basura, Mosaico es superior». E4, el fósforo gigante, luz y oscuridad de las membranas, dejar que esa mujer caminara hacia B4… —Su voz se apagó y sus ojos se dirigieron a Liu Wansheng.

Este se sobresaltó, aferrando su arma con fuerza, temeroso de que el psicópata lo atacara después del juego. Pero Bai Ruoyao solo lo contempló, directamente a los ojos. Y tras un largo silencio, soltó una risa baja.

—¿Gafas de montura negra? Tang Tang, de verdad llegué a creerte.

—Gracias por tu confianza —respondió Tang Mo con ligereza.

—Je, je, Tang Tang… Ahora mismo quiero matarte. ¿Qué debería hacer?

—¿Por qué no lo intentas?

Bai Ruoyao frunció el ceño, sorprendido.

—¿No sabes la razón? Tang Tang, ¿sigues actuando conmigo? Estás destrozándome el corazón. Tú sabes lo que vi, sabes que no vas a morir. Me estás obligando a seguir este juego contigo. Si no me equivoco, esa mirada que en tus ojos ahora mismo dice… ¿eh? ¿Voy a morir? ¿Moriré por tus manos?

El viento gélido recorrió el patio vacío. Mosaico, tras recibir el fósforo, corrió al interior del edificio, ocupada en quién sabe qué. Afuera, los cuatro jugadores permanecían bajo el aire helado, sin responder a las palabras de Bai Ruoyao.

Liu Wansheng y Lin Qianxi no comprendían nada. Solo Tang Mo sabía por qué el psicópata había detenido su ataque.

Bai Ruoyao había visto el aire mortecino que lo envolvía.

Pese a su fachada demente, Bai Ruoyao no era alguien que matara sin lógica. Bajo aquella sonrisa irritante se escondía un jugador calculador, que nunca arriesgaba la misión ni su vida.

Los dos equipos habían creído que debían cooperar para superar la instancia. Pero Tang Mo la despejó solo, dejando de lado a los otros tres. Era imposible que no se sintieran contrariados. Liu Wansheng y Lin Qianxi, sin comprender la situación ni tener fuerza para enfrentarlo, callaron.

Bai Ruoyao… era diferente.

Su fuerza era comparable a la de Tang Mo, y además era un engreído.

Tang Mo vio cómo las llamas se encendían en el edificio, extendiéndose con rapidez hasta envolverlo por completo. Una niña de coletas, con un enorme fósforo en la mano, salió corriendo felizmente del interior. Mientras corría, Mosaico tarareaba una melodía, dirigiéndose al segundo edificio para seguir prendiendo fuego.

Los jugadores permanecían en el patio sin saber qué hacer. En el corazón de Liu Wansheng se libraba una batalla: Bai Ruoyao era un psicópata que podía matarlo en cualquier momento, mientras que Tang Mo había logrado superar la instancia y jugado con todos ellos. Entre ambas opciones, eligió confiar en Tang Mo. Lin Qianxi vaciló un instante, pero al final también se acercó.

Al ver el resplandor de las llamas elevándose al cielo, Liu Wansheng no pudo evitar preguntar con inquietud:

—Tang… Tang Mo, no sé qué está pasando, pero espero que puedas darnos una explicación.

Lin Qianxi también se armó de valor.

—Llevamos varios días atrapados en esta instancia. Hemos visto cómo demasiados jugadores eran asesinados por la mujer lobo y la niña. De hecho, ni siquiera esperábamos obtener una recompensa. Solo queremos salir de aquí. No me importa que superes el juego tú solo; no soy tan fuerte como tú, por eso no gané. Solo quiero saber… si lo pasas por tu cuenta, ¿eso significa que los demás vamos a morir?

En la distancia, el joven de rostro aniñado soltó una risa desdeñosa al oírla. Bai Ruoyao estaba sentado en el suelo, apoyando la barbilla en una mano mientras sonreía al ver a Mosaico incendiando todo a su paso.

Liu Wansheng y Lin Qianxi miraban a Tang Mo con expresión nerviosa. Temían que, si él había despejado el juego en solitario, todos fueran eliminados… ¿y tal vez devorados por la mujer lobo?

—¿Creen que él está preocupado? —preguntó el exbibliotecario.

Ambos siguieron la dirección que señalaba con el dedo.

Bai Ruoyao ladeó la cabeza hacia ellos y sonrió con desenfado.

—No sé cómo resultará, —dijo Tang Mo—, pero no van a morir. Han participado en muchos juegos de la Torre Negra, ¿alguna vez han oído que un jefe de la Torre Negra mate jugadores después de que la instancia se complete con el método correcto?

Liu Wansheng fue el primero en reaccionar y se alegró.

—¿Quieres decir que podemos sobrevivir todos? Si cuatro pasábamos juntos, no habría recompensa y corríamos el riesgo de ser devorados por la mujer lobo. ¿Ahora podremos salir con vida?

—Si no me creen, confíen en él. —Tang Mo señaló a Bai Ruoyao—. No nos está hablando, pero ya lo vio: ahora mismo, es imposible que muramos. La instancia ha terminado oficialmente.

Lin Qianxi tocó el muro invisible que aún no se desvanecía.

—Todavía no podemos salir.

—Probablemente podremos cuando Mosaico regrese —declaró Tang Mo con calma, sin mostrar emoción alguna.

No pensaba ocuparse más de los otros dos jugadores. Aun así, sus palabras bastaron para tranquilizarlos. No sabían por qué, pero estaban convencidos de que tenía razón: no morirían y pronto saldrían de allí. Sin embargo…

Liu Wansheng miró con curiosidad a Tang Mo y no pudo contenerse:

—Tang Mo, quiero saber qué pasó con ese fósforo gigante. ¿Cómo ganaste de repente?

Apenas terminó de hablar, una sombra roja salió disparada del edificio. Un rugido estremecedor retumbó y, en cuestión de segundos, la construcción se desplomó en un mar de fuego. Mosaico reía, sosteniendo el fósforo gigante mientras corría hacia su próximo objetivo.

Tang Mo observó la inocencia en el rostro de la niña y murmuró:

—Le gusta prender fuego y matar, pero sigue siendo una buena chica.

—¿Ah?

Tang Mo repitió sin inmutarse:

—He dicho que Mosaico es una buena niña… que solo disfruta de incendiar y asesinar.

Mosaico era un jefe de la Torre Negra. No era poderosa y a menudo dependía de su fósforo gigante para prender fuego a todo.

Pasariempos: matar e incendiar.

Odios: leer.

Al entrar en este juego, lo primero que hizo Tang Mo fue preguntarle a Mosaico el método para superar la instancia. La respuesta de la niña fue darle el libro para que lo leyera: si lo hacía, la madre lobo no devoraría a los jugadores y la partida se completaría. Pero ella nunca dijo que esa fuera la única forma de ganar.

El nombre de la instancia era «Todos son basura» y la misión principal se llamaba «Todos son basura, Mosaico es superior». Tang Mo metió las manos en los bolsillos, mirando a la niña que jugaba con el fuego.

—En este juego, nada ni nadie importa. La Torre Negra lo dijo desde el principio: Mosaico es superior.

Un destello cruzó por la mente de Liu Wansheng.

—¡Espera, la Torre Negra también mencionó «Supervivencia o loli»! Ese era el dilema.

—¿Y cuál es el problema? —preguntó Tang Mo, mirándolo con frialdad.

—Es similar a las palabras originales de Shakespeare. ¿No quería decir la Torre Negra que teníamos que elegir entre sobrevivir o la loli? Si elegíamos a Mosaico y no la dejábamos leer, ¿no nos devoraría la mujer lobo?

Una risa resonó a lo lejos.

—¿La Torre Negra dijo que había que elegir una sola cosa? —preguntó Bai Ruoyao.

El grupo enmudeció.

—La Torre Negra… no lo dijo —murmuró Lin Qianxi.

Sí, desde el principio, todos habían caído en un malentendido: una falsa premisa sobre cómo completar el juego.

¿Quién dijo que cada instancia de la Torre Negra solo tenía un camino para completarse?

En el juego del hámster, Tang Mo pasó la prueba golpeando suficientes roedores para obtener puntos, aunque también podía hacerlo atrapando al hámster dorado: dos formas distintas de ganar. En el juego honesto de cartas con Fu Wenduo, podían completar la misión eliminando al equipo contrario, cooperando ambos equipos o, como finalmente lo hicieron, derrotando al jefe Pinocho: tres caminos para la victoria.

Mosaico solo había dicho que, si le entregaban el libro, podrían superar la instancia.

La Torre Negra lo había declarado desde el principio: Mosaico era superior. Entre «supervivencia o loli», los jugadores debían escoger a la loli.

Entonces surgía una duda: ¿cuál era exactamente la elección de Mosaico?

—A ella no le gusta leer. Al no darle los libros, en realidad la estábamos elegiendo a ella y no a la mujer lobo. —razonó Liu Wansheng en voz alta—. Pero en las ocho rondas anteriores tampoco le dimos los libros y aun así no ganamos. Entonces… ¿escogerla significa darle el fósforo gigante y dejarla incendiar todo?

Los jugadores capaces de superar el primer piso de la Torre Negra no eran de bajo nivel. Las palabras de Liu Wansheng obtuvieron la aprobación de Lin Qianxi, quien añadió:

—Esto es demasiado. Las reglas de la Torre Negra indican que en cada ronda aparecerá al menos un libro, pero no dicen que el fósforo vaya a aparecer siempre. Si no aparece, no podríamos usar este método para despejar la instancia. Entonces solo nos quedaría matarnos entre nosotros, depender de otro camino… o quizás nunca lograrlo.

De pronto, Liu Wansheng exclamó:

—¡Espera, ese fósforo no apareció una sola vez!

Lin Qianxi se sobresaltó.

—¿Qué?

Liu Wansheng miró a Tang Mo.

—Señor Tang, recuerdo que ese fósforo ya apareció una vez antes… ¿no?

Tang Mo asintió y dio la respuesta.

—En la cuarta ronda.

Liu Wansheng y Lin Qianxi no lo pensaron demasiado al oírlo. En cambio, Bai Ruoyao, sentado a lo lejos, se tensó como si de pronto comprendiera algo. Clavó su mirada en Tang Mo, quien se percató de esto. Sus ojos se cruzaron en el aire y los labios del joven de rostro aniñado formaron unas palabras mudas: «Tang Tang, ¿fue allí cuando empezaste a tramar contra mí?

Tang Mo desvió la vista y pensó en su interior: Ese psicópata se toma demasiado en serio…

La verdad era que Tang Mo no tenía tiempo para urdir planes contra Bai Ruoyao. Al terminar la quinta ronda, fue Fu Wenduo quien le recordó que cada juego de la Torre Negra tenía siempre más de un método de superación. Solo entonces comprendió qué era lo que Bai Ruoyao había observado cuando miraba a él y a Liu Wansheng en la cuarta partida.

Era su aura de muerte.

Al inicio de esa ronda, Bai Ruoyao los había escrutado con ojos extraños. Tang Mo pensó que tramaba alguna locura o… quizá estaba mirando su aura. Ahora todo era evidente: en efecto, observaba la muerte que los envolvía. Y es que, una vez que aparecieron los veinte objetos de la cuarta ronda, el aire mortecino alrededor de Tang Mo y Liu Wansheng se intensificó de repente.

El cambio fue tan brusco que Bai Ruoyao no alcanzó a reaccionar y Tang Mo descubrió su anomalía. El joven de rostro aniñado con cara de bebe pensó que este aire de muerte significaba que Tang Mo probablemente sería asesinado por él y comenzó a atacar. Como resultado, la mujer lobo apareció de repente y Bai Ruoyao pensó que el aire de muerte provenía de ella.

—La Torre Negra nunca acorrala a los jugadores sin salida. —Tang Mo miró a Lin Qianxi y Liu Wansheng y pensó en su interior: La Torre Negra siempre deja pistas en algún lugar.

Así había ocurrido en el juego del hámster: el sexto día, obtuvo el reloj de bolsillo del hombre invisible con el sombrero de Mario. No fue casualidad, sino algo inevitable. La Torre Negra le había dado la oportunidad de descubrir la verdad tras la superposición del tiempo y el espacio. En la cuarta ronda, el aumento del aire mortecino no solo anunciaba la inminente aparición de la mujer lobo, sino también la presencia de cierto objeto entre los veinte que habían aparecido.

El fósforo gigante.

Mientras Liu Wansheng y Lin Qianxi aún le daban vueltas al enigma, Tang Mo habló con voz tranquila:

—Cuando aparece el fósforo gigante, aparece la mujer lobo. Esa fue la pista que la Torre Negra dejó a los jugadores.

Los dos jugadores lo miraron atónitos.

Luego, los ojos de Liu Wansheng se iluminaron.

—¡Eso es! Sí, en la cuarta ronda, la mujer lobo no apareció hasta que lo hizo el fósforo. Mientras despejemos la instancia usando el fósforo, la mujer lobo no aparecerá y podremos salvarnos. No lo había pensado antes… La Torre Negra nos dio una pista. Cuando aparece uno, aparece el otro. Y viceversa.

Bai Ruoyao intervino con una risa helada:

—Je, ni siquiera yo lo esperaba. No es extraño que ustedes tampoco lo pensaran.

La expresión de Liu Wansheng cambió, pero no se atrevió a refutar sus palabras.

De hecho, Tang Mo tampoco lo había deducido solo. De no ser por la advertencia de Fu Wenduo, probablemente la mujer lobo habría aparecido de nuevo y recién entonces él habría atado cabos entre el fósforo y la bestia. Para entonces, Bai Ruoyao también lo habría descubierto y el juego habría quedado en un callejón sin salida.

Pero Tang Mo fue quien primero descifró el secreto y, de manera intencional, guió a Lin Qianxi hacia la casilla B4. Por un lado, le pidió ayuda para iluminar la cuadrícula de Liu Wansheng, lo que parecía cooperación natural entre ambos equipos. Por otro, ese paso de ella apagaba la casilla donde se encontraba el fósforo gigante. Eso significaba que, cuando Tang Mo la pisara después, esta se encendería de nuevo.

En ese momento, Lin Qianxi podía optar por entrar en B2 o en B4, y en ambas iluminaría la cuadrícula de Liu Wansheng.

Tang Mo descartó deliberadamente la opción de B2 y le insinuó con sutileza que entrase en B4. ese modo saltaba el primer paso y llegaba directamente al final, dejando a Bai Ruoyao sin tiempo de reaccionar y obligándola a Lin Qianxi a entrar en la casilla deseada..

Ahora Bai Ruoyao fingía que no había entendido el secreto del fósforo, pero lo que en realidad quería era saber cómo Tang Mo había logrado pensarlo de golpe. Pero este lo ignoró por completo. Metió las manos en los bolsillos y aguardó en silencio.

Cuando la Universidad de Beijing se convirtió por completo en un mar de fuego, Mosaico regresó al patio con expresión radiante, disfrutando de la destrucción.

—Eh, ahora que te miro, me resultas particularmente agradable. ¡Eres una buena persona!

Tang Mo se acercó a la niña y le tendió la mano sin rodeos.

—La recompensa.

Mosaico se quedó sin palabras por un momento, tras lo que gritó:

—¡Eres demasiado! ¡Te estoy elogiando, de verdad te estoy elogiando! Y aun así no te alegras en absoluto.

Ni siquiera el grueso mosaico podía ocultar la expresión deprimida de la niña. Cargando el enorme a la espalda, corrió hacia Liu Wansheng.

—Dime, si te elogio, ¿estarás feliz o infeliz?

Liu Wansheng no se atrevía a ofender a un jefe de la Torre Negra.

—Feliz —respondió con cautela.

Mosaico asintió, satisfecha, y fue dando saltitos hasta colocarse frente a Lin Qianxi.

—Si te elogio, ¿estarás feliz o infeliz?

—… Feliz —murmuró Lin Qianxi.

El último era Bai Ruoyao. Mosaico apenas se volvió hacia él cuando se detuvo, girando en cambio hacia Tang Mo.

Bai Ruoyao sonrió con desenfado.

—Yo también estoy muy feliz. Si Tang Tang no está contento, entonces no tienes que elogiarlo.

Mosaico le dirigió una mueca.

 —¡Bastardo, no quiero elogiarte!

La sonrisa de Bai Ruoyao se ensanchó aún más.

La niña volvió a mirar a Tang Mo, que ni siquiera había pestañeado. Seguía tendiendo la mano, en la clara postura de quien espera una recompensa. Mosaico se sintió injustamente tratada. Esta vez, Tang Mo la había salvado, ayudándola a conseguir el fósforo gigante y permitiéndole prender fuego. Eso la había hecho muy feliz. Pero ese humano apestoso no entendía en absoluto su forma de pensar. ¿Por qué no jugaba con ella?

—¡Malo! Soy solo un poquito más débil que mi madre, ¡solo un poquito! Y aun así no quieres acompañarme a jugar. Solo te importa el juego y la recompensa… —Se quejó durante un largo rato—. ¡Cuando crezca, los mataré a todos, a todos ustedes!

Tang Mo avanzó un paso.

—La recompensa.

Mosaico no podía creerlo.

¿Es que este día no se iba a terminar nunca?

Con gesto abatido, la niña sacó de su bolsillo una delicada cajita de fósforos y se la puso en las manos. Tang Mo había esperado que le diera otro fósforo gigante, así que se sorprendió un poco al ver la caja. La abrió y dentro había tres fósforos pequeños. No eran fósforos corrientes: la cabeza era dorada y el mango, transparente y hermoso.

Mosaico suspiró.

—Son mis fósforos mágicos. Solo me quedaban tres, y te los he dado todos. ¡Ya no tengo más, ni uno!

—Claramente aún quedan… —mumuró Lin Qianxi.

Mosaico la fulminó con la mirada, aunque su voz sonó culpable:

—¡He dicho que no hay más, no hay más! Si quieres un fósforo, no hay forma. Y si me tocas, mi madre seguro los devora a todos, ¡a todos!

Lin Qianxi retrocedió y no volvió a abrir la boca.

—¡Hmph! —bufó Mosaico.

Como un perro fiel con su amo. Tang Mo había planeado regatear para ver si conseguía más fósforos mágicos, pero parecía que la niña no cedería nada más. Aunque podía presionarla, pensó que el riesgo no valía la pena; si la niña se quejaba con el hombre lobo, este podría matarlos. Con esa reflexión, guardó la cajita en el bolsillo.

Habían obtenido la primera recompensa. La segunda…

Los párpados de Tang Mo se crisparon al ver que la niña pasarse el dorso de la mano por la boca, frotando un buen rato antes de bajarla.

—Todavía tengo pelo de canguro de lo que comí en la mañana, pegado a la boca. No importa. Tang Mo, ven aquí y déjame darte un beso.

En teoría, Tang Mo no debería sentir nada extraño. Ni Liu Wansheng ni Lin Qianxi mostraron objeción alguna. Esta era la recompensa extra de la Torre Negra para Tang Mo. No entendían el por qué de tal premio, pero debía tener un propósito especial. Al fin y al cabo, era solo un beso, nada del otro mundo.

Sin embargo, la expresión de Tang Mo se tornó extraña.

Mosaico volvió a limpiarse la boca con impaciencia.

—Tang Mo, ¿qué haces? Ven aquí y déjame besarte.

El aludido guardó silencio.

—¿Tang Mo? —lo llamó la niña.

Liu Wansheng y Lin Qianxi lo miraron con desconcierto. Bai Ruoyao abrió los ojos de par en par y contempló la escena con una sonrisa.

Nadie esperaba que, tras las palabras de Mosaico, una voz profunda resonara en la mente de Tang Mo.

¿Escuché mal? Tang Mo, ¿hay una mujer que dice que quiere besarte? —Fu Wenduo hizo una pausa. Parecía reparar en lo extraño de esa frase y añadió en tono bajo—: ¿Qué clase de juego de la Torre Negra es ese?

Es la recompensa de la Torre Negra —respondió Tang Mo mentalmente.

Fu Wenduo no supo qué decir por un instante.

¿La Torre Negra puede dar ese tipo de recompensas?

¿Dejar que una mujer bese a un jugador?, añadió para sí Fu Wenduo.

¡Yo tampoco pensé que la Torre Negra daría recompensas como esta!, exclamó Tang Mo en su interior.

Primero, el «desprecio de Mosaico» ya era absurdo, y ahora… ¡«el beso de Mosaico»! Que lo besara una niña no parecía nada grave; al fin y al cabo, ella era pequeña y nadie le daría importancia. Pero en cuanto habló con Fu Wenduo, la situación se sintió incómoda. ¿Por qué daba la sensación de que quedaba en ridículo, incluso más que frente a un jefe de la Torre Negra?

¡Un momento! Mosaico no era una mujer, era solo una niña.

Tang Mo se apresuró a explicar:

Su edad real…

Es muy corta.

—Je, je, Tang Tang, ¿no me digas que este es tu primer beso?

Sus palabras fueron interrumpidas y Tang Mo alzó la vista hacia Bai Ruoyao, que lo observaba divertido desde la distancia.

Mosaico también se quedó helada.

—¿Eh, el primer beso? —La niña clavó la mirada en los labios de Tang Mo. Nadie podía ver su expresión bajo el mosaico, pero él sintió con claridad que lo miraba con desprecio. Y, en efecto, enseguida escupió—: ¿A tu edad y aún sin tu primer beso? Que yo no lo haya dado todavía está bien, ¡pero tú, Tang Mo, ¡eres un viejo virgen!

El viejo virgen Tang Mo guardó silencio.

Y al otro lado del huevo de pavo, el viejo virgen Fu Wenduo también.

Los ojos de Bai Ruoyao brillaban.

—Vaya, Tang Tang, ¿de verdad nunca has dado tu primer beso?

Desde niño, ni siquiera había besado a sus propios padres. Tang Mo no supo cómo responder. Su expresión permaneció imperturbable cuando replicó con calma:

—No.

Al pie de la montaña de cristal, Fu Wenduo se detuvo en seco.

Al segundo siguiente, se oyó la voz alegre de Bai Ruoyao.

—Je, je, con esa cara que pones ahora, ni siquiera Lin Qianxi te va a creer. De verdad será tu primer beso~

La aludida Lin Qianxi, que había sido arrastrada a la conversación sin razón, permaneció callada.

Tang Mo la acompañó en su silencio.

¡Maldita sea! ¿Qué con el primer beso? ¡Era sólo ser besado por una niña pequeña! ¿Qué había de malo en ello?

Bai Ruoyao negó con la cabeza, divertido.

—No podemos dejar que esta pequeña se aproveche de ti. Ella nunca ha besado a nadie y el gran Tang Mo sigue siendo virgen. Tenemos que arreglar eso primero. Ah, Tang Tang, ¿qué piensas de Lin Qianxi?

Nombrada de repente, Lin Qianxi se quedó rígida.

—¿Yo?

Bai Ruoyao volvió a negar con la cabeza.

—No, ella tiene novio. No puede quedarse con tu primer beso.

El tono de la mujer se tornó extraño.

—¿Y cómo sabes tú que tengo novio?

Bai Ruoyao rio.

—¿Acaso crees que soy ciego?

Tang Mo bajó la mirada hacia el anillo de compromiso que Lin Qianxi llevaba en el dedo medio y permaneció en silencio.

Bai Ruoyao continuó:

—Lin Qianxi no es posible, y Liu Wansheng… ah, es demasiado feo. Esas gafas de montura amarilla son horribles. La gente normal usa gafas negras. ¿Quién usaría unas tan feas? Si no fuera por esas gafas, ¿de qué otro modo se habría percatado Tang Tang que estaba observando su aire mortecino y, de paso, engañarme? No puedes besarlo, definitivamente no. Lin Qianxi no sirve, Liu Wansheng tampoco… —su voz se fue apagando hasta que parpadeó, sorprendido—. Eh, Tang Tang, ¿quieres besarme a mí?

Tang Mo no pudo soportarlo más.

—¡Ve a besar a tu hermana!

Sin vacilar más, avanzó a grandes zancadas hacia Mosaico y alzó a la pequeña en brazos.

—¡Eh, qué intentas hacer! Tang Mo, no hagas tonterías… —gritó la niña.

Pero Tang Mo no dudó: giró el rostro y empujó su mejilla derecha contra la boca de Mosaico. Esta se asustó.

—¡Espera, aún no he quitado el mosaico!

Sin embargo, él se movió demasiado rápido. Apenas ella había liberado la zona de la boca, la piel de Tang Mo ya rozaba sus labios.

Mosaico se frotó la boca y murmuró con curiosidad:

—Eh, está bastante resbaladizo. —Y entonces lo volvió a besar.

Tang Mo, que había sido aprovechado por la niña, optó por guardar silencio. Con calma, la dejó de nuevo en el suelo y regresó a su lugar original, guardando una distancia de tres metros con ella.

Todo sucedió tan de repente que incluso Bai Ruoyao quedó atónito al verlo tomar la iniciativa de ser besado. Después suspiró con desilusión.

—Eso no fue un beso. —Hizo una breve pausa y luego mostró una sonrisa radiante—. Tang Mo, si no quieres quedarte con tu primer beso… ¿quieres besarme a mí? No me gustan los hombres, pero por ti podría hacer una excepción…

—¡Cierra la boca!

La mano derecha de Tang Mo se movió y un cuchillo salió volando. Bai Ruoyao giró el cuerpo para esquivarlo.

Al otro lado del huevo de pavo, el pequeño Fu se quedó helado mirando a su primo.

—… ¿Hermano?

De repente sonó un fuerte golpe. El niño dio un salto del susto, y hasta el hombre de mediana edad que los acompañaba se sobresaltó.

Fu Wenduo retrajo la mano y dijo con calma:

—Vámonos.

El pequeño Fu miró con expresión atónita el gran agujero abierto en la montaña de cristal. Tragó y apresuró el paso para alcanzarlo. Mientras las grietas se extendían como telarañas por la montaña de cristal, los tres jugadores continuaron avanzando.

Los fósforos mágicos de Mosaico y su beso ya estaban en manos de Tang Mo.

—¿Qué efecto tiene tu beso? —preguntó al mismo tiempo que se frotaba la mejilla.

La niña ladeó la cabeza.

—No lo sé.

Tang Mo no esperaba esa respuesta.

—¿No lo sabes?

—La Torre Negra quería que te besara, así que te besé. ¿Cómo iba a saberlo yo? La última vez te di mi desprecio porque quise dártelo. ¿Y quién diría que eso te convertiría en la persona con la prioridad más baja? Ah, no, en realidad fue para ayudarte, ¡no para hacerte daño!

Mosaico no sabía que esa no había sido el único momento en que su desprecio lo había favorecido. Medio año atrás, Tang Mo había entrado en la instancia del gran topo. El animal olfateó su cuerpo y percibió el desprecio de Mosaico, por lo que no lo mató de inmediato. El efecto del beso aún no se manifestaba, pero si la Torre Negra lo había dado como recompensa, sin duda tendría alguna utilidad.

La niña sostuvo el fósforo gigante y miró la hora en la torre del reloj.

—¡Oh, no, ya casi es la hora! Tengo que ir a la pradera. Seguro que la gente allí me echa de menos. Tengo que prender un fuego y sentir las emociones de todos. —De pronto, sus ojos brillaron de codicia—. ¡Y el pequeño canguro seguro me extraña mucho! ¡Lo sé!

Dicho esto, la niña de rojo, cargando el fósforo desproporcionado con su cuerpo, echó a correr hacia las puertas norte de la universidad.

El jefe de la Torre Negra se fue, y la instancia concluyó por completo.

Sin embargo, Lin Qianxi extendió la mano y su expresión cambió.

—¿Qué pasa? Todavía no podemos salir.

Tang Mo probó y descubrió que seguían atrapados tras un muro invisible. Tuvo un mal presentimiento, y antes de que pudiera hablar, una voz perezosa sonó desde la entrada.

—Ya volví. Mosaico, maldita mocosa que no quiere estudiar, ¿has leído como te dije…?

La voz se cortó en seco. La enorme mujer lobo se quedó de pie en las puertas del campus, mirando el patio vacío con asombro.

Al segundo siguiente, su rugido resonó:

—¡Ahhhhh! ¡¿Dónde está esa maldita niña?! —Giró la cabeza y sus ojos se clavaron en Tang Mo—. ¡Fuiste tú!

De un salto, la bestia hundió las garras en el suelo y se lanzó contra ellos. Tang Mo desplegó de inmediato la sombrilla rosa para bloquear las zarpas.

Todos pensaron que la mujer lobo los atacaría siguiendo el orden de prioridad. De manera inesperada, tras chocar con la defensa de Tang Mo, se giró brusca mente hacia el jugador más cercano: Liu Wansheng.

—¿Fuiste tú? ¿Fuiste tú quien dejó ir a esa mocosa?

Liu Wansheng esquivó el golpe de manera torpe, pero aun así recibió tres zarpazos en el brazo.

Lin Qianxi corría delante de la mujer lobo,  y un grito desgarrado escapó de sus labios cuando sus garras le abrieron la espalda.

—¡Tang Mo, dijiste que no nos mataría!

La mujer lobo se abalanzó finalmente sobre Bai Ruoyao.

—Creí que eras un buen maestro. ¡Estaba equivocada! ¡Humano estúpido, la dejaste escapar!

Bai Ruoyao rodó por el suelo, esquivando una y otra vez las garras que descendían sobre él. Con un giro de muñeca lanzó su cuchillo mariposa directo al cuello de la bestia. Esta blandió su maza y lo hizo trizas contra el suelo.

Un rugido estremeció el aire:

—¡Los devoraré a todos!

Entonces comenzó la persecución. Cuatro jugadores y una bestia descomunal se lanzaron en carrera por el campus ardiente de la Universidad de Beijing.

La mujer lobo, al ver que Lin Qianxi y Liu Wansheng estaban a punto de caer, alzó su maza con furia para estrellarla contra la cabeza de la mujer. En ese instante, desde fuera del campus, resonó una voz asustada:

—¡No está bien, no está bien! ¡Señorita Lobo, su Mosaico fue a prender fuego a la Pradera Espiritual!

Los movimientos de la mujer lobo se congeló. Su rostro palideció, y al siguiente segundo rugió con rabia:

—¡Esa maldita niña! —Corrió hacia la salida mientras gritaba una y otra vez—: ¡La mataré! ¡Esta vez la mataré de verdad! —

Y desapareció más allá de las puertas.

Las cuatro personas se dejaron caer al suelo, con el corazón aún en un puño. Fijaron la vista en el portón, atentos a cualquier regreso. Medio minuto después, los edificios ya estaban devorados por las llamas, pero la criatura no volvió.

—Así que era esto… los jugadores no serían devorados por la mujer lobo… —susurró Tang Mo.

Al incorporarse, comprobaron que el muro invisible había desaparecido. Por fin podían salir.

Emociones encontradas se arremolinaron en los pechos de Lin Qianxi y Liu Wansheng. Evitaron cruzarse con Bai Ruoyao. Hacia Tang Mo, su actitud era más complicada aún: agradecimiento, pero también resentimiento. Después de todo, él había sido el único que se benefició del juego. Aceptaban haber perdido, pero la aceptación no borraba la envidia ni la sensación de injusticia.

—Entonces… me voy —dijo Liu Wansheng.

—Yo también —añadió Lin Qianxi.

Partieron con rapidez. No querían arriesgarse a que la mujer lobo volviera, y menos aún permanecer cerca de Bai Ruoyao y Tang Mo. El juego había terminado: ya no eran aliados ni enemigos, solo jugadores poderosos. Nadie podía asegurar que ellos no intentaran matarlos para robar sus objetos.

En el enorme campus solo quedaron dos personas.

Las llamas aún crepitaban. Bai Ruoyao se sentó en el suelo, apoyó la barbilla en la mano y contempló el espectáculo con un brillo entretenido. Tang Mo lo ignoró y empezó a marcharse. Estaba por cruzar las puertas cuando, tras él, resonó la risa de aquel psicópata.

—Tang Mo, ¿cuándo adquiriste mi habilidad?

La sonrisa era clara, pero el tono helaba la sangre.

Los pasos de Tang Mo se detuvieron. No por la pregunta, sino porque lo había llamado por su nombre en lugar de ese odioso «Tang Tang».

—Cuando caíste en el pozo sin fondo del Corredor de Gemas —contestó con calma.

La sonrisa de Bai Ruoyao se desvaneció.

—Ah, ¿tan temprano? Obtuviste mi habilidad tan pronto… Je, je, Tang Tang, ¿te resulta útil?

Tang Mo no respondió y se dispuso a irse. Apenas había dado un paso cuando recordó algo. Sin volverse, preguntó:

—¿No me seguirás esta vez?

—Tang Tang, ¿quieres que te siga? —La voz de Bai Ruoyao sonó realmente sorprendida.

Tang Mo guardó silencio.

—Oh… ahora me siento especial. Tengo tantas ganas de matarte. Pero sé que no morirás tan pronto. Por eso no te seguiré. Esperaré a que todo se calme y entonces iré a buscarte, para matarte. Tang Tang… no te sientas solo.

No habrá una próxima vez.

Una voz llenó de repente su mente:

—… La próxima vez yo lo mataré.

Tang Mo se quedó atónito antes de responder a la persona que tenía el otro huevo de pavo:

—No, yo lo mataré la próxima vez.

Hay cosas que deben romperse de raíz. Tang Mo no miró atrás; simplemente se alejó con paso firme de la Universidad de Beijing.

Era ya de tarde. El cielo se oscurecía y cada vez más jugadores aparecían en la ciudad tras superar el juego de ataque a la torre. Tang Mo recorrió un callejón, decidido a salir cuanto antes del ámbito de la universidad. El lugar atraía demasiada atención de jugadores poderosos. Necesitaba un lugar seguro para descansar. Quedaban diez minutos en el archivador del huevo de pavo, y él ansiaba escuchar la situación de Fu Wenduo.

Al doblar una esquina, Tang Mo se pegó al muro de ladrillo azulado. Estaba a punto de tomar un camino arbolado cuando se detuvo de repente. En un movimiento relámpago, sacó la sombrilla rosa y la clavó hacia atrás. Una voz masculina, sorprendida, se dejó oír: la punta había quedado a un respiro de su garganta.

¡El psicópata lo había seguido!

El choque resonó fuerte. Tang Mo sostuvo el cuerpo con la mano derecha y apuntó la sombrilla a los tobillos del intruso: si lograba cortar los tendones, todo sería más sencillo.

El golpe estaba a punto de ejecutarse cuando un grito lo interrumpió:

—¡Tang, no! ¡No lo hagas! ¡Soy yo!

La punta de la pequeña sombrilla se detuvo a cinco centímetros del tobillo del otro. Tang Mo alzó la mirada, sorprendido. Una figura gigantesca bloqueaba la luz: bajo la débil luna reconoció el rostro de Jack.

—¿… Jack? ¿Has venido a Beijing? ¿Viniste solo? —preguntó Tang Mo, incrédulo.

La respuesta llegó desde atrás, llena de un júbilo imposible de ocultar:

—¡Hermano Tang!

♦ ♦ ♦

La autora tiene algo que decir:

Viejo Fu: El primer beso de Mo Tang es mío. [Cara Fría]

Mo Tang: Tu primer beso también es mío ^_^

Yao el Canalla: Je, je, mira a los dos viejos vírgenes.

Viejos vírgenes Fu y Tang: Te mataré.

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