Traducido por Shisai
Editado por Shiro
El sol poniente se hundió por completo bajo la tierra, y el último destello de luz se desvaneció en el lejano horizonte.
Tang Mo se quedó inmóvil en cuanto Jack abrió la boca. Al reconocerlos, guardó la sombrilla. Jamás habría pensado encontrar a Jack y a Chen Shanshan en Beijing. Tras la sorpresa inicial, bajó la vista hacia la chica delgada y menuda, convencido de que debían buscar un lugar donde resguardarse. Antes de que pudiera hablar, Chen Shanshan tomó la iniciativa:
—Deberíamos irnos de aquí primero. Esto está demasiado cerca de la instancia de realidad de la Universidad de Beijing. Ya es de noche y no es seguro.
Jack asintió, mientras Tang Mo seguía ligeramente aturdido.
Instantes después, las tres figuras desaparecieron del callejón. Tang Mo encontró un patio vacío y entraron en la casa principal. Jack sacó una linterna de bajo consumo y, al encenderla, una luz tenue llenó la estancia. Era suficiente para distinguir sus rostros, pero no lo bastante intensa como para ser vista desde fuera.
Tang Mo los observó: el extranjero corpulento y a la pequeña de rostro serio. Su mirada se detuvo en Chen Shanshan durante un largo silencio, hasta que por fin preguntó:
—Ustedes… ¿cómo llegaron aquí?
En cuanto los vio, la primera idea que le cruzó la mente fue desconfiar. Tal vez alguien había tomado la apariencia de Jack y Shanshan para que bajara la guardia. Si lo atacaban directamente, él contraatacaría sin dudar, pero al verlos, inevitablemente vacilaría. Ese instante de duda sería suficiente para recibir un golpe mortal. Sin embargo, descartó rápido esa posibilidad.
Si se trataba de un impostor, ¿por qué elegir precisamente a Jack y Chen Shanshan? Los rostros que tendría más sentido imitar eran los de Fu Wenduo, Fu Wensheng o incluso Bai Ruoyao, con quienes Tang Mo tenía un vínculo más estrecho.
La razón por la que pensaba en hipótesis tan enredadas era simple: no lograba comprender cómo dos personas que debían estar en Shanghái habían aparecido de repente en Beijing.
Jack se rascó la cabeza antes de contestar:
—De hecho, no fue idea mía. Shanshan dijo que tal vez te encontraríamos en la Universidad de Beijing. Ella analizó que habías atacado la torre en enero, y que la Torre Negra no te obligaría a atacar por los momentos. Además, superaste el tercer piso apenas el mes pasado. No tendría sentido que te arriesgaras de nuevo tan pronto, así que lo más probable era que siguieras en Beijing.
»Sin embargo, con tantas cosas pasando últimamente, tampoco ibas a quedarte quieto. Seguramente entrarías por tu cuenta en una instancia para fortalecerte. El caso es que la instancia más famosa aquí es la de la Universidad de Beijing, y Shanshan calculó que había un 30% de probabilidad de que la desafiaras. Solo teníamos que esperar aquí, y era muy probable encontrarte.
Jack se volvió hacia la niña.
—Shanshan, ¿dijiste que era un 30%?
Chen Shanshan suspiró con cierta impotencia.
—Sí lo dije, pero eso no es lo que el hermano Tang está preguntando.
Jack parpadeó, confundido.
—¿No preguntó por qué estamos aquí?
—Quiere saber por qué estamos aquí —replicó ella con calma—, refiriéndose a Beijing.
Jack abrió mucho los ojos, como si apenas entonces lo comprendiera.
Habían pasado apenas unos meses desde la última vez que se vieron. Tang Mo observó a la niña corregir al gigante y, pese a todo, no pudo evitar esbozar una leve sonrisa. El gesto llamó la atención de los dos, que lo miraron expectantes.
—Parece que has cambiado —explicó Tang Mo.
—¡Tang, lo notaste! —exclamó Jack enseguida—. ¡Me he vuelto más fuerte! Superé el segundo piso de la Torre Negra el mes pasado y me dieron como recompensa una mejora física. Pero Shanshan no… ella también participó en muchos juegos y superó el segundo piso, pero su cuerpo no ha cambiado. Es extraño.
Tang Mo sabía el motivo, pero no lo reveló.
—¿Y no ves que su cabello está más largo?
Incluso Chen Shanshan pareció sorprendida. Tocó su melena hasta los hombros y murmuró:
—Parece que sí… ha crecido.
Los tres rieron suavemente.
Cada día después de que la Tierra se pusiese en línea parecía un año para los jugadores. Tres meses eran como tres años. Aunque Tang Mo, Jack y Chen Shanshan solo habían estado separados ese tiempo, la distancia se sentía infinita. Gracias a la broma de Jack, la familiaridad volvió enseguida, sin dejar lugar a barreras.
—Fue el profesor quien le pidió a Jack que me trajera a buscarte. —Chen Shanshan fue la primera en ponerse seria.
Tang Mo frunció el ceño.
—¿Luo Fengcheng?
Ell asintió.
—Sí. Jack y yo salimos de Shanghái, pero caímos de casualidad en una instancia en Tianjin, lo que nos retrasó. Al llegar a Beijing, escuchamos que la organización Tian Xuan perseguía al mayor Fu. Esa organización es muy fuerte y nosotros dos somos débiles, así que preferimos esperar a que se calmara la persecución antes de ir a buscarte.
Tang Mo no esperaba que hubieran llegado a Beijing tan pronto.
—Las cosas con Tian Xuan son complicadas. No puedo hablar ahora de eso. Entonces, ¿por qué los envió Luo Fengcheng?
Se dirigía a Chen Shanshan, no a Jack. Su intención le decía que Luo Fengcheng la había enviado a ella en particular.
La niña apretó los dedos y, mirándolo con seriedad, pronunció tres palabras: —La gente invisible.
Los ojos de Tang Mo se abrieron ligeramente, antes de recuperar la calma.
—¿Qué información trajeron de Luo Fengcheng?
Sin rodeos, fue directo al punto. Comprendía bien la mentalidad del investigador: debía de haber descubierto algo vital sobre la gente invisible. Y si había hecho que Chen Shanshan se arriesgara hasta Beijing, era porque la información era urgente y pesaba más que todo lo demás. La organización Ataque no podía manejarlo sola: tenía que llegar a Tang Mo y Fu Wenduo.
Jack, en cambio, se quedó en blanco, sin entender cómo habían pasado de hablar de si el cabello de Chen Shanshan crecía a discutir sobre la gente invisible.
Chen Shanshan siguió el ritmo de Tang Mo. Abrió el pequeño bolso que llevaba consigo y de su interior sacó un grueso fajo de documentos. Tang Mo observó con sorpresa: el bolso parecía diminuto, pero dentro guardaba archivos de casi cinco centímetros de grosor. Claro, al tratarse solo de papel, podían comprimirse en un paquete tan reducido.
La niña le entregó el montón de papeles.
—Esto es lo que el profesor me pidió traerte. Pero al final, estos no son más que hojas. Lo que él realmente quería entregarte… hermano Tang, soy yo. Sé mucho más de lo que está escrito aquí.
Tang Mo recibiós los documentos y estuvo a punto de abrirlos, pero sus palabras lo detuvieron. Al ver la seriedad en su expresión, esbozó una sonrisa leve. Dejó los archivos a un lado y preguntó:
—¿Qué fue lo que descubrió Luo Fengcheng?
La respuesta de Chen Shanshan fue firme:
—La gente invisible son los más de seis mil millones de personas que desaparecieron hace seis meses.
Después, comenzó a hablar con rapidez, enumerando toda la información que la organización Ataque había recopilado, y la contrastó con lo que Tang Mo sabía. Creyó que él ignoraba esos datos, así que no omitió detalle alguno. Solo al terminar comprendió que el otro ya dominaba buena parte de la información.
—La gente invisible son los humanos que desaparecieron y tienen una tabla de clasificación: la lista del tiempo. —Tang Mo tomó una hoja en blanco y comenzó a escribir mientras ella hablaba—. Esto ya lo sabía. Sin embargo, solo conocía que el primer puesto estaba ocupado por alguien llamado Mu Huixue, jamás había oído los otros nombres que mencionaste.
Mu Huixue, Alex Jonard, Richard Mendes…
Chen Shanshan fue dictando y Tang Mo apuntando uno a uno. Cuando terminó, había escrito más de cuarenta nombres. Once eran chinos; veinte, europeos o americanos; los restantes, apenas unos pocos del sudeste asiático y del este de Asia.
Tang Mo giró la pluma entre sus dedos, golpeando suavemente la mesa con la punta. Sus ojos repasaron los once nombres chinos hasta detenerse en Mu Huixue. Levantó la mirada a Chen Shanshan.
—¿Notas algo extraño en la lista?
—Hay demasiados chinos —contestó ella sin vacilar.
Los labios de Tang Mo se curvaron en una media sonrisa.
—Exacto, hay demasiados.
Según Bai Ruoyao, la tabla de tiempos incluía cien personas. La organización Ataque solo había logrado obtener los cincuenta primeros, y de ellos once eran chinos.
—Los nombres son inequívocamente chinos. Incluso si hubiera algunos de Corea del Sur u otros países cercanos, el número sigue siendo demasiado alto. —Su mente trabajaba a gran velocidad, barajando múltiples posibilidades—. Dime… ¿este porcentaje coincide con la proporción de población china respecto al total mundial?
Jack se quedó boquiabierto. Los ojos de Chen Shanshan, en cambio, brillaron con entendimiento.
—Es muy cercano. Además, hermano Tang, la tabla de clasificación de tiempo es, en esencia, una lista de matanzas. Matas a una persona y obtienes diez minutos. Si matas a un jugador que ya posee tiempo, obtienes esos diez minutos más la mitad del tiempo que él haya acumulado. Pero al final, esta mecánica no cambia nada.
Chen Shanshan dibujó un círculo en la hoja, y dentro de él dos círculos más pequeños. En un escribió «10 minutos»; en el otro «10 minutos + X minutos».
—Si matas a alguien, ganas diez minutos. Si matas a alguien con tiempo, obtienes diez más la mitad de lo que haya acumulado. Pero la razón por la que una persona tenía X minutos en primer lugar es porque ya había matado a otros. En el análisis final, el tiempo acumulado equivale a la cantidad de personas asesinadas. La relación es directamente proporcional. —Sus ojos se alzaron con seriedad—. Entonces, ¿qué tipo de persona puede acumular más tiempo?
Jack lo entendió enseguida:
—Los fuertes. Solo los fuertes pueden matar a otros jugadores.
Para su sorpresa, Tang Mo lo contradijo:
—La fuerza no es el factor más importante.
Jack se sobresaltó.
—¿Qué? Entonces, ¿qué es lo esencial?
Tang Mo sostuvo la mirada de Chen Shanshan, y ella terminó suspirando antes de decir en voz baja:
—Lo fundamental es tener suficiente gente alrededor para matar. Eso es lo que determina quién puede entrar en la tabla de clasificación.
Jack frunció el ceño, sin terminar de comprender. Pero aquello era lo de menos. Tang Mo y Chen Shanshan ya habían llegado a la misma conclusión.
—Los humanos que desaparecieron hace medio año representan casi el 90 % de la población mundial. Frente a ellos, los que sobrevivimos apenas contamos. Que haya tantos chinos en la tabla de clasificación significa que había una fuente enorme de puntos… es decir, una población a la que matar. —Hizo una pausa—. Según esta proporción de un cuarto, sospecho que siguen estando en China.
—¿Qué? ¿Siguen viviendo en China? —exclamó Jack.
—Sí. Siguen aquí. Hace medio mes aparecieron los primeros invisibles. En Shanghái, en Beijing, en Tianjin… Es probable que hayan empezado a manifestarse en todo el mundo. Pero hay una certeza: antes de hace medio mes, ningún jugador murió a manos de la gente invisible. De lo contrario, Ataque o Fu Wenduo lo habrían descubierto de inmediato.
Chen Shanshan añadió:
—La gente invisible comenzó a aparecer tras la actualización de la versión de la Torre Negra relacionada con Mu Huixue. Antes de eso, el tiempo que obtenían no provenía de matar a los cuatrocientos millones de jugadores que quedamos… sino de los seis mil millones que desaparecieron con ellos.
Jack se llevó una mano a la frente, mareado, aunque consciente de que Tang Mo y Chen Shanshan acababan de rozar un descubrimiento crucial.
—Entonces… ¿qué significa todo esto?
El intenso intercambio se interrumpió. La niña cerró la boca, frunciendo el ceño como si meditara algo muy grave. Sus labios se abrieron, pero volvieron a cerrarse enseguida. No supo cómo decirlo. O quizás no quiso hacerlo… porque temía que su conjetura fuera correcta.
Una voz masculina, calma y profunda, llenó la habitación.
—¿Luo Fengcheng también llegó a esta conclusión?
Chen Shanshan giró la cabeza de inmediato para mirar a Tang Mo. Este se llevó la mano a las sienes y las frotó lentamente.
Si aquello era cierto, tarde o temprano tendrían que enfrentarlo. De nada servía huir, y la situación era demasiado grave para ignorarla.
—El mundo de los invisibles se está fusionando con el nuestro. Por eso aparecen de vez en cuando, para luego desvanecerse. Un día, ambos mundos se unirán por completo. Y esa fusión… quizá sea lo que la Torre Negra llama la versión 4.0.
Un estruendo cortó el cielo: un relámpago plateado desgarró la oscuridad y bañó de luz todo Beijing.
Cayeron truenos, y con ellos llegó la lluvia primaveral. En el patio, Jack se movió para cerrar la ventana, mientras Tang Mo y Chen Shanshan seguían discutiendo, hilando la información que ambos poseían. Al final de la conversación, la niña observó los densos apuntes que el otro había escrito en el papel y no pudo evitar preguntar:
—Hermano Tang, ¿qué probabilidad crees que tenga esta conjetura?
Tang Mo levantó la cabeza y, bajo la tenue luz, vio a la muchacha mirarlo con seriedad. Sus claras pupilas temblaban apenas. Ella ya había comprendido la verdad, pero aún se resistía a aceptar la cruel realidad que se avecinaba.
No se trataba solo de que sus padres estuvieran en ese mundo… sino de que quizá hubiesen muerto hacía mucho tiempo.
Además, si los seis mil millones de personas invisibles regresaban, aquello sería una catástrofe sin precedentes para los jugadores oficiales, los de reserva y los polizones.
Sí, había un 99 % de probabilidades de que fuera un desastre, no un feliz reencuentro.
Tang Mo sostuvo la mirada de Chen Shanshan. Tras un largo momento, dijo:
—Debería ser yo quien te hiciera esta pregunta, no al revés.
Su pensamiento superinteligente, solo podía dar a una conjetura sin base un 50 % de acierto como máximo. La versión de Tang Mo tendría apenas un 10 % de probabilidades, mientras que el de Chen Shanshan llegaba al 50 %. Habían pasado seis meses; su habilidad debía haberse fortalecido, y la cifra real quizá resultara ser aún más aterradora.
Bastaba con que ella pronunciara un número para que casi con seguridad fuera el correcto.
Chen Shanshan dudó durante mucho tiempo antes de responder en voz baja: —Creo… que es el 100 %.
Apenas cayó la frase, otro rayo sacudió la noche.
Los labios de Tang Mo se entreabrieron, pero no pronunció palabra.
Él acababa de salir de una instancia, mientras que Chen Shanshan y Jack habían recorrido el camino desde Shanghái hasta Beijing. Después, habían dedicado días a buscarlo. Los tres estaban agotados. Tang Mo y Jack se turnaron para hacer guardia, y así lograron descansar esa noche.
A la mañana siguiente, la lluvia cesó.
Tang Mo salió al patio, inspeccionó los alrededores y, al comprobar que no había nadie, regresó a la casa.
—Podemos irnos.
Chen Shanshan asintió y empezó a ordenar los papeles desperdigados sobre la mesa. Tang Mo la ayudó, apartando algunos documentos menos importantes para quemarlos y ganar espacio. En poco tiempo, la superficie quedó despejada. Tang Mo tomó una hoja para echarla a la basura, pero de repente sus movimientos se detuvieron: sus ojos se abrieron de par en par al leer la primera línea.
«Nombre: Bai Ruoyao…».
De inmediato tomó el papel y lo revisó de arriba abajo, con creciente atención. Al terminar, alzó la vista.
—¿Qué es esto?
Chen Shanshan estaba a punto de prender fuego a los demás papeles. Al escuchar la pregunta, se acercó, leyó lo que decía y frunció el ceño.
—¿Eh? ¿Cómo terminó esto aquí? La información que el profesor me entregó trata sobre la gente invisible. Este nombre no tiene nada que ver.
Tang Mo captó el punto clave.
—¿Conoces a Bai Ruoyao?
La niña negó primero con la cabeza y luego asentió.
—No lo conozco en persona, pero escuché al profesor y a Jack mencionarlo algunas veces. Hermano Tang, ¿tú lo conoces? Mejor pregúntale a Jack. Él sabe más de este hombre que yo.
En ese momento Jack se acercó. Su expresión se tornó extraña apenas escuchó la pregunta. El extranjero, habitualmente honesto, mostró una expresión compleja: estaba enfadado, pero al final lo dominaba cierta impotencia. Bajo la atenta mirada de Tang Mo y Chen Shanshan, dejó escapar un suspiro frustrado y contestó:
—¡Realmente, realmente odio a ese maldito sujeto! Hice muchos amigos en China, pero él… él es la persona más irritante que he conocido en toda mi vida.
Por lo que relató Jack, Tang Mo comprendió que Bai Ruoyao había sembrado el caos en Shanghái.
Dos meses atrás, cuando Tang Mo y Fu Wenduo acababan de salir de Shanghái rumbo a Nanjing, aquel psicópata desató una tormenta en la ciudad. Al día siguiente, la Torre Negra lanzó una nueva instancia de reunión. Nadie reparó en el extraño joven con cara infantil que también entró. Y dentro de la instancia, fue la primera vez que lo vieron perjudicar a otros.
—¡Está enfermo! Estábamos listos para superar la instancia. Éramos más de diez y todos podíamos lograrlo, incluido él. Pero se lanzó contra el jefe y lo provocó, causando que seis personas fracasaran. Sí, él pasó el juego, pero no obtuvo ninguna recompensa extra. De los seis jugadores que murieron, dos pertenecían a una poderosa organización de jugadores de reserva de Shanghái. Cuando terminó la instancia de reunión, aquel grupo empezó a perseguirlo frenéticamente. —Jack aún sonaba indignado.
El comportamiento de Bai Ruoyao no lo había afectado directamente, pues él logró superar la prueba. Sin embargo, no podía comprender semejante egoísta dañino; para él, aquel hombre estaba enfermo.
Jack añadió con rabia:
—Los jugadores en Shanghái le dieron un apodo: «el lunático con cara de bebé». ¡Y lo merece, porque realmente está enfermo!
Tang Mo conocía de sobra la locura serpenteante de Bai Ruoyao y no le interesaba lo que este hubiese hecho en Shanghái. Quería saber algo más.
—¿Todo lo que está escrito aquí es cierto?
Jack tomó el papel y levantó la vista.
—Sí, todo es cierto. El doctor Luo quizá no le habló demasiado a Shanshan de ese lunático de cara de bebé, pero conmigo y Tang Qiao sí. Dijo que toda persona deja rastros de su vida. Por eso nos pidió a Tang Qiao y a mí ir a un lugar en Shanghái a buscarlos. Nos advirtió que este tipo de persona era diferente a ti, Tang Mo.
»La personalidad y el comportamiento de ese lunático son extrañas, y su fuerza, aún más. No es fuerte solo por la Torre Negra: ya lo era antes de que la Tierra se conectara, gracias a sus habilidades de combate. Una persona tan poderosa no podía no estar en el radar del país. Si vivía en China, debieron investigarlo. Y hay un lugar en Shanghái donde se guardaban esos datos secretos. Tang Qiao y yo fuimos allí y encontramos esto.
Jack volvió a mirar la hoja de datos y murmuró:
—Lo único es que sigo sin saber quién demonios es.
«Bai Ruoyao, nacido en Chongqing, China, en 1993. Residía en Chongqing antes de que la Tierra se conectara».
No había más información. No se sabía en qué escuela primaria y secundaria estudió, ni a qué universidad asistió. Solo constaba que, dos años atrás, había regresado de pronto a Chongqing desde el extranjero. Desde entonces, había permanecido ocioso, sin trabajo.
Si el gobierno de verdad lo hubiera investigado, ese no podía ser todo el resultado.
Y si existía alguien a quien el país no podía descifrar, lo habrían deportado hacía mucho tiempo, en lugar dejarlo vivir tranquilo en casa. A menos que…
El cuerpo de Tang Mo se puso tensó. Una respuesta increíble se abrió paso en su mente.
No podía aceptarla. Era demasiado absurda.
¿Cómo podía un psicópata como Bai Ruoyao tener semejante identidad?
… ¿Acaso su deducción estaba equivocada?
Sí, debía estarlo.
Tang Mo se obligó a serenarse y arrojó el papel al montón destinado a quemarse. Chen Shanshan lo observó con atención, como si hubiese captado algo, pero no dijo nada. Encendió los documentos inútiles y las llamas devoraron el papel hasta reducirlo a cenizas.
El trío se dispuso a marcharse.
Jack, rascándose la cabeza mientras miraba las cenizas, murmuró con duda:
—¿Por qué el doctor Luo metió por accidente la información de ese lunático de cara de bebé?
Tang Mo hizo una pausa, luego reanudó el paso.
¿Había sido un descuido de Luo Fengcheng o lo había hecho a propósito? Era imposible saberlo. Quizá, al ver el comportamiento de Bai Ruoyao, Luo Fengcheng sospechó que conocía a Tang Mo, y por eso «descuidó» ese expediente entre la información de la gente invisible para hacérsela llegar.
Tang Mo abandonó el patio junto a Jack y Chen Shanshan, rumbo al distrito Chaoyang.
La noche anterior, tras intercambiar información con Chen Shanshan, había llamado a Fu Wenduo y descubierto que su grupo había hecho un gran avance en el juego de ataque a la torre.
El modo difícil del tercer piso suponía un reto para Fu Wenduo, pero solo eso: un reto.
La presencia de Fu Wensheng y el hombre de mediana edad reducía la dificultad de la prueba. Según los cálculos de Fu Wenduo, podrían completar el juego en tres días. Acordaron reunirse en la casa de Fu Wensheng, cuya ubicación Tang Mo ya tenía marcada en un mapa.
Nadie sabía si el asunto de las «tres veces» de Tian Xuan era cierto o no. De camino, Tang Mo evitó con cautela esa organización y también a los jugadores que acababan de salir de los juegos de ataque a la torre. La mayoría estaban heridos, tras combates feroces, y por un tiempo su comportamiento resultaba imprevisible, hostil hacia cualquiera.
Dos días después, Tang Mo llegó al área residencial indicada en el mapa.
Era una zona exclusiva, con vegetación frondosa poco común en la ciudad. Los frondosos árboles separaban las villas, dando al lugar un aire oculto y silencioso. Tras seguir un sendero que se internaba en el complejo, los tres alcanzaron por fin una villa de tres plantas. Según Fu Wenduo, Fu Wensheng vivía en una de las pocas villas de ese tipo, y justo frente a la casa crecía un melocotonero centenario.
Tras las lluvias primaverales, el árbol estaba cubierto de flores rosadas.
—¿Es allí? —preguntó Jack.
Tang Mo asintió.
—Debería ser aquí.
Avanzó hasta la puerta de hierro de la villa y dirigió la vista a la placa del nombre. En ese instante, sus ojos se entrecerraron. De un tirón, sacó la pequeña sombrilla rosa, la abrió y se cubrió con ella.
¡Bang, bang, bang!
Algo metálico chocó contra la sombrilla con una fuerza brutal, obligando a Tang Mo a retroceder un paso. Bajó la mirada y vio que agujas de acero de diez centímetros se habían clavado en el suelo, hundiéndose casi por completo en la tierra. Su corazón se tensó: no había tiempo para vacilar. Sacó un dardo del bolsillo y lo lanzó hacia adelante.
El proyectil atravesó un hueco en la verja de hierro.
Un instante después, una sombra oscura cruzó el patio.
Los ojos de Jack se agrandaron. Lanzó dos bolsas hacia Chen Shanshan.
—¡Escóndete, Shanshan!
Ella atrapó las bolsas con destreza, giró sobre los talones y desapareció corriendo por el sendero.
Jack, por su parte, rugió y golpeó el suelo con fuerza, saltando por encima de la verja para caer dentro del patio. Sujetó enseguida el hombro de la sombra, justo cuando Tang Mo también trepaba por la reja para unirse a él.
El hombre atrapado se giró hacia Jack. Su rostro no mostraba el menor asomo de pánico.
Tang Mo alcanzó a verle el rostro.
Era un hombre de mediana edad, con facciones toscas y una fea cicatriz que se extendía desde la frente hasta la comisura de los labios, semejante a un ciempiés reptando por su piel. Sus ojos, encendidos de violencia, se clavaron en Jack. La mirada de Tang Mo descendió hasta el cuello del hombre y, en ese momento, él soltó una risa desdeñosa.
—¡Ten cuidado, Jack! —gritó Tang Mo, alarmado.
El hombre levantó las manos y, en un parpadeo, docenas de agujas de acero plateado aparecieron en el aire, volando hacia Jack. Este intentó esquivarlas, horrorizado, pero estaba demasiado cerca. Dos agujas se incrustaron en su brazo izquierdo y la sangre brotó de inmediato.
Los ojos del hombre se pasearon con burla entre el cuello de Tang Mo y el de Jack.
—¿Veinte minutos? —se mofó. Levantó de nuevo las manos y otras veinte agujas surgieron. Diez se lanzaron directamente contra Tang Mo y las restantes se dirigieron hacia Jack, que yacía herido en el suelo.
La expresión de Tang Mo se endureció; sin dudar corrió hacia Jack y lo arrastró consigo. Justo en el instante en que lo apartó, las agujas atravesaron el lugar donde se habían estado.
—¡Tang, tiene 1.462 minutos! —exclamó Jack, con urgencia.
—Lo vi —respondió Tang Mo mientras lo sostenía, esquivando otra lluvia de proyectiles.
Las agujas parecían no tener fin. El hombre continuaba levantando las manos, y las agujas salían volando como flechas, obligando a Tang Mo y a Jack a replegarse sin poder contraatacar.
La risa del adversario resonaba en todo el amplio patio.
—¿Veinte minutos? ¿Y corren tan lento?
Jack recibió otra herida en la pantorrilla y el índice derecho de Tang Mo fue rozado por una aguja hasta casi desprenderse. Con cada paso debía anticipar la dirección de las agujas, y con cada evasión se volvían más lentos. El hombre, en cambio, se reía sin cesar, convencido de tenerlos bajo absoluto dominio.
La persecución unilateral duró cinco minutos hasta que Tang Mo, de pronto, se detuvo. El hombre no esperaba tal movimiento y las agujas se clavaron en el suelo frente a él. Una mala corazonada lo estremeció. Tang Mo y Jack intercambiaron una mirada y, al unísono, atacaron en pinza desde ambos lados.
—¡Cerdos, no saben lo que es vivir! —rugió el hombre, y dejó caer ambas manos.
Decenas de agujas aparecieron de nuevo. Cinco se dirigieron a Jack y diecinueve a Tang Mo. Este abrió la pequeña sombrilla y las agujas chocaron contra ella con tal fuerza que lo hicieron retroceder dos pasos. Jack, en cambio, esquivó de lleno y lanzó un puñetazo.
El hombre rodó torpemente para evitarlo, pero el golpe fue tan rápido que, antes de levantarse, Jack lo derribó de nuevo. Apenas alzó una mano para disparar más agujas cuando otro puñetazo lo impactó de lleno. Su expresión cambió, crispada.
—La próxima vez los mataré… —alcanzó a soltar, antes de intentar huir. Pero tan pronto dio un paso cuando se detuvo en seco.
Giró la cabeza lentamente, con terror en los ojos.
Bajo la brillante luz del sol, una sombrilla rosa se apoyaba contra su cuello. Tang Mo la sostenía, bloqueándole el paso con un movimiento firme de la mano derecha. El hombre buscaba desesperadamente una salida, pero Tang Mo giró la palma y de ella salió disparada una cuerda de goma que se enredó alrededor de sus brazos.
—¿Qué es esto? —exclamó, sobresaltado.
La cuerda lo ató con rapidez, y aunque se retorció con todas sus fuerzas, no logró liberarse.
Chen Shanshan entró entonces por la verja. El trío se detuvo a observar al hombre inmovilizado y los cuatro dígitos brillando en su cuello.
—1,456 —leyó Chen Shanshan con seriedad.
Sí. Al inicio, Tang Mo había visto en su cuello el número 1.462. Ahora, seis minutos más tarde, solo quedaban 1.456. Recordó también a aquella mujer de mediana edad con un número en el cuello, pero mucho menor.
—En la información recopilada por Ataque —añadió Chen Shanshan—, la cifra más alta hallada entre los portadores de números en el cuello es 312. No son muchos.
Las miradas del trío se posaron en el hombre. Tang Mo entrecerró los ojos y preguntó con frialdad:
—¿Quién eres?
El rostro del desconocido palideció. La cuerda lo mantenía atrapado y empezaba a comprender que este joven y el extranjero eran más fuertes de lo que jamás hubiera imaginado. En sus facciones pasaron mil emociones hasta que, al fin, apretó los dientes.
—… Soy Li Chaocheng.
Cerró los ojos, aguardando alguna reacción. Esperó diez segundos sin que nadie respondiera. Los abrió, desconcertado, y se encontró tres pares de miradas vigilantes, como si no hubieran oído lo que acababa de decir.
—¡He dicho que soy Li Chaocheng! —vociferó
—¿Y quién es Li Chaocheng? —Jack frunció el ceño.
—¿No me conocen? —preguntó el hombre, incrédulo.
Jack estuvo a punto de replicar: «¿Acaso eres famoso? ¿Por qué deberíamos conocerte?». Pero Tang Mo lo detuvo con un gesto. Fijó la vista en el hombre y habló con calma:
—Recuerdo ese nombre. ¿Qué número ocupas?
Li Chaocheng apretó los dientes.
—El octogésimo noveno.
Incluso Jack entendió la implicación.
¡Era el puesto 89 en la tabla de tiempos, Li Chaocheng!
No era de extrañar que le sorprendiera que no lo reconocieran. Alguien que figuraba en la clasificación del tiempo no era un desconocido. Tang Mo solo conocía los 50 primeros nombres, nada más allá. Entre los tres, únicamente Jack se mostró impresionado por aquella revelación. Tang Mo y Chen Shanshan permanecieron imperturbables, como si lo supieran desde antes.
De pronto, el propio Li Chaocheng se sobresaltó. Su rostro cambió de color.
—¡No… ustedes no son cerdos! ¡Unos cerdos no pueden ser tan fuertes! Además, ¡me engañaron! ¡No me conocen en absoluto! —Su voz tembló, dirigida a Tang Mo—. ¿Quién eres? ¡¿Quién demonios eres?!
♦ ♦ ♦
La autora tiene algo que decir:
Mo Tang: Es el N día desde que el Viejo Fu está ausente. Creo que lo extraño.
