Traducido por Herijo
Editado por Freyna
El lugar donde vivía Marcus Hanson, el antiguo mayordomo de la familia Rosan, era una taberna sórdida en una esquina de la calle Reve. Durante el día hacía trabajos ocasionales y atendía a los clientes por la noche, viviendo en una pequeña habitación adjunta. Marcus tenía muchos hijos y nietos, pero la familia se había separado hacía mucho tiempo.
Artisea nunca había conocido a Marcus Hanson en su vida pasada. En el pasado, su nieta, Lise Hanson, había entrado como criada de Artisea, ocultando su nombre con la intención de vengarse. Creía haber ocultado completamente su identidad. Sin embargo, en ese momento, Artisea ya tenía muchos enemigos por lo que incluso debía tener cuidado con sus nuevas criadas.
Después de verificar el historial de Lise, Artisea pensó que su ambición y temperamento encajarían bien en su trabajo. De esa manera, localizó el paradero de Marcus Hanson. Al haber tomado como rehén a su abuelo, Lise no tenía más opción que ser leal hasta el final.
Sin embargo, en realidad, no había hecho nada respecto a Marcus. Ni siquiera lo había conocido en persona.
Pero cuando entró en la taberna, pudo reconocerlo de inmediato.
Era un hombre de 78 años, pero se mantenía erguido y firme. Aunque el traje anticuado que llevaba estaba desgastado, parecía limpio, incluso sus puños estaban blancos.
Preguntó, sin perder la compostura afilada como una cuchilla, mientras el otro hombre que trabajaba con él estaba claramente nervioso por la espada de Cedric y sus espléndidas ropas.
—Estimados nobles, ¿qué los trae a un lugar como este?
—¿Puede darme un momento de su tiempo, Sr. Hanson?
Marcus guardó silencio por un momento. Pero pronto le dijo al otro empleado:
—Vuelvo enseguida.
—¿Estás seguro, viejo?
—No te preocupes, no creo que quieran matarme.
Dijo eso y se dio la vuelta, alejándose.
Artisea lo siguió, junto con Cedric.
Marcus los condujo a un terreno baldío detrás de la taberna, donde solían depositar la basura.
—Este no es un lugar agradable, pero como soy alguien que hace trabajos menores en este establecimiento, es difícil llevarlos a un lugar limpio. Gran Duque Evron, ¿por qué ha venido a visitar a un hombre como yo? —preguntó, reconociendo a Cedric.
Hace dieciocho años, cuando Marcus fue expulsado del marquesado Rosan, Cedric era un niño de menos de diez años. Sin embargo, Cedric se parecía a su padre, el anterior Gran Duque Evron. Como antiguo mayordomo jefe de la Casa Rosan, Marcus conocía los rostros, las personalidades y el breve historial de toda la alta nobleza. Por esa razón, no era difícil reconocerlo.
—Aunque nuestra familia ha sido expulsada, la Casa Hanson ha servido a la Casa Rosan como nuestros señores durante generaciones. No tengo nada que decirle.
Marcus pensó que la razón de la visita de Cedric era desenterrar las debilidades de la Familia Rosan. Pero Cedric negó con la cabeza.
—Simplemente soy su escolta.
Cedric señaló a Artisea.
Artisea se quitó lentamente la capucha. Su cabello rubio platinado se deslizó sobre sus hombros. Incluso en el terreno baldío que parecía un basurero, el sol entraba bien, haciendo que el cabello de Artisea resplandeciera intensamente.
—Saludos, señor Marcus Hanson. Soy Artisea de Rosan.
Artisea levantó la cabeza. Marcus la miró sin decir una palabra durante un momento.
La ira contenida, el rencor, el anhelo y la tristeza brotaron en su interior, haciendo que el rostro arrugado del anciano, que ya apenas se movía, se contrajera como las olas.
Marcus no sabía qué decir primero.
¿La hija de Miraila? ¿La persona que había causado la ruina de mi familia y la aniquilación de la Casa Rosan?
Pero finalmente habló con voz temblorosa.
—Ciertamente se parece mucho al amo Michael. Heredera Aparente.
Dieciocho años habían desgastado el rencor dentro de él. La vejez había agotado su cuerpo hasta el punto de que no tenía la fuerza para desahogar su ira contenida. El anhelo llamó a la tristeza. El sentimiento más intenso que le quedaba a Marcus era la tristeza. Y la tristeza es un sentimiento que uno desea que la otra persona reconozca. Es el deseo de ser comprendido, reconocido y consolado. No podía ser de otra manera.
Marcus aún extrañaba el marquesado Rosan.
La familia Hanson había servido como mayordomos del marquesado Rosan durante generaciones. Aunque no eran aristócratas, se enorgullecían de ser diferentes a la gente común. Marcus nació en la finca del marqués Rosan y, de niño, fue compañero de juegos de los hijos del Marqués. Desde que tuvo uso de razón, aprendió a trabajar como asistente de Michael Rosan. Después de adquirir algo de experiencia, comenzó a trabajar como mayordomo bajo las órdenes de su abuelo, el mayordomo jefe.
Sus hijos también nacieron en la finca del marqués Rosan, y sus nietos también. Sus hijos recibieron instrucción como mayordomos para seguir sus pasos, y sus hijas se convirtieron en doncellas cercanas de la señora y las jóvenes damas.
No podía evitar sentir nostalgia. Cuanto más recordaba a su familia, cuanto más recordaba los buenos tiempos pasados, más extrañaba el marquesado Rosan. Deseaba que alguien recibiera este dolor, esta tristeza.
Artisea pudo leerlo en el rostro y en los ojos de Marcus. Era el mismo sentimiento que había percibido en Lise Hanson, quien en el pasado había venido a matarla.
—Señor Hanson, es la primera persona que me llama Heredera Aparente —dijo Artisea en voz baja.
Marcus habló con firmeza.
—Heredera Aparente, ¿su madre sabe… que ha venido a este lugar?
—No lo sabe. Si lo supiera, no me habría dejado venir —dijo Artisea, luego puso su mano sobre el pecho y se inclinó profundamente en una reverencia formal. Fue una reverencia tan respetuosa como si estuviera inclinándose ante un sacerdote.
—Señor Hanson, tengo muchas cosas que decirle, pero primero debo disculparme.
—¿Sabe lo que hizo su madre?
—Sí. Mi madre envenenó a todos los descendientes directos de la Casa Rosan e intentó culpar de ello a la familia Hanson. Con el fin de convertirme en la heredera de la Casa Rosan.
El incidente del envenenamiento ocurrió durante el período de luto por Michael Rosan. Sucedió cuando Artisea tenía seis meses de edad.
Cuando la hija que dio a luz Miraila resultó ser el vivo retrato de Michael, la Casa Rosan quedó conmocionada. Pero no había forma de que Artisea pudiera ser hija del moribundo Michael. Tal vez uno de los jóvenes nietos de Michael había jugado con fuego, acostándose con Miraila.
La hija mayor de Michael, que lo sucedió como marquesa Rosan, optó por simplemente reconocer a Artisea como su hermana menor, antes que escuchar que su propio hijo había embarazado a su abuela. Así, Artisea se convirtió en la hija legítima nacida del marqués y la marquesa Rosan.
Pero Miraila, quien había perdido el favor del emperador al quedar embarazada de Artisea, no estaba satisfecha con eso. Necesitaba una salvaguardia más confiable. Vio el funeral como una oportunidad. Envenenó la mesa del banquete, donde se habían reunido todos los descendientes directos.
No había nadie que no supiera que probablemente había sido Miraila.
Marcus intentó acusar a Miraila. Pensó que los parientes colaterales y políticos de la Casa Rosan lo ayudarían. Creía que solo necesitaba pruebas y testigos.
Sin embargo, su inteligente hija, temblando intensamente, lo sujetó.
—No debes luchar, padre. Moriremos.
—Tengo pruebas.
—¿De qué sirve todo eso? Los resultados no llegarán en solo un día o dos, ¿verdad? Incluso si se prueba la culpabilidad de Miraila, seguramente moriremos mientras tanto. Esa mujer es capaz de eso y más.
La hija dijo entre lágrimas:
—¿Quién nos protegerá? ¿Los parientes de la Casa Rosan? Es imposible. Son gente cuyos ojos están rojos solo pensando en qué parte de la herencia pueden llevarse.
—¿Y aun así dices que finjamos no saber? ¡Cuando sabemos perfectamente quién los mató!
—De todos modos, la herencia pertenece a la única superviviente, la señorita Artisea. Si logras revelar la verdad, ¿crees que te lo agradecerá? ¡Te convertirías en el enemigo de su madre biológica!
Las palabras de su hija eran correctas.
—Padre, por favor, ríndete. Nuestra familia y la Casa Rosan ya están acabadas.
Si otro heredero de la Casa Rosan hubiera sobrevivido, él habría luchado lealmente hasta el final. Sin embargo, el único descendiente directo que quedaba era Artisea. En cualquier caso, Miraila no dejaría en paz a la familia Hanson para asegurar su control sobre la Casa Rosan.
Finalmente, Marcus hizo que sus hijos huyeran antes de que ocurriera el desastre. Les dijo que ocultaran sus nombres y olvidaran tanto la Casa Rosan como la familia Hanson. Pensó que si sus hijos podían salvar sus vidas, eso sería suficiente. Sin embargo, él mismo no se atrevió a abandonar ese nombre. Aunque la familia Hanson, que consideraba honorable a su manera, había desaparecido, él seguía siendo Marcus Hanson.
De todos modos, soy un cuerpo viejo. Si algún día Miraila me encuentra y me mata, que así sea.
Eso es lo que pensaba.
La conspiración de Miraila fue atroz, pero torpe y burda. No tenía consejeros útiles ni empleados de confianza. Marcus logró esconderse con éxito.
Entonces sucedió algo más aterrador de lo que su hija había anticipado.
El emperador intervino.
El emperador se había enfurecido enormemente por la infidelidad de Miraila. Pero al final, no pudo permitir que Miraila fuera ejecutada. Los enormes sobornos y el poder encubrieron la verdad.
El emperador abrió nuevamente la puerta de su dormitorio a Miraila. Miraila voló a los brazos del Emperador.
La búsqueda del asesino quedó en nada.
Marcus no pudo volver a mostrar su rostro al mundo. Por eso había sobrevivido aferrándose a su tenaz vida en esta taberna de Reve.
—No tengo intención de poner excusas por lo que hizo mi madre. Pero esta disculpa no la ofrezco en su nombre.
Marcus la miraba fijamente. Artisea se enderezó, lo miró y dijo:
—Como última descendiente de la Casa Rosan, me disculpo por no haber protegido a mis sirvientes leales.
—Heredera Aparente…
—Lo siento.
Bajó la cabeza de nuevo. Los ojos de Marcus se humedecieron. Incapaz de contener las lágrimas, se presionó las comisuras de los ojos con la manga blanca.
Artisea se acercó a él y le ofreció un pañuelo. Marcus lo aceptó.
Cedric estaba observando la escena desde una corta distancia. Como alguien que tenía sirvientes leales que lo habían cuidado más que a su propia familia durante mucho tiempo, y que también deseaba protegerlos, no pudo evitar sentirse profundamente conmovido. Además, sintió calidez en su corazón al pensar que parecía haber aparecido la primera persona que cuidaría de Artisea, quien seguramente había estado aislada dentro de la Casa Rosan.
♦ ♦ ♦
En ese momento, Bill, el mayordomo del marquesado Rosan, le estaba contando a Miraila sobre la visita de Cedric.
Miraila se levantó bruscamente y agitó las manos, visiblemente irritada. Un jarrón de cristal que casi era una obra de arte se rompió sin piedad al caer al suelo. Los fragmentos de cristal de colores se esparcieron y brillaron sobre la alfombra de piel de leopardo.
Bill se arrodilló rápidamente frente a Miraila, sin importarle que el cristal se le pegara a los pantalones. Luego, cortésmente, le ofreció las pantuflas.
Miraila, que estaba descalza y solo llevaba una bata fina sobre su ropa interior, deslizó sus pies en las pantuflas y volvió a dejarse caer pesadamente en el sofá.
—Repítemelo.
—Su Gracia el Gran Duque Evron me preguntó por qué le era leal a usted, señora, y no a la señorita Artisea.
Bill transmitió lo que Cedric había dicho, interpretándolo convenientemente a su favor. Miraila ardía de ira.