La villana vive dos veces – Capítulo 7

Traducido por Dea

Editado por Freyna


El templo en el que se ubicaba el arzobispo estaba en las afueras de la capital, a una distancia considerable de la misma.

Aquello se debía, en parte, a la doctrina que defendía la necesidad de uno a distanciarse del mundo profano y, por otro lado, a razones prácticas de intentar establecer cierta distancia con la esfera de influencia del emperador.

En la capital había varios templos pequeños que eran frecuentados por los plebeyos. Aun así, cuando los nobles tenían tiempo, visitaban este templo, que además contaba con hermosos y pintorescos paisajes.

Incluso la familia imperial había acudido al templo para algunos sacramentos importantes.

Esa también era una de las maneras para confirmar su autoridad.

Cedric se adentró en el bosque con varios caballeros bajo su mando para ir al templo.

Un carruaje se encontraba en medio de la calle, en un ángulo extraño.

—¡Guau!

Freyl, que estaba adelante, tiró de las riendas de su caballo para detenerse. Cedric también se detuvo después de él.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó Freyl. El cochero se quitó su sombrero e inclinó su cabeza avergonzado.

—Disculpenme, caballeros. La rueda de nuestro carruaje se ha salido.

—¿La rueda se salió? —Freyl miró a Cedric y, cuando este asintió, él se bajó de su caballo.

Iban a caballo, así que perfectamente podían desviarse del camino y pasar de largo.

Pero ni Cedric ni los caballeros eran ese tipo de personas. Tampoco tenían razón para apresurarse.

Cedric observó la situación por un momento.

El soporte que conectaba el eje con la rueda, por alguna razón, se había soltado y eso provocó que la rueda se saliera.

—Esto es inusual. ¿Cómo estabas manejando el carruaje? —reprendió Freyl al cochero vigorosamente. El hombre nervioso se secó la frente con la mano.

—Estaba manejando con cuidado, no sé cómo ocurrió.

—¿Puedes arreglarlo?

Cedric se bajó de su caballo y se acercó a Freyl.

—No es tan difícil. Solo hay que montar la rueda y poner el soporte en su sitio. Eso requiere un poco de fuerza, pero parece que las personas que iban dentro del carruaje eran mujeres, así que no pudieron arreglarlo —informó y Cedric asintió con su cabeza.

Una joven que estaba parada en la sombra de un árbol a pocos metros se acercó a él con su sirvienta. Parecía ser la dueña del carruaje.

—Gracias por su ayuda.

—De nada —le respondió Cedric y volteó a mirarla. En ese instante, se quedó perplejo.

Ella tenía el mismo rostro que había visto en su sueño.

Era más joven, mucho más bonita, pero sin duda era la misma mujer.

—Me preocupaba tener que caminar desde este lugar hasta el templo —dijo la chica en voz baja.

—¿Cómo podría una hermosa señorita caminar desde aquí hasta el templo? No se preocupe. Lo arreglaremos enseguida —intervino Freyl, golpeando su pecho.

Cedric lo miró con desprecio; eso no era algo que él podía garantizar. El presumir frente a mujeres atractivas era un mal hábito que Freyl tenía.

La joven sonrió suavemente. Lucía como una sonrisa amarga y al mismo tiempo parecía que estaba intentando contener su risa.

Su expresión fue superpuesta por un rostro lloroso.

Cedric desvió su mirada de su cara, sintiéndose desconcertado. El carruaje fue reparado rápidamente.

La chica agradeció a los caballeros uno por uno y dijo:

—Lamento haberlos molestado.

—No tienes que disculparte. Es nuestro deber ayudar a aquellos que lo necesitan. Eres una dama hermosa, es peligroso que salgas sin escolta.

De nuevo, Freyl habló en lugar de Cedric.

—Es solo un viaje de mediodía al templo. Estamos en medio del camino así que no es conveniente ahora, pero cuando lleguemos al templo, les agradeceré de forma apropiada.

—No, no tienes que hacerlo —contestó Freyl, pero Cedric asintió de acuerdo.

Luego él mismo abrió la puerta del carruaje. Artisea parecía estar avergonzada.

—Por favor, suba —habló brevemente y extendió su mano.

Artisea dudó y sus mejillas se tiñeron de rojo, pero finalmente tomó su mano y entró al carruaje.

El grupo a caballo de Cedric se dividió en dos.

Unos iban un poco más adelante del carruaje y los demás estaban detrás.

Artisea se dio cuenta de que se debía a que pretendían servir como escoltas.

Cuando las puertas del templo finalmente estuvieron a la vista, el grupo de Cedric aceleró el paso y se alejó. No iban directo al templo, sino que tenían planeado visitar la residencia personal del arzobispo.

Una vez que el carruaje de Artisea se detuvo en la entrada principal del templo, el sacerdote salió corriendo a recibirla.

—Bienvenida, señorita Rosan.

—Gracias por venir a recibirme a pesar de mi inesperada visita —Artisea le ordenó a Alice que sacara una pequeña caja que había llevado—. He traído velas de cera perfumadas. Me gustaría ofrecérselas a la estatua del Hijo de Dios.

—Sígame, por favor. Estoy seguro de que el Hijo de Dios estará muy complacido con su gran devoción, señorita Rosan.

El sacerdote estaba encantado. Las velas perfumadas que había dentro eran insignificantes, pero la caja era un artículo muy valioso con una incrustación de rubí en el centro, después de haber sido moldeada en oro y cubierta de satén [1].

Eso era mucho mejor que hacer una donación directa.

A pesar de que el templo había sido secularizado [2] hace mucho tiempo, ellos aún querían pretender ser pobres y honrados.

Artisea siguió lentamente al sacerdote con la caja.

Él no la llevó a la sala principal, sino a una pequeña capilla con la estatua del Hijo de Dios.

Artisea se acercó a la figura y se arrodilló respetuosamente.

Abrió la caja y tomó las tres velas. Luego las colocó frente a la estatua del Hijo de Dios, las prendió y juntó sus manos.

Cuando era niña, rezaba mucho, pero desde que cumplió 16 años no volvió a rezarle con sinceridad a Dios.

Pero ahora quería hacerlo con todo su corazón.

Usé magia y sacrifiqué mi cuerpo por ello, por favor, perdóname. Aunque esté sirviendo a los tontos y los malvados, el gran duque Evron es un hombre justo. Por favor, cuida de él. Y por último, protege a tu santa hija, Licia.

Por cada vela, hizo una petición.

Cuando se levantó luego de una breve oración, el sacerdote le preguntó cortésmente:

—¿Le gustaría ver al arzobispo?

—No. Solo tomaré un té y descansaré antes de volver.

—Entonces prepararé el gazebo [3] para usted.

—Y una cosa más, por favor.

Artisea le guiñó un ojo a Alice.

Alice con rapidez tomó una moneda de plata de su bolsillo y se la dio al sacerdote, quien la agarró despreocupadamente y la metió en su manga.

—Algunos caballeros nos ayudaron a reparar la rueda de nuestro carruaje de camino al templo. Me gustaría agradecerles como es debido, así que ¿podría guiar a mi criada hasta ellos?

—Si eran caballeros, debe haber sido el grupo a cargo de Su Gracia, el gran duque Evron.

El sacerdote llamó a un servidor y le pidió que guiara a Alice. Luego, él mismo condujo a Artisea al gazebo.

Artisea siguió al sacerdote lentamente a través del templo.

Como el templo estaba ubicado en un lugar hermoso, gran parte de la gente que acudía a él también aprovechaba para descansar.

Además, algunas damas nobles profundamente religiosas vivían cerca y acudían al templo todos los días.

Por esa razón, se construyeron varios gazebos en los extensos terrenos del templo, para que los visitantes pudieran disfrutar el hermoso paisaje natural sin ser interrumpidos.

Artisea esperó un rato sola, sentada en el gazebo al que el sacerdote la había llevado. El arroyo que fluía a un lado de la construcción producía un sonido armonioso.

Pasó media hora hasta que Alice regresó con el sirviente.

Él llevaba una tetera con agua caliente y una cesta de mimbre, mientras Alice sostenía una caja que tenía dentro un juego de té.

—Mi señorita, repartí las loncheras como usted indicó. Les gustaron.

—Bien hecho.

La comida que se servía en el templo no incluía productos cárnicos. Por ende, no sería suficiente para los caballeros.

Artisea había planeado todo desde el principio, así que había empacado mucha comida.

—También invité al gran duque como ordenó. Mi señorita, usted también debería comer algo.

Mientras Alice hablaba, abrió la caja que había traído y sacó las cosas que había en la canasta de mimbre.

Artisea no tenía mucho apetito, pero tenía que preparar la mesa porque lo había invitado.

Alice puso algunos platos en la mesa, con pequeñas porciones de sándwiches, panecillos y mermeladas.

Mientras tantó, Artisea preparó ella misma el té. Una refrescante esencia cítrica flotaba en el aire.

Cuando Artisea sirvió el té en su taza, Cedric por fin llegó a su gazebo.

Artisea se levantó de su asiento. Su corazón latía con fuerza. Ella nunca se había sentido así.

No estaba segura de si se debía a la tensión.

—Le saludo nuevamente, Su Excelencia, gran duque Evron. Soy Artisea Rosan —inclinó su cabeza de forma respetuosa.

Cedric añadió un par de palabras para confirmar lo que ella acababa de decir:

—La marquesa Rosan…

—Sí, soy su hija.

—Si sabías que soy el gran duque Evron, y planeaste todo esto para establecer una conexión conmigo, también deberías saber que la marquesa Rosan no es de mi agrado. ¿No es así?

—Te diste cuenta de eso.

—No soy tan estúpido. ¿Cómo podría caerse de esa forma la rueda de un carruaje en perfecto estado? —continuó Cedric—. Incluso tenías loncheras preparadas con comida, como si lo hubieras planeado todo desde un comienzo.

Artisea se sintió un poco avergonzada.

—Hay algo que necesito decirte. Si no hubiera hecho esta pequeña conexión, te habrías dado vuelta en cuanto supiste que soy la hija de Miraila Rosan.

Cedric la observó en silencio.

 A pesar de todo, él no le habría dado mucha importancia si no hubiese sido por el terrible sueño que tuvo la noche anterior.

Artisea lo miró directamente a los ojos.

Cedric pensó que sus ojos color turquesa eran como piedras preciosas.

A diferencia de la mirada triste que había visto en su sueño, sus ojos brillaban con calidez.

Así que se sentó.

—Espero que lo que tengas que decirme sea valioso y no me hagas perder el tiempo.

—Gracias.

Artisea volvió a inclinar su cabeza respetuosamente.

Mientras Artisea vertía el té caliente en la taza, Cedric dudó un momento. Él no se sentía realmente cómodo. Sabía que Artisea intentaba hacer algo, aunque pensaba que, en el peor de los casos, se trataría de una mala broma. No podía tampoco ignorar que era la hija de la marquesa Rosan.

Sin embargo, decidió al menos tomarse su taza de té. Él podía levantarse e irse en cualquier momento.

—Por favor, pida mi mano en matrimonio.

Él se atragantó con el té caliente.


[1] El satén es un tejido de algodón caracterizado por un elegante brillo exterior, de tacto liso y brillante, una cara del tejido es más mate que la otra.

[2] La secularización es un proceso mediante el cual, la religión va teniendo un peso menor en una determinada sociedad. Pasando de posiciones teológicas a agnósticas y ateas. La secularización implica que los ciudadanos de una determinada sociedad, normalmente países, sienten un menor apego por la religión.

[3] Un gazebo es un pabellón de planta simétrica, generalmente hexagonal o circular, que comúnmente se encuentra en los parques, jardines, y en áreas públicas abiertas. Los gazebos se encuentran aislados, techados, y abiertos por todos los lados; proporcionan sombra, un abrigo de características básicas, función ornamental en un paisaje, y un lugar de descanso.

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