Lucía – Capítulo 37: Amor, comprensión y familia (1)

Traducido por Maru

Editado por Tanuki


Lucía luchó con él toda la noche y apenas pudo dormir al amanecer. Cuando despertó, ya era de día. No le gustaba su nueva forma. Su tenacidad era insondable y ella ya había renunciado a explicar su resistencia.

Seguía pensando en levantarse de la cama, pero su cuerpo se negaba a escucharla. Con un entrenamiento tan duro dos días seguidos, su cuerpo se sentía lánguido.

Cayó en un sueño superficial y, al despertarse, sintió un suave toque en el pelo y abrió los ojos. Ella no sabía cuándo había entrado él, pero estaba sentado en la cama y acariciando su cabello.

Tenía los ojos somnolientos y lo miraba con la mirada vacía. Sus miradas se encontraron y él bajó la cabeza y la besó suavemente.

—Estaba preocupado porque aún no estabas despierta. ¿Estás bien?

El suave toque en sus labios le dijo que esto era real. Anoche, lo odiaba un poco, pero al verlo ahora, ese odio se desvaneció en el aire.

—Al menos tienes conciencia.

Ella lo culpó sin rodeos y cerró los ojos. luego lo escuchó reír un poco.

Sus dedos corrieron por su cabello, barriendolo como un peine. Se sentía bien y daba un poco cosquillas.

Mi cabello está completamente despeinado, ¿no?

Tan pronto como este pensamiento vino a su mente, la somnolencia la abandonó y ella levantó la manta sobre su cabeza.

—¿Qué pasa? —preguntó Hugo.

—Mi cabeza…

—¿Duele? Voy a buscar al doctor…

—No, no es eso.

Ella bajó un poco la manta y lo miró.

—Yo… no me sequé el cabello correctamente ayer. Probablemente sea un desastre.

Era el corazón de una mujer que quería verse bonita frente al hombre que amaba.

No podía entender a qué se refería y con una inclinación de la cabeza, arrancó la manta de su cuerpo. Ella dejó escapar un pequeño grito y él le dio un beso ligero.

—¿Qué dices? Te ves guapa.

Lucía lo miró fijamente, su mirada llena de intención.

—Ligador…

—¿Qué?

—Nada.

Hugo se sintió agraviado. Si ella dijera eso en el pasado, honestamente no tendría nada que decir. Pero no esta vez…

—Vivian, ¿hice algo mal?

—¿No estás ocupado?

—No cambies el tema. Sé que tu lista me define de esa manera, pero ¿por qué dices esto ahora, de repente?

—¿Qué lista?

—Sé que tienes una lista de todas las cosas que he hecho mal en tu cabeza.

—¿Qué?

Lucía quedó estupefacta y se echó a reír.

—¿Hay una lista en mi cabeza?

—¿No estás agregando constantemente uno cada vez?

Lucía se echó a reír de nuevo. Él la miró agriamente cuando comenzó a reír. No podía ver cómo sus palabras eran tan divertidas y no podía entender su risa.

—Entonces, ¿cuándo hice esta lista? —preguntó Lucía.

—¿Por qué me estás preguntando? Lo sabes mejor que yo.

Lucía se encogió de hombros y se echó a reír de nuevo. Era muy divertido pensar que también se preguntaba qué estaban pensando otras personas.

“Cosas que he hecho mal.”

A través de estas palabras, admitió que la había perjudicado. Ella solía pensar que era alguien que no lo admitiría fácilmente, incluso si cometía un error.

—No hay tal lista. No puedo soportar algo tan complicado.

—Entonces, ¿por qué dijiste eso antes?

Lucía tímidamente frunció los labios.

—Porque… dijiste eso de repente.

—¿Qué dije?

—Que… parecía guapa.

Lucía se sintió un poco avergonzada de decirlo ella misma y sus palabras no fueron claras. Se había oído a sí misma siendo descrita como gentil o linda, pero no creía que la palabra “guapa” coincidiera con su apariencia.

—¿Está mal decir lo que siento?

Lucía lo miró sin comprender. Era coqueto, sí, pero no era del tipo que susurraba nada dulce, por lo que sus palabras salieron un poco hostiles.

Tenía mucho en su nombre y, como tal, era el coqueteo al que las mujeres amaban aferrarse. Lucía extendió la mano y se frotó la cabeza.

Como se esperaba, con solo tocar su cabello, podía sentir su desorden. Incluso sin mirar un espejo, era obvio que era un desastre.

—¿Bonita? ¿Esta vista?

—No sé qué tiene de malo, te ves bonita.

Su expresión no cambió en absoluto. Era como si estuviera mirando un árbol y diciendo que era un árbol. Mientras Lucía seguía mirándolo dubitativa, su expresión se volvió cada vez más incómoda.

—¿Es que no te gusta esa forma de expresión? Entonces, tu belleza es tan brillante que ciega los ojos…

—¿Te estás burlando de mí? —replicó Lucía hoscamente. Hugo suspiró y se frotó la frente.

—¿Qué quieres que haga?

—¿Bonita? ¿Yo?

—Sí. Eres bonita.

Ella no sabía lo que él estaba pensando, pero decidió no pensarlo de manera compleja. Era bueno incluso si se trataban de palabras vacías.

Se sentía complacida, feliz, cosquilleante por dentro, y cuando lo miró, no pudo evitar reírse.

Su expresión se volvió algo retorcida y habló.

—No te rías así. Me dan ganas de comerte.

Lucía se rio aún más fuerte y al mirarla, Hugo también se echó a reír. Era difícil precisarlo, pero de todos modos, era agradable verla sentirse cómoda.

Después de admitir que la amaba, su corazón estaba más tranquilo y su estado de ánimo estaba más relajado.

Cuando él estaba lejos de Roam, ella estaba constantemente en su mente. Se habían reconciliado antes de irse, pero esa reconciliación fue algo insuficiente y lo hizo sentir incómodo.

No apagaban el fuego, sino que simplemente lo cubrían para no verlo. Le preocupaba que cuando volviera a Roam, ella se alejaría ya que el problema no estaba completamente resuelto.

Sin embargo, contrario a sus preocupaciones, a ella le iba muy bien. Más bien, se volvió aún más brillante que antes.

La idea de que ella estaría completamente bien sin él hizo que su corazón se enfriara.

La quiero.

Quería su integridad, su cuerpo y su corazón.

Pero, ¿cómo podría tener una mujer que declaró que nunca lo amaría? Era el mayor desafío en su vida.

Nunca se había enamorado correctamente antes. El hermano que amaba dijo que lo quería pero que finalmente eligió la muerte.

Ella iba a ser su primer amor. Sin embargo, era una tragedia que hubiera experimentado demasiado amor físico antes de darse cuenta del amor emocional.

A veces, el amor era tan simple que una palabra honesta de confesión podría ser la clave, pero él no lo sabía.

—¿Está bien que te quedes aquí? ¿No estás ocupado? —preguntó Lucía.

Hugo podía sentir que su voz era mucho más clara que antes.

A ella le gusta que la llamen guapa.

Ahora, comenzó a hacer una lista en su cabeza.

—Ocupado o no, no hay fin de trabajo para mí, así que puedo descansar mientras no lo haga.

—¿Entonces no estás trabajando?

—No es así, quiero decir que no tienes que preocuparte por eso. ¿Es problemático si no trabajo?

—Podría ser.

—¿Por qué?

—El esposo tiene que alimentar a la esposa. Y para hacer eso, tienes que ganar dinero.

Hugo no pudo evitar reírse.

Lucía levantó la cabeza para mirarlo ante el sonido de la risa. A veces, él se reía de manera extraña cuando ella decía algo y Lucia no podía decir de qué parte se reía.

—Sería muy fácil alimentarte. Incluso si gano dinero, parece que realmente no lo usas.

—Lo uso. ¿Sabes cuánto dinero se necesita para organizar una fiesta?

—Me refiero a gastos personales.

—También lo uso para gastos personales. Compré flores para decorar el jardín…

—Vestidos o joyas. Ese tipo de cosas.

—He gastado en eso. Gasté mucho dinero para reparar un vestido, pero el almacén de Taran está repleto de joyas. No podría usarlas todas hasta que me muera.

Esto se debía a que las mujeres nobles tendían a acumular muchos adornos preciosos. Para una familia de considerable riqueza, habría adornos preciosos que se pasaban de generación en generación, sin embargo, estos adornos serían propiedad de la familia.

En el cuidado de un divorcio, los adornos preciosos obtenidos por las mujeres nobles fueron completamente reconocidos como su propiedad aparte de la pensión alimenticia.

La conversación no logró transmitir su punto de vista, por lo que Hugo habló un poco más directamente.

—¿No quieres gastar mi dinero?

Lucía pensó en el significado de sus palabras por un momento y luego se echó a reír.

—No es así. ¿Crees que sí?

Sorprendentemente, él era bastante sensible. Descubrir este lado inesperado de él era tan lindo que Lucía no podía parar de reír. Pensar que el hombre enorme que liberaba una enorme presión era lindo… tal vez este era un efecto secundario de estar con Damian.

Como había mirado al pequeño Hugo durante mucho tiempo, mirando al gran Hugo ahora, el nivel de amenaza anterior se había reducido a la mitad. No se le ocurrió que tal vez esto fuera resultado del esfuerzo de Hugo.

Si Lucía recordara su primer encuentro en el Baile de la Victoria, podría decir cuán diferente era  Hugo en aquel entonces. Aun si fuera el rey de las bestias en todo el mundo, frente a ella, mató su impulso, volviéndose más dócil.

—¿Por qué te ríes? —preguntó el duque.

No podía ver la imagen del duque de Taran, el león negro de la guerra que abrumaba a la gente simplemente por estar allí, en el hombre que gruñía frente a ella.

Y entonces, el conejito, Lucía se sentó a los pies del gran león, riendo y pensando que era lindo.

—Estaba tan sorprendida. No esperaba que pensaras así. A decir verdad, no me gustan las compras innecesarias.

—Ah… cierto. Nuestra señoría está acostumbrada a ser ahorrativa y frugal.

—Sin embargo, es algo bueno.

—¿Dije lo contrario?

Nunca había oído hablar de una esposa que fuera criticada por ser frugal. Pedirle que usara y gastara su dinero parecía un chiste ahora.

Su esposa era frágil, sentía que la aplastaría si la abrazaba un poco más fuerte, pero tenía una voluntad sólida, confianza e independencia en sus pensamientos. Aunque su apariencia estaba llena de contradicciones, no se contradijo.

Hugo necesitaba algo para aferrarse a ella. Ya había un fuerte vínculo de matrimonio que los unía, pero faltaba algo.

Quería encontrar algo basado en sus deseos personales para que ella nunca pudiera escapar de él. No era dinero ni tampoco poder.

En cuanto a sus actividades sociales, se limitaban a la cantidad mínima necesaria que tenía que hacer. No había muchas personas con quienes intercambiaba palabras frecuentemente y no había establecido una relación activa con personas influyentes de los círculos sociales del norte.

Lucía no mostraba mucho interés en su trabajo ni tampoco husmeó en su oficina.

Dinero y poder.

Si uno resta los dos, ¿qué más hay para que los humanos tengan?

Las personas de la clase baja no tenían dinero ni poder, pero tenían familias e hijos con amor.

¿Que tenían ellos?

¿Es el niño?

Ante el repentino pensamiento, su estado de ánimo se volvió sombrío. Definitivamente no quería que existiera un niño nacido de su sangre. Incluso si no hubiera razón, no podría darle un hijo de todos modos.

Cuando lo pensó detenidamente, se encontró bien. Muchas mujeres lo habían probado y tenía confianza.

Si él podía hacerla tirar y girar por la noche porque estaba sola sin él, eso realmente estaba matando a dos pájaros de un tiro. Era un poco instintivo, pero en primer lugar, cuanto más instintivo era el deseo, más codicioso era.

El problema era que él no estaba muy seguro de si a ella también le gustaba, así que decidió obtener algo de confianza.

—¿Te gusta hacerlo conmigo?

—¿Eh?

—¿Estás satisfecha en la cama?

La cara de Lucía, hasta el cuello, se puso roja gradualmente. Miró su descarada cara por un momento y luego se dio la vuelta, con la espalda hacia él.

—Necesito dormir un poco más. Deberías darte prisa y volver al trabajo.

Hugo se sorprendió considerablemente cuando ella se alejó. ¿Era terrible en la medida en que ella ni siquiera quería responder?

Se apresuró a tirar de ella.

—Vivian, ¿cuál es el problema? ¿La longitud? ¿Número de veces? ¿No hay suficientes caricias? ¿O es la posición…?

Lucía se incorporó rápidamente y le gritó.

—Eso es suficiente, así que por favor, ¡para! ¿Cómo puedes? Tú… tú… esas palabras…

Su rostro estaba tan rojo como una manzana mientras divagaba causando que él se riera. Verla avergonzada y conmocionada le hizo querer burlarse de ella.

—¿Qué pasa de repente? He dicho mucho más cosas picantes que eso.

—Eso… la situación era diferente.

—En el dormitorio. En la cama. ¿Qué es tan diferente?

—Incluso si estamos en el mismo lugar, ha pasado el tiempo, por lo que la situación es diferente. Ahora es de mañana…

Lucía se sacudió cuando él se subió sobre sus rodillas y se acostó en la cama. A pesar de que no había lugar para escapar, ella estaba pensando en escapar. Sin embargo, fue más rápido. Sus brazos interceptaron su cuerpo en la cama, cerrando cualquier espacio por escapar.

—No es que nunca lo hayamos hecho en la mañana anterior.

—También dormiste demasiado entonces…

—Tus criterios son bastante únicos. ¿Está bien hacerlo de la noche a la mañana pero no por la mañana?

Bajó la cabeza y cubrió sus labios con los suyos. El beso que comenzó suavemente se encendió rápidamente mientras sus lenguas se enredaban entre sí. Su lengua revolvió dentro de su boca, acariciando sus encías, acariciando el interior de su paladar y rodando su lengua como una bola. Sus labios se separaron por un momento y luego se pegaron nuevamente.

Cuando sus manos volaron hacia su pecho, agarrando sus senos y frotando con sus dedos, Lucía de repente recuperó el sentido.

—Mira aquí, bestia —gritó Lucía.

Sus ojos rojos se abrieron por la sorpresa.

—Si vas más allá de esto, tendrás que explicar a los invitados mañana por qué tienen que irse tan pronto como lleguen.

—Jaja. De verdad…

Se echó a reír y tomó a Lucía en sus brazos. Lucía sintió su cuerpo hormiguear ante el sonido de su risa.

Ah… Lucía suspiró por dentro. Estoy feliz ahora.

Estaba tan feliz que su corazón se sentía entumecido y hormigueante. Sintió que le picaban los bordes de los ojos y enterró la cabeza en su pecho.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido