Matrimonio depredador – Capítulo 15: Ishakan

Traducido por Yonile

Editado por Meli


Enormes e imponentes, las embarcaciones de Kurkan tocaron el suelo de Estia, desde la distancia, ella podía distinguir que venían con regalos.

Mientras observaba los brillantes diamantes blancos que colgaban de los barcos de madera, la visión de Leah se volvió borrosa. Entonces, recordó la escasa cantidad de comida que había ingerido ese día, solo un puñado de bayas silvestres y una taza de té.

Para su absoluta molestia, su dieta estaba siendo más controlada para lograr una cintura aún más delgada. Sus criadas sentían pena por darle comidas tan escasas, pero tenían que obedecer órdenes de arriba.

La propia reina Cerdina supervisó las comidas de la princesa. Si se enteraba que consumía incluso una simple migaja más de lo que le había puesto, tanto ella como las criadas de la cocina sufrirían consecuencias terribles. Leah era una herramienta, destinada a lucir hermosa para complacer a los numerosos nobles y a los Kurkans visitantes.

La incomodidad era casi insoportable, Leah hizo una mueca mientras sostenía su peso aferrándose a la barandilla. Se sintió mareada por el dolor que le causó el corsé apretando en su estómago vacío. La tela cavando en su piel, le dejaría marcas al finalizar el banquete.

Sus cejas se surcaron mientras su visión se nublaba. Temerosa de estropear su rostro perfecto y sereno, se obligó a enderezar su expresión.

En la esquina, la condesa Melissa vio a la princesa con ojos lamentables. Era por el sufrimiento que la niña había pasado…

Entre los subordinados del palacio, ella había estado con Leah más tiempo. Cuando la vio temblar se dio cuenta de inmediato de lo que sucedía. Se acercó a prisa y apoyó el peso colapsado de la princesa.

Leah apenas podía soportar estar de pie. Sin embargo, las demás criadas que ignoraban su lucha, admiran su belleza.

—¡Princesa! —Una sirvienta chilló—. Mire lo hermosa que es.

—Es la única que puede lucir este vestido tan magníficamente.

—¿Y si los Kurkans se enamoran de usted? —dijo la baronesa Sinael.

La condesa Melissa la reprendió con una mirada venenosa.

Después de algunos ajustes aquí y allá, la princesa finalmente estaba lista

Con una cara seria, se dirigió al palacio real con varias criadas detrás.

♦ ♦ ♦

La sala principal era la parte más espléndida del palacio real de Estia. El techo estaba pintado con frescos, las columnas de mármol estaban inscritas con diferentes tipos de tallados, y el trono estaba hecho de oro, marfil y gemas preciosas.

Varios invitados estimados se habían reunido allí, pero tan pronto como entró, Leah se convirtió en el centro de su atención. Caminó más rápido, hacia un rincón discreto, trató de no coincidir con ningún otro miembro de la familia real que hubiera llegado antes que ella.

Blain mostró una sonrisa torcida mientras veía a Leah caminando por la habitación. Había estado tan ocupado preparando los planes de contramedida para los Kurkans que no había podido verla después de regresar de la caza. Hizo una nota mental para hablar con ella después de que la reunión terminara.

Ella notó su mirada y evitó sus ojos; se acercó a su padre y lo saludó. Luego, saludó a Cerdina, y tomó su asiento designado.

Poco después, sonó el poderoso sonido de la trompeta; la sala bulliciosa se quedó en silencio.

Todos contuvieron la respiración, con los ojos pegados a las magníficas puertas de la sala. Nadie se atrevió a parpadear, porque esto era un hecho histórico que se desarrollaba ante sus propios ojos.

Las puertas gigantescas se abrieron, dejando que la luz del sol entrara por el pasillo. Poco a poco, las figuras de los Kurkans se hicieron claras: su piel bronceada y sus ojos vívidos hipnotizaron a todos en el pasillo.

La gente exclamó maravillada ante la belleza de los kurkanos. A diferencia de la ropa formal de Estia, que estaba diseñada para ajustarse perfectamente alrededor del cuerpo, la ropa Kurkan estaba hecha con generosas cantidades de tela natural que vestía holgadamente alrededor de sus cuerpos.

Pero a pesar de la hermosa apariencia de cada Kurkan, todos podían distinguir quién era su líder solo por su apariencia.

La piel bronceada del hombre brillaba bajo la luz del sol, su cuerpo bien dotado de músculos tan fuertes y enormes como los de una bestia. Entró tranquilamente, colocando un pie delante del otro, caminando sin ninguna preocupación.

Sus ojos dorados escanearon con cuidado el pasillo y se detuvieron en la princesa, quien lo miró  estupefacta.

Esto no puede estar pasando… pensó mientras contenía su respiración y su corazón se aceleraba.

Pudo ver el atisbo de una sonrisa en los labios del hombre mientras su mirada profunda y aguda recorría todo su cuerpo.

El hombre dio un paso adelante, manteniendo los ojos fijos en Leah. Se detuvo frente a la familia real y una voz baja y familiar resonó por todo el salón.

—Que la luz bendiga a Estia. —Se dirigió al rey con una gran sonrisa—. Yo soy el rey de Kurkans, Ishakan.

Leah apretó la falda de su llamativo vestido, queriendo arrancarlo.

¡Fue él!

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