Traducido por Yonile
Editado por Meli
Byun Gyongbaek solo lo miró sin comprender. Leah trató de encogerse de hombros, reprimiendo la risa creciente en su garganta, tomando respiraciones profundas y soltándolas lentamente.
Ella era consciente de que Byun era el tipo de hombre que se confunde con facilidad. Pero la imagen frente a ella estaba más allá de sus expectativas. Ella luchó por tratar de contener la risa mientras miraba a Byun Gyongbaek, con la boca abierta, tartamudeando con incredulidad.
—¡¿Q-Qué?! —balbuceó indignado.
Ishakan chasqueó la lengua, odiando el hecho de que necesitaba repetirlo, pero lo hizo de todos modos.
—Te lo dije, estoy haciendo el papel de una prostituto. ¿La dificultad para oír viene con la vejez? —refutó.
—¡Cómo te atreves, asqueroso! —gritó, aún atónito.
—¿Qué tal si primero cuidas tu salud antes de contratar a una novia más joven? Este es un asunto serio por el que preocuparse. —Sonrió.
Byun Gyongbaek, se puso pálido antes de ponerse rojo de ira. Y eso fue un clavo en el ataúd, que abrió la cuña entre ellos.
—¡¿No tienes vergüenza?!
Leah al margen de ellos, se divertía con el evento. Cada vez era más difícil tratar de reprimir la risa burbujeante. Incluso tuvo que darse la vuelta para evitar reírse a carcajadas.
Entonces, vio a un grupo de gitanos que se acurrucaban entre ellos con los hombros encorvados sobre sí mismos. Claramente tenían miedo.
Se percató que miraban espantosamente a Ishakan. Podía verlos susurrar: “Kurkans”. Se dieron cuenta que Leah los observaba y se aseguraron de que no pudiera leer sus labios.
Ishakan también los notó, sus ojos revolotearon alrededor del área, antes de enfocarse en los gitanos. Arqueó una ceja antes de moverse hacia un lado, le indicó a Leah que se colocara detrás de él y ella se refugió en su ancha espalda.
—Traté de despedirte amablemente, ¡pero ahora solo estás buscando problemas! —Byun Gyonbaek estaba furioso
Sus caballeros dieron un paso adelante y blandieron sus espadas. Los espectadores empezaron a gritar de miedo y se alejaron. Leah se mordió el labio mientras observaba cómo los eventos se salían de control.
A simple vista, parecería un repentino estallido de rabia, pero ella sabía con certeza que fue un acto premeditado, realizado solo para lucirse.
Porque Byun Gyongbaek sabía que su posición y poder se debían a un solo hecho: la guerra en curso con los kurkanos. En su desesperación por conservar su poder y control, ideó un plan para provocar el caos y destruir el tratado de paz.
Si el rey de Kurkans levantara su espada contra él dentro del reino de Estia, entonces podría derribar todos los esfuerzos realizados para mantener el tratado.
Ishakan sabía del motivo subyacente de Byun Gyongbaek, pero él no era de los que se acobardan ante un desafío. No estaba dispuesto a retroceder.
Soltó una carcajada, burlándose de ellos mientras levantaban sus espadas contra él y le daban a Gyongbaek una sonrisa de suficiencia.
—¿Crees que eso es suficiente para derrotarme? —preguntó, con ojos retadores—. Contéstame, ¿crees que será suficiente?
Leah sintió que se le erizaba la piel mientras observaba el espíritu salvaje del rey Kurkan. Tropezó con alguien que estaba detrás de ella. Dejó escapar un grito ahogado al ver un rostro familiar
Era el hombre que apareció de repente en el callejón. Estaba doblando una rodilla frente a ella, como lo haría cuando rendiría homenaje a alguien a quien respetaba mucho.
—Su Alteza, Ishakan y Byun Gyongbaek tardarán bastante más en terminar, ¿aceptaría humildemente mis servicios? —musitó.
Asintió ante el ofrecimiento; en cualquier momento, los dos hombres podrían estallar en una pelea, y no quería quedar atrapada en el fuego cruzado.
Con un gesto brusco le pidió que lo siguiera. Leah se alejó dos pasos y observó como los caballeros comenzaron a arremeter contra Ishakan. Con el sonido de las espadas resonando, la gente soltó gritos,y buscó refugio en sus casas.
Leah había intentado mirar atrás, pero una mano insistente la mantuvo en movimiento.
—Es demasiado peligroso pararse y mirar, alteza. ¡Debemos seguir moviéndonos! —Instó—. ¡Rápido ahora!
Por mucho que quisiera huir e ir a un lugar seguro con él, Leah se detuvo a unas pocas cuadras para observar la pelea.
Cuando se dio cuenta de que ella ya no lo seguía, se dio la vuelta y se tragó una maldición cuando la vio de pie sin hacer nada más que mirar.
—¡No! —exclamó y la alcanzó—. ¡Por favor, si se queda, estaremos en problemas! ¡Estaré muerto!
Pero sus súplicas cayeron en oídos sordos. Leah estaba hipnotizada; viendo cómo los caballeros eran dominados por Ishakan. Había oído hablar del poder de los kurkanos, pero nunca lo había presenciado.
Quería acercarse, pero las calles empapadas de sangre la hicieron detenerse.
Sus rodillas se volvieron gelatinosas, y el olor metálico de la sangre flotaba en su nariz de todas las direcciones la abrumó.
Ishakan se movió con rapidez y gracia, tanto que tuvieron problemas para seguirle el ritmo. Se acercó por detrás al caballero que estaba persiguiendo a Leah, y le rompió el cuello antes de cortar a otro que estaba cerca.
Se agachó, para evitar al caballero que venía por detrás; lo agarró del brazo, lo volteó y lo inmovilizó. De repente, se escuchó un fuerte estruendo cuando un hueso se partió, y luego pasó al otro.
La sangre goteaba de sus dedos, pero antes de que una gota pudiera caer al suelo, ya había matado a otro caballero, salpicando aún más sangre. Uno a uno, los caballeros fueron cayendo, hasta que todos fueron aniquilados, aniquilados por su supuesta presa.
Fueron superados por el rey de Kurkans.
El brillo en los ojos dorados de Ishakan, demostraba que disfrutó de la emoción de matar.
Leah lo observó todo, se tapó la boca con una mano para ahogar el grito de asombro. Una excitante emoción recorrió su cuerpo. Se decía que los kurkanos poseían habilidades físicas mayores que las de una persona normal, pero ella no esperaba que fueran tan fuertes.
El rey apenas empezó a sudar, su respiración se mantuvo a pesar de la cantidad de hombres que había estado luchando contra él. No se hizo ni un rasguño en su cuerpo, pero estaba bañado en la sangre de los caballeros que Byun Gyongbaek trajo consigo.
De repente, Leah pensó en los caballeros de Estia. Debido a que habían estado viviendo en paz durante tanto tiempo, no se habían molestado en pulir ni sus habilidades ni sus armas. Nunca podrían esperar enfrentarse al poder de los kurkanos.
Si estallara la guerra, se vería obligada a arrodillarse y rogarle a Byun Gyongbaek por sus vidas. Y si eso sucediera, Estia estaría a merced de Byun.
Cuando se dio cuenta de ello, Leah se sacudió de sus pensamientos cuando la atmósfera sombría se apoderó de ella.
La última esperanza de Estia reside en el tratado de paz. Deberían sellarlo rápidamente con los kurkanos sin más demora.
♦ ♦ ♦
Esa noche parecía mucho más larga que las anteriores.
Blain estaba de pie bajo el cielo nocturno, inhalando profundamente el aire frío mientras miraba hacia el cielo oscurecido. Con la luna plateada iluminando el cielo con una luz tenue, que le recordaba a alguien.
A pesar de saber que tenían el mismo color, no pudo evitar sentir que su cabello tenía una singularidad solo para él. No importaba cuánto intentara encontrarlo en otra cosa, nunca podría lograrlo.
Sus ojos permanecieron pegados a la luna, mirándola hasta que las nubes pasaron y cubrieron su luz. Bajó la mirada, levantó lentamente la copa de vino a la altura de sus ojos mientras observaba el líquido oscuro agitarse y arremolinarse, antes de llevárselo a los labios y beberlo de un trago hasta que no quedó ni una sola gota.
—Blain.
Escuchó una voz suave detrás de él, y se volvió para mirar.
—Madre.
Ella tenía una expresión suave y sonriente, llena de amor por su único hijo de sangre; en cambio, el rostro de Blain estaba desprovisto de emoción. La miró, sin siquiera ofrecerle una sonrisa a cambio.
Una reacción fría que a Cerdina no le importó.
—¿Has terminado?
Él empujó el vaso vacío hacia ella. Cerdina miró la copa, se acomodó el chal sobre los hombros antes de volver a hablar.
—Nos enfermaremos, entremos.
Pero Blain solo la miró y no se movió. Las nubes dejaron la luna, revelando su luz una vez más.
La luz iluminó sus mechones plateados, creando un brillo maravilloso.
Cabello plateado, la marca de alguien destinado al trono. Era tan extraordinario que brillaba bajo la luz de la luna. Cerdina miró con admiración a su hijo y le sostuvo la mirada con una suave sonrisa.
Como si sintiera dónde estaba mirando, Blain se pasó la mano por el cabello.
—¿Qué pasará cuando se modifque el tratado de paz? —preguntó con una mirada fría y calculadora—. ¿Sucederá entonces el matrimonio de Byun Gyongbaek y Leah?
Cerdina sonrió con complicidad, se acercó a él con paso firme y le tomó la mejilla con suavidad.
—Cuando te conviertas en rey… —El viento llevaba su voz—. Cuando eso suceda, entonces todo lo que quieras, todo en este reino será tuyo, Alteza.
Blain le dio una breve sonrisa, estaba nervioso; su brazo golpeó la copa que cayó y se rompió en el terreno rocoso. Cerdina observó cómo las piezas se dispersaban por todas partes, antes de volver a mirarlo.
—¿Mío? ¿No de Byun Gyongbaek? —preguntó con rabia.
Cerdina había esperado esa respuesta. Pero su agradable sonrisa no desapareció.
—Oh, mi adorable hijo. —lo consoló con una sonrisa angelical.
Él mantuvo su mirada en ella, llena de odio y desprecio.
—No te preocupes por nada, yo me ocuparé de todo.
Ahhh me encanta, me encanta esta historia. Es emocionante como la narran y como son los protagonistas.
Sí, los protagonistas son hermosos, nos hacen amarlos cada vez más