Matrimonio depredador – Capítulo 23: Soborno

Traducido por Yonile

Editado por Meli


Por fortuna, el incidente pasó desapercibido y Leah despertó sintiéndose renovada después de la emocionante experiencia de haber salido.

Los preparativos para la conferencia habían comenzado desde temprano. Los sirvientes se apresuraron para asegurarse de que todo saliera bien.

Ella solo desayunó un trozo de galleta glaseado con miel y un pan bañado en vino. Podría parecer miserable, pero fue suficiente para ella; incluso comió más de lo normal para evitar desmayarse debido a la falta de energía.

Una vez que terminó de ponerse la ropa interior, se sentó en el tocador a esperar que las sirvientas prepararan su vestido. Leyó los documentos del día anterior, y una de las sirvientas le entregó su pluma y colocó el tintero; otra se acercó con un pincel y un polvo en la mano.

—Mi señora, su cara por favor.

Leah no escuchó, su atención estaba en la pluma para evitar derramar la tinta; revisó una vez más los documentos.

Había dormido poco, pero no se sintió agotada. De hecho, se sentía más enérgica ahora, más atenta a los detalles. Aunque, los acontecimientos de la noche anterior seguían pasando por sus pensamientos.

Byun Gyong Baek mantuvo a raya a los kurkanos en el oeste, pero se debió en gran medida a la guerra interna por el trono, que redujeron las fuerzas de Kurkan a la mitad. Pero cuando Ishakan mató al rey y ascendió al trono, de inmediato convocó a las innumerables tribus de Kurkans y les juró lealtad. Y así nació la verdadera Mater del Desierto.

Leah bajó la mirada, tan absorta en sus pensamientos.

Si yo fuera el nuevo rey de Kurkans, ¿qué haría en este tipo de situación? ¿Armonizar a las tribus dispersas será la forma más sencilla y fácil de unir a la nación?

Pero no importa cuál sea la pregunta, solo pudo encontrar una respuesta. Debe haber un enemigo.

Lo más probable es que los kurkanos solo fingieran su interés en hacer el tratado de paz, con un motivo oculto para crear una guerra. Esta visita actual podría ser solo una artimaña, una forma de ampliar la competencia.

Y Byun Gyong Baek tampoco quiere la paz con los kurkanos.

Parecía que en todos los reinos involucrados, Estia era el único que quería que el tratado de paz fracasara. Leah inclinó la cabeza, y gritó en voz baja mientras recordaba los eventos de anoche.

—Condesa. —Melissa, dejó de cepillarle el cabello y la miró a los ojos a través del espejo—. Por favor, contacte al conde Valtein, dígale que deseo reunirme con él más tarde en la conferencia.

—¿Debo decirle que se encuentre con usted fuera de la conferencia? —Leah asintió y Melissa hizo una leve reverencia—. Entonces le diré a la baronesa Cinael que transmita el mensaje.

—Gracias..

Antes de irse, la condesa terminó algunos retoques e instruyó a las criadas para que terminaran de prepararla.

Leah tomó un broche con piedras de diamante y amatista.

Observó desde el espejo cómo la condesa Melissa se acercó y conversó con la baronesa Cinael que se mostró disgustada.

Cerdina la buscaría pronto; mientras hacía los preparativos debía pensar en un tratado que ni siquiera el rey de Kurkans podría rechazar.

Su agarre en la pluma se apretó al garabatear otra firma.

—¿Princesa?

—¿Qué es? —Leah miró hacia arriba y arqueó una ceja.

—No hay nada mi señora. —La criada se sonrojó y desvió la mirada.

Leah esperó un momento antes de regresar escribir, entonces, sus manos se congelaron y los ojos dorados de Ishakan pasaron por su mente como si la estuviera mirando en ese momento.

♦ ♦ ♦

Ishakan miró hacia afuera y soltó una bocanada de humo de un cigarrillo de hoja. Había una fragancia dulce, fresca pero tenue, flotando por la habitación.

Observó cómo las telas de colores y las joyas que decoraban su piel se retiraban una a una. Cuando sus sirvientes terminaron de elegir la mejor ropa, comenzaron a vestirlo una vez más.

Su torso quedó descubierto, los sirvientes rastrillaron su piel desnuda, se maravillaron de la carne lisa, inmaculada, libre de tatuajes.

Él no sintió las miradas hambrientas, su mente estaba demasiado llena con los pensamientos de la mujer menuda de cabello plateado…

Entre los sirvientes había una mujer, cuyo cabello hacía que pareciera que su cabeza era más grande que el resto. Ella le ofreció un cenicero para la creciente ceniza de su cigarrillo.

—Genin ¿Dónde está Haban?

—Está examinando la sala de conferencias. Me dijo que quería compensar la pequeña escaramuza de anoche, —contestó sin rodeos con tono altivo como si defendiera a Haban.

La princesa Leah había presenciado un destello de la verdadera naturaleza de un Kurkan.

Habría sido mejor que Haban la alejara antes de que todo ocurriera, pero era algo que no podía evitarse.

—¿Qué puedo hacer entonces? —le preguntó—. Nací así, no podía ocultarlo por el resto de mi vida.

—Lo sé, pero…

—Y no soy de los que huyen, —la interrumpió con una sonrisa cariñosa—. ¿Sabes lo valiente que era? En lugar de estar asustada, está trabajando duro, ocupándose de lo de anoche. No sé cómo usarla a nuestro favor en la negociación. —Suspiró, dejó el cigarrillo y se colocó la túnica—. Ella siempre fue así, tan desprovista de miedo.

Sus rebeldes mechones marrones fueron peinados hacia atrás, revelando sus ojos y frente afilados. La prenda con cuello estaba bordada con hilos de oro. Los sirvientes llenaron minuciosamente los botones pequeños uno por uno en fila y los recortaron cuidadosamente para que no quedaran arrugas en la tela.

—Una vez que comiencen las negociaciones, creo que la parte más problemática será la princesa, ya que ella es el núcleo de la familia real. —Se inquietó.

—Pero la negociación es solo una excusa, ¿verdad?

—Sí, pero…

Sujetó la hoja de tabaco en las manos y se la acercó a la boca. Leah era una de las muchas razones por las que estaba en Estia. Sin embargo, se estaba convirtiendo en la prioridad.

—Pero sigue molestandome, —terminó suavemente.

Genin no sabía a quién se refería Ishakan, pero podía entenderlo completamente.

—¿No estás aquí para devolverle su amabilidad? ¿Tiene interés en ella?

Ishakan le ofreció una sonrisa como respuesta, Genin tuvo una idea clara de lo que estaba planeando.

—La estás convirtiendo en tu novia.

Ishakan soltó una carcajada; la idea en sí era absurda.

—Piensas demasiado como Kurkan. Debes tener en cuenta que es Estia.

—¿Por qué debería importar eso? —Suspiró—. No lo mires desde la perspectiva de un Kurkan.

Genin frunció el ceño mientras y reflexionó en silencio.

—Será un camino difícil.

De hecho, fue algo difícil de entender para Genin. Después de todo, se casó con su esposo cuando la mantuvieron cautiva, que era el estilo Kurkan. Y para los kurkanos, no importaba que Leah ya estuviera comprometida con Byun Gyongbaek.

—Un paso a la vez. Y comencemos con el banquete de hoy, —contestó después de elegir con cuidado el accesorio para su cuello.

—El de la derecha parece que te quedaría mejor. —Afirmó después de ver el collar que tenía rubí rojo intenso como pieza central.

La puerta se abrió de golpe.

—Su Majestad, ha llegado, —anunció el sirviente.

Ishakan recibió el espejo de mano que otro sirviente le entregó y revisó su nuca.

—Déjalo entrar.

El sirviente obedeció rápidamente, salió de la habitación y dejó entrar a un hombre de mediana edad. Su atuendo era apropiado para el banquete, inspirado en la última moda de Estia, sin duda se destacaría entre la multitud, incluso entre los kurkanos.

Tenía un aura confiada a su alrededor mientras se paraba erguido. Pero a pesar de su bravuconería, no pudo ocultar el sudor frío que comenzaba a formarse en sus sienes. Sus ojos recorrieron la habitación, antes de detenerse en Ishakan, encontrándose con sus ojos dorados. Tragó saliva brevemente y se quedó quieto.

—Creo que este es nuestro primer encuentro.

El hombre asintió con la cabeza.

—Sí, es un placer conocer al rey de los Kurkans, —saludó con frialdad.

—Por favor, no te pongas nervioso. —Le sonrió—. No muerdo.

El hombre dejó escapar una suave risa antes de que reinara el silencio. No sabía de qué otra manera responder.

—De hecho, los kurkanos no comen humanos. —Genin agregó con una sonrisa genuina, para tranquilizarlo.

Ishakan le estrechó la mano y le señaló la silla cercana.

—Por favor, siéntese. Tenemos mucho que discutir.

—No diré nada que pueda dañar a Estia. —declaró mientras permanecía de pie.

Veo que éste no es tan fácil de engañar. ¿Es por eso que Leah lo mantiene cerca?Tiene un buen para juzgar a la gente, lo admito, reflexionó para sí mismo y sonrió.

—No será necesario, estás aquí por otro motivo —Hizo un además a sus sirvientes.

Uno de ellos sacó una caja que estaba colocada en la esquina. El hombre no quería tener nada que ver con lo que contenía la caja, pero cuando el sirviente la abrió y vio el contenido, sus ojos se agrandaron.

—Todo lo que quiero… es acercarme a ti, —le susurró y el hombre lo miró con recelo—. Conde Valtein.

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