Traducido por Yonile
Editado por Meli
El silencio llenó el aire.
Ishakan fue incapaz de comprender las palabras de Leah, entonces, la realidad lo golpeó y su atención se centró en el pequeño rostro frente a él.
—¿Tienes asuntos que atender en este lugar?
Él fijó sus ojos en la máscara negra que yacía en el suelo, sus pupilas se contrajeron, dándole una apariencia feroz. Se volvió hacia la princesa:
—Debes darme una explicación convincente, Leah.
Ella trató de respirar, pero no pudo, fue como si algo le oprimiera el pecho. Estaba inmovil, solo consiente del cálido toque de su mano, que le hacía tener una sensación de ardor. No podía calmarse, el miedo la dejó sin palabras.
Ishakan suspiró. La envolvió en un fuerte abrazo y la sentó en su regazo.
La delicada princesa de Estia estaba una vez más, al lado del rey de Kurkan.
Ella podía sentir el calor que emanaba de él, calentándola.
Él le acarició las mejillas congeladas. Devolviendo con su calor, el color rosa brillante a su pálida piel.
—Creo que me excedí —le susurró con cariño.
La sensación de su cálido aliento le recordó que tenía que respirar. Entonces, Leah reparó en lo amable que era Ishakan con ella. Su actitud contraria a la naturaleza de los kurkan, que eran como la garra afilada de una bestia, que en cualquier momento podrían causar daños graves.
La forma en que la miraba contrastaba con la expresión que hacía que otros se encogieran de miedo.
—Sé que no eres ese tipo de persona.
Leah parpadeó un par de veces. Absorta en sus ojos dorados, ¡olvidó el dilema al que se enfrentaba!
—Lo que sucedió antes… —habló al fin— fue impactante. ¿Te has tranquilizado?
Ishakan asintió con la cabeza. Sonrió y continuó acariciando las mejillas de Leah.
Bajo el calor de su toque, su cuerpo se relajó. Debía explicarle por qué había ido a ese lugar.
Durante mucho tiempo, había tratado de erradicar a los traficantes de esclavos. Sin embargo, a pesar de muchos intentos de represión, allanamientos y detenciones, los comerciantes no cedieron. El negocio ilícito no tenía fin. Incluso si atrapaba a un comerciante y liberaba a los esclavos, siempre aparecería otro. La superaban con creces en número.
Concluyó que la demanda de esclavos nunca desaparecería y la familia real de Estia, no tenía el poder para sancionar a los nobles o comerciantes ricos interesados en los esclavos.
Tenía que atacar el meollo del asunto: cortar el suministro.
Sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo. Al final, tuvo que enfrentarse directamente a los traficantes de esclavos, pero estos estaban dispersos por todas partes, en busca de más personas con buenas habilidades.
—Entonces, ¿viniste aquí actuando como un traficante de esclavos? —La luz en sus ojos se había desvanecido.
—Debido a que hay información limitada, tuve que venir como comerciante…
Durante muchos años, dirigió un comercio de esclavos falso. Se hizo un nombre entre los traficantes y fue reconocida como alguien de una alta posición, que era apoyada por el gobierno y los aristócratas de la élite.
Además, la información que les brindaba sobre la represión, siempre fue certera, por lo que poco a poco se ganó su confianza.
Gracias al poder que adquirió con el tiempo, logró convocar esa gran subasta.
—Incluso si me gané su confianza, no me creen por completo. Son personas que sospechan de todos, se vigilan unos a otros. Por esa razón las medidas de seguridad son muy estrictas.
—¿También cambiaste kurkanos?
—Solo los que eran viejos o estaban enfermos… —Hizo una pausa y agregó—: No tengo suficientes fondos para comprar kurkanos jóvenes y saludables. No compré muchos, pero todos están a salvo, así que no tienes que preocuparte.
—¿Así que esos son los asuntos que atiendes en este lugar? —Sonrió.
Leah asintió lentamente. Recientemente había comprado muchos esclavos kurkanos y planeaba esconderlos durante la subasta.
—Eres la razón por la que la familia real de Estia aún no está arruinada. —Frunció el ceño—. ¿Sabes? Un traficante de esclavos siempre estuvo un paso por delante de nosotros. Pensé que era una persona muy capaz, así que la busqué. Entonces descubrí que eras tú.
Ella predijo que Ishakan rescataría a los kurkanos, por lo que se movió aún más rápido, pero no se lo dijo, no había necesidad de mencionarlo cuando las negociaciones aún no habían comenzado. Tenía que ocultar tantos detalles como fuera posible.
—No esperaba encontrarte aquí —declaró Leah.
Sospechaba que él participaría en la subasta, pero nunca imaginó que estaría presente antes de que todo comenzara.
—¿Cómo entraste?
No concebía cómo había infringido la seguridad.
—Bueno, ¿quién los dos debe estar más sorprendido?
Ninguno de los dos habló. En ese momento, Leah se dio cuenta de que todo ese tiempo, ella había permanecido, cómodamente, en el regazo de Ishakan. Estaba tan acostumbrada a su cercanía y contacto, que no había tratado de moverse. Consciente ahora, de su posición íntima, comenzó a liberarse de su control. Sin embargo, los gruesos brazos alrededor de su cintura, no cedieron.
—Lo que pregunté el otro día… —Ishakan agarró su barbilla y la levantó para que sus ojos se encontraran—. ¿Has pensado sobre eso? Te has escapado sin darme la respuesta.
Su voz ronca le hizo cosquillas en la oreja. Todo lo que había pensado que le respondería no salió de su boca. Quería decirle que había hablado a la ligera y que debía olvidar el asunto, pero no pudo pronunciar palabra alguna.
Ishakan le acarició el labio con su dedo pulgar. Rozó su nariz contra la de ella y le susurró:
—No necesitas vivir responsablemente, Leah.
Una emoción indescriptible le recorrió el cuerpo. ¿Cómo podía ser tan amable?
—Parece que eres la única que quiere continuar con la negociación. ¿Por qué eres tan leal a la familia real?
Podría convertirse en una fugitiva. Tirar todo por la borda y vivir libremente. Eso era lo que sus dulces palabras significaban.
Leah lo miró embelesada. El peso de la responsabilidad sobre sus hombros era casi insoportable, y había elegido la libertad que le daría la muerte, pero él le daba otra opción: hacerse responsable de ella.
¿Podría renunciar a todo? Confiar en el hombre que, desde que llegó a su vida, la había puesto patas arriba.
—¿Por qué harías eso por mí?
—Por ahora, digamos… Que somos compatibles en la cama.
Le dirigió una mirada penetrante y él se echó a reír. Su risa se desvaneció de forma gradual, permitiendo que la atmósfera volviera al cómodo silencio.
Sus ojos dorados miraron firmemente a los ojos violetas, luego a su pequeña nariz y a la delicada curva de sus labios. Su pulgar se deslizó lentamente dentro de su boca y para su asombro, la lengua suave y aterciopelada le lamió el dedo.
Las pestañas de Leah temblaron, y ella descubrió que los hermosos ojos dorados tenían un brillo especial que nunca había visto. Su luz la cautivó, como si la hubiera hechizado, atrayéndola hacia él.
Él acercó su rostro aún más al de ella. Y deslizó el pulgar, por lo largo de sus dientes.
—¿Sabías que hoy es luna llena? —preguntó con voz seductora.
El fuerte ruido de la puerta al abrirse de golpe, rompió la burbuja en la que la pareja estaba inmersa.
Leah se distanció de Ishakan.
Genin, que sujetaba al conde Valtein por el cuello, estaba atónita por la escena. El hombre también estaba sorprendido de encontrar a Ishakan y Leah juntos.
Se creó un ambiente algo tenso y peculiar.
Mientras el Conde Valtein maldecía en su mente, alguien apareció detrás de la cabeza de Genin.
—¡Ah! —gritó el apuesto kurkano, que Leah identificó como el mismo que llevó al palacio real el otro día—. ¿Qué es esto…? ¿Por qué está aquí la princesa…?
Ishakan chasqueó la lengua, la insatisfacción reflejada en su rostro.
—¡Dijiste que tenías autocontrol! —exclamó Haban.
—Sí. No funcionó muy bien. —Ishakan bajó a Leah de su regazo. La sujetó por la nuca y tiró de su cabeza hacia su pecho. Su otra mano bajó hasta su cintura, y con el pulgar hizo pequeños círculos sobre ella—. Creo que mentí, Haban.
Haban miró la cara roja de Leah y preguntó:
—¿Qué te dijo Ishakan?
—No dijo nada, excepto que hoy era luna llena…
Ishakan se veía molesto.
—¡Has dicho esas tonterías! —le gritó Haban.
Genin soltó al conde y se acercó lentamente a Leah, con cuidado, la liberó de Ishakan y la colocó detrás de ella, asegurándose de que su gran cuerpo la escondiera.
—¿Qué es lo que sucede? —Leah estaba confundida.
—Cuando los kurkanos mencionan la luna llena, por lo general tiene una connotación sexual —respondió Genin, se veía tensa.
—¿Eh?
—El día que sale la luna llena… —Genin miró al conde y murmuró en voz muy baja, para que solo la princesa la escuchara—: Es temporada de apareamiento.