Matrimonio depredador – Capítulo 52: No te preocupes

Traducido por Yonile

Editado por Meli


Podía sentir su virilidad hincharse. La vívida sensación era desconcertante. Él palpitaba, presionando sus suaves paredes, parecía que empujaba sus órganos y ella creyó que podría estallar. El dolor la dejó sin aliento, su cavidad a punto de desagarrarse.

—¡Agh… me duele…! —se quejó.

Ishakan ignoró sus gritos. Respiraba con pesadez. Le hundió sus afilados dientes, en la parte posterior de su cuello, cuando su miembro expulsó caliente semén dentro de ella. Sus embestidas se profundizaron, Leah sintió cómo le llenaba las entrañas por completo.

La experiencia era irreal, sobrepasaba sus capacidades, ahora entendía por qué le advirtieron que su cuerpo no soportaría a un kurkan en luna llena. Trató de moverse para aminorar el impacto, pero solo se tambaleó. Entonces, recordó que los kurkan necesitaban cumplir ciertas condiciones para inducir el embarazo.

No. No hay manera…, parpadeó, horrorizada por la idea.

—¡Ay! —Lo empujó, pero él no se movió, su hombría aún dentro—. No, no puedes…

Podría embarazarse dada la cantidad de semen que yacía en ella.

—¡Por favor, Ishakan, sácalo! —suplicó entre sollozos.

Su llanto lo hizo volver a sus sentidos, Ishakan se sacudió como si estuviera saliendo de un hechizo, sus dientes soltaron su cuello.

—Aah… Lo siento, Leah… —La abrazó y la acostó de lado en el suelo. Ella lloraba, desconsolada—. ¿Duele mucho? No llores…

—Sácalo, sácalo…

—No, si lo hago ahora, te desgarrará. —Le acarició el vientre hinchado, le besó las mejillas y lamió con mimo las marcas de mordeduras en su cuello—. Solo aguanta un poco más. Pronto terminará.

—Pero si… Si continúas… M-Me quedaré embarazada… Por favor…

—No, todo está bien —aseguró—. Eso no es cierto.

Debía ser mentira, su erección no mostraba signos de ablandarse. Se sentía atrapada, tortuosamente empalada en él. Estaba tan conmocionada y abrumada que no podía dejar de retorcerse, tratando de resistir; sus uñas arañándole los brazos y muslos, incluso las pantorrillas con los dedos de los pies. Las largas piernas de Ishakan se entrelazaron con las de ella, que gimió en protesta.

—No…

—Leah, deja de moverte.

La sujetó con firmeza. La temperatura de su cuerpo era tan alta, que ella sintió que se calentaba también. Se puso rígida cuando sintió que algo se movía dentro de ella, pero sus extremidades se aflojaron cuando Ishakan volvió a correrse dentro de ella.

—¡Aaah!

—¡Sí! —Ishakan gritó en voz alta y la abrazó con más fuerza.

Sus caderas temblaban como si apenas pudiera soportar la estimulación. Incluso ese pequeño movimiento hizo que Leah se convulsionara cuando su virilidad hinchada la estiró, y sus ojos se pusieron en blanco por el dolor y el placer.

El líquido se deslizó por sus piernas mientras sus músculos internos se contraían frenéticamente. Para Ishakan fue tortuoso, la dulce fricción envolvió su virilidad hasta que no pudo soportarlo más. Comenzó a empujar de nuevo, salpicando de semen el suelo.

Leah, no podía cerrar la boca, la saliva comenzó a salir, mientras las lágrimas fluían en cascada por sus mejillas.

—Agh, ah… —sollozó.

Se sentía empapada por todas partes. Sin fuerzas, no tuvo más que ceder al doloroso placer. Agotada, sus ojos comenzaron a cerrarse, él aún estaba duro dentro de ella. El sexo con él siempre terminaba cuando ella se desmayaba, Leah estaba segura de que algún la mataría.

Él le cubrió los ojos con la mano, justo en su punto de quiebre, una voz la devolvió a sus sentidos, pero fue incapaz de abrir los ojos.

—No tienes conciencia. Fuiste muy duro con ella… No tuviste una ceremonia, por lo que no debería estar embarazada, ¡pero has ido demasiado lejos! ¿Qué haremos ahora que la has mordido? ¡La princesa tiene que usar vestidos!

Una mano firme se deslizó por el cabello de Leah, acariciando con delicadeza.

—Estoy de acuerdo. Ishakan, has sido demasiado duro esta vez —dijo una segunda voz.

—¡Es increíble que la princesa haya regresado con vida! —exclamó la primera voz.

—Haban. Gennin. Salgan de aquí. Escucharé todas tus quejas más tarde. —Sonrió—. Ambos son demasiado ruidosos. Ella se despertará por su culpa.

Cuando el silencio se hizo, Leah sintió que el cansancio la invadía una vez más, y volvió a dormirse bajo esa mano acariciadora, como si la estuviera conduciendo suavemente al olvido.

♦ ♦ ♦

Cuando Leah abrió los ojos, descubrió que su cabeza descansaba sobre un muslo musculoso. Parpadeó, confundida. Una mano cálida le apartó el pelo de los ojos.

—¿Estás despierta?

No pudo moverse, su cuerpo estaba entumecido y su mente nublada. Ishakan la apoyó contra su pecho. La sujetó con cuidado, como si estuviera hecha de fina y frágil porcelana.

La besó con ternura y agua fría fluyó de su boca a la de ella, que tragó. Él se llevó una jarra a los labios y dejó que ella bebiera de él otra vez. Una vez que estuvo hidratada, la lengua de Ishakan siguió el agua entre sus labios, lamiendo sus dientes y haciéndole cosquillas en el paladar.

—Aaah… —gimió.

Él se rió entre dientes, la besó una vez más. Una mano acarició su mejilla y se deslizó hasta sus senos, por debajo del camisón, pellizcó sus sensibles pezones con el pulgar y el índice.

Sus caderas se movieron en una respuesta. La mano en su espalda se deslizó hacia abajo, acariciando su trasero, rozando sus muslos al tirar del dobladillo de su camisón. Sus dedos rozaron su creciente humedad y ella volvió en sí con una sacudida.

—¡Aaah, Ishakan!

Lo apartó y él se retiró, se llevó la mano a la boca y lamió sus dedos. Los recuerdos de la noche anterior la inundaron. Leah se miró el vientre y luego a Ishakan. Su rostro estaba pálido.

—No te preocupes, no estás embarazada —dijo, en respuesta a su mortificación.

—Mientes…

—Si estás cuestionando mi fertilidad, te equivocas —se jactó—. Debemos realizar una ceremonia antes del apareamiento para permitir el embarazo. Todos los kurkanos deben hacerlo.

Leah cerró los ojos y exhaló un profundo suspiro de alivio. Él la abrazó.

—¿Qué? ¿Estás triste? —se burló—. ¿Querías tener un bebé conmigo? ¿Te divertiste ayer? Si quieres, siempre lo haré como anoche.

—¿Cuánto tiempo estuve dormida?

—No mucho. El sol aún no ha salido.

Leah se sintió aliviada, Ishakan frunció el ceño. Ella lo ignoró, trató de levantarse, pero las piernas le temblaron, él la sujetó para evitar que cayera.

—¿Adónde vas?

—Al palacio. Tengo que volver.

—Sal después del desayuno. —Ella negó con la cabeza y él la persuadió—: Si desayunas conmigo, te diré algo interesante.

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