Matrimonio depredador – Capítulo 74: Divulgación

Traducido por Yonile

Editado por Noah


Ishakan escuchó en silencio y luego sacudió su tabaco, tirando las cenizas en la bandeja en la mesita de noche.

—Le mencioné ese tema recientemente —dijo en voz baja—. Tuvo una reacción intensa. Su pequeño cuerpo se estremeció de dolor, ni siquiera podía gritar…

Ishakan guardó silencio, abrazando a la princesa. Reprimió sus emociones, habló de nuevo, con voz tranquila y serena:

—Me dijo que quería morir. ¿Eso también es parte del hechizo?

Morga no pudo evitar que su rostro reflejara lástima. De su garganta, surgieron unas palabras tan ásperas como espinas.

—Eso es… un mecanismo de defensa instintivo.

La mirada fría de Ishakan animó a Morga a continuar.

—Creo que la princesa intentó luchar contra el hechizo a su manera. Inconscientemente, luchó ferozmente contra el lavado de cerebro, pero al ser derrotada una y otra vez…  al final, eligió eso como su último recurso… Muerte.

La habitación quedó en silencio. Los labios de Ishakan se torcieron en una leve sonrisa, pero sus ojos permanecieron impasibles.

Morga se estremeció y bajó mirada al suelo de inmediato. No se atrevió a mirar a su rey a la cara. Sabía que la ira de Ishakan no estaba dirigida a él, pero su cuerpo seguía temblando de miedo. Un sudor frío le recorrió la espalda y, por unos segundos, todo ante sus ojos se volvió negro.

Tal vez sintiendo el pesado ambiente que invadía la habitación, la princesa se movió, dejando escapar un leve sonido de protesta. La energía sofocante se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos, e Ishakan suspiró mientras la acariciaba.

—Lo lamento. No estoy enojado contigo, Morga.

—Lo sé… —respondió Morga, quien había muerto y resucitado, con la respiración entrecortada.

—¿Puedo matar a la reina? —preguntó Ishakan.

Habló sobre arrebatarle la vida a la reina de Estia con la misma ligereza con la podría romperle el cuello. Y aunque no mentía en ello, no debía hacerlo ahora. Morga apenas se había calmado, pero respondió tan rápido que casi se mordió la lengua:

—Algunos hechizos pueden entrelazar las vidas de varias personas. Hasta que sepamos qué conjuros se han utilizado, no debemos acercarnos a la reina sin precaución. —Las palabras hirieron su orgullo—. El mayor problema es que la reina es más poderosa de lo que esperábamos.

Su poder era similar al de Morga, pero la habilidad de un hechicero crecía con cada trabajo exitoso. Y la reina había lanzado cientos de conjuros sobre muchas personas. Cuanto más éxito tuvo, más fuerte se volvió.

Morga no podría hacerlo solo. Para descubrir qué hechizos había utilizado esa mujer y encontrar la forma de deshacerlos, tendría que regresar a Kurkan para reclutar a otros hechiceros. Tomaría tiempo desentrañar el conjuro, ya que habían envuelto a la princesa desde su nacimiento.

—Primero, la princesa debe ser llevada a Kurkan… —comenzó Morga, pero sabía que la princesa nunca abandonaría a Estia.

Ishakan dio otra bocanada de su tabaco, luchando por dominar su naturaleza, que se intensificaba ante sus desbordantes emociones.

—Haré algo al respecto —dijo.

♦ ♦ ♦

El aire estaba impregnado por el amargo aroma de las hierbas medicinales. Las manos de la mujer más noble de Estia eran un desastre: manchadas y pegajosas por las medicinas, con sus uñas completamente rotas y su piel áspera.

Pero Cerdina no cesó de moler y mezclar, trabajando, sin la ayuda de ningún sirviente.

Pesó las hierbas con una balanza y las dispusó en orden en la olla hirviendo sobre un pequeño brasero. Con cada nuevo elemento que añadía, el color del líquido burbujeante cambiaba. Se tornó del mismo color de unas hojas verdes, pero, adquirió un tono cristalino con el rocío de la mañana y se volvió rojizo al incorporar los pétalos de rosa…

Finalmente, se acercó a la cama donde yacía Blain, con todo su cuerpo vendado y tan inmóvil que parecía un cadáver. La mujer, angustiada, arrancó un mechón de su cabello y lo colocó en la olla, haciendo que el líquido brillara con un dorado, hasta que se tornó tan negro como la boca de un lobo. Con cuidado, transfirió la poción a un vaso y vertió una gota en la boca de Blain.

Después de mucho tiempo, sus párpados comenzaron a temblar y luego se abrieron, revelando sus ojos azules.

—¡Bla…! —Cerdina lo besó en la frente, mientras las lágrimas corrían por su rostro—. Blain, mi hijo, mi querido hijo…

A diferencia de la sollozante Cerdina, Blain se encontraba tranquilo y la miró en silencio, mientras organizaba su mente.

—Madre —comenzó, dejando escapar lo que lo había estado atormentando—. Creo que me gusta Leah.

 

El rostro de Cerdina se puso pálido y rígido.

—No quiero simplemente tener un heredero —dijo en voz baja—. Quiero su corazón.

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