Traducido por Lucy
Editado por Lugiia
Había transcurrido medio mes desde que Lena fue designada al escuadrón Spearhead, logrando un despliegue sin bajas aquel día.
Después de la cena, Lena, en su habitación, activó el para-RAID de forma relajada, resonando con los procesadores. Tal acción se había convertido en su rutina diaria. Durante el último medio mes, el escuadrón Spearhead no había tenido ninguna baja, a pesar de desplegarse con mucha más frecuencia que la mayoría de los escuadrones. Sin duda, eso se debía a que realmente eran una unidad de élite, formada por veteranos experimentados.
—Buenas noches, unidades. Todos han hecho un gran trabajo hoy, como siempre.
Lo primero que pudo oír fue un débil ruido de fondo, lo suficientemente débil como para que se apagara si alguien le hablaba. Quizás se trataba del ruido lejano del hangar o el sonido de los combates de otros sectores.
—Buenas noches, Controlador Uno, y buen trabajo hoy.
El primero en responder fue Undertaker, como siempre. Su voz era serena y sosegada, y al final, Lena no pudo encontrar ni una pizca de la razón por la que le habían llamado con un alias tan siniestro.
Había otras presencias al otro lado de la Resonancia, y poco a poco, varios miembros del escuadrón procedieron a saludarla. Hombre Lobo, el vice capitán y la figura de hermano mayor del escuadrón, era un poco mal hablado pero bien considerado. Kaie, la honesta y firme Kirschblüte [1], se prestaba a cualquier tema tonto que surgiera en la conversación. Zorro Risueño era una persona cuya voz amable y afeminada contrastaba con su afilada lengua.
Fiel a su primera impresión, Undertaker era el tipo taciturno, quien no participaba mucho en las conversaciones fuera de los deberes oficiales, pero que aparentemente siempre tenía a todos a su alrededor mientras Lena resonaba con ellos. Aunque había unos cuantos miembros del escuadrón que no se conectaban a la conversación, a todos parecía gustarle mucho Undertaker.
—Undertaker, me gustaría empezar con el asunto de la fecha de entrega del cargamento de suministros que solicitó el otro día…
♦ ♦ ♦
Escuchando a la controladora y a Shin continuar su intercambio comercial, Raiden pasó la tarde resolviendo un crucigrama en una revista que había tomado. Estaban en la habitación de Shin en el dormitorio de su desgastado cuartel.
A su alrededor se encontraban otros que habían hecho de este su lugar de reunión, pasando las horas, cada uno a su manera. Theo estaba absorto en sus dibujos. Haruto, Kurena y Kaie jugaban una partida de cartas. Anju tejía un jersey con algún tipo de patrón elaborado mientras Daiya intentaba arreglar una radio rota. Otros se reunían en sus habitaciones o en el comedor, y sus alegres voces se oían desde la distancia.
Como capitán, Shin tenía deberes que implicaban informes y otro tipo de papeleo, por lo que se le asignó la habitación más grande del cuartel, que también servía de despacho. Raiden iba allí a consultarle asuntos relacionados con el escuadrón, y sus amigos se asomaban poco a poco para molestarles. La habitación se había convertido en poco tiempo en uno de los lugares habituales de todos.
A Shin, quien era el dueño de la habitación, no parecía importarle mientras tuviera un lugar donde leer. Permanecía silencioso y distante aunque la gente estuviera atendiendo al gato, discutiendo ruidosamente sobre quién ganaba una partida de ajedrez, o incluso bailando la danza del vientre delante de él (Daiya y Kujo lo hicieron una vez). Ahora mismo, estaba, como siempre, leyendo una novela en su habitación, una que había encontrado en alguna biblioteca abandonada, mientras hablaba con la controladora. Estaba tumbado en la vieja cama de tubo que ocupaba la esquina y utilizaba su almohada como cojín. El gatito negro con manchas blancas yacía extendido sobre su pecho, como todas las noches.
Contemplando este apacible espectáculo, Raiden dio un sorbo a su taza de café. Era una mezcla hecha a partir de una receta transmitida durante generaciones entre los procesadores, el tradicional café ersatz [2] del escuadrón Spearhead. Estaba hecho con dientes de león que cultivaban detrás de los barrancones, lo que lo hacía mucho más sabroso que la misteriosa agua turbia que se obtenía con el café negro sintético en polvo.
¿Qué diría la vieja bruja si le dejara probar esto…?
Aunque la maldita anciana era una persona obstinada y anticuada que no aceptaba ningún tipo de lujo, el café era lo único que le gustaba.
Ni siquiera las plantas de producción de los ochenta y cinco sectores hacían un trabajo mucho mejor que las de las bases y los campos de internamiento cuando se trataba de reproducir artículos de alimentación. La bruja se quejaba cada mañana de que el café sabía a barro.
¿Sigue refunfuñando por ello, incluso ahora? ¿Sigue lamentando lo que nos pasó…?
Como si quisiera ahogar la voz de la controladora, el gatito emitió un maullido agudo.
♦ ♦ ♦
Lena parpadeó sorprendida al escuchar un maullido agudo que cortaba sus palabras.
—¿Hace un momento… ese era el sonido de… un gato?
—Oh, sí. Lo tenemos de mascota aquí en el cuartel —respondió Perro Negro—. El que lo recogió fue su servidor, por cierto. La cosita no paraba de maullar delante de una casa a la que le había volado el tejado un proyectil de una máquina tipo tanque. Sus padres y hermanos fueron aplastados, pero sobrevivió de alguna manera.
—Y por alguna razón, se apegó a Undertaker.
—Undertaker ni siquiera juega con él. Sigue frotándose contra él y pidiendo atención, pero no le dedica ni una hora.
—No estoy seguro de si realmente le gusta o solo piensa en él como una buena cama. Quiero decir, míralo ahora.
—Sí, quizás es porque Undertaker nunca se mueve ni un centímetro cuando está leyendo. Lo que significa que nunca se aferraría a Perro Negro de esa manera, ya que siempre es ruidoso.
—¡Vaya, qué grosero! ¡Y poco razonable! ¡Exijo una disculpa!
Oírles discutir y reírse así hizo que una ligera sonrisa apareciera en los labios de Lena. Cualquiera que los escuchara ahora solo oiría a chicos y chicas perfectamente normales de su edad. Se le hacía raro que no estuvieran ahí con ella.
—¿Cómo se llama el gato? —preguntó Lena con cariño, y todos los que resonaban con ella respondieron al mismo tiempo:
—Blackie.
—Whitey.
—Calico.
—Chibi.
—Gatito.
—Remarque.
—¡Por enésima vez, deja de ponerle el nombre del autor que estés leyendo en ese momento! ¡Es demasiado aleatorio! Además, ¿qué demonios estás leyendo? Consigue algo decente, maldita sea.
El último nombre que añadió Zorro Risueño no era un nombre real, al parecer. Sin embargo, Lena seguía confundida.
—¿De verdad hay tantos gatos allí…?
—¿No has oído la historia? Solo hay uno.
Como esa respuesta solo dejó a Lena más confundida, Perro Negro lo explicó de forma concisa:
—Es un gatito negro, pero sus patas son blancas. Por eso lo llamanmos Blackie, Whitey y Calico [3]. En realidad, no tenemos un nombre fijo para él, así que lo llamamos como nos apetece en ese momento. Recientemente, ha aprendido a acercarse si miramos en su dirección y le decimos algo.
Así que ese es el motivo, pensó Lena.
—Pero ¿por qué no decidir un nombre?
—Hmm… Bueno, eso es porque…
Tras un momento de duda, Perro Negro parecía haberse decidido a responder; sin embargo, al cabo de unos segundos, cortó el enlace.
♦ ♦ ♦
Kurena se incorporó de repente, pateando su silla, y salió de la habitación. Daiya, quien había estado sentado a su lado, fue tras ella. La silla se estrelló contra el suelo clamorosamente.
—¿Ha pasado algo…?
Daiya cortó su Resonancia, y Kurena nunca estuvo conectada para empezar. Shin habló para mantener las apariencias:
—Sí, apareció una rata.
—¡¿Una rata?!
—Eso es un poco demasiado convincente.
El susurro de Theo no había llegado a los oídos de la controladora. Lena preguntó si tenían ratas a menudo en los barrancones… Quizás le daban miedo o algo así, porque su voz era sorprendentemente tímida. Dándole una respuesta a medias, Shin miró la puerta entreabierta que Kurena había cerrado de golpe al salir.
♦ ♦ ♦
En medio del pasillo, Daiya alcanzó a Kurena, quien respiraba entrecortadamente, como si tratara de reducir el estrés que había acumulado durante mucho tiempo. El mero hecho de escuchar esa voz la ponía enferma. La asqueaba tanto que Kurena acabó por no soportarlo más. Aquella mujer le había robado las tranquilas veladas que todos los días habían disfrutado juntos hasta ahora. Eran momentos tan agradables y preciosos, y ahora…
—Kurena…
—¿Por qué siguen hablando con ella?
—Es solo por el momento. Ya sabes que esa princesita dejará de conectarse por su cuenta pronto.
Daiya se encogió de hombros con unos ojos tan fríos que hicieron que su habitual picardía pareciera una mentira. Sería lo mismo de siempre. Al fin y al cabo, ningún controlador era capaz de tolerar durante mucho tiempo resonar con la Parca. Aquella chica aún no conocía el origen del otro nombre de Shin. Tenía la suerte de que aún no habían aparecido esos enemigos en particular, pero esa suerte se acabaría tarde o temprano.
Aquellos enemigos eran los heréticos Black Sheep [4] que se esconden entre el rebaño de la Legión. Aunque esa era la inspiración detrás del nombre, a estas alturas, los Black Sheep superaban con creces a la Legión normal, e incluso el Shepherd, que era mucho más peligroso, tampoco había aparecido todavía.
Kurena rechinó los dientes. Lo entendía, de verdad que sí, pero aún así…
—Shin debería romperla de una vez. —La ira y la irritación la abrumaban, haciendo que Kurena escupiera palabras rencorosas y punzantes—. ¿Qué sentido tiene preocuparse tanto por un apestoso cerdo blanco? Después de todo, ellos mantienen una tasa de sincronización baja.
—En eso tienes razón, pero Shin no rompe a los controladores porque quiere, ¿sabes?
Para comunicarse adecuadamente por encima de los tumultuosos sonidos del campo de batalla, el protocolo estándar consistía en ajustar la tasa de sincronización del para-RAID al mínimo absoluto, de modo que solo se pudieran oír la voces de los interlocutores.
Daiya añadió, no como un reproche, sino con ansiedad:
—“No me gusta esa mujer, así que quiébrala”. ¿Puedes decirle eso a Shin? ¿De verdad serías capaz de decirle eso… al tenerlo frente a ti?
Kurena se mordió el labio. Daiya tenía razón. Era algo horrible de decir. Shin y todos los demás, eran más que sus amigos. Eran su familia. Y no había manera de que ella pudiera decir algo tan horrible a la familia.
Para Shin, aquella conversación se convirtió en una rutina, una parte de su día a día. Pero aún así…
—Lo siento…, pero no puedo perdonarla. Mataron a mis padres. Jugaron con ellos como si fueran blancos en un campo de tiro.
Aquel incidente ocurrió una noche mientras un grupo se encargaba de custodiar un campo de internamiento. Unos soldados Alba decidieron probar dónde podían golpear a los prisioneros o cuánto podían soportar antes de morir. Torturaron a sus padres hasta la muerte, riéndose todo el tiempo. Inmediatamente después, enviaron al campo de batalla a la hermana de Kurena, quien era siete años mayor que ella. En ese entonces, su hermana tenía catorce años… solo un año menos que Kurena ahora. Su hermana trató de alejar a esos malditos, al mismo tiempo que intentó curar las heridas de sus padres mientras su sangre goteaba de sus manos. Al final, los que se disculparon con Kurena y su hermana por no haber salvado a sus padres fueron los soldados del grupo Alba y de la sub-raza celena.
—Todos los cerdos blancos son una escoria… Nunca, nunca los perdonaré.
♦ ♦ ♦
Cuando ambos regresaron al despacho, la conversación había rebotado de ratas a historias sobre el paisaje que solo se podía ver en el frente, hasta que finalmente se estableció un tema de conversación sobre una lluvia de meteoritos que Kaie vio una vez. Daiya se encogió brevemente de hombros ante la mirada inquisitiva de Raiden y volvió a su puesto para arreglar la radio mientras Kurena se sentaba en el suelo cerca de Shin y tomaba al gatito para jugar con él.
A decir verdad, probablemente no quería jugar tanto; sin embargo, el gatito acabó accediendo a sus llamados, alejándose tambaleante de Shin, quien había cambiado de posición para permitir que Kurena se sentara a su lado. Se bajó de la cama, manteniendo la distancia mientras mostraba una expresión indiferente, pero Kurena finalmente lo recogió en sus brazos.
—¿De verdad, Kirschblüte? ¿Había tantas estrellas fugaces?
—Más de las que pude contar. Creo que fue hace dos años. Levanté la mirada y, antes de darme cuenta, ya estaban cayendo algunas estrellas. Todo el cielo estaba lleno de luz. Fue… un gran espectáculo.
Kirschblüte, Kaie, asintió con la cabeza mientras empezaba a repartir cartas en lugar de Kurena. Raiden también había visto esa lluvia de meteoritos, pero en ese momento todos estaban atrapados en medio del campo de batalla, rodeados por los restos de enemigos y aliados por igual. Shin era el único que estaba a su lado, y los dos Juggernauts estaban sin energía. Tenían que esperar a que Fido los encontrara y no podían moverse ni un centímetro hasta que lo hiciera. Ciertamente no fue una noche hermosa y romántica que pudieran recordar y reírse de ella.
Sin la luz artificial que crearon los humanos, el campo de batalla estuvo envuelto aquella noche en una oscuridad total, la clase de penumbra para la que se hizo el término “oscuridad total”. El paisaje estaba teñido completamente de negro, y la única luz provenía de los cielos, iluminados como si estuvieran encendidos con llamas de color azul pálido; un silencio sofocante y solemne lo cubría todo. La combinación producía la apocalíptica ilusión de que el mundo se había hecho pedazos y dejado desmoronarse, como si se hubiera incendiado.
Raiden había pensado, en ese momento, que tal vez morir no sería tan malo si eso era lo último que llegaba a ver, y admitirlo ante Shin fue una desgracia que nunca superaría. Shin se había burlado de él. Qué idiota.
—Probablemente nunca volveré a ver algo así… Se tienen estrellas fugaces todos los años, pero pueden pasar décadas entre las lluvias de meteoritos, y más una con tantas estrellas… Sin duda es algo que solo sucedería una vez cada siglo… Oh, eso es algo que Kujo, a quien llamábamos Sirius, me dijo antes.
—Es una pena… Me hubiera gustado verla también.
—¿No puedes ver las estrellas allí?
—Las luces de la ciudad están encendidas toda la noche. Por lo tanto, nunca vemos las estrellas.
—Oh… —Kaie sonrió débilmente, nostálgica—. Sí, así lo recuerdo… Aquí es una oscuridad total por la noche. Apenas hay gente, estamos en medio de la nada, y realmente apagan todas las luces cuando dicen que lo harán. Así que, por lo general, tenemos una gran vista de las estrellas. ¿Sabes el significado de “un cielo estrellado”? Bueno, es así. Esa es probablemente una de las cosas más agradables de vivir aquí.
La controladora se quedó callada ante las palabras de Kaie. Es probable que nunca esperó escuchar a un procesador, quien debería estar viviendo un infierno en la Tierra, decir que se alegraba de estar donde estaba. Planteó su siguiente pregunta con un tono manso, casi resuelto. Era una voz dispuesta a recibir todas las condenas y abusos que pudieran lanzarle, ya que, al fin y al cabo, era su responsabilidad.
—Kirschblüte… ¿Estás resentida con nosotros…?
Kaie dudó un instante antes de responder.
—Bueno… Obviamente, ser discriminada no se siente muy bien, y es muy, muy molesto. La vida en los campos de internamiento es terrible, y luchar siempre da miedo. Por lo tanto, no puedo evitar odiar a la gente que nos obligó a llevar esta vida y que dice que está bien tratarnos así porque los Ochenta y Seis ni siquiera son humanos. —Kaie continuó, evitando que la controladora ofreciera palabras de remordimiento o autocondena. Ella no aceptaría una disculpa conservada—: Pero sé que no todos los Alba son malas personas… Al igual que sé que tampoco todos los Ochenta y Seis son santos.
—¿Eh…?
Los labios de Kaie se curvaron en una sonrisa amarga.
—Verás, pertenezco a la sub-raza orienta, así que había todo tipo de problemas en los campos de internamiento y en mis antiguos escuadrones.
Y no era solo Kaie. Anju también había tenido problemas en el pasado… Además, es muy probable que Shin pasara por lo mismo, aunque no lo dijera. Los que tenían sangre Alba corriendo por sus venas o eran descendientes del Imperio, especialmente los de nacimiento noble, eran acosados en los campos de internamiento. De hecho, ese linaje era la razón principal de su internamiento. Probablemente era fácil para todos los que estaban allí utilizarlos como desahogo de sus frustraciones, y las razas del este y del sur eran siempre la minoría en los campos.
Los Ochenta y Seis no eran todos víctimas inocentes. El mundo siempre se puso en contra de los pocos y dio la espalda a los débiles.
—De todos modos, sabemos que también hay buenos Alba por ahí. No los he visto personalmente, pero algunos de los otros sí. Así que no te guardo rencor solo por ser una Alba.
—Ya veo… Debería estar agradecida a esa gente también, entonces.
Kaie se sentó, inclinando su cuerpo hacia delante. A pesar de que estaban hablando a través de para-RAID, todavía se encontraba moviéndose como si la controladora estuviera sentada justo enfrente de ella.
—Yo también tengo una pregunta para ti. ¿Por qué estás tan interesada en nosotros?
De repente, una imagen de llamas apareció en la mente de Shin, y levantó los ojos de su libro. Nunca había asistido a una fogata o a una muerte en la hoguera, así que probablemente se trataba de uno de los recuerdos de la controladora.
—Un Procesador como todos ustedes me salvó una vez, en el pasado…
♦ ♦ ♦
En su habitación, Lena recordó ese día.
—“Somos ciudadanos de la República. Hemos nacido en este país y nos hemos criado en él. Aunque ya nadie lo reconozca, precisamente por eso tenemos que demostrarlo. Proteger la patria es el deber y el orgullo de un ciudadano de la República. Por eso luchamos”. Aquellas fueron las palabras que dejó la persona que me salvó. Siempre quise responder a esas serias palabras, y por eso yo…
♦ ♦ ♦
Los ojos de Raiden se entrecerraron ante aquellas dolorosas palabras. La controladora se quedó en silencio; sin embargo, un segundo después, añadió:
—Dijo que era un ciudadano de la República y que lucharía para demostrarlo. Y creo que debemos responder a esas palabras que dejó. Enviarles a luchar sin siquiera dedicarles un pequeño vistazo, sin intentar conocerles, sería ir en contra de eso… Es imperdonable.
Kaie escuchó y, cuando la controladora terminó de hablar, hizo una pausa para pensar antes de abrir la boca.
—Controlador Uno… De verdad eres una virgen pura, ¿no es así?
—¡¿Pffft…?!
Pudieron oír cómo la controladora escupía té o alguna otra bebida.
Todos los resonados estallaron en carcajadas. Kurena y Haruto, quienes no estaban resonando, miraron a los demás con expresiones de desconcierto y empezaron a reírse también, después de que Anju explicara lo que había pasado. La controladora tosía, y Kaie, quien estaba sorprendida por la respuesta de todos, se puso repentinamente pálida.
—¡Dios mío, lo siento…! ¡Me he confundido de palabra! ¡Quise decir que de verdad eres una doncella pura!
Por lo general, uno no mezclaría esas dos palabras, y el significado no era tan diferente de todos modos. Daiya y Haruto parecían estar a punto de morir de risa, golpeando con fuerza las mesas y las paredes.
—¡Déjenlo ya, idiotas! —gritó Kino furioso desde el otro lado de la pared, e incluso Shin se reía, inusualmente, con los hombros temblando. Kaie, por otro lado, se estaba volviendo cada vez más y más nerviosa.
—Me refería a… ya sabes, al tipo de chica que piensa que todo el mundo es un maravilloso campo de flores, que tiene este ideal perfecto e inmaculado que está protegiendo y… ¡Lo que estoy tratando de decir es…!
Era obvio que la controladora estaba sonrojada y completamente rígida.
—No eres una mala persona, ¿sí? Así que déjame advertirte ahora mismo —dijo Kaie, quien de alguna manera se había calmado—. No estás hecha para este trabajo y definitivamente no eres alguien que deba interactuar con nosotros. No estamos luchando por ese tipo de razón noble, así que no deberías involucrarte… Deberías cambiar con otra persona, antes de que te arrepientas.
♦️ ♦️ ♦️
En ese momento, Lena oyó decir a Kaie que no era una mala persona. Sin embargo, nunca dijo que fuera una buena persona.
Lena no tenía forma de entender por qué era eso.
♦️ ♦️ ♦️
—Controlador Uno a todas las unidades. Hemos detectado al enemigo en el radar.
Ese día, todo el escuadrón Spearhead estaba de misión, y Lena se encontraba en la sala de mando, hablándoles con los ojos fijos en la pantalla.
—La mayor parte de la ofensiva enemiga es una fuerza mixta de máquinas de tipo dragón y tipo tanque, acompañados de los Stier, una unidad de artillería de tipo antitanque…
—Hemos confirmado su ubicación, Controlador Uno. Nos estamos preparando para interceptarlos en el punto cuatrocientos setenta y ocho.
Lena tenía la intención de informarles sobre la posición del enemigo y proponerles una estrategia para emplear, pero, al haberle cortado en seco, se quedó confundida y aceptó su método con un murmullo.
El veterano escuadrón Spearhead no parecía necesitar mucho la ayuda de Lena y, últimamente, su papel consistía sobre todo en apoyarlos para que cada miembro pudiera exhibir plenamente sus talentos y habilidades… Analizaba los movimientos del enemigo o ajustaba los reabastecimientos para que llegaran a las manos adecuadas en el momento oportuno, y se pasaba los días estudiando los documentos en la sala de archivos en busca de información sobre la región designada del escuadrón.
En los últimos días, había solicitado en repetidas ocasiones permiso para utilizar el cañón de interceptación situado en la parte trasera del sector. Si pudiera utilizar el cañón de artillería, su alcance le permitiría al menos suprimir en cierta medida los ataques de los Skorpion, aquellas máquinas de tipo artillera. Aunque facilitaría mucho las batallas, el cañón era un modelo desechable: una vez disparado, había que recalibrarlo y reiniciarlo. Los oficiales de la división de transporte no estaban dispuestos a tomarse esas molestias por “un puñado de Ochenta y Seis”, lo que significaba que las peticiones de Lena caían en oídos sordos. También dijeron algo parecido a: “¿No está ya todo oxidado?”
Justo cuando Lena estaba recordando ese irritante intercambio, Zorro Risueño habló:
—Tiradora a Undertaker, estoy en posición.
—Zorro Risueño a Undertaker, tercer escuadrón, igualmente en posición.
Poco a poco, todos se pusieron en posición. Era una formación de intercepción perfecta, establecida como si conocieran el rumbo de la Legión. Los procesadores del escuadrón Spearhead siempre parecían moverse como si predijeran las acciones de la Legión. Quizás había algún tipo de presagio que solo ellos podían ver.
Lena pensó que debería preguntar sobre esto una vez que el combate hubiera terminado. Si eran capaces de implementar este método en otros escuadrones, la tasa de mortalidad de los procesadores durante las incursiones podría bajar drásticamente. El hecho de que una información tan valiosa como esta se utilizara solo en áreas individuales y nunca se extendiera a otros escuadrones era un gran defecto de este sistema distorsionado.
Con esos pensamientos en mente, Lena habló mientras examinaba el mapa del primer sector que finalmente había encontrado ayer:
—Undertaker. Por favor, haz que Tiradora cambie su posición. Sitúala a las tres en punto, a trescientos metros de su ubicación actual. Si se esconde allí, tendrá el terreno elevado. Ya que se encargará de disparar desde una cresta, debería de proporcionar un campo de visión mucho mejor.
Después de una pausa, Undertaker respondió:
—Confirmaremos esa ubicación… Tiradora, ¿puedes ver ese punto?
—Lo comprobaré, dame diez segundos… Sí, puedo verlo. Moviéndome hacia allí, ahora.
—Esa posición está en la dirección opuesta al primer escuadrón, que servirá de vanguardia. Teniendo en cuenta la estrategia de Undertaker de causar una perturbación en las fuerzas enemigas antes de atacar a las unidades individualmente, esto debería crear una apertura que engañe al enemigo en las primeras fases de la operación.
Hombre Lobo se rió.
—Así que ella será el cebo. Para tener una voz tan bonita, tienes agallas, princesa.
—Las máquinas de tipo tanque y aquellas de artillería de tipo antitanque no son buenas para cambiar los ángulos de elevación… No deberían ser capaces de disparar directamente a Tiradora una vez que esté arriba. Si llegan a cambiar su posición de disparo, el terreno circundante debería servir de cobertura….
—No me malinterpretes… Es un buen plan. ¿No es así, Tiradora?
—Haré lo que sea si eso significa ayudar a todos —respondió con valentía, pero su voz se volvió mucho más fría cuando se dirigió directamente a Lena—: ¿Has encontrado un nuevo mapa o algo así? Debe ser conveniente.
Lena sonrió con ironía. Esta chica, Tiradora, no parecía gustarle. Siempre se desconectaba a diario durante sus reuniones informativas, y cuando hablaban, tenía una actitud descaradamente fría y contundente.
El mapa que sostenía Lena había sido confeccionado por las fuerzas terrestres de la República; un producto altamente detallado de meses de minuciosos combates y reconocimiento. Por alguna razón, no se había compartido con las bases en la vanguardia que lo necesitaban desesperadamente. Los procesadores hoy en día basaban sus tácticas en mapas que habían encontrado las ruinas cercanas, a los que habían añadido notas y modificaciones a medida que los utilizaban. Gracias a ello, conocían los puntos comunes de interceptación y las rutas de ataque, pero no tenían tanto conocimiento de la topografía.
—¿Quieres que lo transmita más tarde?
Tenía demasiados datos para transferirlos durante un combate, cuando el ancho de banda era limitado, pero eso no sería un problema más tarde, cuando tuvieran tiempo.
Hombre Lobo se rió con ironía.
—¿Segura que quieres hacer eso? Estarías transmitiendo secretos militares a Ochenta y Seis, “ciudadanos de carácter inimputable”.
—No me importa. ¿De qué sirve tener esta información si no se utiliza?
Esas palabras parecieron tomar a Hombre Lobo por sorpresa. Dio un sorprendido “Huh” y se quedó callado. Para empezar, había sido un documento sin archivar y sin gestionar hasta que Lena lo sacó de una montaña de cajas de cartón. ¿Qué confidencialidad podía tener si nadie se daba cuenta de que lo había copiado o extraviado?
Las fuerzas terrestres y el personal de retaguardia de la República habían sido expulsados del campo de batalla y aniquilados en las primeras fases de la guerra, nueve años atrás, y no existía una sucesión real de sus operaciones y trámites. Por ello, gran parte de su documentación había quedado abandonada, en paradero desconocido y sin gestionar. Cualquier soldado decente se daría cuenta de la gravedad del problema.
—Además, tú no eres Ochenta y Seis. Por lo menos, nunca te he llamado así…
—Sí, sí… Tch. Ya vienen.
Lena podía sentir la tensión llenando el otro lado de la Resonancia. Incluso parecía que algunos estaban emocionados por el comienzo de la batalla, probablemente debido a su largo servicio o a la adrenalina de estar en el campo de batalla.
El rugido de un cañón, lo suficientemente potente como para sacudir incluso la boca del estómago, resonó en sus oídos desde el otro lado de la Resonancia.
♦️ ♦️ ♦️
La batalla avanzaba rápidamente, y los puntos rojos que indicaban a la Legión iban desapareciendo poco a poco del mapa. El escuadrón Spearhead había atravesado un bosque primitivo en la zona de combate para dar un rodeo y diezmar a un grupo de Stier de gran potencia de fuego y baja movilidad. Esto también les permitía atraer a las máquinas de tipo Ameise y Grauwolf hacia el bosque, donde podrían separarlos y eliminarlos de forma individual. El denso bosque tenía la ventaja añadida de limitar la maniobrabilidad de los Löwe, ya que eran incapaces de realizar giros cerrados. También afectaba en gran medida a su campo de visión y a su rango de ataque.
Evadiendo un proyectil disparado, un único Juggernaut, Kirschblüte, atravesó la serie y se lanzó a la carrera, tratando de apuntar al flanco izquierdo de un Löwe.
Un escalofrío recorrió a Lena. La posición del Löwe era extraña. A juzgar por el despliegue del enemigo, no debería haber un Löwe allí. La Legión siempre estaba atenta, y en esa formación no podrían cubrirse unos a otros. Presa del pánico, Lena comprobó el mapa de la zona y confirmó el avance del enemigo. Estaba especificado en el mapa a sus manos, pero probablemente Kirschblüte no podía verlo; por lo que Lena podía ver, el Löwe estaba enterrado bajo algo, oculto a la vista.
—¡Aléjate de ahí, Kirschblüte!
—¿Eh?
La advertencia de Lena llegó demasiado tarde. El punto que marcaba la unidad de Kirschblüte en la pantalla del radar desapareció de forma antinatural.
♦️ ♦️ ♦️
—¡¿Qué es esto…?! ¿Un pantano?
Atrapada en su unidad, ahora inmóvil, Kaie sacudió la cabeza y gimió con desesperación. A través de la pantalla, vio que las patas delanteras de su Juggernaut estaban sumergidas hasta la mitad del suelo. Lo que había parecido un trozo de pradera resultó ser un pantano, el tipo de terreno blando que el Juggernaut mal equilibrado era el menos capaz de atravesar.
Tendría que caminar hacia atrás para salir. Tras llegar a esa conclusión, agarró los dos palos…
—¡Kirschblüte, aléjate de ahí ahora mismo!
La advertencia de Shin hizo que Kaie levantara la cabeza. Al levantar el sensor óptico de Kirschblüte, Kaie vio a un Löwe de pie justo delante de ella.
—Ah…
Ella estaba dentro del alcance mínimo de la torreta de tipo tanque, así que el Löwe blandió sus patas delanteras. Lo hizo con frialdad, con la crueldad de un mecanismo de relojería que nunca dejaría de girar, por mucho que la persona atrapada entre sus engranajes gritara o suplicara.
—No…
Fue una súplica débil y tenue, como la de un niño a punto de llorar.
—No quiero morir…
El Löwe gimió mientras movía sus piernas. Cincuenta toneladas viajando a gran velocidad decapitaron a Kirschblüte con un golpe arrollador. Los procesadores habían apodado sombríamente a la cubierta de tipo concha como la “guillotina”, ya que estaba mal conectada y tendía a romperse y salir volando, junto con su piloto, si recibía un impacto lo suficientemente fuerte. Y haciendo honor a ese terrible nombre, la capota de Kirschblüte se desprendió del resto de la unidad.
Otro objeto redondo salió volando en dirección contraria, cayendo al suelo y rodando, para no volver a ser visto…
♦️ ♦️ ♦️
Tras un momento de silencio horrorizado, bramidos y gritos de dolor e indignación llenaron la Resonancia.
—¡¿Kirschblüte…?! ¡¡¡Maldita sea!!!
—Undertaker, voy a recogerla. Consígueme un minuto. ¡No podemos dejarla allí!
La respuesta de Shin no fue más que un silencio, como un lago congelado en una noche de pleno invierno.
—No, Bruja de Nieve… Están usando su cuerpo como señuelo. Es una emboscada.
El Löwe que mató a Kaie seguía acechando en algún lugar cercano, esperando para abatir a cualquier enemigo que intentara recuperar a un camarada herido o un cadáver. Era una táctica de francotirador establecida desde un principio. Pudo oír la respiración angustiada de Anju y un fuerte sonido mientras ella golpeaba la consola con rabia. A continuación, Bruja de Nieve disparó un proyectil explosivo de cincuenta y siete milímetros que envolvió a Kirschblüte y sus alrededores en llamas.
—Kirschblüte, KIA [5]. Fafnir, ve a cubrir al cuarto escuadrón… No quedan muchos enemigos. Acabemos con esto antes de que puedan aprovechar la pérdida de Kirschblüte.
—Entendido.
Las respuestas, por muy tristes o enfurecidas que estuvieran, llegaban con la tranquilidad de los veteranos que habían visto cómo sus compañeros eran reventados en innumerables ocasiones. Como eran experimentados portadores de nombre, la visión de que una unidad amiga se convirtiera de forma repentina en una señal perdida se les había hecho tan enfermizamente familiar.
Sabían muy bien que tenían que reprimir su dolor hasta que la batalla hubiera terminado. De lo contrario, solo se unirían a sus compañeros como cadáveres. Su experiencia les permitía desprenderse de sus emociones y mantener la sangre fría que necesitaban para sobrevivir. Era la conciencia de los humanos que se habían adaptado a la locura del campo de batalla y se habían degradado a frías y calculadas máquinas de matar.
Con solo un momento de pausa, una única y amarga inhalación, el enjambre de arañas mecánicas cuadrúpedas reanudó su clamorosa carrera hacia la sombra de los árboles. Y, al igual que los esqueletos de los muertos que acechan bajo la entrada poco iluminada de los límites del inframundo, vagaron en busca de cualquier persona a la que pudieran clavar sus garras, cualquier persona a la que estrangular y arrastrar hasta el mismo lugar al que había ido su compañero caído.
♦️ ♦️ ♦️
Poco después, las fuerzas de la Legión fueron erradicadas. No obligadas a retirarse, sino literalmente erradicadas. Al sentir que esa era la voluntad de los procesadores restantes, el corazón de Lena se llenó de tristeza.
Justo el otro día, del cual no había pasado mucho tiempo, Kirschblüte le había hablado de la lluvia de meteoritos. Cuando Lena recordó las orgullosas palabras de Kirschblüte, el arrepentimiento y la pena le oprimieron el corazón. Si hubiera encontrado el mapa antes. Si le hubiera avisado a tiempo…
—Situación resuelta, buen trabajo, todos.
Nadie le respondió. Probablemente todos estaban afligidos a su manera.
—Sobre Kirschblüte… Lo siento mucho. Si hubiera sido más…
En ese momento, pudo sentir un profundo y aterrador silencio que irradiaba desde el otro lado de la Resonancia.
—¿Lo sientes? —respondió Zorro Risueño, como si reprimiera algo a punto de estallar, algo que chirriaba detrás de su voz supuestamente tranquila—. ¿Tú? ¿Lo sientes? ¿De qué te arrepientes? Por lo que a ti respecta, pueden morir uno o dos Ochenta y Seis, pero al final del día, sigues yendo a casa, cenando y durmiendo sana y salva, ¿verdad? Deja de soltar estupideces con esa vocecita tan mansa que tienes.
Lena tardó un momento en procesar adecuadamente lo que acababa de escuchar. Al notar que a la controladora no se le ocurría nada que decir en el acto, Zorro Risueño murmuró un: “Escucha aquí, tú…”, antes de continuar. Esta vez, no intentó enmascarar su hostilidad, con una amargura incondicional que coloreaba su tono:
—Quiero decir, claro, cuando no tengamos nada mejor que hacer, tal vez podamos seguir tu pequeño juego de pretender. Puedes decir que nunca discriminas, que nunca nos tratas como cerdos, que eres una persona pura, noble y virtuosa, que todo es un malentendido y que eres una maldita santa. Claro, cuando no pasa nada, podemos acariciar tu estúpido ego, ¡pero lee el puto humor! Una de nuestras amigas acaba de morir. No tenemos tiempo para consentir tus tonterías ahora mismo, así que lee el maldito ambiente ya, hipócrita.
—¿Hip…?
¿Hipócrita?, pensó Lena.
—¿O qué? ¿Crees que no nos importa que nuestra amiga acaba de morir? Oh, es cierto, después de todo, para ti, los Ochenta y Seis son solo los Ochenta y Seis. Somos cerdos inferiores que no pueden compararse con un noble humano como tú, ¿no es así?
—¿Qué…? —Bombardeada con una acusación inconcebible tras otra, la mente de Lena se quedó completamente en blanco—. ¡Eso no es cierto! ¡Yo nunca he…!
—¿No es cierto? ¿Qué parte no es cierta? Tú eres la que está sana y salva dentro de las murallas, descansando mientras nos ves luchar después de que tu gente nos arrojara a este infierno. ¡Estás aceptando descaradamente lo que nos hacen sentándote ahí como si tuvieras derecho a la comodidad! Si eso no es tratarnos como cerdos, ¿entonces cómo lo llamarías?
Lena podía sentir las emociones de los procesadores a través de la Resonancia. Algunos eran indiferentes. Otros, incluido Zorro Risueño, mostraban diversos grados de desprecio y hostilidad. El resto, simplemente sentía resignación. Pero lo único que todos tenían en común era esa frialdad.
—¿Nunca nos llamaste Ochenta y Seis? ¡No llamarnos así fue lo único que hiciste! ¿Proteger al Estado es un deber ciudadano? ¿Responder a esos sentimientos que tanto hablas? ¡Al diablo con eso! ¡¿Crees que estamos luchando porque queremos?! ¡Ustedes son los que nos han atrapado aquí, quienes nos han obligado a luchar! Han dejado morir a millones de nosotros en estos últimos nueve años, ¿verdad? No hacen nada para evitarlo… ¿Piensas que si nos hablas de la buena vida cada noche todo mejorará? Para empezar…
Sin una pizca de misericordia, Zorro Risueño atravesó sin piedad el corazón de Lena con lo que siguió. La prueba innegable de que ella, a pesar de intentar tratarlos como humanos, los había visto en última instancia como cerdos.
—… ¡Ni una sola vez nos has preguntado nuestros nombres!
Su respiración quedó entrecortada en la garganta.
—Ah…
Aquella constatación la dejó tambaleándose con total incredulidad. Él tenía razón. Ella no sabía sus nombres; nunca había preguntado… A nadie, ni siquiera a Undertaker, quien siempre era el primero en responder a sus llamadas. Ni siquiera a Kirschblüte, quien siempre era la que más hablaba con ella. Y, por supuesto, nunca les había dicho su nombre. Controlador Uno. Se había presentado como su supervisora, solo con el título que le otorgaba ese papel y en calidad de tal. Podría haber sido aceptable si hubiera sido de mutuo acuerdo, pero de lo contrario, era una forma terriblemente irrespetuosa de tratar a un compañero.
Y ella había hecho precisamente eso, sin pestañear. Sin darse cuenta. “Deberías saber que hay que tratar al ganado como ganado”. Sí, tal y como le había dicho su madre con expresión serena. ¿Acaso la única diferencia entre ella y Lena era que esta última nunca lo expresaba con palabras…?
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Las palabras no salían, pero sentía que un lamento de vergüenza le subía por el pecho, suplicando que lo dejara salir. Se tapó la boca con las manos para reprimirlo. Aunque acababa de darse cuenta de ello, ahora tenía tanto miedo de lo fea que podía ser, de la forma en que podía pisotear y mirar a otra persona como si fuera algo natural, sin sentir vergüenza por ello.
Hombre Lobo…, no, el chico Colorata cuya cara nunca había visto, cuyo nombre nunca había preguntado, se interpuso en la conversación con voz baja:
—Theo.
—¡Raiden! ¿Vas a defender a este cerdo blanco…?
—Theo.
—Bien… Lo entiendo.
Zorro Risueño chasqueó la lengua una vez, y su presencia desapareció de la Resonancia. Lanzando un profundo suspiro, como para librarse de los sentimientos que llenaban su propio pecho, Hombre Lobo dirigió su atención a Lena.
—Controlador Uno, cierra la Resonancia.
—Hombre Lobo… Yo…
—La batalla ha terminado. Ya no tienes ninguna razón para mandarnos, ¿verdad…? Zorro Risueño se pasó de la raya, pero eso no significa que estemos de humor para charlar contigo.
Su tono era frío, pero la falta de siquiera una pizca de condena en su voz le pareció a Lena aún más inhumana y distante. No la juzgaba por sus defectos, y tampoco la culpaba, porque estaba completamente resignado. Resignado porque estaba hablando con alguien que nunca le escucharía, dijera lo que dijera o hiciera lo que hiciera, alguien que solo pretendía hablar pero que no entendía lo que decían los demás. Quizá ni siquiera lo que ella misma decía. Un cerdo con forma humana.
—Lo siento…
Apenas logró una respuesta temblorosa, cerró la Resonancia. Ni una sola voz había respondido a esas palabras.
♦️ ♦️ ♦️
Todos los demás cortaron poco a poco el enlace con la controladora, y Theo se quedó allí, sintiéndose terrible. Al cabo de un rato, Anju resonó con él.
—Theo.
—Lo sé… ¿sí? —contestó él con tristeza.
Odiando lo infantil que sonaba su propia voz, Theo hizo una mueca de autodesprecio.
—Entiendo lo que sientes, pero has ido demasiado lejos. Incluso si lo que has dicho es cierto, ponerlo así ha sido demasiado.
—Sí, lo entiendo… Lo siento.
Él lo sabía. Todos habían decidido juntos que así debía ser y todos se dieron cuenta de ello incluso antes de expresarlo con palabras. Por eso, hasta ahora, eso era lo que habían hecho. Decir todo lo que pensaba de la manera más dura posible no le hacía sentir mejor. En todo caso, solo lo dejaba irritado con los nervios de punta. No tenía una salida para su frustración, y sentía que los preciados amigos que había perdido iban a estallar contra él en cualquier momento por su comportamiento. Era una promesa preciosa, y la había roto por culpa de ese estúpido cerdo blanco. Pero aún así, la razón por la que no podía contener su ira era definitivamente…
—¿Tu antiguo capitán…?
—Sí…
Todavía podía recordar su espalda, amplia y confiable.
Aquella persona había sido el capitán de la primera unidad a la que Theo había sido destinado, cuando se había alistado a la temprana edad de doce años. El capitán era alegre y jovial, y todos en el pelotón lo odiaban. Theo también lo había odiado en su momento. Había heredado de él la marca personal de Zorro Risueño. Y por aquel entonces, aún no sabía dibujar y se había esforzado por replicar el dibujo del zorro que siempre había reído bajo el dosel del capitán. Sin embargo, solo consiguió una caricatura deformada con una sonrisa artificial y pegada.
Theo no podía perdonar a aquella cerda de raza blanca que llevaba la misma expresión que el capitán, quien actuaba como si fuera una especie de santa por llorar la muerte de Kaie. No podía perdonarla, pero al arremeter contra ella, lo único que había conseguido era…
—Lo siento, Kaie…
Bajó los ojos, mirando los restos quemados de Kirschblüte. Ya estaba acostumbrado a esto, a que fueran los únicos restos de los amigos que no se les permitía enterrar o traer de vuelta.
—Actué como uno de esos cerdos y deshonré tu muerte…
Tú, Kaie. Orgullosa y noble Kaie, incluso después de todo lo que pasaste, ni una sola vez pusiste tu rencor en palabras, incluso al final…
♦️ ♦️ ♦️
En las noches de una muerte, todos en la unidad se aislaban o tal vez se quedaban con una persona más, cada uno llorando a su manera. Así que esa noche, nadie se acercó a la habitación de Shin.
La luna y las estrellas brillaban con fuerza, así que Shin mantuvo la luz apagada. Apoyado en su mesa iluminada por un resplandor azul pálido, abrió sus ojos tan rojos como la sangre al oír un modesto golpe contra el cristal de la ventana. Mirando desde la ventana, encontró a Fido de pie fuera del cuartel, extendiendo su brazo de grúa. Entre el manipulador de su punta había un fino trozo de metal.
—Gracias.
—Pi.
Después de hacer su entrega, Fido parpadeó su sensor óptico una vez como si estuviera pestañeando antes de darse la vuelta y volver a sus tareas habituales. El trabajo habitual de un Scavenger consistía en transportar un contenedor lleno de chatarra y restos del campo de batalla al horno de la fábrica automática para su reciclaje.
Mientras Shin colocaba el trozo de metal en un paño que había tendido de antemano, el para-RAID se activó. Al detener sus manos por un momento mientras desenvolvía un trozo de tela que contenía unas sencillas herramientas de trabajo, Shin frunció el ceño. Él era el único receptor de esta Resonancia, y su emisor no era alguien de la base.
Shin suspiró cuando la otra parte permaneció en silencio a pesar de haber iniciado esta llamada. Abrió la boca para hablar a la abatida presencia en el otro extremo del inconsciente colectivo:
—¿Necesitas algo, Controlador Uno?
La presencia vaciló, como si la recorriera un escalofrío de sorpresa, pero siguió guardando silencio. Shin aguardó esta pausa notablemente reticente, esperando que la persona al otro lado hablara. Un tiempo considerable después de que Shin hubiera reanudado su trabajo, la controladora abrió por fin la boca. Cuando escuchó su voz, débil y apagada, como si tuviera miedo al rechazo, sus manos se detuvieron.
—Um…
♦️ ♦️ ♦️
Ella había pensado que si él la despreciaba, terminaría amablemente la llamada allí mismo. Y fue precisamente porque estaba preparada para hacerlo, que escuchar la voz tranquila de Shin responderle como siempre la hizo perder aún más los nervios. Después de varias rondas de intentar hablar y recuperar el aliento ahogado, las palabras finalmente salieron.
—Um… Undertaker, ¿es un buen momento para hablar?
—Claro, adelante.
Su sencilla respuesta fue tranquila y serena, sin una pizca de emoción. No obstante, Lena se dio cuenta por primera vez de que ese tono distante e inmutable no provenía de su disposición serena, sino de su total falta de interés o sentimiento por ella.
Reprimiendo su corazón, que había estado a punto de enroscarse de miedo, bajó la cabeza. Seguramente esto también era cobardía. Sabía que debería decírselo a todo el mundo, pero no podía reunir el valor necesario para ponerse en contacto con Zorro Risueño y Hombre Lobo, quienes probablemente no estarían dispuestos a resonar con ella.
—Lo siento. Por todo lo que pasó esta tarde y lo que he hecho hasta ahora. Lo siento de verdad… Um… —Apretó ambas manos en su regazo y continuó de manera formal—: Mi nombre es… Lena. Vladilena… Milizé. Sé que esto puede llegar demasiado tarde, pero… ¿podría decirme su nombre, por favor?
Hubo una breve pausa. El miedo pesaba sobre Lena mientras escuchaba el ruido de la estática y el pesado silencio del otro lado.
—Si lo que dijo Zorro Risueño todavía le molesta… —Sonaba indiferente, sus palabras eran lanzadas con brusquedad, como si se limitara a exponer los hechos—, entonces no debería. Lo que dijo no refleja la opinión de todos los demás. Todos sabemos que usted no nos puso personalmente en esta situación y que tampoco tiene el poder de deshacerla. No tiene motivos para sentirse culpable solo porque alguien le haya culpado por no hacer algo que no puede hacer.
—Pero… ¡ni siquiera intentar aprender sus nombres es una terrible falta de respeto!
—No preguntó nuestros nombres porque no era necesario. ¿Por qué cree que estamos obligados a usar indicativos cuando la Legión ni siquiera puede acceder al para-RAID? ¿Por qué cree que los archivos personales de los procesadores nunca se revelan?
Lena frunció los labios con amargura. La inquietante respuesta le vino a la mente con facilidad.
—Para que los controladores no tuvieran que ver a los procesadores como humanos…, ¿verdad?
—Así es. La mayoría de los procesadores no viven un año después del reclutamiento. Quienquiera que esté a cargo probablemente pensó que el peso de todas esas muertes sería demasiado para un controlador.
—¡Pero esa es una cobardía! Yo… —Su voz había comenzado a desvanecerse antes de que se diera cuenta—. Fui una cobarde… Y no quiero seguir siéndolo. Si no es mucha molestia que me des tu nombre… Por favor, dímelo.
♦️ ♦️ ♦️
Shin volvió a suspirar.
Esta chica puede ser muy obstinada…
—Kaie Taniya… Era de Kirschblüte, la procesadora que murió hoy. Ese era su verdadero nombre.
Pudo sentir la felicidad proveniente del otro lado de la Resonancia, pero se apagó rápidamente cuando se dio cuenta de que era el nombre de la chica que había sido asesinada. En cambio, Shin le dio los nombres de sus compañeros con total naturalidad.
—El vice capitán Hombre Lobo se llama Raiden Shuga. Zorro Risueño se llama Theoto Rikka. Bruja de la Nieve se llama Anju Emma. Pistolera es Kurena Kukumila. Perro Negro es Daiya Irma…
Nombró a sus veinte miembros del escuadrón, y la controladora añadió su nombre al final.
—Y yo soy Vladilena Milizé. Por favor, llámame Lena.
—Le he oído mencionarlo antes. ¿Cuál es su rango?
—Oh, sí, por supuesto. Soy comandante. Aunque hace poco fue que me ascendieron…
—Entonces me referiré a usted como comandante Milizé de ahora en adelante. ¿Es eso aceptable?
—Siendo honesta… —Al escuchar a Shin insistir con las formalidades y tratarla como oficial al mando, Lena sonrió con ironía y no insistió más. Entonces, se dio cuenta de algo y preguntó—: Parece que hoy no hay nadie contigo… ¿Qué estás haciendo?
Shin guardó silencio durante un segundo.
—Su nombre.
—¿Eh?
—Estoy tomando el nombre de Kaie… Ya que a los Ochenta y Seis no se nos permite tener tumbas.
Levantó el pequeño trozo de metal contra la tenue luz de la luna. En el fragmento rectangular de aleación de aluminio estaba minuciosamente tallado el nombre completo de Kaie, así como una inscripción en pintura negra y roja. Era un grabado de una flor de sakura de cinco pétalos y el símbolo de la flor de cerezo, Kirschblüte, escrito en el idioma de su pueblo, para representar su marca personal de Juggernaut.
—Cuando todavía estaba en mi primera unidad, hice una promesa con el resto de la gente de allí. Grabaríamos los nombres de los que cayeran en la batalla en los restos de sus Juggernauts, y quien permaneciera más tiempo con vida llevaría estos fragmentos consigo. Así, el superviviente podría llevarlos todos consigo a su destino final.
Lo cierto es que, en aquella época, incluso recuperar un fragmento de una unidad de un procesador muerto era a menudo imposible, así que se limitaban a utilizar cualquier trozo de metal o madera que pudieran encontrar y a tallar los nombres con un clavo. No era mucho, pero era una prueba de que sus compañeros existían. Shin solo había podido poner sus manos en los restos de las unidades de forma consistente después de que Fido aprendiera a hacerlo. Siempre intentaban recoger el trozo que estaba justo debajo de la marquesina, donde la marca personal estaba grabada en la armadura.
Se guardaban todos juntos en el compartimiento del equipo en la cabina de Undertaker, desde la muerte de sus primeros compañeros de escuadrón hasta ahora. Todo para poder cumplir el pacto que habían hecho juntos.
—Yo era el último que quedaba entonces, y así ha sido siempre hasta ahora. Por eso, tengo que llevarlos conmigo. Llevaré a mi destino final a todos los que lucharon y murieron a mi lado.
♦️ ♦️ ♦️
Su voz serena le punzó el corazón a Lena. Era diferente de antes, de esa impresión insensible que ella tenía de él. De repente, se sintió muy avergonzada. Había llevado tanta muerte, todas esas vidas perdidas, con él, soportando silenciosamente la carga. Asumiendo todo sin dejar aflorar ni una sola palabra de lamento, cargando con todo como si fuera de esperar.
Por el contrario, esta tarde ni siquiera había podido afrontar adecuadamente la muerte de una persona, limitándose a lamentarse, pero sin llegar a aceptarla de verdad. Por fin, comprendió cuán terrible debía de haberles ofendido: los que soportaban el peso de sus compañeros muertos en silencio.
—¿Cuántos han muerto hasta ahora…?
—Quinientos setenta y un procesadores, incluida Kaie.
La inmediatez de su respuesta hizo que Lena se mordiera el labio. Ni siquiera podía recordar cuántas personas habían muerto bajo su mando. Aunque el recuento era mucho menor, si se le preguntaba tendría que considerarlo y contarlo.
—¿Por eso te llaman Undertaker…?
—Sí, forma parte de ello.
El que enterró en silencio a sus innumerables camaradas. En lugar de las tumbas que les fueron negadas, él llevaba esos pedacitos de aluminio e innumerables recuerdos. Tenía sentido que a todos les gustara tanto.
Este chico conocido como Undertaker debe ser más amable que cualquier otra persona…
Pero justo cuando se le ocurrió eso, sus pensamientos se detuvieron. Con un jadeo, Lena abrió los ojos de par en par.
♦️ ♦️ ♦️
—Um… ¿Undertaker?
El hecho de que él todavía no se hubiera dado cuenta de que le había llamado por ese nombre mostraba la falta de interés fundamental de Shin por todo lo que ocurría a su alrededor.
—Tú… todavía no me has dicho tu nombre..
Shin parpadeó distraídamente un par de veces. Parecía estar preguntando si no quería darle su nombre, pero no era el caso. Solo se había olvidado.
—Perdóneme. Es Shinei Nouzen.
En lo que respecta a Shin, tanto su nombre normal como su nombre personal no eran más que códigos para especificarlo, y no le importaba especialmente cuál de los dos utilizaba la gente. Tenía la intención de decirlo, pero… Oír a Lena tragar saliva con sorpresa le hizo levantar los ojos con curiosidad.
—¡¿Nouzen…?!
Antes de que Lena pudiera terminar de repetir su nombre con asombro, sonó un fuerte ruido cuando algo pesado se estrelló contra el suelo. Al parecer, había saltado de su asiento, derribando la silla en el proceso.
—¿Es posible que seas pariente de Shourei Nouzen? Era el portador del nombre Dullahan [6] y pilotaba una unidad con una marca personal que representaba a un caballero esquelético sin cabeza…
Los ojos de Shin se abrieron ligeramente.
♦️ ♦️ ♦️
—Vamos a ver el campo de batalla, Lena. A ver todo lo que ocurre allí, con nuestros propios ojos.
Ese día, el coronel de las Fuerzas Armadas de la República, Václav Milizé, había subido a un avión de reconocimiento con su hija, Lena, de diez años.
—¿No están luchando allí, padre?
—Sí, así es. Pero en la República… estamos haciendo algo aún peor que una guerra.
Václav era uno de los pocos supervivientes de las Fuerzas Armadas, y mientras él y sus compañeros luchaban por defender a su familia y amigos, su amada patria había promulgado leyes terribles que asestaban un horrible golpe a su dignidad. Habían marcado a una parte de los ciudadanos que debían proteger como infrahumanos y los habían expulsado de sus hogares, encarcelado y obligado a ir a la guerra. Un incidente que había ocurrido en cierta pequeña ciudad todavía se negaba a abandonar sus recuerdos.
En lugar de su arruinado ejército, la República se apresuró a reunir a jóvenes reclutas, la mayoría de los cuales eran tipos sin educación que habían perdido su trabajo debido a su propia pereza y a sus tendencias violentas. Para colmo, en su primera misión les pusieron armas en las manos y les ordenaron expulsar a sus conciudadanos. Su moral, que ya era baja, se desplomó rápidamente, y los actos de violencia y opresión se extendieron por todas las unidades.
Václav aún recordaba la visión de dos niñas que veían cómo los soldados golpeaban a sus padres hasta la muerte, riéndose todo el tiempo. Nunca olvidaría a una de las niñas, presumiblemente la hermana mayor, y sus ojos fríos, negándose a derramar una sola lágrima. Esos ojos nunca le abandonarían. Esas niñas probablemente nunca perdonarían a los Alba o a la República mientras vivieran.
—Tenemos que acabar con esto… Tenemos que hacerlo cuanto antes.
El avión de reconocimiento surcó el cielo, todo para que Václav pudiera mostrar a su hija lo que había más allá de las murallas.
Los que vivían en el primer sector rara vez viajaban fuera de las murallas. Más allá de las colinas de las plantas de producción de los sectores exteriores y de las praderas y bosques de las plantas solares, geotérmicas y eólicas, la Gran Mula lo contemplaba todo con la solemne majestuosidad de una poderosa montaña. Cuando vio los enormes muros por primera vez, los ojos de Lena se iluminaron de emoción. Pero su expresión se había ensombrecido y guardó silencio al ver los campos de minas y los campos de internamiento rodeados de alambradas. Václav sonrió al ver la expresión de mansedumbre de su hija mientras miraba por la ventanilla del avión. Lena era una chica inteligente. Incluso sin que él tuviera que decir una palabra, ella aprendía y entendía por sí misma.
Desplegar un avión militar para uso personal y dejar que un civil no autorizado lo abordara eran dos violaciones explícitas a las normas militares, pero a Václav no podía importarle menos. El ejército de la República en ese momento estaba formado por soldados solo de nombre, el tipo de escoria que solo estaba interesada en pasar sus horas de trabajo jugando y apostando, cambiando por el alcohol y las mujeres al final del día.
—Ve un poco más lejos después de que terminemos con las bases del frente, ¿de acuerdo? Quiero que vea el campo de batalla —le dijo al piloto agarrando la palanca de mando.
Este alegre piloto era amigo suyo y parecía feliz de haber tenido la oportunidad de pilotar un avión después de haber estado atrapado en los sectores ochenta y cinco durante tanto tiempo. Asintió felizmente y dijo:
—Entendido, coronel… ¿Pero no ha establecido el equipo de transporte esa zona como “zona de exclusión aérea”?
—Eh, no te preocupes por eso. No vamos a entrar en las zonas disputadas y, además, cuando lleguemos será de noche. La Legión no se moverá.
La Legión operaba fundamentalmente durante el día, ya que funcionaba con electricidad. Por lo general, permanecían en las zonas que controlaban y recibían paquetes de energía. Una vez que éstos se agotaban, desplegaban paneles solares y se recargaban de esa manera. Como no podían cargarse por la noche, corrían el riesgo de quedarse sin energía en medio del combate y, por ello, solían evitar los combates nocturnos.
Si Václav tuviera que ser brutalmente franco, quería mostrarle a Lena lo feroz que podía llegar a ser la lucha contra la Legión, pero… mirando esa pequeña espalda, se dio cuenta una vez más de que no podía poner en riesgo la vida de su hija por eso.
Pero Václav lo había olvidado. Tal vez sin darse cuenta, él mismo había asumido que solo los Ochenta y Seis podían morir en el campo de batalla y que no había peligro para la gente como él. Había una razón por la que estaban aislados del contacto con otros países y por la que nunca intentaron atacar a la Legión desde el cielo.
Los Stachelschwein [7].
En aquel entonces, se habían dispersado por el cielo de la República poco después de comenzar los combates y habían aniquilado sus fuerzas aéreas. Escondidos entre las bandadas de mariposas que interfieren en las comunicaciones, se encontraban las máquinas móviles de tipo artillería antiaérea de la Legión.
♦️ ♦️ ♦️
El oscuro cielo nocturno del campo de batalla, alejado de las luces artificiales de la civilización, se iluminó de repente cuando unas llamas rojas cayeron del cielo con un estruendo ensordecedor. El avión de reconocimiento cayó en picado, y su cola en llamas dejó un rastro ardiente a su paso mientras descendía rápidamente hacia la tierra…
El capitán de un escuadrón, que estaba de patrulla nocturna, vio por casualidad el avión estrellado.
—Oye. Creo que acabo de ver un avión de reconocimiento…
—¿Eh? Oh. Olvida eso, Dullahan. Probablemente sea otro estúpido cerdo haciendo turismo. Un cerdo blanco o dos muriendo es motivo de celebración más que nada, ¿no crees?
Haciendo caso omiso de las palabras de su camarada, el capitán cerró el toldo de su unidad. Tenía el cabello rojo como la sangre y los ojos negros como el azabache ocultos tras sus gafas.
—Oye, Dullahan, ¿qué estás…?
—Voy a rescatarlos… Ustedes continúen su patrulla.
♦️ ♦️ ♦️
Cuando Lena despertó, estaba rodeada por un mar de llamas.
Utilizando ambas manos para enderezarse y quedar sentada, miró a su alrededor con los ojos muy abiertos. Todo estaba ardiendo. Su padre también estaba siendo asado por las llamas. De su pecho para arriba ya había desaparecido todo.
Mientras salía por la escotilla, pudo oír un extraño y fuerte lamento procedente del exterior. Un enorme monstruo, tan grande que se vio obligada a levantar la mirada, esperaba a un lado, el escarlata de las llamas se reflejaba en el brillo plateado de su cuerpo mientras la miraba.
Un único ojo rojo que brillaba como un cristal la escudriñaba. De sus hombros colgaba una ametralladora multiusos, cuyo brillo gris se reflejaba en la luz. Sus patas artrópodas, parecidas a las de un insecto, no parecían moverse en sincronía unas con otras, creando la repugnante ilusión de que se deslizaba hacia ella.
Pudo ver al piloto a cierta distancia. Estaba gritando algo y disparando desesperadamente una ametralladora desde su cintura. La mayoría de sus disparos fallaban, pero unos pocos impactaban y eran desviados por el blindaje del monstruo, limitándose a emitir chispas. El Ameise [8] se acercó a él, sin inmutarse por las balas, y lo acribilló casualmente con sus patas delanteras. La mitad superior del piloto fue separada con una facilidad cómica, y una columna de sangre brotó de su mitad inferior, ahora abandonada.
A continuación, la unidad de sensores compuesta del Ameise parpadeó mientras giraba en dirección a Lena. Justo cuando ella encogió su cuerpo sin poder evitarlo…
—¡Si todavía hay alguien vivo, tápese los oídos y agáchese!
Una fuerte voz bramó a todo volumen desde un altavoz. Irrumpiendo a través del velo de humo y fuego, una araña cuadrúpeda saltó en su dirección, con el cielo nocturno y las llamas carmesí como fondo. El símbolo del esqueleto de un caballero sin cabeza tallado en su costado se grabó en la memoria de Lena.
Sus dos brazos de agarre apuntaron con ametralladoras pesadas al monstruo y abrieron fuego. El estruendoso sonido de las ametralladoras desgarró los tímpanos de Lena. Las armas pesadas, que hacían que un rifle de asalto antipersonal pareciera una pistola de guisantes en comparación, rociaron al Ameise con balas capaces de atravesar fácilmente los muros de hormigón y hacer volar en pedazos los vehículos blindados. El Ameise, ligeramente blindado, soportó el bombardeo como si estuviera aturdido y luego se desplomó. Lena levantó la vista cuando la araña mecánica se acercó a ella con pasos ruidosos y pesados.
—¿Estás bien?
Le habló con voz y palabras humanas, pero ella estaba aterrorizada. Mientras se acurrucaba en el terror mudo, el abdomen de la araña se abrió y una figura humana surgió de su parte trasera. Su cabello era de color rojo sangre y llevaba unas gafas de montura negra. Era un joven delgado y de aspecto intelectual que parecía tener unos veinte años.
♦️ ♦️ ♦️
El hombre que la había salvado se presentó como Shourei Nouzen. La llevó a un lugar llamado base, un edificio en el que había montones de arañas mecánicas. Era completamente diferente al primer sector, con las estrellas llenando el cielo e iluminando todo. Había mucha gente en la base, pero el hombre le dijo que se mantuviera alejada de ellos, y tampoco se acercaron. Sin embargo, sintió que la miraban desde la distancia, y eso la asustó.
En cualquier caso, cuando escuchó su nombre, Lena parpadeó sorprendida. Nunca había oído ese nombre, y su timbre le resultaba terriblemente desconocido.
—Qué nombre más raro…
—Sí. Incluso en el Imperio, es un apellido raro que solo usaba el clan de mi padre. Lo mismo para mi nombre de pila. —El hombre sonrió con ironía y se encogió de hombros—. Puedes llamarme simplemente Rei. Mi nombre completo es complicado ¿no? Tiene algo de historia, pero la República lo desconoce bastante.
—¿No eres de la República?
—Mis padres nacieron en el Imperio, pero mi hermano pequeño y yo nacimos en la República… Cierto, tengo un hermano pequeño. Debe tener más o menos tu edad… Seguramente ya habrá crecido.
La sonrisa de Rei se volvió terriblemente solitaria cuando dijo eso. Había una mirada amarga y nostálgica en sus ojos, como si estuviera contemplando la distancia.
—¿No puedes ir a verlo?
—No… Todavía no puedo volver.
Lena no sabía que los Ochenta y Seis que se alistaban no tenían ni un solo día de permiso hasta que eran dados de baja.
Le preguntó si tenía hambre, y aunque no había cenado, no la tenía. Ella negó con la cabeza, y Rei hizo una expresión de incomodidad. Tal vez suponiendo que estaría más receptiva a los dulces, le trajo un poco de chocolate derretido en agua caliente. Incluso la joven Lena se dio cuenta de lo preciado que debía ser el chocolate aquí.
—Mi padre dijo…
—¿Hmm?
—Me dijo que le estamos haciendo algo muy malo a los Colorata. Usted es un Colorata, señor, así que ¿por qué me protegió?
Ante esa pregunta directa, la expresión de Rei adquirió un matiz visiblemente molesto. Era la misma cara que ponían los adultos siempre que Lena hacía preguntas complicadas, preguntas que siempre intentaban esquivar y no responder.
—Tienes razón…, ahora mismo estamos pasando por situaciones bastante terribles. Nos han robado nuestra libertad y nuestra dignidad. Esas son cosas imperdonables, que nunca se debería permitir que le sucedan a nadie. La gente nos está haciendo cosas horribles, diciendo que no somos civiles ni siquiera humanos, sino cerdos infrahumanos.
Una ira profunda y fría parpadeó por un momento en sus ojos oscuros. Dio un sorbo a su taza, como si intentara reprimir esa emoción.
—Aun así, somos ciudadanos de la República. Hemos nacido y crecido en este país. —Aquellas tranquilas palabras resonaron con decisión y pasión en los oídos de Lena—. Aunque ya nadie lo reconozca, precisamente por eso tenemos que demostrarlo. Proteger la patria es el deber y el orgullo de un ciudadano de la República. Por eso luchamos. Luchamos y protegemos para demostrar que podemos defender este país… Para que nunca puedan menospreciarnos y asumir que somos como la escoria que solo sabe hablar y nunca actuar.
Lena parpadeó inquisitivamente. Luchar… para proteger, para demostrar. Pero estaban luchando contra cosas como ese horrible monstruo de antes…
—¿No están asustados…?
—Estamos aterrorizados. Pero si no luchamos, no podremos sobrevivir.
Encogiéndose de hombros con una sonrisa, Rei levantó los ojos hacia el cielo estrellado. Brillaba con polvo de estrellas y parecía que debería hacer ruido, pero el hecho de que estuviera tan silencioso le pareció a Lena terriblemente espeluznante. Entre ellos y ese brillo parpadeante había un vacío infinitamente vasto y profundo, de oscuridad absoluta.
La sonrisa que había llevado en los labios hasta ese momento se desvaneció. Rei habló con decisión, como si hiciera un juramento sincero:
—No moriré. No puedo permitirme morir. Tengo que sobrevivir y volver. Tengo que volver a donde me espera mi hermano.
♦️ ♦️ ♦️
La joven Lena, quien ahora tenía dieciséis años, aún podía recordar con claridad las serias palabras de Rei y su expresión decidida, incluso años después. Por eso, cuando escuchó inesperadamente el nombre de su familia, no pudo contener su emoción y se puso de pie. Ni siquiera se dio cuenta de que había volcado su silla o de que su taza de té había caído al suelo y se había hecho añicos.
Rei había dicho que su apellido era inusual incluso en el Imperio y, de hecho, Lena nunca había oído hablar de ningún otro Nouzen aparte de él. Si eran de la misma familia y él tenía la misma edad que Lena, ¿era posible…?
Shin acabó hablando, respondiendo a esa pregunta. Su voz sonaba como si hubiera despertado de repente del sueño, con un tono de estupefacción que Lena nunca había oído de este chico.
—Era mi hermano…
—Tu hermano… Entonces eso significa…
El hermanito que Rei dijo que no podía volver a ver pero que quería hacerlo, aquel al que juró volver a su lado… Shin era ese hermano pequeño.
—Dijo que quería verte y que tenía que volver contigo… ¿Sabes dónde está tu hermano ahora mismo?
En contraste con la voz de Lena, quien estaba llena de emoción y júbilo, la frialdad sin emoción volvió a las palabras de Shin mientras hablaba.
—Falleció. Hace cinco años, en el frente oriental.
Oh…
—Lo siento.
—No pasa nada.
Su respuesta cortante sonó como si realmente no le importara ni uno ni lo otro. El contraste entre la frialdad de su voz y la calidez con la que Rei había hablado de su hermano pequeño dejó a Lena confundida. Había algo diferente en el silencio de Shin que no podía explicarse diciendo que estaba acostumbrado a ver morir a las personas. Lena se esforzó por encontrar algo que decir para romper el silencio y, finalmente, Shin habló.
—¿Recuerdas cuando me preguntaste qué quería hacer una vez que me dieran el alta?
—S-Sí, por supuesto.
—Todavía no tengo nada que quiera hacer en particular, incluso después de haber sido dado de alta. Pero hay algo que tengo que hacer… Estoy buscando a mi hermano. Durante los últimos cinco años, es lo único que he hecho.
Lena ladeó la cabeza.
Si Rei ya está muerto, y Shin ya lo sabe, ¿cómo…?
—¿Quieres decir… su cuerpo?
Ella pudo sentir que él sonreía débilmente.
Sonriendo… pero no riendo de verdad. Era similar a una mueca, pero mucho más fría. Como si el filo escabroso y brillante de una hoja pudiera cautivar la mirada… Era como una expresión de locura.
—No.
♦️ ♦️ ♦️
Al día siguiente, el resto del escuadrón escuchó lo esencial de su conversación por parte de Shin, y cuando la controladora resonó con ellos esa noche, todos se unieron. Se disculpó y luego les preguntó a todos y cada uno de ellos por sus nombres. Theo parecía especialmente incómodo.
—¿Por qué tuviste que ir a hacer eso, Shin…?
—Te arrepentiste, ¿verdad? Te sentiste mal por la forma en que lo dijiste, incluso si querías decir cada palabra.
Shin era bastante observador, teniendo en cuenta que nunca parecía estar mirándolos. A Theo le molestaba saber lo transparente que era. Daiya sonreía, y Anju parecía mirarle con cariño. Sin embargo, cuando miró a Kurena, no pudo evitar molestarse.
Maldita sea, Kurena, ¿por qué miras para otro lado como si no tuvieras nada que ver con esto? Estabas tan enojada como yo, y sé a ciencia cierta que si no le hubiera gritado a ella, ¡le habrías gritado en mi lugar!, pensó Theo.
—Espere un segundo… Eh, comandante MIlizé, ¿verdad? ¿No le dijo Shin nuestros nombres ya?
—Le pregunté, sí. Pero aún no los he escuchado de todos ustedes.
Aunque supiera sus nombres, seguía queriendo que se los dijeran ellos mismos…
Qué pesada.
Shin no dijo nada, y la controladora parecía encogerse de miedo como una niña que espera un castigo por saber sus nombres antes de tiempo. Observando esta incómoda situación, Theo se dio cuenta de que estaba a punto de superarlo. Nunca se le había dado bien permanecer enfadado o ser lo suficientemente testarudo como para permanecer apagado durante mucho tiempo.
—Recuerdo a un tipo… Era mi capitán en el primer escuadrón al que me asignaron. —Lena pareció sorprendida por el repentino cambio de tema, pero Theo continuó sin importarle—: El muy tonto tenía esa sonrisa alegre en la cara, era un ex soldado, así que era bastante fuerte… Y era un Alba.
Theo podía sentir que el aliento de la controladora se había quedado atrapado en su garganta desde el otro lado de la Resonancia.
—El hombre era un completo bicho raro. Aunque sobrevivió a las primeras batallas defensivas al comienzo de la guerra, pensó que era un desastre que solo los Ochenta y Seis lucharan, así que volvió al frente por su cuenta. No podíamos decirle nada a la cara, pero todo el escuadrón decía que era un loco a sus espaldas. Odiábamos sus agallas. ¿Cómo no íbamos a hacerlo? Se llamaba a sí mismo procesador, como nosotros, pero el capitán eligió estar aquí. Nosotros nunca tuvimos esa opción. Y claro, vino aquí, pero cuando se cansara de ello, podía dejarlo todo y volver a vivir dentro de los muros. Cada vez que actuaba como si fuera uno de nosotros, nos enojaba mucho. Hacíamos apuestas sobre cuándo creíamos que se cansaría de su juego de compasión y se iría a casa.
Theo dejó salir un suspiro.
—Pero resulta que nos equivocamos. El capitán nunca volvió a casa hasta el final. Nunca regresó, murió en el campo de batalla. Se quedó atrás para defender a otros procesadores y así fue como murió.
Theo fue quien escuchó sus últimas palabras. Estaba más cerca del capitán cuando le dijo a todos los demás que se retiraran, y el capitán le envió una transmisión de radio diciéndole que podía colgar si quería, pero que tenía algo que quería que escuchara.
—Sé que me odian. Es natural, por supuesto que lo harán. Por eso nunca dije nada. Tienen todo el derecho a odiarme. Porque no he venido a ayudarles, ni a salvarlos. Solo… sabía que nunca podría perdonarme si los dejaba luchar por nosotros, sin ayuda de nadie. Era algo que me asustaba. Solo vine al campo de batalla por mi propio bien. Así que es natural que nunca me perdonen. Por favor, nunca me perdonen.
Entonces, la línea se llenó de repente de ruido, y la transmisión se cortó. Fue entonces cuando Theo se dio cuenta de que el capitán eligió enviar una transmisión por radio en lugar de resonar porque sabía lo que se avecinaba. Había regresado a este campo de batalla de muerte segura con la determinación de un guerrero, dispuesto y preparado para no volver jamás.
Theo lamentó no haber hablado más con él y todavía llevaba ese pesar consigo hasta el día de hoy.
—No digo que seas igual que el capitán. Pero mientras seas un Albra sentado al otro lado de ese muro, nunca podremos ser iguales, y nunca te consideraremos una de los nuestros.
Habiendo dicho su parte, Theo estiró la espalda una vez. Todo el mundo conocía esta historia, y la había contado y reflexionado tantas veces que contarla ya no le dolía.
—Bien, así que el tiempo de la estúpida historia ha terminado… Soy Theoto Rikka, por cierto. Puedes llamarme Theo o Rikka o tu lindo cerdito o cualquier nombre estúpido que quieras.
—No hay nada estúpido en tu nombre… Lo siento, por todo lo que he hecho hasta ayer. De verdad.
—Olvídate de eso ya.
—Así que esa buena persona de la que habló Kaie… era el capitán, ¿correcto?
—No era sólo él. Todo el mundo aquí tiene a alguien que luchó duro de una manera u otra.
Muchos lucharon contra este fabricado mundo creado por sus camaradas.
Raiden fue el siguiente en hablar.
—Soy el vicecapitán. Me llamo Raiden Shuga… Primero tengo que disculparme. Cuando empezaste a resonar cada noche, nos burlamos de ti y pensamos que eras una hipócrita condescendiente, una idiota crédula que no se daba cuenta de lo cerda que era en realidad. Así que me disculpo por eso. Pero además de eso… —Sus ojos de hierro se estrecharon—. Como dijo Theo…, no te vemos como una igual o una camarada. Eres una imbécil que habla dulcemente mientras nos pisotea. Nada cambiará eso, y nunca te veremos de otra manera. Si te parece bien, mataremos el tiempo hablando contigo. No es que lo recomiende. No eres apta para ser una controladora… Es mejor que renuncies.
—Si estás dispuesto a matar el tiempo conmigo, seguiré resonando.
Raiden sonrió irónicamente. Su rostro masculino y lobuno adquirió un matiz amistoso.
—Eres una auténtica idiota, ¿sabes? Ah, y manda ya ese mapa. Estabas tan ocupada llorando a mares ayer que te olvidaste de enviarlo.
Lena se rió esta vez.
—Lo tendrás antes de que te des cuenta.
♦️ ♦️ ♦️
Mientras Shin escuchaba a medias ese intercambio, sus pensamientos se dirigieron a la charla que había tenido con Lena el día anterior.
Shourei Nouzen. Un nombre que no había escuchado en mucho tiempo y que creía que no volvería a escuchar. Había estado a punto de olvidar que ese era su nombre. Claro, sí. Así es como se llamaba. Hasta el final, Shin nunca lo había llamado por su nombre. Ni una sola vez. Sin darse cuenta, Shin se ató la bufanda alrededor del cuello.
Hermano.
[1] Kirschblüte: Se le llama así en alemán a las flores de cerezo japonesas (pronunciación “sakura”). Lo dejaremos en alemán en nuestro texto.
[2] Ersatz Café: Proveniente del alemán, ersatz significa sustituto. Lo dejaremos en alemán, sabiendo que su mención significa que es un sustituto del café.
[3] Blackie es combinación de Black-White (Negro-Blanco), con traducción de “negrito”; Whitey es combinación de White-Black (Blanco-Negro) con traducción de “blanquito”; la traducción de Calico es “gato manchado”; Chibi viene del japonés y puede referirse a una “persona pequeña” (con enanismo) o a un “animal pequeño”; Remarque viene de Erich Maria Remarque, el cual es el seudónimo del escritor alemán Erich Paul Remark, quien contó los horrores de la Primera Guerra Mundial. Dejaremos los nombres sin traducción en nuestro texto.
[4] Black Sheep: La Legión que había adoptado la estructura cerebral descompuesta de los humanos muertos, capaz de una inteligencia humana limitada.
[5] KIA: killed in action (muerto en combate).
[6] Dullahan: Es un tipo de criatura mitológica del folclore irlandés, su traducción significa “sin cabeza”. Se le representa como un jinete sin cabeza, sobre un caballo negro, que lleva su propia cabeza en alto en la mano.
[7] Stachelschwein: Una máquina de tipo antiaérea. Inmediatamente después del comienzo de la guerra, se dispersaron por toda la zona de combate, inutilizando completamente los aviones. Están armados con cañones automáticos de disparo rápido y pueden destrozar fácilmente los aviones y funcionar como unidades C-RAM móviles, ya que son capaces de derribar los proyectiles de artillería guiados que disparan los cañones de interceptación de la República.
[8] Ameise: Una máquina de tipo explorador. Su principal característica es su gran movilidad. Están equipados con ametralladoras duales antipersona de 7,62 mm, pero algunos modelos están mejorados con ametralladoras pesadas antimaterial de 14 mm. Una de las unidades de la legión más comunes en el campo de batalla.