Traducido por Shiro
Editado por Meli
Después de la sesión de fotos, los quince participantes regresaron a la villa con rostros demacrados. Se disputaron los cuatro baños que había, dejando a Romeo, como era costumbre, en último lugar.
Los peores eran Hayden y Emily, quienes usaban el baño juntos y salían solo después de casi dos horas con expresiones satisfechas. El resto siguió su ejemplo, remojándose todo el tiempo que querían e ignorando por completo a los otros. Cuando por fin llegaba el turno de Romeo, eran más de las once de la noche, dejando apenas unos pocos minutos antes de que llegara la hora de dormir establecida por el programa.
Sin más remedio, Zhou Yunsheng se dio un baño fugaz, y se metió bajo la colcha sin siquiera secarse el cabello. Sin embargo, los gemidos de Emily y Hayden teniendo sexo en la habitación contigua llegaban a sus oídos. Los dos parecían estar peleando bajo la colcha, haciendo caso omiso de los camarógrafos y los otros participantes presentes.
Los otros dos hombres en la habitación de Zhou Yunsheng, al escucharlos, se pusieron a hacer bromas sucias, y luego comenzaron a calificar la apariencia de las participantes. Él, en cambio, dio vueltas sin cesar, hasta que no pudo evitar golpear la pared con ira.
Como si supiesen de quién provenía la protesta, el par no solo no se detuvo, sino que incrementaron la intensidad, golpeando la pared con los postes de la cama.
Qué molesto.
Zhou Yunsheng se echó el cabello hacia atrás, salió de la habitación y fue a la cocina del primer piso. Sacó una botella de agua mineral del refrigerador y le dijo al camarógrafo que lo seguía:
—¿Quieres?
Este sacudió la cabeza en silencio.
Entonces, desenroscó la tapa y bebió. El líquido frío apaciguó su furia interior e hizo que sus ojos azules se aquietaran como un mar en calma. Allí, se mantuvo apoyado contra el refrigerador durante rato, tras lo que miró el reloj y, al ver que faltaba media hora para que apagaran las luces, se dirigió sin prisa hacia el confesionario.
El confesionario era una sala para que los participantes expresaran sus sentimientos en un lugar privado, la versión en video de un diario. Durante la posproducción, el editor recopilaría segmentos de las confesiones y los insertaría en momentos estratégicos durante el programa para incrementar su atractivo visual.
Zhou Yunsheng entró, se sentó en una silla y permaneció en silencio por un momento, su expresión desorientada. Entonces, sus grandes y seductores ojos se llenaron de brillantes lágrimas, y con el cabello aún húmedo, adherido a su frente y mejillas, parecía un animalito herido.
Mientras no hable, es hasta más hermoso que un ángel, se lamentó el camarógrafo en su corazón.
Las cámaras de toda la villa estaban conectadas a los monitores del equipo de filmación, quien, con solo mirar, podían captar de prisa la dinámica de todos los participantes, guardar los clips interesantes y cortar los aburridos para hacer un episodio maravilloso tras otro. Y pese a que era un programa pregrabado, para preservar el sabor de la transmisión en vivo, el equipo de producción lo editaba durante la misma grabación para transmitirlo al segundo siguiente de haber finalizado el episodio, lo cual era una constante carrera contra el tiempo.
En el proceso, solo necesitaban enviar una muestra al productor para que la revisara, no tenían que rendir cuentas a los tres presentadores. Después de todo, solo eran tres actores invitados, cuyo papel era solo secundario. Su desempeño, tanto bueno como malo, dependía enteramente de su inteligencia y habilidad.
Al final del día, se editaban las escenas más destacadas, era el momento más ocupado para el equipo de producción. Por lo que, cuando Zhou Yunsheng entró al confesionario, el director del equipo de producción lo descubrió al instante e intuyó que vendría un monólogo maravilloso.
¿Para qué podía servir el confesionario si no para desahogarse? A esas alturas, todos y cada uno de los participantes había difamado a otros allí, a excepción de Romeo. El chico aparentaba tener una personalidad extrovertida, pero, en realidad, era más bien retraído, tanto que ni siquiera se atrevía a estar a solas con la cámara.
¿Qué dirá? ¿Insultará a Hayden y Emily? Eso espero. Cuanto más venenoso sea, mejor. De ese modo más popularidad ganará el programa, pensó malévolamente el director del equipo de producción, quien estaba obsesionado con el índice de audiencia.
De repente, la puerta de la oficina se abrió de golpe y todos los editores y camarógrafos enderezaron sus posturas y asintieron a modo de saludo. La persona que entró no era otro que el productor del programa, Gustav Atchison; seguido de una mujer de mediana edad de apariencia glamorosa y temperamento grácil.
—Jefe, señora Brown, buenas noches. —El director de producción se levantó deprisa y les estrechó la mano.
Esos dos eran figuras de gran renombre en la industria de la moda. La familia Atchison creó una marca de moda de prestigio mundial en el siglo pasado, y expandieron su éxito hacia el sector inmobiliario, financiero y de entretenimiento entre otros. Gustav, el jefe actual de la familia, no solo poseía una riqueza neta de miles de millones, sino que también era uno de los modelos más destacados del mundo.
Además, era uno de los accionistas principales de la estación de televisión ABC, y ese programa era producto de su creatividad. Por otro lado, la mujer que lo acompañaba, la señora Brown, fue una vez la supermodelo mejor pagada del mundo, y era, además, la madre de Hayden Brown.
El director del equipo de producción había estado esperando por ellos y, como había imaginado, la mujer fruncía el ceño, disgustada.
—Escuché que Hayden estuvo bastante asustado y que fue hasta humillado. Quiero saber quién es el culpable.
—Señora Brown, fue solo un drama entre adolescentes, nada de seriedad —defendió a Romeo, creía que las palabras y comportamiento ofensivo de este le daban una gran atractivo al programa.
Pero la agraviada era acompañada por el mismo jefe; la eliminación de Romeo era inminente. Acto seguido, siguiendo las indicaciones del director, ambos se enfocaron en la pantalla que mostraba a Romeo, quedando perplejos.
El chico salió de su ensimismamiento y miró a la cámara con sus grandes y redondos ojos azules, los cuales brillaban llenos de lágrimas cristalinas que se negaban obstinadamente a caer.
—Aún recuerdo la primera vez que vi a Hayden. —Evocó un recuerdo con voz clara y vibrante—. Estaba parado en las escaleras y, extendiendo una de sus manos hacia mi equipaje, dijo: «Oye, veo que necesitas ayuda». A sus espaldas se encontraba una casa imponente como un castillo y sobre su cabeza había un cielo azul intenso desde donde el sol dorado le otorgaba un halo radiante, como si de una deidad encantadora se tratara. Sin embargo, mis manos estaban sudorosas a causa de los nervios y cada uno de mis músculos estaba rígido como una piedra; olvidé reaccionar por completo. Eso quizás lo hizo pensar que yo era frío, y solo se encogió de hombros antes de irse —dijo esto mientras abría las palmas de sus manos, como si estuviese rememorando el sentimiento de aquel momento.
Con elogios tan cálidos como esos, no parecen ser enemigos, reflexionó la señora Brown, perpleja. Ella esperaba que el joven arremetiera con insultos hacia su hijo frente a la cámara.
Gustav, con una mirada indescifrable, clavó sus ojos oscuros con intensidad en la pantalla.
El director, como digno profesional, buscó los videos de cuando los participantes llegaron a la villa, encontrando la escena descrita por Romeo. Hayden quiso ayudarlo con su equipaje, y se fue tras encontrarse con su indiferente mirada.
¿De qué actitud fría y desinteresada habla? ¡Es obvio que no fue capaz de expresar sus sentimientos, ah!
El director de producción puso atención al extraño relato de Romeo, sentía que la verdadera confesión se acercaba.
El joven se frotó el rabillo del ojo con el puño para evitar que sus lágrimas cayeran, y continuó con voz ahogada:
—Quiero ser el mejor amigo de Hayden, pero temo quemarme si me acerco demasiado. Cuando me ignora, cuando se besa con Emily; me entristece tanto. Es como si me clavaran un cuchillo en el corazón. Lo único que me queda son mis comentarios mordaces, ya que con ellos logro que se fije en mí. Sé que esto solo empeora las cosas, pero no puedo controlarlo. Prefiero que piense que soy un estorbo, un idiota, a que un día me señale con el dedo y diga: «Oye, Romeo, ¿no ves que soy un tipo? Marica, me enfermas».
¿Una confesión de amor? ¿Está saliendo del armario?
Todos en el equipo de filmación estaban atónitos.
Tanto Gustav como la señora Brown mostraron expresiones sombrías. Incluso si el País A era uno de los países más abiertos del mundo, no había una gran aceptación de la homosexualidad. Como homosexual, se encontraría presionado en todos los aspectados de su vida, el trabajo incluído. Algunos hablaban de su orientación sexual con valentía, mientras que otros preferían ocultarlo de por vida, pero el tormento que sus corazones padecían era algo con lo que la gente común no podía imaginar con facilidad.
Gustav y la señora Brown estaban entre aquellas personas que decidieron mimetizarse con la multitud. No tuvieron el coraje de enfrentarse a sí mismos, por lo que comprendían el dolor de enamorarse de una persona a la que no se debía amar; la desesperación de querer estar cerca y no tener el valor y en cambio, hacer cosas ilógicas para atraer su atención.
Nadie sabía más que ellos, acerca de esos amores amargos y enrevesados.
El joven se dio cuenta de que estaba llorando y deprisa bajó la cabeza para ocultar su rostro.
—Lo siento, Hayden —murmuró—. No quise lastimarte. Sé que eres muy fuerte; no eres un cobarde. Con solo un poco de motivación eres capaz de superar todas las dificultades del mundo. Y me demostraste que tengo razón. De verdad lo lograste, estoy tan feliz… Pero tal vez… Tal vez no debería quedarme. Cada día, siento más y más miedo. Miedo de ti… Y miedo de mí mismo…
La pena lo ahogó y no pudo continuar. Entonces, se acurrucó en el taburete, sollozando en silencio. Mucho tiempo pasó antes de que se levantara y se frotara los ojos.
Su cabello se había secado por completo, y se veía desordenado y esponjoso. Sus ojos y su nariz estaban enrojecidos, como si alguien lo hubiese lastimado. Su aspecto era lamentable y encantador. El camarógrafo responsable de seguirlo tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no acercarse a él y abrazarlo.
En la oficina, el equipo de filmación reprodujo la escena en la que Romeo humillaba a Hayden. Pero cuando este se encontraba elevado de nuevo sobre la fosa, la sonrisa que adornaba el rostro del joven era deslumbrante. Se veía que su felicidad por el otro era genuina, no obstante, en cuanto se percató de que el camarógrafo lo apuntaba, endosó una expresión fría y desdeñosa.
Tenía una personalidad torpe, pero encantadora. Una sensación cálida se apoderó del pecho de los presentes, como si sus corazones estuviesen a punto de derretirse.
Gustav sentía una comezón en su garganta, y se la acarició fingiendo que se ajustaba la corbata. Él era un amante supremo de las cosas peludas, y la apariencia lastimera del joven se asemejaba en demasía a la de su gato de orejas dobladas, Rooney. Si estuviera al lado del joven, lo abrazaría, besaría y consolaría, diciéndole lo adorable que era y que era merecedor del mejor amor del mundo.
—Señora Brown, ¿se apegará a su decisión original? —preguntó el director una vez que pudo calmar la comezón de su garganta.
—Oh, no. —Ella despertó de sus cavilaciones, agitó sus manos con rapidez y agregó—: Dejen que este chico continúe. Él… Él es un buen chico. Lo juzgué mal.
Ella, más que nadie, sabía cuán difícil era decidir recorrer abiertamente el camino de la homosexualidad. Además, el joven había salido del armario frente a tantos espectadores; su coraje la hacía sentir avergonzada.
El adolescente en la pantalla abrió la puerta del confesionario y salió, tras lo que profirió un grito de sorpresa.
—Ivanna, tú… ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Retrocedió, con el temor reflejado en sus grandes ojos azules
Todos los del equipo de filmación contuvieron la respiración, esperando lo que vendría a continuación.
—Vi que no estabas en tu cama y vine a echar un vistazo. Lo escuché todo. —Ivanna levantó su sensual cabello rojo fuego y continuó—: Lo siento. No quise escuchar a escondidas, pero aunque es una puerta insonorizada, no la cerraste bien.
Al ver que el níveo rostro del joven lucía casi traslúcido a causa del miedo, ella se rio y apartó el suave cabello de su frente al tiempo que lo consolaba:
—A modo de disculpa, también te contaré mi secreto. Me gustan las mujeres, pero nunca me molestó ni asustó mi orientación sexual. Romeo, ¿has olvidado por qué estás en este programa?
—Para enfrentar mi verdadero yo.
Esa había sido la declaración de Romeo durante la grabación de la entrevista en el primer episodio. Zhou Yunsheng, desde luego, lo recordaba, pero se sorprendió de que Ivanna también lo hiciera.
—¿Cómo puedes continuar con tu vida si no te enfrentas a tu verdadero yo? Romeo, ¿transitarías este camino conmigo? Una vez te deshagas de los grilletes de la sociedad, te darás cuenta de lo hermoso que es el mundo. —Sonrió con franqueza, fue tan radiante como un sol que iluminaba los ojos de todos.
La estima de Zhou Yunsheng hacia ella incrementó de cien a infinito positivo. Si Romeo hubiese sido capaz de encontrar a una amiga fuerte y sincera como ella, tal vez no se habría abandonado a sí mismo de esa manera.
—Está bien… Hagámoslo juntos. —El adolescente le tomó la mano con cautela y le dio un ligero apretón.
Ivanna rio a carcajadas y lo abrazó, palmeando su espalda con fuerza; sus acciones enérgicas y varoniles.
Un silencio descendió en la oficina donde se encontraba el equipo de filmación, el cual, minutos después, llegó a su fin con la contundente orden de Gustav:
—No tienen permitido editar ni siquiera un cuadro de esta escena.
El director asintió con la cabeza y luego condujo a los dos budas hasta la puerta. La señora Brown se alejó cinco metros, hacia su automóvil, tras lo que regresó corriendo y preguntó, entusiasmada:
—¿Cómo se llama esa mujer pelirroja de hace un momento? Dame una copia detallada de su información. Ah, y envíame una copia en físico de todas sus fotos.
Gustav, que estaba familiarizado con las circunstancias, se quedó sin habla.
Señora, vino aquí a apoyar a su hijo, no a una cita a ciegas. ¿Lo recuerda?